DEN GRACIAS, Por: Diego Teh.

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DEN GRACIAS

Salmo 136:1-3, 26.

Predicado por primera vez por el Pbro. Diego Teh Reyes, en la congregación “Luz de Vida” de la col. Bojórquez, de Mérida Yuc; el día sábado 16 de Enero del 2016, a las 19:00 horas, por motivo del 84 cumpleaños del hno. Antonio Yupit.

 

   INTRODUCCIÓN: En nuestras biblias versión Reina Valera 60, al principio de cada uno de los versículos 1, 2, 3, y 26 de este salmo, leemos la palabra imperativa “Alabad…”, pero si usted tiene la posibilidad de comparar con otras versiones como la versión Dios Habla Hoy, y la Nueva Versión Internacional, lo que usted va a encontrar al principio de cada uno de estos versículos es la frase “Den gracias…”.  No es que haya alguna contradicción en estas versiones sino que la palabra “Alabad” implica expresar agradecimiento, y la acción de dar gracias, cuando es dirigida a Dios, también es un acto de alabanza.  Por eso, para efecto de este mensaje voy a utilizar la RV60 como texto base, pero utilizaré como apoyo las expresiones muy claras y explicativas de las versiones DHH y NVI.

   De manera más precisa, con los versículos ya mencionados, voy a enfatizar que el pueblo de Dios debe darle gracias por razones propias de Su naturaleza.  /  ¿Cuáles son las razones propias de la naturaleza de Dios por las cuales se le debe dar gracias?  /  Siguiendo las particularidades de este salmo con respecto a la palabra “Alabad” o la frase “Den gracias” según otras versiones, les compartiré cuatro razones propias de la naturaleza de Dios por las que debemos darle gracias.

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   La primera razón propia de la naturaleza de Dios por la cual se le debe dar gracias, es:

I.- PORQUE ÉL ES SEÑOR BUENO.

   Observemos que el autor del salmo da una orden al pueblo de Dios, diciéndoles: “Alabad a Jehová, porque él es bueno” (v. 1a, RV60), lo que también equivale a decir: “Den gracias al Señor, porque él es bueno” (según la NVI).  También en este caso no hay ninguna contradicción con el uso de “Jehová” y “Señor”, por lo que en estas palabras quiero que notemos dos cosas; lo primero es que Dios es considerado “Señor”, y esto no es solamente un respeto cultural hacia Él sino que es el reconocimiento de su derecho divino y soberano de gobernar que ha manifestado hacia todo el universo y hacia todos los seres humanos, pero de manera muy especial hacia su pueblo.  Por eso, su pueblo debe llamarle “Señor”; lo segundo es que en el ejercicio de su señorío “él es bueno”.

   En la ocasión cuando la madre de dos de los apóstoles le pidió a Jesús que dejara que en su reino sus hijos se sienten uno a cada lado de él, Jesús aprovechó la ocasión no solamente para amonestar a esta madre e hijos confundidos, sino también para discipular correctamente a todo su grupo de doce apóstoles.  Entre todas las cosas que Jesús les dijo, les recordó lo siguiente: Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad” (Mateo 20:25).  Lo que quiero resaltar en este punto es que “los gobernantes (o en otras palabras: “señores”) de las naciones se enseñorean de ellas”, lo cual quiere decir que cuando se trata de señores humanos, lo que sin falta se puede esperar de ellos no es un trato justo y amable sino de enseñoreamiento injusto.  Y esto lo dijo Jesús, en el contexto que sus oyentes podían comprender.  Por ejemplo, en la época de Jesús, un soldado romano tenía la potestad de detener a cualquier persona y pedirle que le llevaran alguna carga por lo menos a una milla de distancia (cf. Mateo 5:41).  Esto fue lo que le hicieron a Simón de Cirene quien estaba viniendo del campo, seguramente de trabajar, le pusieron encima la cruz que habían hecho que Jesús cargase desde el palacio de Pilato hasta el camino al Gólgota, y le obligaron a llevarla hasta el lugar donde Jesús seria crucificado (Mateo 27:32; Marcos 15:21; Lucas 23:26).

