EL DESAFÍO DE RESOLVER CONFLICTOS.
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1 Samuel 26:1-11;
1 Corintios 6:1-11.
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Predicado por el Presbítero: Diego Teh Reyes, el domingo 17 de febrero 2019, a las 11:00 horas, en la iglesia “El Divino Salvador” de Mérida, Yucatán.
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Este sermón corresponde al número 7 de la serie: DESAFÍOS PARA LA IGLESIA, basado en la Primera epístola de San Pablo a los Corintios.
INTRODUCCIÓN: A nadie nos gusta que nos causen conflictos, ¿verdad? Cuando no éramos de Cristo, éramos capaces de hacer uso de la violencia, la intimidación, la venganza, la acusación, la demanda hasta en la fiscalía, y cualquier otro error o pecado igual o más grave que lo que otros nos causaban. Quizá el día de hoy que somos de Cristo, nos avergonzamos de haber actuado imprudentemente cuando estábamos sin Cristo, pues ahora que somos de Cristo, ya vemos los conflictos con los lentes de Cristo, y además ya estamos en capacidad de hacer lo correcto para resolver cualquier conflicto que llegásemos a tener con otras personas. Solamente que ahora, nuestro círculo principal y preferente de nuestras relaciones humanas son otros creyentes, con quienes lamentablemente hay probabilidad de que alguna vez, alguien nos cause conflictos o agravios que nos haga enojar y proceder mal contra ellos. ¿No ha tenido usted alguna vez este mal sentimiento del enojo, y alguna mala reacción contra algún hermano? Ken Sande, autor del libro: El Pacificador, enfatiza que cuando tenemos conflictos con personas tomamos una de 9 decisiones, reacciones de escape que son 3: Negar, culpar, o huir; reacciones de ataque que son 3: Humillar, chismear, o pelear; o buenas reacciones para resolver el conflicto que son 3: Pasar por alto la ofensa, conversar, y/o buscar ayuda.
Mientras seamos pecadores, y siempre lo seremos, aunque no de manera intencional sino involuntaria por la fuerza del pecado, también somos tan capaces de hacer lo incorrecto. Eso es lo que también pasó en la carnal iglesia de Corinto. Llegaron al grado en el que, aun siendo hermanos de la misma fe, llevaban sus conflictos a los tribunales civiles de justicia, lo cual no debería hacerse de esta manera. Por eso el apóstol Pablo, les pregunta en su carta: “… ¿Pues qué, no hay entre vosotros sabio, ni aun uno, que pueda juzgar entre sus hermanos, / sino que el hermano con el hermano pleitea en juicio, y esto ante los incrédulos?” (1 Corintios 6:5b-6). O sea, lo que les hacía falta es la sabiduría espiritual que igualmente nosotros deberíamos tener para resolver un conflicto que llegásemos a tener con un hermano o con uno que llamándose hermano nos cause algún agravio. Tomando en cuenta esta observación del apóstol Pablo, ahora mismo les voy a predicar lo siguiente: “Si los creyentes llegásemos a tener algún conflicto con algún hermano, hay RAZONES por las que debemos ser capaces de resolver cualquier conflicto, ya sea solos o con el apoyo de otros hermanos, sin necesidad de recurrir a las autoridades civiles. / ¿Cuáles son estas RAZONES? / Nuestro texto bíblico de 1 Corintios 6:1-11 nos presenta varias RAZONES por las que solos o con el apoyo de otros, debemos ser capaces de resolver cualquier conflicto que llegásemos a tener con algún hermano, sin necesidad de recurrir a las autoridades civiles.
La primera razón por la que, si llegásemos a tener algún conflicto con algún hermano, debemos ser capaces de resolver cualquier conflicto, solos o con el apoyo de otros hermanos, sin necesidad de recurrir a autoridades civiles, es:
I.- PORQUE DIOS NOS CONSIDERA JUECES PARA EL MUNDO VENIDERO.
