DE ESCLAVO A HIJO HEREDERO DE DIOS
Jeremías 31:10-14: Gálatas 4:1-7.
Predicado por el Presbítero: Diego Teh Reyes, el domingo 6 de octubre 2019, a las 18:00 horas, en la iglesia “El Divino Salvador” de Mérida, Yucatán.
Este sermón corresponde al número 10, de la serie: EL VERDADERO EVANGELIO, basado en la epístola de San Pablo a los Gálatas.
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INTRODUCCIÓN: Mejor que nosotros, los israelitas si supieron y experimentaron en carne propia en su historia lo que es ser un esclavo. Más de 400 años fueron esclavos en Egipto, país en el que providencialmente fueron llevados por Dios para su multiplicación inicial. Al paso de los siglos, los nuevos reyes de otra dinastía diferente de la que recibió a José y luego a sus hermanos y a su padre Jacob, y que no conocieron la historia de José, uno de los hijos de Jacob; y que no supieron cómo él contribuyó a la administración de la producción y economía de Egipto, hicieron esclavos a todos los israelitas. En el libro del Éxodo, tenemos el relato de cómo los israelitas de aquellos tiempos fueron hechos esclavos por el entonces Faraón, de quien se dice que: “Entonces pusieron sobre ellos comisarios de tributos que los molestasen con sus cargas; y edificaron para Faraón las ciudades de almacenaje, Pitón y Ramesés. / Pero cuanto más los oprimían, tanto más se multiplicaban y crecían, de manera que los egipcios temían a los hijos de Israel. / Y los egipcios hicieron servir a los hijos de Israel con dureza, / y amargaron su vida con dura servidumbre, en hacer barro y ladrillo, y en toda labor del campo y en todo su servicio, al cual los obligaban con rigor” (Éxodo 1:11-14). E igualmente, pero en menor escala, en otras ocasiones de su historia, en tiempos de los jueces, en tiempos de los reyes, y en los tiempos del exilio[1], varias generaciones de israelitas experimentaron el rigor y el dolor de la esclavitud, en el que prácticamente perdían todos o muchos de sus derechos como el tener sus propios bienes, ya sea por ganancia o por herencia.
En los tiempos del imperio romano, la sociedad romana fue esencialmente esclavista, y tanto su economía como su estructura social se basaba en un sistema de clases donde el esclavo constituía el escalón más bajo de la sociedad[2]. Los israelitas, los judíos, y todos los gentilicios del imperio romano, sabían de este sistema imperial de clases sociales, y si bien no todos eran esclavos, sí todos por el contexto en el que vivían, tenían conocimiento acerca de lo que es ser un esclavo. Por eso, ya sea a judíos o israelitas en general, o a romanos, o a griegos, o a ciudadanos de otras naciones, a quienes han creído en Cristo, el apóstol Pablo les habla ilustrativamente acerca de la esclavitud comparada con el pecado. Los oyentes y lectores de Pablo, muy bien entendían lo que el apóstol les decía en términos del lenguaje del contexto social de esclavitud. Los Gálatas, debieron haber entendido lo que Pablo les escribió, por ejemplo, al decirles: “Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo” (Gálatas 4:7).
De esta expresión del apóstol Pablo, tomé la idea para el título de esta predicación: DE ESCLAVO A HIJO HEREDERO DE DIOS. Y de manera específica, lo que voy a predicarles es que: Mediante un proceso con diversos ASPECTOS, Jesucristo convierte a un esclavo del pecado a ser un hijo heredero de Dios. / ¿Cuáles son esos ASPECTOS del proceso? / Especialmente en Gálatas 4:5-7, el apóstol Pablo concentra una descripción acerca de cuatro ASPECTOS de este proceso, los cuales me propongo explicarles en este momento.
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El primer ASPECTO del proceso mediante el cual, Jesucristo convierte a un esclavo del pecado para hacerle un hijo heredero de Dios, es:
I.- QUE LE REDIME.
En los primeros versículos del capítulo 4 de Gálatas, San Pablo habla del pasado de un creyente siendo un esclavo bajo dominio de su amo, pero a manera de un anuncio de la gracia de Dios por medio de Jesucristo, a los Gálatas, les dice: “Pero cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, / para que redimiese a los que estaban bajo la ley, …” (Gálatas 4:4-5a). La primera obra de Jesucristo a favor de los esclavos del pecado, y del efecto de la ley de Dios, es que el Hijo de Dios vino a este mundo, según palabras de San Pablo, “para que redimiese a los que estaban bajo la ley” (Gálatas 4:5a). Redimir, es el primer ASPECTO del proceso de cómo Jesucristo nos libra de toda esclavitud para convertir al pecador en un hijo de Dios.