   Pero, regresando al tema; Dios no es un señor como los que usan su potestad de manera arbitraria, sino que es descrito por el salmista como “Señor […] bueno”.  Amados hermanos, es bueno que analicemos nuestra vida personal para darnos cuenta cómo ha sido bueno Dios con nosotros.  Cuando nacimos no teníamos nada más que nuestro cuerpo y a nuestros padres, pero al paso de los años, hemos tenido alimentación, salud, ropa, escuela, familia, bienes materiales como vivienda, vehículo, etc…  Cada una de estas cosas es gracias a que Dios es bueno con nosotros.  Pero aunado a todo lo anterior, otra manera muy importante de darnos cuenta de su bondad, es recordando que quienes hemos podido creer en su hijo Jesucristo como nuestro Salvador, entendemos que después del pecado de los primeros seres humanos, todos somos pecadores sentenciados bajo juicio de condenación eterna, sin embargo, por el evangelio de Jesucristo nos enteramos que a pesar de tal sentencia bien merecida, Dios nos ha elegido para quitar de nosotros la condenación eterna por medio del pago que Jesús hizo con su propia vida.  Esto es otra razón, y de mayor peso, para darle gracias a Dios todo el tiempo.

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   La segunda razón propia de la naturaleza de Dios por la cual se le debe dar gracias, es:

II.- PORQUE ÉL ES DIOS DE DIOSES.

   En el segundo versículo la orden del salmista es: “Alabad al Dios de los dioses” (v. 2a, RV60), que igualmente quiere decir: “Den gracias al Dios de dioses” (según la NVI).  Antes de enfocarme al deber de dar gracias, voy a enfocarme secundariamente a la frase “Dios de (los) dioses”.  ¿Significa esto que hay otros dioses que pudiesen ser vivos y verdaderos?  No.  “Los dioses” con “d” minúscula, es una referencia a los dioses falsos, que abundaban en la época de los salmistas bíblicos, y aun antes y después de ellos.  En la época de los apóstoles de Jesucristo, mas de 1000 años después de los salmistas bíblicos, San Pablo les decía a los Gálatas “Ciertamente, en otro tiempo, no conociendo a Dios, servíais a los que por naturaleza no son dioses;” (Gálatas 4:8), pues los dioses falsos siempre han existido por doquier en cantidades y variedades.  Desde la creación hasta el día de hoy siempre ha habido “dioses” con “d” minúscula, sobre los cuales Dios con “D” mayúscula, el Dios verdadero, tiene la supremacía.  Dios no solamente es Dios sobre ciertas entidades que se puedan considerar inferiores, sino aún sobre toda entidad que se considere la gran cosa, o que incluso se considere una deidad, aunque no lo sea.  Incluso, Dios es Dios sobre las invenciones de los seres humanos que procediendo de su propia mente se crean dioses imaginarios que en la realidad absoluta no son dioses pues ni siquiera existen.  En cambio sí existe el Dios que es real, vivo, y verdadero a quien se le debe dar gracias por su perpetua misericordia.

   En la antigua religión griega se dice que ellos tuvieron como dioses a los titanes, una docena de dioses que también procrearon a otros hijos dioses[1].  Posteriormente surgieron otra docena de dioses entre hermanos e hijos de Zeus, conocidos como el Dodekatheon (??????????), y también como los doce dioses olímpicos o del Olimpo que derrotaron a los doce dioses titanes.  Posteriormente los romanos también adoptaron a estos doce olímpicos como sus dioses aunque con nombres distintos[2].  Aunque estos eran dioses falsos, Dios fue también Dios sobre ellos.  Nada ni nadie le quita a Dios lo excelso y supremo que es sobre todas las cosas y sobre todos los seres.  Lo mismo se puede decir acerca de los dioses de todas las culturas de todos los tiempos habidos y por haber.  Lo mismo es cierto con relación a los oxlahuntikú y los bolontikú (los trece dioses celestes, y los nueve dioses del Xibalbá o inframundo) que nuestros antepasados mayas tuvieron.  Dios no dejó de ser el Dios de estos dioses, a lo cuales no siendo verdaderos sino falsos, los ha eliminado de la imaginación religiosa de la cultura por medio del glorioso evangelio de Jesucristo, precisamente porque Él es “Dios de dioses”.

