Nov 17

RESULTADOS RESTAURADORES DEL EVANGELIO EN EL PECADOR, Por: Diego Teh.

RESULTADOS RESTAURADORES DEL EVANGELIO EN EL PECADOR

 Salmo 19:7-11; Gálatas 6:1-5.

Predicado por el Presbítero: Diego Teh Reyes, el domingo 17 de noviembre 2019, a las 18:00 horas, en la iglesia “El Divino Salvador” de Mérida, Yucatán.

Este sermón corresponde al número 15, de la serie: EL VERDADERO EVANGELIO, basado en la epístola de San Pablo a los Gálatas.

   INTRODUCCIÓN: Una manera de diagnosticar si nosotros mismos ya estamos restaurados por el poder del evangelio, es analizando si nuestro corazón siente y expresa amor para ayudar a que se restauren las personas sin Cristo en sus vidas, o nuestros mismos hermanos en la fe, de quienes nos enteramos o que personalmente los sorprendemos cometiendo alguna falta contra Dios y el prójimo. Si uno que se considera creyente no puede sentir comprensión y compasión por ellos, es muy evidente que a tal creyente aún le hace falta restauración a él mismo, por lo que entonces no está en capacidad de ayudar a otros a restaurarse de sus faltas contra Dios. Pero, ese creyente podría tratarse de mí, pero también de usted.  Es por esta falta de restauración suficiente, que hay creyentes que, en vez de ayudar en la restauración de otras personas, lo único que hacen es criticarles, difamarles, etc…  El apóstol Pablo, con claridad dice a los Gálatas que: “… si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle …” (Gálatas 6:1).  Pero, el énfasis de estas palabras, es que quienes debemos procurar que otras personas experimenten restauración de sus vidas bajo el poder del evangelio somos quienes primeramente debemos haber experimentado tal restauración.  Por eso, en la predicación de este momento, no me voy a enfocar no en las personas mencionadas en nuestra lectura bíblica, que necesitan restauración porque están entregadas a la comisión de uno o más pecados, sino que me voy a enfocar acerca de la vida restaurada de quienes ya no estamos entregados a cometer faltas contra Dios y el prójimo. Por eso, lo que les voy a compartir ahora, enfocado más en nosotros que en otros, es que: El poder del evangelio produce RESULTADOS restauradores en la vida de los pecadores que se arrepienten, para que puedan ayudar a la restauración de otros. / ¿Cuáles son los RESULTADOS restauradores que el poder del evangelio produce en la vida de los pecadores que se arrepienten, para que puedan ayudar a la restauración de otros? / Siguiendo los versículos de nuestra lectura de Gálatas 6:1-5, encontraremos la mención de algunos de tales RESULTADOS restauradores que primeramente debe funcionar en nosotros para poder ayudar a que otros se restauren.

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   El primer RESULTADO restaurador que el poder del evangelio produce en la vida de los pecadores que se arrepienten, para que puedan ayudar a la restauración de otros, es que:

I.- NOS HACE ESPIRITUALES PARA RESTAURAR A OTROS.

   Primero, consideremos la primera parte del versículo 1 que dice: “Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle …” (Gálatas 6:1).  Con estas palabras, lo que el apóstol dice es que los que tienen, o más bien, los que tenemos la tarea o responsabilidad de ser restauradores de otras personas, debemos ser “espirituales”.  El ser “espirituales” del cual se refiere el apóstol, no quiere decir que vamos a llegar a convertirnos en espíritus invisibles, sino que, en el contexto de sus palabras, significa que se espera que los creyentes en Jesucristo que hemos sido perdonados de nuestros pecados, ahora estemos dejando que el evangelio que leemos o escuchamos predicarse desde todas las Sagradas Escrituras (no solamente de los llamados “evangelios” según San Mateo, San Marcos, San Lucas, o San Juan, sino del evangelio presente en cada uno de todos los libros de la Biblia), actúe con todo su poder en nuestra vida.

   Si algún libro de la Biblia no tuviere “evangelio”, o sea, si no tuviere una buena noticia de Dios para la humanidad, entonces, tal libro no debería estar entre los libros de la Biblia, pero como no hay libro que no tenga esta buena noticia o “evangelio” de Dios para los pecadores, entonces se trata de libros que dignamente merecen pertenecer a la Biblia.  Los 1188 capítulos de la Biblia, son propiamente “evangelio” de Dios, entonces, tan solo su lectura es poderosa para hacer “espiritual” a una persona que la escuche con atención y fe.  Incluso cuando en la iglesia se lee la palabra de Dios, y cuando en la iglesia o en alguna célula se lee, predica, y/o enseña la palabra de Dios, o aun cuando en lo personal uno lee la palabra de Dios y hace con ella su meditación, el evangelio de Dios cumple su función de hacer espiritual a una persona.   El salmo 19 es una muestra del poder evangélico de la palabra de Dios el cual es una buena noticia para quien la lee o escucha.  Solamente en los versículos 7 y 8 el salmista dice que la palabra de Dios: “convierte el alma“, “hace sabio al sencillo”, “alegran el corazón”, y que “alumbra los ojos” (Salmo 19:7-8).

