May 13

EL AMOR INCONDICIONAL DE UNA MADRE, Por: Diego Teh.

EL AMOR INCONDICIONAL DE UNA MADRE

2 Samuel 21:1-14.

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Bosquejo elaborado por el Pbro. Diego Teh, para la predicación del domingo 13 de mayo 2018, en diversas congregaciones de la iglesia “El Divino Salvador” de la col. Centro, de Mérida, Yucatán.  Es sermón de ocasión por el reciente día de las madres.

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   INTRODUCCIÓN: Los israelitas liberados por Dios de la opresión de los egipcios, después de 40 años sin ser introducidos por Dios a la tierra que Él había prometido en el pasado a Abraham, ahora por fin habían comenzado a conquistar las ciudades de otras culturas antiguas que estaban establecidas en el territorio conocido entonces como tierra de Canaán.  Dios, en todos los casos, les concedía éxito a los israelitas. Una de las instrucciones que ellos tenían, era acabar con los habitantes de todas aquellas ciudades para que ellos puedan poseer de parte de Dios, el territorio antes prometido. Así, hicieron en muchos casos, excepto algunas ciudades que por desobediencia a Dios les perdonaron la vida, situación que en el futuro tanto inmediato como a corto y largo plazo les trajo problemas.  En este orden de casos, hubo un caso muy particular, donde bastantes representantes de los habitantes de unas ciudades llamadas Gabaón, Cafira, Berto, y Quiriat-jearim (cf. Josué 9:17), sabiendo que ellos serían de las próximas ciudades que deberían ser exterminadas y conquistadas, usaron de astucia yendo al encuentro de los israelitas a quienes con mentira dijeron que venían de tierras lejanas porque habían oído la fama del Dios de los israelitas y que por ello querían vivir entre ellos, rogando que les perdonaran la vida y ofrecen vivir con ellos como siervos de por vida.  Efectivamente los príncipes israelitas que representaban a todos los israelitas, aceptaron la petición de aquellos desconocidos, e hicieron pacto con aquellas personas que aunque eran de diversas ciudades, son todos etiquetados en la historia bíblica como gabaonitas (cf. Josué 9:3).  El pacto que los israelitas que hicieron con aquellos mentirosos, lo hicieron no a título personal sino en nombre de Jehová el Dios de los israelitas.  De repente los israelitas descubren que estos mentirosos no eran de tierras lejanas sino de las ciudades gabaonitas que estaban a punto de conquistar por exterminio.  Los israelitas dijeron a sus autoridades representantes que los mataran por mentirosos, pero sus autoridades dijeron que no lo harán porque habían hecho con ellos un pacto serio y responsable en nombre de Jehová.  Sin embargo, los israelitas junto con sus autoridades lograron establecer que los gabaonitas fueran sus siervos de por vida por sus generaciones, como leñadores para el santuario de Jehová.  Y así se estableció desde los tiempos de la conquista de la tierra prometida liberada por Josué, aproximadamente alrededor del año 1400 a.C.

   Unos 500 años después, Saúl el primer rey de Israel, en uno de sus enojos, en sus incursiones en contra de los habitantes de diversas ciudades de su propio reino, sin pensarlo dos veces, llevó a cabo una matanza en contra de gabaonitas, violando el pacto que hace cinco siglos Josué y las autoridades de los israelitas hicieron con ellos de que no los matarían, sino que todos sus descendientes por generación perpetua vivirán entre ellos, aunque sea como siervos.