   El apóstol Pablo, escribió a los Corintios que: “…sabemos que un ídolo nada es en el mundo, y que no hay más que un Dios.  /  Pues aunque haya algunos que se llamen dioses, sea en el cielo, o en la tierra (como hay muchos dioses y muchos señores),  /  para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios, el Padre, del cual proceden todas las cosas, y nosotros somos para él; y un Señor, Jesucristo, por medio del cual son todas las cosas, y nosotros por medio de él.  /  Pero no en todos hay este conocimiento;…” (2 Corintios 8:4b-7a).  Esto aclara que Dios es único, no hay dos como Él, y si falsamente alguien se autodenomina Dios, eso no lo desdiviniza a Él, sino al contrario con más razón sigue siendo Dios, incluso sobre lo que es falso.  Es a este Dios verdadero que debemos darle gracias.

   En el caso de los que somos creyentes en Jesucristo, dice el apóstol Pablo a los Colosenses Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús” (Colosenses 5:18).  Dios espera también de nosotros que le demos siempre las gracias, porque no es poca cosa que por medio de Cristo Jesús hayamos sido salvados de la condenación eterna, y recibido los más sublimes beneficios inmerecidos de la salvación.

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   La tercera razón propia de la naturaleza de Dios por la cual se le debe dar gracias, es:

III.- PORQUE ÉL ES SEÑOR DE SEÑORES.

   En el tercer versículo de nuestro Salmo, leemos: Alabad al Señor de los señores” (v. 3a, RV60), lo cual también significa “Den gracias al Señor omnipotente” (según la NVI), o “Den gracias al Señor de señores” (según la DHH).  Cuando esta frase se refiere a “los señores” (con “s” minúscula), se refiere a toda persona que legítima o aun ilegítimamente ostenta alguna autoridad terrenal; pero al referirse a Dios como el “Señor (con “S” mayúscula) de los señores”, está explicando que sobre toda persona que haya alguna autoridad, Él es la autoridad superior y final.  Es el “Señor de los señores”.   En otras palabras Él es el Soberano.

  El concepto de Soberano, o “Señor de señores”, se utilizaba en la antigüedad para identificar a los emperadores que conquistaban reinos quedando el rey conquistado como vasallo del emperador.  El emperador era el “Señor de señores”.  Los “señores” o vasallos quedaban obligados a darle toda obediencia, tributo, lealtad, a su “señor” emperador que finalmente también era un ser humano.  Pero en este salmo, el “Señor de señores” no es un emperador humano o terrenal, sino que es Dios, quien no por conquista sino por derecho divino y por derecho de creación, tiene poder absoluto o soberano no solamente sobre autoridades terrenales, sino sobre todo ser humano, y sobre toda su creación en general.

