EL ARREPENTIMIENTO ES UN URGENTE MANDATO.
Jonás 3:1-10; Hechos 17:30-31.
Homilía predicada por el Pbro. Diego Teh, el domingo 03 de febrero 2019, a las 18:00 horas, en la iglesia “El Divino Salvador” de Mérida, Yucatán.
(Homilía es un discurso o sermón sencillo pero instructivo que no está preparado con las reglas homiléticas propias de un sermón)
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Esta homilía es la # 5 de la serie: MENSAJES EVANGELÍSTICOS.
“… Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (Hechos 17:30).
INTRODUCCIÓN DEL MENSAJE:
Hay cosas que Dios hace a largo plazo porque no hay ninguna prisa para hacerlo antes de tiempo. Por ejemplo, Dios llamó a un matrimonio, el de Abraham y Sara para formarse a partir de ellos, toda una nación que serían su especial tesoro. Pero Sara no podía tener hijos (Génesis 11:29,30), y ya tenía 65 años de edad, y Abraham 75 años (Génesis 12:4). Para solucionar el problema, Dios les promete un hijo, que Dios les concedió hasta cuando Sara ya tenía 90 años, y Abraham 100 años (cf. Génesis 17:17). No había prisa, y tuvieron que esperar 25 años. Aquel hijo se llamó Isaac. Este proyecto de Dios inició hace como 4,000, y hace 2,000 años el apóstol que escribe a los Hebreos dice que los descendientes de aquel “de uno, y ése ya casi muerto”, porque Abraham ya era de 100 años, desde antes y hasta ese tiempo los descendientes de aquel matrimonio, eran “como las estrellas del cielo en multitud, y como la arena innumerable que está a la orilla del mar” (Hebreos 11:12). Es más, hasta el día de hoy, sus descendientes siguen siendo innumerables y dispersos por todo el mundo.
Pero, Dios no tuvo ninguna prisa para hacer de aquella mujer estéril, y de aquel “ya casi muerto”, la madre y el padre de multitudes. Dios les hizo esperar 25 años. En este caso, Dios se toma el tiempo necesario sin prisa alguna. Y luego llevó otra gran cantidad de años para que este bebé Isaac, creciera, se casara y tuviese a su hijo Jacob, quien propiamente tuvo 12 hijos de quienes se forma la gran nación de Israel. Desde Abraham, Isaac, y Jacob, llevó unos 200 años para formar la familia básica para multiplicarse. Luego llevó otros 400 años para crecer en número en Egipto. Luego otros 40 años, teniéndoles en el desierto hasta entregarles el territorio que Dios les quiso dar como herencia. Fueron más de 600 años de preparación. Nada urgente.
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DESARROLLO DEL MENSAJE:
Pero, hay situaciones que son más importantes que el tener un hijo, que el formar una nación, o una familia numerosa. Se trata de las cuestiones espirituales no solamente de los que son su pueblo, sino incluso hasta de los que no son. Según nuestra lectura bíblica del libro de Jonás, Dios llamó a este profeta que era de Israel, el pueblo elegido de Dios, y lo envió a unos 800 kilómetros al noreste de Israel, a Nínive, capital del reino e imperio Asirio, imperio integrado por naciones que no eran pueblos escogidos de Dios. Pero, aquí, Dios, indicó una urgencia que no podía esperar 25 años, ni 15, ni 5 años, ni 1 año. Dios le había dicho a Jonás: “ve a Nínive, aquella gran ciudad, y proclama en ella el mensaje que yo te diré” (Jonás 3:2). Y cuando él fue, las palabras de su mensaje a los ninivitas fueron: “De aquí a cuarenta días Nínive será destruida” (Jonás 3:4). No podía pasar más tiempo, pero no fue invento ni planeación de Jonás, sino que Dios estableció el tiempo de urgencia para que los ninivitas se arrepintiera. Sorprendentemente, la respuesta de la gente, fue que: “los hombres de Nínive creyeron a Dios, y proclamaron ayuno, y se vistieron de cilicio desde el mayor hasta el menor de ellos. / Y llegó la noticia hasta el rey de Nínive, y se levantó de su silla, se despojó de su vestido, y se cubrió de cilicio y se sentó sobre ceniza. / E hizo proclamar y anunciar en Nínive, por mandato del rey y de sus grandes, diciendo: Hombres y animales, bueyes y ovejas, no gusten cosa alguna; no se les dé alimento, ni beban agua; / sino cúbranse de cilicio hombres y animales, y clamen a Dios fuertemente; y conviértase cada uno de su mal camino, de la rapiña que hay en sus manos. / ¿Quién sabe si se volverá y se arrepentirá Dios, y se apartará del ardor de su ira, y no pereceremos?” (Jonás 3:5-9). Hasta aquel rey pagano, no perteneciente al pueblo de Dios, ordenó a su pueblo: “clamen a Dios fuertemente; y conviértase cada uno de su mal camino, …”. Entendió con todo su reino, el mensaje de Jonás, más bien de Dios, de que tenían que arrepentirse con sentido de urgencia. Al arrepentirse, Dios inmediatamente les hizo efectivo su perdón.