   Nuestra historia bíblica de 2 Samuel 21, nos relata que en los tiempos del rey David, el rey después de Saúl, hubo en Israel tres años de hambre porque la tierra no producía por falta de lluvia.  Entonces David, el entonces rey de Israel, consultó a Dios la razón de esta situación de hambruna y sequía, por lo que Dios le respondió a David: “Es por causa de Saúl, y por aquella casa de sangre, por cuanto mató a los gabaonitas” (2 Samuel 21:1c).  Aunque el texto bíblico no lo relata, es probable que Dios le dio instrucciones precisas a David, porque tras todo lo que David hizo después tuvo su desenlace aprobado por Dios quien hizo llover de nuevo en Israel.  Nuestro texto dice que: “Entonces el rey llamó a los gabaonitas, y les habló. […] / Dijo, pues, David a los gabaonitas: ¿Qué haré por vosotros, o qué satisfacción os daré, para que bendigáis la heredad de Jehová? / Y los gabaonitas le respondieron: No tenemos nosotros querella sobre plata ni sobre oro con Saúl y con su casa; ni queremos que muera hombre de Israel. Y él les dijo: Lo que vosotros dijereis, haré. / Ellos respondieron al rey: De aquel hombre que nos destruyó, y que maquinó contra nosotros para exterminarnos sin dejar nada de nosotros en todo el territorio de Israel, / dénsenos siete varones de sus hijos, para que los ahorquemos delante de Jehová en Gabaa de Saúl, el escogido de Jehová. Y el rey dijo: Yo los daré” (2 Samuel 21:3-6).

   Esta petición especial llevó a David a tomar las decisiones correspondientes.  David escogió a siete personas para entregar a los gabaonitas más que para que los gabaonitas cobraran venganza, fue para que Dios cobrara venganza de la mala acción tomada en su momento por Saúl el ya fallecido rey de Israel.  Pero lo que quiero que ustedes observen es que, de estos siete escogidos para sentencia de ahorcamiento, fueron dos las madres que salieron afectadas.  Una de estas madres se llamó Mical quien en su juventud fue esposa de David cuando ella pensó que estaba enamorada de él, pero luego se dio cuenta que no, y le hizo la mala vida a David hasta que David cansado se vio obligado a abandonarla. Entonces Mical, se casó con un hombre llamado Adriel hijo de Barzilai meholatita (2 Samuel 21:8b), con quien ella tuvo cinco hijos, que a fin de cuentas eran nietos del fallecido rey Saúl.  Ahora, ante esta petición de los gabaonitas, David, no en venganza personal contra Mical, ni en venganza contra Adriel quien le habría quitado el amor de Mical, sino por determinación de Dios, ordenó la entrega de estos cinco hombres para que fuesen ahorcados por los gabaonitas.  Además, de manera sobresaliente en nuestro texto bíblico de 2 Samuel 21, David para completar la lista de los siete, sentenció a Armoni y Mefi-boset[1] (2 Samuel 21:8a), hijos de una ex concubina de Saúl llamada Rizpa, quien tuvo una reacción extraordinaria y relevante según el texto bíblico, que vale la pena observar y puntualizar.

   Lo que realmente quiero que observen en esta historia, es el amor incondicional que Rizpa como madre demostró por sus hijos Armoni y Mefi-boset, aunque estos ya habían muerto.  Rizpa sufrió las consecuencias de un pacto que su esposo no respetó.  Armoni y Mefi-boset, sufrieron las consecuencias de que su padre no respetó un pacto que el debió respetar.  En este contexto, observen cómo Rizpa, como madre de hijos ya muertos, manifiesta su amor incondicional por sus hijos.  Basado en la historia de su caso, hoy voy a predicarles que el amor incondicional de una buena madre se puede observar en los sacrificios que hace a favor de sus hijos. / ¿Qué sacrificios hace una buena madre a favor de sus hijos como muestra de su amor incondicional? / En este mensaje, voy a recordarles algunos de estos sacrificios de amor incondicional.

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   El primer sacrificio que una buena madre hace a favor de sus hijos como muestra de su amor incondicional, es:

I.- LA DEDICACIÓN DE TIEMPO PARA SUS HIJOS.