Pero, ¿qué es redimir? Redimir, es librar a alguien de una obligación, de un dolor, o de una situación penosa; y en algunos casos de la esclavitud, mediante un pago o compra, y en otros casos hasta con la adopción para convertir al antes esclavo en un hijo con derecho a recibir una herencia. En nuestra lectura de Jeremías 31, el profeta explica que eso es lo que Dios hizo con su pueblo, los israelitas, para liberarlos de Egipto. Jeremías explica que “Jehová redimió a Jacob, lo redimió de mano del más fuerte que él” (Jeremías 31:11). También Jesucristo, con el costo de su propia muerte, redimió a la totalidad de personas predestinadas para salvación, porque su sangre realmente tuvo y hasta ahora tiene el máximo valor para redimir a un pecador de su condición espiritual. Al principio de la epístola a los Gálatas, el apóstol Pablo les explicó a los creyentes de aquellos lugares que Cristo “… se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos del presente siglo malo” (Gálatas 1:4); y a los Colosenses les escribió: “el cual nos ha librado de la potestad de las tinieblas, y trasladado al reino de su amado Hijo, / en quien tenemos redención por su sangre, el perdón de pecados” (Colosenses 1:13). Cristo nos redime. Antes de que fuésemos cristianos éramos esclavos del pecado, libres de Cristo, mas ahora somos esclavos de Cristo, pero libres del pecado. Esto, gracias a la redención hecha por Cristo a nuestro favor.
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El segundo ASPECTO del proceso mediante el cual, Jesucristo convierte a un esclavo del pecado para hacerle un hijo heredero de Dios, es:
II.- QUE LE ADOPTA.
El apóstol Pablo, después de decir a los Gálatas que: “cuando vino el cumplimiento del tiempo, Dios envió a su Hijo, nacido de mujer y nacido bajo la ley, / para que redimiese a los que estaban bajo la ley” (Gálatas 4:4-5a), inmediatamente explica que el fin de aquella compra o redención fue “a fin de que recibiésemos la adopción de hijos” (Gálatas 4:5b). Jesucristo consiguió que los comprados o redimidos con el precio de la sangre de él derramada en la cruz, sean ADOPTADOS para pasar a ser hijos de Dios.
Así que el sentido de las palabras del apóstol Pablo, no eran desconocidas por sus lectores u oyentes, pues como habitantes en el imperio romano entendían cuáles son las implicaciones de ser adoptados. Y esto, coincide con que Dios también adopta justamente a los que son sus elegidos, tal como también Pablo se los dice a los Efesios a quienes les escribió: “nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él, / en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo” (Efesios 1:4-5a). Y a sus adoptados elegidos, sin falta les tiene también una herencia segura.
En el imperio romano, llegar a ser un hijo adoptivo, era un proceso legal a veces un poco complicado; pero llegar a ser un hijo de Dios, es un proceso espiritual sencillo que requiere de tener fe en Jesucristo, de creer en él como el Hijo de Dios y salvador de los pecadores atrapados por el pecado. En el santo evangelio según san Juan, este apóstol nos explica acerca de la voluntad de Dios en Jesús durante su ministerio, que él: “A lo suyo vino, y los suyos no le recibieron. / Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su nombre, les dio potestad de ser hechos hijos de Dios; / los cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de varón, sino de Dios” (Juan 1:11-13). Los que no eran hijos por causa de su esclavitud al pecado, fueron “hechos hijos de Dios”, cuando a Jesús “le recibieron”. Esto no fue a todos en automático, sino “a los que creen en su nombre”. Este requisito espiritual sigue siendo vigente hasta el día de hoy. Dios tiene la voluntad de hacer sus hijos a los pecadores que crean en su Hijo Jesucristo. Hoy, usted puede ser adoptado, por la fe en Jesucristo, para ser hecho un hijo de Dios.
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El tercer ASPECTO del proceso mediante el cual, Jesucristo convierte a un esclavo del pecado para hacerle un hijo heredero de Dios, es:
III.- QUE LE SANTIFICA.
Con la adopción que Dios hace de un pecador que cree en Jesucristo, uno llega a ser un hijo de Dios. Pero, cuando uno comienza a ser un hijo de Dios, ¿qué sigue? San Pablo le dice a los Gálatas: “Y por cuanto sois hijos, Dios envió a vuestros corazones el Espíritu de su Hijo, el cual clama: ¡Abba, Padre!” (Gálatas 4:6). Esta explicación del apóstol, explica que tan pronto uno es adoptado o hecho hijo de Dios, Dios envía directo al corazón del hijo creyente: “el Espíritu de su Hijo”. En otras palabras, al Espíritu Santo (observe usted que la palabra Espíritu del versículo 6 comienza con “E” mayúscula, con lo que se indica que se trata del Espíritu divino).
Y ¿para qué envía Dios al Espíritu de su Hijo, al corazón de cada hijo adoptivo de Él? Sin duda que es para ser totalmente santificados. Es para poner, justo en el corazón humano, la capacidad de no volver a la esclavitud del pecado. Este es un privilegio del cual goza un hijo de Dios. Padre, Hijo, y Espíritu Santo, se ocupan de nuestra libertad del pecado al hacernos Dios, sus hijos adoptivos. Tan grande es el poder del pecado que se hace necesario que toda la plenitud de Dios actúe en nuestro corazón para ser siempre libres y nunca más esclavos del pecado. Gracias, no solamente al Padre y al Hijo, sino también al Espíritu Santo que con su particular provision, nos santifica, o sea, nos separa alejándonos cada vez más del pecado y su dañina influencia.