Hay cosas que evidentemente no sabemos que algún día seremos o haremos. Los creyentes solemos solamente pensar que somos y seremos siempre salvos por Cristo, sin embargo, hay cosas que además de entonar Aleluyas en los cielos, y otras alabanzas, también tendremos ocupaciones muy especiales que Dios tiene preparado para llevar a cabo en algunos momentos o intervalos de tiempo en la eternidad. Por ejemplo, no estamos tan conscientes de que en algún momento seremos usados por Dios como para ser jueces, y esto sin haber estudiado un doctorado, maestría, o por lo menos una licenciatura en derecho. El apóstol Pablo les dice a los Corintios que se peleaban entre ellos mismo y que llevaban sus pleitos entre hermanos a las autoridades civiles. En el versículo 2 les dice: “¿O no sabéis que los santos han de juzgar al mundo? Y si el mundo ha de ser juzgado por vosotros, ¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas? (1 Corintios 6:2). “Juzgar al mundo”, quizá sea algo que haremos no aquí en la tierra, o quizá sí, aunque lo más seguro es que lo haremos, justo cuando el Señor nos lleve a su cielo, antes de que el resto del mundo sea enviado a la condenación. En ese momento, los salvos en Cristo o algún grupo de nosotros haremos la labor de “juzgar al mundo”. Quizá a esto se refirió el apóstol Pablo cuando le dijo a Timoteo: “Si sufrimos, también reinaremos con él” (2 Timoteo 2:12).
Además, también les dice san Pablo en el versículo 3: “¿O no sabéis que hemos de juzgar a los ángeles? ¿Cuánto más las cosas de esta vida?” (1 Corintios 6:3). En cuanto a “juzgar a los ángeles”, en realidad no sabemos cómo esto vaya a ser una realidad, pero eso dice la biblia. Será un tremendo privilegio, pues la realidad es que no somos mayores que los ángeles, sino según el salmo 8 al decir del hombre: “Le has hecho poco menor que los ángeles”, es evidente que somos inferiores a ellos, pero aun así seremos jueces de ellos. No hay mucha explicación al respecto, pero la biblia dice que así será.
Amados hermanos, basado en estos privilegios destinados para los creyentes en Jesucristo, el apóstol Pablo, insiste en el versículo 2 que si juzgaremos al mundo y a los ángeles “¿sois indignos de juzgar cosas muy pequeñas?” (v. 2), esto lo dice con respecto a los conflictos que llegan a ocurrir en la misma iglesia; y como en el versículo 3, enfatiza: “¿Cuánto más las cosas de esta vida?” (v. 3), es decir, deberíamos ser capaces de resolver los conflictos que nos surjan aquí en esta vida con el prójimo, con gente no de Dios, y mucho más con gente de Dios a quienes tenemos como hermano en la misma iglesia de Dios, sin necesidad de acudir a la justicia pública.
La segunda razón por la que, si llegásemos a tener algún conflicto con algún hermano, debemos ser capaces de resolver cualquier conflicto, solos o con el apoyo de otros hermanos, sin necesidad de recurrir a autoridades civiles, es:
II.- PORQUE POR NUESTRA ESPIRITUALIDAD DEBEMOS SER MÁS CAPACES QUE LOS CIVILES.
Al respecto de esto, dice el apóstol Pablo: “Si, pues, tenéis juicios sobre cosas de esta vida, ¿ponéis para juzgar a los que son de menor estima en la iglesia? / Para avergonzaros lo digo. ¿Pues qué, no hay entre vosotros sabio, ni aun uno, que pueda juzgar entre sus hermanos, / sino que el hermano con el hermano pleitea en juicio, y esto ante los incrédulos?” (1 Corintios 6:4-6). Obviamente, juzgar rectamente conforme a derecho y justicia nunca ha sido fácil, ni para las cortes civiles o judiciales, y tampoco es tan fácil para la iglesia de Jesucristo. Para ello se requiere de sabiduría, pero sabiduría de la buena, de la sabiduría de Dios, sabiduría que no se aprende del mundo sino de solo de Dios, de su palabra, por medio de una dependencia fiel a Él, que de no hacerlo así, no somos capaces de resolver ni siquiera nuestros propios problemas o conflictos, y mucho menos para ayudar a que otras personas resuelvan los suyos.