   Notemos que Samuel nos describe la ocasión del trágico final de los siete en los que se cuentan a Armoni y a Mefi-boset, y el tiempo que por razón necesaria ella dedicó al cuidado de sus cuerpos en descomposición, hasta que no quedaron más que solamente sus huesos a la intemperie.  Dice Samuel que “fueron muertos en los primeros días de la siega, al comenzar la siega de la cebada. / Entonces Rizpa hija de Aja tomó una tela de cilicio y la tendió para sí sobre el peñasco, desde el principio de la siega hasta que llovió sobre ellos agua del cielo; …” (2 Samuel 21:9b-10a). Aunque no se describe con precisión la duración de este tiempo entre el comienzo de la cosecha de cebada hasta el día que hubo lluvia, la estimación es que fue un tiempo que va entre los 5 y 6 meses, no un rato cada día sino día y noche.  Si ha habido casos similares en la historia humana, e incluso en la actualidad, son dignos de reconocimiento, porque son los casos como el de Rizpa que nos damos cuenta que el amor incondicional de una madre no está limitado al tiempo.

   A comparación de Mical, caracterizada por un falso amor que se originan de sus emociones, aunque para ese tiempo ella todavía debería estar viva, ni ella, ni Adriel su esposo estuvieron allí o haciendo algo para recuperar los restos de sus hijos.  A pesar de que ella debió ser la madre más afectada por perder no solo a dos sino a sus cinco hijos; no parece haber demostrado sensibilidad ni afecto por sus hijos que por causa de la violación de un pacto en el pasado hecho en nombre de Dios a favor de los gabaonitas, que el padre de ella, y abuelo de los muchachos no respetó.  Ahora, con Rizpa, fue otra cosa.

   Parece algo extraño lo que hizo Rizpa, pero tenía una razón para hacerlo.  Los huesos de los que mueren por condenación de alguna falta grave cometida, no deben ser sepultados en ningún lugar ni por las autoridades ni por los familiares de los afectados, sino que deben quedar en exhibición para testimonio de que las faltas vergonzosas hacen indigno a una persona para recibir honores tal como la aparentemente simple sepultura.  Pero, Rizpa, aun muertos sus hijos, dedicó el tiempo necesario en cuidar los restos de ellos para que no fuesen tocados por las aves de rapiña ni por las fieras, y que nada ni nadie desapareciera ni uno solo de sus respectivos huesos, hasta que por fin, el rey David se enteró de esta acción de amor incondicional de Rizpa, y como ser humano él tuvo misericordia de ella, y David autorizó la digna sepultura de los restos de los hijos de Rizpa, junto con los restos de Saúl y Jonatán que hasta ese momento no habían sido rescatados de la plaza pública de Betsán de los filisteos donde fueron matados por sus enemigos y colgados en exhibición sin sepultura como trofeo de la victoria en contra de ellos.

   En realidad, una madre al igual que un padre no debe esperar dedicar algún tiempo para los hijos en el cementerio hasta que han fallecido, sino que mejor es dedicarles tiempo ahora que son niños, adolescentes, jóvenes, o aún adultos, pero debe ser ahora que están vivos.  Eso es lo que más vale la pena.    ¿Puede usted recordar a María, la misma madre de nuestro Señor Jesucristo, al pie de la cruz, presente, dedicando el tiempo que su hijo necesitaba en aquel momento de su muerte?  Ese es el tipo de amor que las madres deben expresar por sus hijos ahora que más lo necesitan.  El afecto extraordinario de Rizpa, al haber dedicado tiempo por sus hijos, aunque ya muertos, es un recordatorio y ejemplo de lo que toda buena madre debe hacer por sus hijos.  Cuánto más si como madre cristiana, sin tomar en cuenta quizá la probable desatención que usted tuvo de sus propios padres, pero tomado en cuenta el tiempo que Jesús dedicó a favor de usted para darle salvación eterna, debe motivarle a usted como madre a dedicar el tiempo necesario a sus hijos, más que el tiempo que dedica al trabajo, a la televisión, a los paseos, etc…

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   El segundo sacrificio que una buena madre hace a favor de sus hijos como muestra de su amor incondicional, es:

II.- EL CUIDADO IMPORTANTÍSIMO DE LOS HIJOS.

