Jun 17

LA DISCIPLINA DE LA ADORACIÓN, Por: Diego Teh.

LA DISCIPLINA DE LA ADORACIÓN

Juan 4:20-24.

Bosquejo elaborado por el Pbro. Diego Teh, para la predicación del domingo 17 de junio 2018, en diversas congregaciones de la iglesia “El Divino Salvador” de la col. Centro, de Mérida, Yucatán.

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Este bosquejo corresponde al sermón # 08 de la serie: LAS DISCIPLINAS DEL HOMBRE PIADOSO.

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   INTRODUCCIÓN: Dos hermanos(as) conversando a la salida del culto: Hermano(a), ¿Cómo le pareció el culto de hoy? ¿Verdad que estuvo muy bonito? Me gustaron mucho las alabanzas de hoy que fueron de esas movidas que ya tiene rato que no se cantaban.  Mientras tanto otros dos hermanos ya camino a su casa están platicando que: A mí no me gustó mucho el culto de hoy porque no proyectaron la letra de los cantos ni la lectura bíblica.  El otro hermano, dice: Yo siento que si no hay música, está muy pobre la adoración, así no me gusta el culto.  Mientras tanto una hermana mucho más atrevida el lunes busca al pastor para quejarse de que salió del culto igual o peor que como vino porque los cantos le parecieron aburridos y no la hicieron sentirse bien después de todo. Es así como estas personas, muchas veces, se enfocan solamente en el gusto que les puede causar cada culto para sí mismas, y se sienten defraudadas por no recibir lo que sus sentidos esperaban.  Pero, ¿es esto que se debe buscar en la adoración? El culto ¿tiene como objetivo el estar enfocado en satisfacer los sentidos de los adoradores? La verdad es que no.  El adorador no debería preguntarse ¿de qué me sirve este culto? El culto debe estar enfocado en Dios no en el adorador.  Si hay algo que cada adorador debe evaluar es: ¿Qué le estoy dando hoy a Dios?  A veces los adoradores no estamos disciplinados en ser verdaderamente adoradores, es verdad que lo intentamos, pero debemos mejorar en nuestro conocimiento y experiencia de la adoración centrada en Dios.

   Nuestro texto bíblico para este mensaje, en palabras de nuestro Señor Jesucristo, dice: “…los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren. / Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren” (Juan 4:23,24).  Por lo que, basado en estas palabras de Jesús, voy a exponerles en esta predicación que Jesús recalca los indicadores de que la adoración de los creyentes debe estar centrada en Dios. / ¿Cuáles son los indicadores que Jesús recalca de que la adoración de los creyentes debe estar centrada en Dios? / Permítanme compartirle acerca de estos indicadores.

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   El primer indicador que Jesús recalca acerca de que la adoración de los creyentes debe estar centrada en Dios, es que:

I.- DIOS ESPERA UNA ADORACIÓN DESDE EL CORAZÓN PARA ÉL.

   Una de las primeras afirmaciones de Jesús en nuestro texto bíblico es que: “…los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu” (Juan 4:23a). ¿Qué esto de adorar “al Padre en espíritu”?  Es importante tener claro que, en este caso no se refiere al auxilio del Espíritu Santo, tal como ocurre cuando se ora a Dios como dice el apóstol Pablo que: “…el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles” (Romanos 8:26).  El “espíritu” al cual Jesús se refiere se trata del espíritu humano, nuestro ser interior, y lo menciona como requisito de la adoración centrada en Dios, en contraste con una falsa adoración que pudiese salir como decimos coloquialmente “de dientes para afuera”; como cuando Jesús mismo citando al profeta Isaías a un grupo de sus oyentes a quienes primero calificó de hipócritas, y luego dijo de ellos: Este pueblo de labios me honra, mas su corazón está lejos de mí. / Pues en vano me honran, …” (Marcos 7:6b, 7a; cf. Isaías 29:13).  Es probable que cantaban, oraban, y alguno de ellos predicaba, pero solamente “de labios”, pues su “espíritu” o “su corazón” no estaba con Jesús, ni con Dios su Padre.

   Una adoración que no es “en espíritu”, es la que hace una persona que no está convencida de que Dios merece adoración; y si canta u ora, solamente lo hace porque se está indicando que es momento de cantar u orar; pero cuando es una adoración “en espíritu”, la persona está con el corazón ardiente de deseo de cantarle y hablarle a Dios con todas las ganas del mundo como si le estuviese mirando justamente cara a cara.  Si alguna vez alguien hizo cualquier cosa por usted para traerle o llevarle a la adoración, y usted no se sentía a gusto ni podía voluntariamente adorar a Dios, hoy le estoy animando que decida adorar a Dios de manera voluntaria, desde la profundidad de su alma, corazón, o espíritu, pues es así como Dios espera su adoración.