Amados hermanos, Dios espera que en virtud de nuestra fe, y en virtud de nuestra educación en el conocimiento de su verdad, en la experiencia real de vivir los frutos de su obra en nuestra vida en relación con los demás, habiendo practicado la bondad, el perdón, la paciencia, la mansedumbre, y todos los frutos que Él está infundiendo en nuestra vida, debemos estar llenos de sabiduría para que si llegase a surgir problemas o conflictos con algún hermano nuestro en la fe, lo primero que hagamos no es denunciarlo antes las autoridades, sino que llenos de sabiduría arreglar la situación personalmente con él, y si es necesario con la ayuda de algún o algunos hermanos más. Esto no es vergonzoso hacerlo. Más vergonzoso es que tengamos que exhibir a nuestros hermanos ante las autoridades. Obviamente, puede haber situaciones en las que las leyes civiles, atraen automáticamente para su juicio algún delito cometido, en estos casos no podemos ni debemos ocultarlas a la ley, pero mientras podamos solucionarlo en casa, entre nosotros mismos, así debe hacerse, no negando que existe un conflicto, no atacando a la persona con quien tenemos un conflicto, sino resolviendo juntos el conflicto.
La tercera razón por la que, si llegásemos a tener algún conflicto con algún hermano, debemos ser capaces de resolver cualquier conflicto, solos o con el apoyo de otros hermanos, sin necesidad de recurrir a autoridades civiles, es:
III.- PORQUE RECURRIR A LOS CIVILES SIGNIFICA UNA DERROTA PARA LA IGLESIA.
Es suficiente con lo que dice el apóstol Pablo al inicio del versículo 7 donde dice: “Así que, por cierto es ya una falta en vosotros que tengáis pleitos entre vosotros mismos” (1 Corintios 6:7a). La NVI, dice: “ En realidad, ya es una grave falla el solo hecho de que haya pleitos entre ustedes” (NVI). Y la NTV dice: “El hecho de que tengan semejantes demandas legales unos contra otros es en sí una derrota para ustedes” (NTV). Es decir, el no resolver entre nosotros mismos algún conflicto, y recurrir primero y directamente a las autoridades, es una “falta”, “falla”, o “derrota”,etc… que obviamente es un mal testimonio para la iglesia. Se supone, y se espera que somos una iglesia conformada por personas que estamos siendo transformadas por Dios, y que no somos iguales en testimonio con la gente sin Cristo en la vida, entonces, deberíamos tener cuidado de que antes de pensar en llevar un asunto a la justicia pública, debemos buscar resolver todo problema entre nosotros mismos.
Desde luego, que una situación que llega a un tribunal de justicia, es una derrota para la iglesia, porque tanto los que juzgan si no son de Cristo, así como la gente que públicamente se entera que en su mayoría no son de Cristo, no verán a la iglesia como un lugar favorable donde también ellos pueden recibir ayuda para que sus vidas sean salvas y transformadas. No van a desear pertenecer a la iglesia, porque se estarán dando cuenta de que aun en la iglesia hay pleitos que no se resuelven, y si así es la iglesia igual que en el mundo, entonces mejor se quedan con el mundo. En eso consiste la derrota de la iglesia, que por personas que pertenece a ella, no resuelven mutuamente sus conflictos, sino que hacen público nada menos que sus malos testimonios que ahuyentan tanto a creyentes como a los no creyentes.
Amados hermanos, por la gracia de Dios, no se da entre nosotros situaciones en las que tengamos que recurrir a la justicia civil, porque si esto ocurre, y si lo hacemos con una perspectiva no de resolver de buena manera un conflicto, sino lo que buscamos es que nuestro hermano en la fe, sea refundido por las condenas de la justicia, entonces no hemos sido lo suficientemente sabios, ni hemos entendido bien la gracia de Dios que busca la transformación de nuestra vida en vez de nuestra condenación.
La cuarta razón por la que, si llegásemos a tener algún conflicto con algún hermano, debemos ser capaces de resolver cualquier conflicto, solos o con el apoyo de otros hermanos, sin necesidad de recurrir a autoridades civiles, es:
IV.- PORQUE ES UNA OPORTUNIDAD PARA PRACTICAR EL PERDÓN.