   Es impresionante el caso de Rizpa demostrando su amor incondicional de madre hasta por los cuerpos ya inertes de sus hijos.  Samuel nos relata que durante todo el largo tiempo contado en meses que ella estuvo junto a los cuerpos y luego solo huesos de sus hijos, “… no dejó que ninguna ave del cielo se posase sobre ellos de día, ni fieras del campo de noche” (2 Samuel 21:10b).  ¿Quién hace esto?  Toda madre, e incluso todo padre con buenos sentimientos es capaz de hacerlo, si tuviese la desgracia de pasar por una experiencia similar donde haya que cuidar a los hijos ya muertos.  De hecho, si las leyes lo permitieran no dejaríamos que nuestros seres queridos sean sepultados en las siguientes 24 horas después de su fallecimiento, aunque en casos extraordinarios se otorgan prórrogas de tiempo.  Más de una madre, hasta de un padre, con profundo y amor incondicional serían capaces de quedarse aunque solamente contemplando el cuerpo y rostro de su hijo ya fallecido.  Aunque haya dolor en el corazón, al mismo tiempo habría por ello tanta satisfacción en el alma.

   Pero, como he observado antes, lo que más importante es cuidar a los hijos cuando estos están vivos. Aquella pobre mujer cuidó a sus hijos muertos, cuidándolos de las aves de rapiña y de las fieras del campo, por su puesto, por las circunstancias; pero en el caso de los hijos, hay muchos peligros de los cuáles tanto un padre como una madre, sobre todo si se trata de una madre cristiana, debe cuidar a sus hijos de los peores peligros que el apóstol Pablo describe a los Efesios, como las “asechanzas del diablo” (Efesios 6:11).  No hay fiera espiritual más peligrosa que el mismo diablo, el cual es descrito por el apóstol Pedro que “como león rugiente, anda buscando a quien devorar” (1 Pedro 5:8).  Y aunque no como bestia, pero sí como sumamente peligrosa, tanto Moisés en el Génesis, como el apóstol Juan en el Apocalipsis, describen al mismo diablo como “serpiente” (Génesis 3:1), y “dragón, la serpiente antigua” (Apocalipsis 20:2).  Las madres que aman incondicionalmente a sus hijos deben proteger a sus hijos ya sean infantes o hasta adultos.  Esto vale la pena.

   Dios ponga en el amor de cada madre cristiana el interés de cuidar a sus hijos de los peligros físicos, morales, sociales, y espirituales que el mundo actual erróneamente ofrece en realidad a todos, pero los hijos que nos son bien cuidados desde el hogar por sus padres, incluyendo a madres descuidadas y distraídas de su más sublime deber de educar bien a los hijos, son los primeros candidatos a ser atraídos y destruidos en todos los aspectos de la vida.  Como parte de ese cuidado es importante educarlos en el camino de la verdad, en “el conocimiento del Señor y Salvador Jesucristo” (cf. 2 Pedro 2:20), quien puede librar a los hijos de todos los peligros presentes en este mundo, pero sobre todo del gran peligro de la condenación eterna.

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   El tercer sacrificio que una buena madre hace a favor de sus hijos como muestra de su amor incondicional, es:

III.- SUS ESFUERZOS LLENA DE ESPERANZA EN DIOS.