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   El segundo indicador que Jesús recalca acerca de que la adoración de los creyentes debe estar centrada en Dios, es que:

II.- DIOS ESPERA UNA ADORACIÓN BASADA EN LA VERDAD.

   Siguiendo las palabras de nuestro texto bíblico, observamos que después de que Jesús afirma que: “…los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu”, añade inmediatamente: “y en verdad”. (Juan 4:23a); dejando claro que “…los verdaderos adoradores adorarán al Padre […] en verdad”.    ¿Qué esto de adorar “en verdad”?  Desde luego que es el no adorar falsamente al Dios que es Verdadero Dios, lo que entonces responsabiliza a cada creyente a crecer más en el conocimiento de toda verdad bíblica acerca de Dios.  Hay que aprender, hay que conocer, hay que saber cómo Él desea ser adorado. No se puede adorar “en verdad”, si se ignora quién es Él y cómo desea ser adorado.

   En la ocasión de la conversación entre Jesús y Nicodemo, Jesús le dijo a este: “De cierto, de cierto te digo, que lo que sabemos hablamos, y lo que hemos visto, testificamos; …” (Juan 3:11). Por su parte, San Juan el apóstol, para enfatizar que conoció a Jesús, anduvo con Jesús, y que escuchó enseñanzas de Jesús, dice en su primera epístola a sus lectores que: “lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos” (1 Juan 1:3).  Todas las personas, en nuestro buen estado mental y cognitivo, etc… hablamos como dice Jesús de “lo que sabemos” o conocemos; hablamos como dice Juan, de “lo que hemos visto y oído”. No podemos hablar de lo que nos es desconocido, a menos que decidamos ser mentirosos. En otras palabras, una persona dice o hace conforme a sus conocimientos o experiencias.  Lo mismo ocurre cuando de adorar a Dios se trata.  Uno adora a Dios conforme a lo que uno conoce o sabe, y cree de Él, y acerca de cómo debe adorarle.  A menudo los adoradores por falta de conocimiento de la verdad o también por rebeldía hacemos cosas que no deberíamos hacer durante la adoración, e incluso hay personas que inventan sus propias maneras de adorar a Dios, lo cual resulta nada menos que una idolatría.  La Confesión de Fe de Westminster, específicamente lo concerniente a la adoración a Dios, dice: “debe ser temido, amado, alabado, invocado, creído, y servido, con toda el alma con todo el corazón y con todas las fuerzas. Pero el modo aceptable de adorar al verdadero Dios es instituido por El mismo, y está tan limitado por su propia voluntad revelada, que no se debe adorar a Dios conforme a las imaginaciones e invenciones de los hombres o a las sugerencias de Satanás, bajo ninguna representación visible o en ningún otro modo no prescrito en las Santas Escrituras” (CFW, Capítulo 21, párrafo I).

   Amados hermanos, en el caso del deber de adorar a Dios “en verdad” como Jesús lo indica, implica la responsabilidad de conocer más lo que Dios dice de sí mismo en su palabra con respecto a su naturaleza, a sus atributos, etc… mientras más conozcamos de Él, más le amaremos, y más estaremos preparados para adorarle como Él se lo merece.  No se puede centrar la adoración a Dios si uno no conoce ni sabe bien de Dios y cómo ser adorado según su voluntad.  Una lectura de la palabra de Dios aporta el conocimiento de su naturaleza, atributos, y cómo adorarle; y la misma palabra de Dios despierta en el corazón del ser humano el deseo de expresarle adoración que Él se merece, y como Él lo merece.

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   El tercer indicador que Jesús recalca acerca de que la adoración de los creyentes debe estar centrada en Dios, es que:

III.- DIOS TIENE COMO PRIORIDAD BUSCAR ADORADORES.

   Después de que Jesús describió que “…los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; …”, añadió una importantísima aclaración que indica la prioridad de Dios, cuando dijo: “porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren” (Juan 4:23b).  Es sorprendente saber que lo que Dios busca de las personas es “que le adoren”.  Dios, para beneficio de los seres humanos, es un buscador, primero para salvarnos, como Jesús en casa de Zaqueo dijo de sí mismo que: “el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10).  Pero, el fin de Dios de buscarnos no es solamente para salvarnos, sino para adorarle.

   Ya desde tiempos antiguos, Dios había dejado bien claro que él desea que su pueblo le adore.  Cuando sacó a los Israelitas de Egipto, el mensaje que Dios recurrentemente enviaba decirle al Faraón fue: “Deja ir a mi pueblo, para que me sirva” (Éxodo 7:16; 8:1, 20; 9:1, 13; 10:3). “Sirva” en este contexto es lo mismo que “adore”.