   El apóstol Pablo, hablando de Dios con respecto a su Hijo Jesucristo y con respecto a nuestra elección para salvación, dice de Dios que: “según nos escogió en él antes de la fundación del mundo, para que fuésemos santos y sin mancha delante de él,  /  en amor habiéndonos predestinado para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo,…” (Efesios 1:4,5a),  pero al respecto de la razón de habernos elegido es contundente al explicar que Dios nos dio dicha bendición desde la eternidad, “según el puro afecto de su voluntad” (Efesios 1:5b).  En otras palabras, el Soberano, utilizó “su voluntad” llena de “puro afecto” para elegirnos para salvación.  Pero el apóstol Pablo, inmediatamente enfatiza que el objetivo de Dios al hacernos dicha elección fue: “para alabanza de la gloria de su gracia” (Efesios 1:6a).  Parte de esta alabanza de la gloria de su gracia, es la que nosotros podemos expresarle con nuestros labios y con nuestros hechos, porque Él como “Señor de señores” en vez de imponernos lo que justamente merecemos, nos dio soberanamente la salvación que no merecemos. Demos gracias a Dios por nuestra salvación.

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   La cuarta razón propia de la naturaleza de Dios por la cual se le debe dar gracias, es:

IV.- PORQUE ÉL ES DIOS DE LOS CIELOS.

   La cuarta ocasión que aparece en este salmo la orden “alabad”, es cuando dice: Alabad al Dios de los cielos (v. 26a, RV60), que también quiere decir: ¡Den gracias al Dios de los cielos!” (según la NVI), “¡Den gracias al Dios del cielo,…” (según la DHH).  Esta expresión “Dios del (o de los) cielo(s), es una frase que en primer lugar reconoce a Dios como el Creador.  En segundo lugar, al ponerlo en un lugar que se encuentra arriba de la tierra, en el cielo, resalta la superioridad de Dios en comparación con sus criaturas, pues siendo Él el Creador, nada ni nadie puede ser ni mayor ni igual a Él.  En tercer lugar, al ser “del (o de los) cielo(s)” resalta que Él es moralmente diferente a nosotros, pues mientras nosotros somos pecadores, Él es tres veces santo.  Y en cuarto lugar, el hecho de que haya Dios en el cielo, en caso de que alguien nos hiciera alguna maldad, aunque la justicia terrenal no nos pueda defender ni dar la razón, finalmente Dios está en el cielo precisamente para hacer justicia a los que sufren violencia.

   Muchas culturas han tenido sus propias leyendas y mitos con respecto a sus propios dioses.  Por ejemplo, entre nuestros antepasados mayas, se creía que Itzamná era el Dios de los cielos, pero todo eso queda como mito, pues las Sagradas Escrituras de nuestra fe nos dice que el Dios único vivo y verdadero, es el Jehová “Dios del (o de los) cielo(s).

  Siendo “Dios del (o de los) cielo(s), dice el apóstol Pablo a los Filipenses que Jesús “siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse,  /  sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres;  /  y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:6-8).  Este es el verdadero “Dios del (o de los) cielo(s) que fue capaz y voluntario para humillarse dejando su cielo y viniendo a nuestra tierra para tomar nuestro lugar a fin de que su obediencia sea contada como nuestra obediencia para librarnos de la antes segura condenación eterna.  El mismo apóstol Pablo, con respecto a este gran gesto amoroso del “Dios del (o de los) cielo(s)”, escribió también a los Corintios: “ya conocéis la gracia de nuestro Señor Jesucristo, que por amor a vosotros se hizo pobre, siendo rico, para que vosotros con su pobreza fueseis enriquecidos” (2 Corintios 8:9).  Este sí es dignamente “Dios del (o de los) cielo(s), pues por amor a nosotros dejó su riqueza celeste para ser pobre entre nosotros, y tras haber pagado nuestros pecados con su muerte, nos enriqueció con bendiciones celestes.  Es a este “Dios del (o de los) cielo(s) que debemos dar siempre gracias por su don inefable de salvación hacia nosotros.  El apóstol Pablo también tomó en cuenta este deber y se las enseñó a los Corintios diciéndoles: “Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo” (1 Corintios 15:57).  Por lo tanto, demos gracias a Dios porque él es “Dios del (o de los) cielo(s).