   Otro gran detalle que descubrimos de Rizpa en la misma descripción en la que Samuel nos narra que ella “… tomó una tela de cilicio y la tendió para sí sobre el peñasco, desde el principio de la siega hasta que llovió sobre ellos agua del cielo; y no dejó que ninguna ave del cielo se posase sobre ellos de día, ni fieras del campo de noche” (2 Samuel 21:10).  Es en esa actitud que dice que ella durante todo el tiempo aproximado de seis meses “no dejó” de espantar a las aves y a las fieras.  ¿Acaso esperaba que por ellos resucitarían sus hijos? No hay ningún indicio que evidencie que esa era su intención.  ¿Acaso la situación le había trastornado convirtiéndola en una loca? Tampoco, se puede catalogar como una loca trastornada.  Todo lo que vemos en su conducta se llama esperanza.  ¿Esperanza de qué?  Esperanza de que Dios intervenga para limpiar el honor de sus hijos y de ella misma porque aquella trágica experiencia era vista socialmente como una maldición, porque Dios mismo les había establecido por ley que “Si alguno hubiere cometido algún crimen digno de muerte, y lo hiciereis morir, y lo colgareis en un madero, / no dejaréis que su cuerpo pase la noche sobre el madero; sin falta lo enterrarás el mismo día, porque maldito por Dios es el colgado; …” (Deuteronomio 21:22,23).  Quizá ella esperó que sus hijos fuesen sepultados el mismo día, pero cuando vio que la realidad no fue así, entonces sin perder las esperanzas primeramente en Dios, se esforzó en permanecer en el lugar todo el tiempo necesario que duró unos eternos cinco o seis meses, esperando que Dios interviniera y que el rey decidiera que estos muchachos fueran sepultados.

   ¿Por qué David no había permitido la sepultura de Armoni y Mefi-boset? Es probable que se trataba de una claúsula del pacto antiguo entre Josué y los antiguos gabaonitas.  Pero, parece ser que esa parte del pacto no está del todo en concordancia con la ley de Dios, por lo que los cuerpos de los siete ahorcados en pago de la culpa de genocidio hecho por Saúl en contra de muchos gabaonitas, no debieron exponerse a la intemperie ni siquiera la noche del primer día de sus muertes.  Rizpa no exigió tal derecho porque quizá conocía la cláusula, (porque siendo ex concubina del ya fallecido rey Saúl, quizá tuvo conocimiento de la cláusula), y tenía que respetarla (no como Saúl su exesposo), y lo hizo para satisfacción de los gabaonitas.

   Cuando David se enteró del sacrificio de amor incondicional que Rizpa estaba haciendo, lo cual no hizo Milca su ex mujer, él se conmovió profundamente, e inmediatamente recuperó primero los huesos de Saúl quien hace unos pocos años se suicidó antes de que los filisteos le mataran en “el monte de Gilboa, / y le cortaron la cabeza, y le despojaron de las armas; y enviaron mensajeros por toda la tierra de los filisteos, para que llevaran las buenas nuevas al templo de sus ídolos y al pueblo. / Y pusieron sus armas en el templo de Astarot, y colgaron su cuerpo en el muro de Bet-sán” (1 Samuel 31:8c-10).  Pero luego, “…oyendo los de Jabes de Galaad esto que los filisteos hicieron a Saúl, / todos los hombres valientes se levantaron, y anduvieron toda aquella noche, y quitaron el cuerpo de Saúl y los cuerpos de sus hijos del muro de Bet-sán; y viniendo a Jabes, los quemaron allí. / Y tomando sus huesos, los sepultaron debajo de un árbol en Jabes, y ayunaron siete días” (1 Samuel 31:11-13).  De aquí de Jabes de Galaad, David recuperó los restos de Saúl, y de Jonatán, y de otros dos hijos de Saúl llamados Abinadab y Malquisúa (cf. 1 Samuel 31:2).