   Pero, este proceso no ocurre de forma aislada con respecto al Espíritu Santo de Dios, sino que, en el proceso de leer, escuchar, aprender, o meditar la palabra de Dios, el Espíritu Santo interviene para guiar la vida de los creyentes haciendo que los beneficios del evangelio sean aplicados primeramente a nuestra conducta o comportamiento.  Esto es ser espiritual porque no es por la fuerza o presión de alguna persona humana que obedecemos el evangelio, sino por la acción del mismo Espíritu de Dios.  Así que, amados hermanos, vale la pena leer, escuchar, aprender o meditar la palabra de Dios que es Su evangelio, porque lo que nos hace “espirituales”, y lo que hace que cada vez crezca nuestra restauración ante Dios, es Su evangelio aplicado por la guía de Su Espíritu Santo.

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   El segundo RESULTADO restaurador que el poder del evangelio produce en la vida de los pecadores que se arrepienten, para que puedan ayudar a la restauración de otros, es que:

II.- NOS HACE CAPACES DE CUMPLIR LA LEY DE CRISTO.

   Como una ampliación o aplicación acerca de la responsabilidad que en vez de ser negativos con aquellos que sorprendemos cometiendo alguna falta contra Dios e incluso contra el prójimo, el apóstol Pablo les dice a los Gálatas: “Sobrellevad los unos las cargas de los otros, y cumplid así la ley de Cristo” (Gálatas 6.2). Para entender esta frase, primeramente, es necesario recordar o saber que desde unos 1500 años antes de Jesús, existió para los israelitas una ley de Dios que fue y todavía es más conocida como la ley de Moisés, en el que se hace muy evidente el carácter justo de Dios, pues muchas de las desobediencias que los israelitas llegasen a cometer, les hacía merecedores nada menos que de la muerte. Pero, durante el ministerio de Cristo, su evangelio en realidad no inventó, sino que resaltó la otra cara no bien entendida de la ley de Moisés, en el que Jesús resume toda la ley en la palabra amor.  Al respecto un intérprete de la ley de Moisés le preguntó a Jesús: Maestro, ¿cuál es el gran mandamiento en la ley? / Jesús le dijo: Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente. / Este es el primero y grande mandamiento. / Y el segundo es semejante: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. / De estos dos mandamientos depende toda la ley y los profetas” (Mateo 22:36-40).  Esta es la gran ley de Cristo.

   Es por eso que en una ocasión que le llevaron a Jesús una mujer que había sido sorprendida en comisión de adulterio, los apegados a la ley de Moisés le preguntaron a Jesús:Maestro, esta mujer ha sido sorprendida en el acto mismo de adulterio. / Y en la ley nos mandó Moisés apedrear a tales mujeres. Tú, pues, ¿qué dices?” (Juan 8:4-5). La respuesta de él fue: “El que de vosotros esté sin pecado sea el primero en arrojar la piedra contra ella” (Juan 8:7); y poco tiempo después le dijo a aquella mujer: “Ni yo te condeno; vete, y no peques más” (Juan 8:11).  Esta es la ley de Cristo, aplicando nada menos que la ley no de la justicia sino del amor, en este caso al prójimo caído en las garras mortales del pecado.

   Amados hermanos, cuando nos educamos con el evangelio de Jesucristo, el poder de Su evangelio nos hace entender la ley de Cristo, la ley del amor y no de la justicia ni de la muerte.  Es así como ante las faltas, errores, o pecados de nuestro prójimo, nosotros podemos cumplir la ley de Cristo que San Pablo les dice a los Gálatas que debe ser cumplido, no dando el llamado ‘tiro de gracia’ a nuestros propios hermanos en la fe, sino que sus cargas tenemos que sentirlas como nuestras propias cargas que tenemos que cargar con el objetivo de ayudarles a que restauren.  Pero, si no sentimos esta necesidad de cargar las cargas de ellos, entonces, no solamente ellos necesitan restauración sino también a nosotros todavía nos falta restauración o más entendimiento del evangelio, pues entendiendo el evangelio por la obra del Espíritu Santo, el poder de este evangelio nos hace capaces de cumplir la ley de Cristo, de sentir y ofrecer amor a los que por estar entregados al pecado necesitan ser restaurados.  Es con nosotros que tiene que comenzar la restauración para poder ayudar a otros.