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   Además de las cuatro razones anteriores que dije compartirles, añadiré una razón más (porque como es evidente y fácil de percibir, este salmo tienen muchas más razones).  Entonces, la quinta razón propia de la naturaleza de Dios por la cual se le debe dar gracias, es:

V.- PORQUE ÉL ES DIOS MARAVILLOSO.

   Hablando acerca de quién debe recibir la alabanza o gratitud, el salmista dice que debe darse: “Al único que hace grandes maravillas” (v. 4a, RV60, NVI, DHH).  Y con estas palabras el salmista está refiriéndose a Dios y solamente a Él como digno de recibir la alabanza o gratitud de las personas.  La razón para ser agradecidos con este Dios único en su clase, es porque “hace grandes maravillas”.  El pueblo de Dios entendía por “grandes maravillas” toda acción realizada por Dios.  El mismo salmo enlista estas “grandes maravillas” cuando dice: que Dios “hizo los cielos con entendimiento” (v. 5a), “extendió la tierra sobre las aguas” (v. 6a), “hizo las grandes lumbreras” (v. 7a), “hirió a Egipto en sus primogénitos” (v. 10a) para librar a su pueblo de aquella nación, “sacó a Israel de en medio de ellos” (v. 11a), “dividió el Mar Rojo en partes” (v. 13a), “pastoreó a su pueblo por el desierto” (v. 16a), “hirió a grandes reyes” y “mato a reyes poderosos” (vv. 17a, 18a), y “dio la tierra de ellos en heredad […], en heredad a Israel su siervo” (vv. 21a, 22a), y “da alimento a todo ser viviente” (v. 25a).

   Nosotros en la actualidad, podemos decir que Dios también ha hecho “grandes maravillas” con nosotros.  ¿No es una grande maravilla que “Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros”? (Romanos 5:8).  Un antiguo canto dice: “Maravilloso es, maravilloso es, cuando pienso que Dios me ama a mí, a mí”. Si reflexionáramos acerca de qué maravilloso es el amor de Dios para con nosotros, deberíamos terminar profundamente agradecidos a Él. Tenemos que valorar su amor, para poder ser agradecidos.  Hermano Antonio, Dios ha sido bueno con usted durante todos estos 84 años de vida.  Estoy seguro que usted puede recordar muchas “grandes maravillas” de Dios en su vida. La mejor maravilla es que no solo le ha dado 84 años de vida terrenal, sino que le ha dado vida eterna por medio de Jesucristo.  Esa es una mejor razón para darle gracias a Dios.

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   CONCLUSIÓN: Amados oyentes que han venido a esta celebración de acción de gracias.  Nos unimos de todo corazón a la gratitud de Don Antonio, y sin duda que también de sus hijos(as), nietos, biznietos, y demás familiares.  Hoy ellos comparten su gratitud a Dios con nosotros, pero en otra ocasión usted puede compartir su gratitud a Dios.  Usted puede darle gracias a Dios aquí en el templo en un culto propiamente de acción de gracias como este culto, pero también puede hacerlo en su casa con su familia, e incluso puede hacerlo solito expresándole a Dios por medio de una oración cuán agradecido está usted con él.   Usted puede, adicionalmente compartir un refrigerio con sus invitados, pero si eso no es posible, no hay ningún problema.  Simplemente agradezca, y listo, no es ninguna obligación dar un refrigerio.  Dar un refrigerio es opcional.  Lo importantes del dar gracias a Dios es lo que el apóstol Pablo dijo a los Tesalonicenses a quienes les escribió lo siguiente: “Orad sin cesar.  /  Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús” (1 Tesalonicenses 5:17,18).  Se trata de que Dios escuche las palabras de usted, habiendo sido primeramente salvado por Cristo Jesús.

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[1] https://es.wikipedia.org/wiki/Tit%C3%A1n_(mitolog%C3%ADa)

[2] https://es.wikipedia.org/wiki/Dioses_ol%C3%ADmpicos Ver también: http://www.bibliotecapleyades.net/sitchin/planeta12/12planet_03.htm

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