   Al recuperar David los cuerpos de Saúl y Jonatán, Abinadab, y Malquisúa, los sepultó en la ciudad de Zela de Benjamín de donde Saúl era originario.  Entonces, David ordenó también que junto a Saúl y Jonatán fuesen sepultados Armoni y Mefi-boset, quienes como Jonatán eran también hijos de Saúl.  Fue así como Rizpa, quedó satisfecha de que se le acabara la vergüenza de tener en exposición pública principalmente a sus hijos, aunque también a su ex esposo Saúl.  Valió la pena su esfuerzo de velar día y noche espantando a las aves y fieras.  Dios, más que David, estaba actuando ahora a favor de ella y a favor de todo Israel, pues apenas fueron sepultados Armoni y Mefi-boset, la conclusión de esta preciosa historia nos narra que: “… Dios fue propicio a la tierra después de esto” (2 Samuel 21:14c).  Es hasta que hubo obediencia en el cumplimiento de la ley de la sepultura, de los que con maldición fueron ahorcados, y que por exigencia de los gabaonitas no fueron sepultados antes de la noche del mismo día que los ahorcaron, que Dios hizo llover sobre Israel después de tres años de no haber llovido.  No solo los gabaonitas se dieron por satisfechos, sino también Dios quien después de hecha la justicia a los gabaonitas, vindicó el honor de esta esforzada madre que mantuvo viva y fuerte su esperanza de que Dios no dejaría para siempre a sus hijos y a ella en condenación de vergüenza pública.

   De esto aprendemos que vale la pena que una madre llena de esperanzas en Dios se esfuerce por el bien de sus hijos, mejor cuando estos tienen el privilegio de vivir.  Ese amor esforzado e incondicional de una madre que no se limita en tiempo, cuidado, y esfuerzo por sus hijos, vale la pena.  Una madre que vela en oración, en enseñanza, y en cuidados por sus hijos sean pequeños o mayores, invoca la inmerecida gracia de Dios para sus vidas.  Permítanme contarles el caso del amor de una madre escocesa que con amor incondicional perdió la vida por salvar la de su bebé.  Con el paso de tiempo sirvió de conciencia para que aquel hijo, viniera a la fe salvadora en Jesucristo.  La historia se relata así: Hace años una madre viuda, joven, viajaba a pie por las montañas de Escocia cuando le sorprendió una tempestad de nieve que le impidió llegar a su destino. A la mañana siguiente al hallarle helada, descubrieron que se había quitado toda su ropa exterior para abrigar con ella a su hijito a quien encontraron vivo gracias a tal protección. El ministro que ofició el entierro de esta madre abnegada, solía contar con frecuencia esta historia como ilustración del amor de Dios. Una noche el predicador contó una vez más esta emocionante historia y pocos días después recibió un mensaje para visitar a un hombre muy enfermo quien le dijo: “Usted no me conoce, porque aunque he vivido muchos años en esta ciudad nunca asistía a las iglesias; pero el otro día pasé por delante de su Iglesia y le escuché hablar de lo que esa madre había hecho para salvar a su hijo y cómo ese amor es una ilustración del amor de Cristo que dio su vida por nosotros, y por primera vez comprendí la grandeza de este amor. Yo soy aquel hijo por el cual su madre murió helada y he querido hacerle saber que mi madre no murió en vano. Quiero dar mi vida por Cristo: El sacrificio de mi madre me servirá para salvar mi cuerpo y mi alma”[2].  Amadas hermanas y madres, todo esfuerzo incondicional que ustedes como madres hagan por sus hijos, será a corto y hasta largo plazo, un desencadenante de bendiciones para sus hijos.

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   CONCLUSIÓN: Amadas hermanas, a quienes Dios les ha dado la gracia y responsabilidad de ser madres: Observen que los hijos de Rizpa fueron colgados literalmente en una horca respectivamente.   Ahora, los hijos de usted, ¿está viendo usted con amor dónde están colgados sus propios hijos ahora mismo?  Alguno podría estar ahorcado por la rebeldía, por el alcohol, por las drogas, por la depresión, por las malas influencias, o por la apatía espiritual… Usted que fue dotada con ese amor extraordinario que ni siquiera los padres somos capaces de expresar.  Usted que al igual que los padres cristianos, ha recibido el derramamiento de amor de Cristo en su corazón (cf. Romanos 5:5), es la mejor persona humana que puede seguir amando incondicionalmente a sus hijos, no se deshaga de ellos, aunque sean hijos mayores casados y con su propia familia.  No se trata de invadir su privacidad, sino de amarlos incondicionalmente para que ellos busquen siempre apegarse a Cristo para su vida diaria y para su vida en la eternidad.  Usted como madre es la persona que como Rizpa, puede ahuyentar las aves de rapiña y las fieras del día y de la noche que buscan dañar la integridad personal de sus propios hijos.