Pero, cuando no hay arrepentimiento, la urgencia aumenta mucho más. El tiempo puede ser menos de 40 días, menos de 30 días como cuando a veces digo a los que no participan de la Eucaristía que se pongan a cuenta con Dios lo más pronto posible para que el próximo mes no se pierdan la responsabilidad y el beneficio de tomar el sacramento. La urgencia llega a ser una cuestión de ahora mismo, porque puede que no habrá más oportunidad. Ese fue el caso de los habitantes de un par de antiguas ciudades llamadas Sodoma y Gomorra. Lot, el sobrino de Abraham, de quien les hablé al principio de este mensaje. por mala decisión escogió ir a vivir entre estas personas que según la historia bíblica “eran malos y pecadores contra Jehová en gran manera” (Génesis 13:13). La gente de estas ciudades no se arrepentía de sus malos actos ofensivos contra Dios. Por eso, llegó el momento cuando Dios decidió aplicarles su justicia. En Génesis 19 tenemos la historia de la decisión de Dios. El caso es que una tarde (noten que ya era de tarde), dos ángeles llegaron a visitar a Lot, allá en Sodoma (cf. Génesis 19:1). Esa noche, los de Sodoma hicieron una gran ofensa a estos ángeles que eran nada menos que la manifestación de la presencia de Dios, por lo que los Ángeles que no eran nada menos que Dios mismo manifestado, decidieron destruir la ciudad. Esa misma noche, Dios le comunicó a Lot que iba a destruir aquellas dos ciudades, destrucción que se llevaría a cabo apenas amaneciera, y le dio instrucción de que sacara de aquel lugar a toda su familia y todo lo que era suyo. No había más tiempo. Los sodomitas nunca tuvieron en cuenta el arrepentirse de sus malos y profanos actos no solo contra Lot y sus hijas, sino aun contra Dios mismo, por lo que esa misma mañana antes de las 7 de la mañana serían destruidos. No hubo más tiempo. Fueron menos de 12 horas de última oportunidad, pero nadie quiso arrepentirse. Ni siquiera los dos yernos de Lot que eran de allí de Sodoma.
Sin embargo, Dios no deja de tener misericordia para quien o quienes manifiesten arrepentimiento por sus malos actos y decisiones en la vida. Lot, fue una de estas personas que, tras su mala decisión de haber ido a establecerse entre aquella gente sin temor de Dios, el sí se arrepintió a tiempo mucho antes de aquella desagradable noche y trágico amanecer, pues el apóstol Pedro habla de él como el “justo Lot, abrumado por la nefanda conducta de los malvados” (2 Pedro 2:7). Por eso mismo, Dios lo libro del castigo de aquellos pecadores. La historia en Génesis 19, dice que: “Al rayar el alba” (Génesis 19:15), esto es a la primera luz del amanecer antes de la salida del sol, “al rayar el alba, los ángeles daban prisa a Lot, diciendo: Levántate, toma tu mujer, y tus dos hijas que se hallan aquí, para que no perezcas en el castigo de la ciudad. / Y deteniéndose él, los varones asieron de su mano, y de la mano de su mujer y de las manos de sus dos hijas, según la misericordia de Jehová para con él; y lo sacaron y lo pusieron fuera de la ciudad. / Y cuando los hubieron llevado fuera, dijeron: Escapa por tu vida; no mires tras ti, ni pares en toda esta llanura; escapa al monte, no sea que perezcas” (Génesis 19:15-17). Así como el arrepentimiento es urgente, el arrepentido es auxiliado por Dios, igualmente a toda prisa, con urgencia para no ser alcanzado en el castigo de los pecadores.
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APLICACIÓN DEL MENSAJE:
El arrepentimiento del que les he estado hablando, no es invento de ningún pastor, y ni siquiera de esta u otra iglesia, sino una soberana determinación de Dios mismo. En una de las predicaciones del apóstol Pablo a los habitantes de la ciudad de Atenas de hace casi 2000 años, hablándoles del evangelio de Jesucristo, les dijo: “Pero Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan; / por cuanto ha establecido un día en el cual juzgará al mundo con justicia, por aquel varón a quien designó, dando fe a todos con haberle levantado de los muertos” (Hechos 17:30,31). Hay muchos detalles a considerar en cuanto a las palabras de esta predicación de Pablo, pero en este momento solamente voy a enfatizarles algunos detalles:
1).- Primero, que desde aquel tiempo el apóstol les dijo que Dios: “ahora manda” (v.30); o sea, que se trata de un mandato que incluso para conveniencia personal se debe asumir la responsabilidad de obedecerle, de entrada porque quien lo manda es nada menos que Dios.