  También en las Sagradas Escrituras del Antiguo Testamento, se resalta la relevancia y prioridad de la adoración para el pueblo de Dios (en aquellos tiempos, el pueblo de Israel) que había sido liberado de la esclavitud de mano de los egipcios. Por ejemplo, en el libro del Éxodo, hay 25 capítulos dedicados al relato de la construcción del Tabernáculo, lugar de la adoración que los israelitas darían a Dios. El libro de Levítico tiene 27 capítulos en total que bien pudiese llamarse como Libro de Liturgia, por su reglamentación y descripción de diversos procedimientos y modelos de adoración. Y qué decir del libro de los Salmos que es el himnario más colosal con 150 salmos, el mayor himnario que una religión de la antigüedad haya tenido.  Todo esto indica la prioridad que el pueblo de Dios debería tener hacia la adoración a Dios.

   La razón por la que Jesús manda hacia todas las naciones a sus apóstoles, y en consecuencia a nosotros, a su iglesia de todos los tiempos, para hacer discípulos, es para que finalmente los nuevos discípulos se conviertan en los adoradores que el Padre está buscando.  Aunque conocemos este mandato como La Gran Comisión, hacer discípulos no se convierte en una realidad completa si tal persona en discipulado no se convierte en adorador.  Así nos damos cuenta de que la prioridad de Dios es hacernos adoradores de Él.  Cuando nosotros cumplimos el deber de la evangelización, estamos haciendo el comienzo del objetivo máximo que es la adoración que Dios espera de nosotros aquí en la tierra.  Hay que guiar a las personas a la adoración, y nosotros mismos tenemos que mejorar nuestra responsabilidad de centrar nuestra adoración en Él.

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   CONCLUSIÓN: Amados hermanos, para enfatizar que entonces nuestra adoración si es para Dios debe estar centrada en Él y solamente en Él, no esperando que lo más importante de la adoración sea la satisfacción de nuestros sentidos, que si no se logra, entonces nos cause una gran preocupación.  Más bien, deberíamos preocuparnos que Dios se sienta glorificado con nuestra adoración.  Es verdad que Dios no depende de nuestra adoración para sentirse bien, pues Él siendo Dios, es la esencia y fuente de toda satisfacción.  Sin embargo, debemos ser intencionales en darle a Él en nuestra adoración lo máximo y excelente que le podamos ofrecer de nuestras propias vidas regeneradas por la obra del Espíritu Santo y de Jesucristo.

   La adoración centrada en Dios aquí en la tierra, es solamente una reproducción que ocurre en los cielos, y es necesaria porque más adelante nos tocará llevar a cabo esta función adoradora en la presencia celestial y eterna de Dios.  Allí, según una visión del apóstol Juan la adoración se centra en Dios a quien sus adoradores le decían: “Señor, digno eres de recibir la gloria y la honra y el poder” (Apocalipsis 4:11).  En otro momento escuchó también la orientación de que: “El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza”. […] (e inmediatamente alguien recalcó con las mismas palabras) “Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos” (Apocalipsis 5:12,13).  Y en otro momento vuelve a escuchar que: “La bendición y la gloria y la sabiduría y la acción de gracias y la honra y el poder y la fortaleza, sean a nuestro Dios por los siglos de los siglos. Amén” (Apocalipsis 7:12).  Entonces, el culto o la adoración, debe estar centrado en lo que se ofrece a Dios, más no en lo que un adorador espera, desea, o quisiera recibir. El culto es nuestro para Dios, no de Dios para nosotros, ni de otros adoradores para nosotros.  Esto es verdad tanto en la adoración celestial como en la adoración de la iglesia aquí en la tierra.

  Sin embargo, Dios por su gracia también va a bendecir al adorador quien lleno de necesidades se acerca a Él, pero esto será una realidad solamente como resultado de haberle adorado verdaderamente, pues Dios es el objetivo del culto, no nosotros.  El recibir sus bendiciones, ya sea durante el culto o aun después del culto, solamente es una expresión de su gracia que ni siquiera somos dignos de recibir, pero que a pesar de ello, en el momento que a su gracia le plazca, nos lo va a dar. Pero, si usted no sintió la satisfacción de estar en adoración delante de la presencia de Dios, entonces, hay algo que usted debe analizar. Analice si usted verdaderamente adora a Dios durante la adoración; analice también si usted ya es una persona verdaderamente cristiana, pues no ser cristiano es una causa por la que el “espíritu” o ser interior no tiene nada para ofrecerle a Dios, y todo lo que sale de uno, sale solamente de los labios mas no del corazón.  Si a usted le falta conocer más de Dios, de su naturaleza, de sus atributos, y de sus obras, propóngase conocerlo por medio de su palabra, y así usted le amaría y le adoraría más, y pensaría en darle más antes que solo esperar recibir más de Él.

   Dispóngase a ser un adorador centrado en Dios.