   Muchas felicidades a todas las que tienen el privilegio de ser madres.  Es un sublime privilegio que Dios les ha dado junto con un sublime amor incondicional capaz de brotar de sus corazones.  Dios esté con ustedes en esta bendita misión maternal que Dios les dio a ustedes.

   Ahora, permítanme dirigirles algunas palabras a todos como hijos o hijas.  Aun las que ahora son madres, pónganse en la condición de hijas. Les comparto que: Un joven predicador se preparaba para traer su primer sermón. Sabiendo que era la primera vez que lo hacía, y queriendo impresionar a su congregación con una buena ilustración, se fue a un viejo pastor para que le ayudara con algo que le garantizara captar la atención de sus oyentes. El pastor le dijo: “Hijo, tengo una ilustración que la he usado por mucho tiempo y siempre funciona. Cuando usted vaya al púlpito, haga la siguiente declaración, ‘los más grandes días de mi vida los he pasado en los brazos de la esposa de otro hombre. Luego, espere un momento y diga: ” ¡Mi mamá! ‘ “. Él continuó diciéndole: “Recuerda, no te olvides de hacer una pausa por un momento, y hagas lo que hagas, no te olvides de decir: ” ¡Mi mamá!’ “. Finalmente llegó el domingo y el joven fue a predicar. Se paró en el púlpito con dos problemas; uno, tenía un miedo espantoso; y, dos, se la había olvidado decirle a su esposa la manera cómo iba a abrir su sermón. De esta manera el joven predicador se aclaró la garganta, y seguro que tenía una introducción sensacional, dijo: “Algunos de los mejores días de mi vida los he pasado en los brazos de la esposa de otro hombre”.  Esperó por un momento; y para su sorpresa, su esposa, que era una señora con un mal genio, se levantó de su asiento y se dirigió hacia el púlpito. Alarmado por el hecho de que su mujer estaba caminando hacia la plataforma, se olvidó de las dos palabras que tenía que decir después de la primera frase. Así que intentó otra vez de modo de poder recordar bien la ilustración. “Algunos de los mejores días de mi vida los he pasado en los brazos de la esposa de otro hombre”. Hizo una pausa, y preso del pánico, dijo: “Y en este momento no recuerdo quién era esa mujer”[3].

   Ojalá que usted no tenga problemas para recordar los brazos y amor de esa mujer que es la madre de usted que con amor siempre incondicional dedicó tiempo de su vida, le cuidó, e hizo todo esfuerzo que le fue posible, para que usted sea la persona que hoy es.   Hónrela usted, no solamente cada 10 de mayo, sino todos los días.  Es su madre.

   Dios bendiga a todos los hijos y también a las madres de cada uno de ustedes.

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[1] El Mefi-boset, hijo de Rizpa la concubina de Saúl, no debe confundirse con el Mefi-boset hijo de Jonatán, hijo de Saúl.  El primero es hijo de Saúl, y el segundo es nieto de Saúl.  El Mefi-boset nieto, no es nieto de Rizpa porque la madre de Jonatán no es Rizpa sino otra mujer.

[2] Ruiz, Julio; El extraño amor de una madre; https://www.centraldesermones.com/sermones/2887-el-extrano-amor-de-una-madre (Ilustración tomada de la Introducción).

[3] Ruiz, Julio; El extraño amor de una madre; https://www.centraldesermones.com/sermones/2887-el-extrano-amor-de-una-madre (Ilustración tomada de la conclusión).