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   El tercer RESULTADO restaurador que el poder del evangelio produce en la vida de los pecadores que se arrepienten, para que puedan ayudar a la restauración de otros, es que:

III.- NOS HACE MANSOS POR CAUSA DEL PODER DEL PECADO.

   Después que el apóstol Pablo, según el versículo 1, les dice a los Gálatas: “Hermanos, si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle …”, les añade algo no poco importante en la responsabilidad de ser un colaborador para ayudar a restaurar otras personas a quienes el poder del pecado les está haciendo pecar.   Les dice: “… restauradle, con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado” (Gálatas 6:1).  Como les dije antes, lamentablemente hay creyentes que cuando se enteran de alguien o sorprenden a alguien cometiendo algún pecado, lo que hacen es criticarle, difamarle, etc…, mas no se preocupan en ayudarle a corregirse para restaurarse.  Esta actitud no es apropiada para los que somos creyentes en Jesucristo.  No preocuparse en apoyar al prójimo o hermano en la fe a restaurarse para que vuelva al camino correcto, sino que, al contrario, uno le critica, le difama, etc… no es una actitud correcta para un creyente en Jesucristo, porque ello no demuestra la mansedumbre que se debe estar produciendo en su vida.

  Esta actitud negativa en algunos creyentes (ojalá que no sea de muchos, ni de usted), se da porque tales creyentes se olvidan de que antes (o quizá igualmente ahora, pero se espera que no), fueron igualmente de entregados de manera total al pecado de donde la gracia de Dios les alcanzó para salvarles de sus consecuencias terrenales y eternas.  Ser creyente rescatado del poder del pecado y de la condenación, no le da derecho a nadie para criticar o difamar al hermano caído en esta condición, sino que al contrario nos obliga a hacer lo necesario para que ellos también sean restaurados en Cristo como ahora lo estamos siendo nosotros.  Debemos tratarlos con una actitud como la que dice San Pablo: con espíritu de mansedumbre, considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado” (Gálatas 6:1), pues como dice el apóstol Pablo: no sea que tú también seas tentado”, y entonces, quizá quien necesite ayuda de restauración seamos usted o yo, o ambos (pero, Dios quiera que no nos arrastre nunca la tentación); y no quisiéramos que entonces, los demás creyentes nos nieguen ayuda para que nos restauremos en el camino de la gracia de Dios.

   Amados hermanos, lo que el poder del evangelio hace en nosotros los creyentes es hacernos personas: “con espíritu de mansedumbre”.  Recuerden que parte del fruto del Espíritu Santo en un creyente, además de amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe”, y antes de “templanza”, incluye también la “mansedumbre” (Gálatas 5:22-23). Esta “mansedumbre” que debe desarrollarse en nosotros como parte de nuestra restauración, sirve para que no seamos ásperos con nadie, incluyendo a nuestros mismos hermanos en la fe caídos en pecado, porque si actuamos con aspereza, en vez de ayudar al hermano, le perjudicaremos porque él podría desarrollar enojo o resentimiento contra nosotros mismos, y en vez de restaurarle le habremos empeorado, y en nuestro caso también nos habremos empeorado por no actuar correctamente con la mansedumbre que Dios está produciendo con Su evangelio y Espíritu Santo en nosotros.

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   CONCLUSIÓN:   Amados hermanos, Dios está usando el poder de Su evangelio revelado en su Hijo Jesucristo, para que nosotros seamos las personas espirituales que podamos ser bendición para la vida de otros que se encuentran en problemas espirituales.  Dios está usando el poder de su evangelio para que seamos capaces de cumplir no la ley de ira y justicia que hace arrojar piedras a las personas sorprendidas en pecados, sino la ley de Cristo que con amor les muestra el camino correcto a seguir.  Dios está usando el poder de su evangelio para otorgarnos la mansedumbre necesaria para que siempre tomemos en cuenta que antes de venir a la fe en Cristo, nuestra vida era igual o quizá peor, pero nada mejor que los errores y faltas de las personas que nos rodean; y por ello no nos atrevamos a condenar a nadie, sino que con plena comprensión de su condición estemos dispuestos a ayudarles a superar sus problemas espirituales.  El evangelio que profesamos ahora, en realidad está produciendo estos resultados PRIMERAMENTE EN NOSOTROS, para que seamos capaces de ayudar a otros a que sus vidas se restauren ante Dios por medio de la fe y consagración a nuestro Señor y Salvador Jesucristo.