De manera bastante clara, el apóstol Pablo les indica a los Corintios mediante un par de preguntas: “¿Por qué no sufrís más bien el agravio? ¿Por qué no sufrís más bien el ser defraudados? / Pero vosotros cometéis el agravio, y defraudáis, y esto a los hermanos” (1 Corintios 7b, 8). La idea de estos dos versículos no es que intencionalmente uno busque que le causen agravios, problemas o conflictos por otros, sino que enfatiza dos cosas. La primera, es que si uno ha sido ofendido, uno debe responder no con venganza sino comprendiendo que el hermano que nos ha perjudicado, es igual que nosotros, un pecador que fue vencido por el pecado en esa ocasión, pero que nos hace responsables de ayudarle a sobreponerse en vez de terminar de vencerle. La segunda, es que uno no debe ser el causante de problemas para otros, menos si se trata de “hermanos”, de nuestra familia de la fe en Cristo, y aunque no se trate de los hermanos. La enseñanza de estas palabras cuando se refiere a “sufrir… el agravio, o sufrir… el ser defraudados”, es el de soportar y perdonar a los que nos ofenden, tal como Jesús lo enseñó en la oración del Padre Nuestro. Tal como el mismo apóstol lo enseñó y recalcó a los Colosenses, diciendo: “Vestíos, pues, como escogidos de Dios, santos y amados, de entrañable misericordia, de benignidad, de humildad, de mansedumbre, de paciencia; / soportándoos unos a otros, y perdonándoos unos a otros si alguno tuviere queja contra otro. De la manera que Cristo os perdonó, así también hacedlo vosotros” (Colosenses 3:12,13). Y por supuesto que sí podemos perdonar, porque ya sabemos y hemos experimentado el perdón de Cristo. Tenemos la capacidad del perdón de Cristo.
En el caso del David cuando fue aconsejado por su sobrino Abisaí, uno de sus notables guerreros que fue leal a su tío cuando era perseguido por el rey Saúl para matarle. Cuando en una ocasión, David y Abisaí encontraron al rey Saúl durmiendo en un campamento, con su lanza junto a su cabecera, Abisaí le dijo a su tío David: “… Hoy ha entregado Dios a tu enemigo en tu mano; ahora, pues, déjame que le hiera con la lanza, y lo enclavaré en la tierra de un golpe, y no le daré segundo golpe. / Y David respondió a Abisai: No le mates; porque ¿quién extenderá su mano contra el ungido de Jehová, y será inocente? / Dijo además David: Vive Jehová, que si Jehová no lo hiriere, o su día llegue para que muera, o descendiendo en batalla perezca, / guárdeme Jehová de extender mi mano contra el ungido de Jehová” (1 Samuel 26:8-11a). David, tuvo la oportunidad de matar a aquel hombre que le perseguía para matarle, pero el mejor consideró PERDONARLE. Primero porque consideró que se trata de una persona que fue ungida antes que por Samuel, por Dios, para que sea el rey de Israel; y segundo, porque consideró que quien tiene derecho de vengarse contra la injusticia de cualquier persona en contra de otra, es solamente Dios.
Amados hermanos, esto es lo mismo que aplica para nosotros los creyentes: Nuestro hermano, es nuestro hermano por voluntad de Dios, y aun tratándose de nuestro hermano, si hubiese necesidad de venganza, es Dios quien se hará cargo de nuestro hermano, no nosotros, ni la justicia civil. Nuestra responsabilidad, es aprovechar la ocasión del conflicto para poner en práctica nuestra capacidad de perdonar que ha sido implantada o infundida por Cristo en nuestros corazones.
CONCLUSIÓN: Amados hermanos, con estas cuatro razones que les he presentado, no quise decir que la justicia o las leyes civiles no tengan validez para los que somos cristianos, pues también hay razones válidas y necesarias por las que justamente podemos acudir a ellas, pero no para cualquier pequeñez que tenemos la responsabilidad de resolverlo ya sea solos o con el apoyo de otros hermanos. Lo que quise enfatizar en este mensaje es que hay un sinfín de situaciones en las que los cristianos debemos ser capaces de resolver los conflictos que podrían llegar a surgir en nuestra relación con otros cristianos y hasta con quienes no lo son. Debemos hacer uso de nuestra excelencia en la sabiduría de Dios. Tiene razón el apóstol Pablo cuando dice: “… ¿Pues qué, no hay entre vosotros sabio, ni aun uno, que pueda juzgar entre sus hermanos, / sino que el hermano con el hermano pleitea en juicio, y esto ante los incrédulos?” (1 Corintios 6:5b-6).
Dios bendiga a esta su iglesia, haciéndonos más capaces de resolver cualquier conflicto que llegásemos a tener, y para que ayudemos a otros a resolver sus conflictos.