2).- Segundo, ¿en qué consiste este mandato? El mandato es: “que se arrepientan” (v. 30). Este es el sencillo pero urgente mandato, que en este momento tengo como responsabilidad comunicarle a usted. No reaccione usted como los de Sodoma, sin arrepentimiento, mejor responda como aquellos de Nínive, quienes se arrepintieron, y Dios por su gracia les perdonó.
3).- Tercero, que este mandamiento está dirigido: “a todos los hombres” (v. 30), pero la palabra “hombres” en este contexto no se refiere solamente a varones, sino que es una palabra que aplica tanto a varones como a mujeres, es decir, su significado es: “a todo ser humano”; por lo que esta orden está dirigida tanto a mí como a usted. Es necesario que usted se arrepienta de no haber tomado antes en cuenta a Dios en su vida. Es necesario que usted se arrepienta de ser un pecador por naturaleza, por causa de nuestros primeros padres Adán y Eva que pecaron, que por cuya causa somos considerados pecadores, y que por lo tanto, nosotros tenemos que arrepentirnos de cargar con la culpa del primer pecado de ellos, pero también con los pecados personales que cada uno de nosotros cometemos. Dios quiera que usted en este momento usted esté listo para presentarle a Dios su arrepentimiento. Este arrepentimiento es para que usted reciba vida eterna con Dios cuando llegue el tiempo de partir de esta tierra hacia la eternidad. Él está listo para perdonarles sus pecados.
4.- Cuarto, para que usted no vaya a pensar que era un mandato solamente para las personas de Atenas, sino que el mandato tiene un alcance universal, el apóstol Pablo fue preciso al decir que el arrepentimiento es un mandato para “todos los hombres”, y aclara que: “en todo lugar”. No solo en el territorio de los atenienses. Es por eso que el mensaje de arrepentimiento, ha sido difundido en todo el mundo tal como Jesús indicó a unos viajeros caminantes a Emaús después de haber él resucitado, cuando les dijo: “Así está escrito, y así fue necesario que el Cristo padeciese, y resucitase de los muertos al tercer día; / y que se predicase en su nombre el arrepentimiento y el perdón de pecados en todas las naciones, comenzando desde Jerusalén” (Lucas 24:46,47). Ese mismo mensaje nos ha llegado aquí en nuestra ciudad, y debemos responder arrepentidos con calidad de urgente.
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LLAMAMIENTO DEL MENSAJE:
¿Está usted dispuesto a arrepentirse de todo pecado que pesa sobre usted y que nunca antes se lo ha dicho a Dios? Estimado oyente, esto es algo que usted no tiene que esperar más tiempo. Es urgente. Es un asunto de vida o de muerte, de salvación o de condenación. En una ocasión a nuestro Señor Jesús le tocó orientar a dos hermanos que estaban peleando una herencia. A uno de ellos, al parecer al más interesado solamente en poseer más bienes, le enseñó por medio de una parábola que no debería hacer solamente tesoros para sí mismo. Pero en la trama de la parábola que consistió acerca de un rico que solo centraba su atención en sus bienes, le hizo la observación que Dios le dijo “Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma” (Lucas 12:20). Esto puede pasar con cualquiera de nosotros, conmigo y con usted. Esta misma noche puede ser la última de nuestra vida, y no habrá más oportunidad de arrepentimiento después de esta vida. Y sin arrepentimiento no hay vida eterna, sino solamente condenación.
Estimado oyente, ¿quiere usted recibir la bendición de una eternidad libre de condenación, en el que podrá disfrutar todos los beneficios celestiales y divinos, preparados para los arrepentidos? No le pido que venga usted aquí adelante, pero quiero pedirle que de todo corazón le exprese a Dios que usted está arrepentido de sus pecados. Por favor, dígale a Dios: Dios mío, reconozco que soy un pecador sobre quien pesa el castigo de tu ira, que tengo bien merecido, pero ahora entiendo que tú no quieres mi castigo, sino que quieres darme vida eterna; por ello, me arrepiento de mis pecados, y quiero que Jesús entre a mi corazón y tome el control de mi vida. Lo digo de todo corazón, anhelado todos tus beneficios presentes y eternos. En el nombre de tu hijo Jesucristo, Amén.