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El cuarto ASPECTO del proceso mediante el cual, Jesucristo convierte a un esclavo del pecado para hacerle un hijo heredero de Dios, es:
IV.- QUE LE HEREDA.
En los proverbios, leemos que dice: “Por tres cosas se alborota la tierra, y la cuarta ella no puede sufrir:” (Proverbios 30:21); y la primera de estas tres cosas, es: “Por el siervo cuando reina” (Proverbios 30:22a). Esto en realidad ocurre en la vida cotidiana, en la vida social, en la vida política, etc…, y en la vida espiritual, el adversario de los antes siervos y esclavos del pecado, se alborota y opone a que Dios conceda privilegios a uno que antes era un esclavo. En la Biblia tenemos la historia de un joven llamado José que fue vendido por sus hermanos para ser esclavo, pero muy pronto llegó a ser el principal gobernador de Egipto porque Dios estaba con él. Era solamente un siervo que ocupó un lugar prominente en el gobierno egipcio. No pocos debieron haberse escandalizado porque José ocupara un lugar prominente en Egipto, siendo prácticamente un extranjero, esclavo, recién llegado a Egipto, habiendo otros que habían escalado hasta ser generales como Potifar, y otros que habían cumplido años de servicio al reino. Pero, cuando Dios quiere exaltar a sus hijos, los exalta aun siendo siervos o esclavos para llevarlos a cargos encumbrados.
En nuestro texto bíblico vemos que Dios compra la vida de un esclavo del pecado por medio la muerte de su propio Hijo Jesucristo, y que inmediatamente le adopta como a un hijo suyo, a quien finalmente como por derecho de hijo, aunque más como privilegio, le da una herencia. Esta herencia es el tener un lugar seguro en el reino de los cielos, es el recibir de Dios la vida eterna que deriva de haber sido salvado de la condenación eterna. Es lo que en el v. 7 del capítulo 4 de Gálatas, el apóstol dirigiéndose a cada lector y oyente particular de su epístola, les dice en segunda persona del singular: “Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo” (Gálatas 4:7). En el imperio romano, el objeto de la adopción romana es introducir herederos escogidos para su familia. Este es el proceso que Dios ha hecho también con nosotros, de haber sido nosotros antes esclavos del pecado, nos hizo sus hijos mediante su singular sistema de adopción espiritual, para luego, a cada hijo hacerle nada menos que un “heredero de Dios por medio de Cristo”. Este es el acto de Dios de que, por la pura voluntad de su gracia, nos asegura un lugar con Él en la eternidad, lugar que los siempre esclavos del pecado no podrán tener. Dios hereda a sus hijos con la preciosa herencia de la vida eterna.
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CONCLUSIÓN: Amados oyentes, creo que todos hemos escuchado alguna vez la frase bíblica del salmo 147 que dice: “Jehová exalta a los humildes” (Salmo 147:6a). Para que usted pueda ser un “heredero de Dios por medio de Cristo”, en primer lugar, usted tiene que ser una persona humilde, pues si no es humilde usted no va a ser exaltado por Dios para ponerle en la posición de ser un “heredero de Dios”. Usted debe pensar como inicialmente pensó un joven rico que vino a Jesús y le preguntó: “Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna?” (Marcos 10:17). Lamentablemente, después aquel joven perdió el interés por la vida eterna. Pero, en sus palabras, es claro que él sabía que la vida eterna es una herencia celestial. Igualmente, en una ocasión que Jesús estaba enseñando, “… un intérprete de la ley se levantó y dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo qué cosa heredaré la vida eterna?” (Lucas 10:25). En su caso, estaba equivocado en cuanto a su motivo para hacer la pregunta, pero lo que sí tenía bien claro es que “la vida eterna”, es una herencia que Dios da. Es la herencia de la cual el apóstol Pablo les dice a los Gálatas, explicándoles que a cada uno de los que Dios hace hijos suyos, le convierte en un “heredero de Dios”. La herencia es la vida eterna. Esto debe interesarle a usted.
Amado oyente, si usted no tiene la seguridad de ser un hijo de Dios, le invito a que usted reconozca con toda humildad que la influencia del pecado le ha tenido como su esclavo. Dios tiene para usted a partir de este momento, una herencia segura, si usted fuera su hijo. Él quiere hacerle su hijo. Él quiere hacerle su “heredero”. Vale la pena. NO es una herencia corruptible de esta tierra, sino una herencia incorruptible cuyo dador es nada menos que: “Dios”. Dígale a Dios en este momento: Amado Padre celestial, quiero heredar la vida eterna, pero me doy cuenta que ahora no soy tu hijo porque el pecado me tiene controlado, y no puedo librarme de él. Por favor, hazme tu hijo. Libérame del poder esclavizante del pecado. Santifícame, y hazme “heredero” de tus dádivas celestiales y eternas. Te lo pido en el nombre glorioso de tu Hijo Jesucristo. Amén.
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[1] https://www.ecured.cu/Esclavitud_en_tiempos_biblicos
[2] https://es.wikipedia.org/wiki/Esclavitud_en_la_Antigua_Roma