¡TENGO SED!, Por: Diego Teh.

tengosed

¡TENGO SED!

Juan 19:28-29.

Predicado por primera vez por el Pbro. Diego Teh Reyes, en la congregación “Ebenezer” de la col. San José Tecoh, de Mérida Yuc; el día domingo 06 de Marzo del 2016, a las 18:30 horas, como parte de la serie: 7 MENSAJES DE LA CRUZ.

.Los caracteres griegos usados en esta página no aparecen como en el documento original.

   INTRODUCCIÓN: Nuestra historia de este momento, nos relata un breve episodio durante el tiempo que Jesús se encontraba colgado en la cruz del Calvario.  San Juan, nos lo relata diciendo: Después de esto (se refería a los acontecimientos relacionados con las primeras tres de sus palabras), sabiendo Jesús que ya todo estaba consumado, dijo, para que la Escritura se cumpliese: Tengo sed.  /  Y estaba allí una vasija llena de vinagre; entonces ellos empaparon en vinagre una esponja, y poniéndola en un hisopo, se la acercaron a la boca” (Juan 19:28-29).   La frase “Tengo sed” que en español consta de dos palabras, en el griego es una sola palabra: (dipso), la más corta de las 7 palabras.  Jesús pronuncia estas palabras como cumplimiento de dos profecías que se encuentran en el libro de los salmos.  La primera profecía en salmo dice: “Como un tiesto se secó mi vigor, y mi lengua se pegó a mi paladar, Y me has puesto en el polvo de la muerte” (Salmo 22:15).  Y la segunda profecía en salmo dice: “Me pusieron además hiel por comida, Y en mi sed me dieron a beber vinagre” (Salmo 69:21).  Habiéndose cumplido estas profecías en Jesús, y habiendo exclamado él tales palabras, tienen su significado en el ámbito de la gracia de Dios para el favor de la salvación de los elegidos de Dios.

   En este mensaje les voy a compartir lo que revela esta aparentemente insignificante y palabra común:  (dipso), que los griegos usaban para pedir agua.  /  ¿Qué revela la frase “Tengo sed” que pronunció Jesús estando colgado en la cruz del calvario?  /  En este mensaje les compartiré tres realidades que revela tales palabras de Jesús.

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   La primera realidad que revela las palabras de Jesús cuando en la cruz del Calvario, dijo: “Tengo sed” es que:

I.- EN ÉL ESTABA REPRESENTÁNDOSE NUESTRA HUMANIDAD.

   En una ocasión cuando los discípulos de Jesús le vieron caminando sobre el mar, ellos dijeron de él: “Es un espíritu (Mateo 14:26).  “Pero en seguida Jesús les habló, diciendo: ¡Tened ánimo; yo soy, no temáis!” (Mateo 14:27)  Con estas palabras Jesús les afirmaba que él no era un espíritu fantasmal sino un auténtico humano con un cuerpo como el de usted y el mío, a quien ellos habían conocido antes y con quien habían convivido por varios años.   Fue por eso que San Juan al narrarnos, como por ejemplo en Juan 4, los acontecimientos de un día típico de viaje de Jesús junto con sus discípulos, nos dice que: “Jesús, cansado del camino, se sentó así junto al pozo. Era como la hora sexta.  /   Vino una mujer de Samaria a sacar agua; y Jesús le dijo: Dame de beber” (Juan 4:6-7).  Era un auténtico ser humano que precisamente por ello dijo a la mujer samarita “Dame de beber”.

   Ahora, en la escena de la cruz, es el mismo ser humano que había sido crucificado.  Fue el cuerpo humano que estaba crucificado.  Aunque en él estaba la naturaleza divina, tal naturaleza no puede ser alcanzada por ningún material físico.  Además, Dios no necesita pagar nada, para que le crucificasen.  Es el ser humano Jesús que estaba representando a los seres humanos.  Al respecto dice el apóstol Pablo Por tanto, como el pecado entró en el mundo POR UN HOMBRE, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres, por cuanto todos pecaron.  /  Pues antes de la ley, había pecado en el mundo; pero donde no hay ley, no se inculpa de pecado.  /  No obstante, reinó la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la transgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir.  /  Pero el don no fue como la transgresión; porque si por la transgresión de aquel uno murieron los muchos, abundaron mucho más para los muchos la gracia y el don de Dios POR LA GRACIA DE UN HOMBRE, JESUCRISTO” (Romanos 5:12-15).

   Gracias a Dios que envió a Jesucristo, un hombre cuya santidad y perfección absoluta fue lo que hizo que su muerte en la cruz derramando la sangre de su cuerpo, fuese aceptable para que Dios perdone los pecados de cada uno de nosotros, y además nos diera el privilegio de tener entrada a su cielo eterno.  Nosotros no podíamos pagar nuestros pecados; no con nuestra propia muerte ni con nuestras buenas obras, porque ambas están contaminadas de pecado.

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   La segunda realidad que revela las palabras de Jesús cuando en la cruz del Calvario, dijo: “Tengo sed” es que:

II.- EN ÉL ESTABA COBRÁNDOSE NUESTRA CULPABILIDAD.

   Como dice el dicho: “El pez por su propia boca muere”.  En realidad eso es lo que ocurrió en nuestra condenación y en el pago de nuestros pecados.  Solamente que quien pagó por nuestros pecados, no fuimos nosotros mismos sino Jesucristo.

   Recordando la historia del inicio del pecado en el mundo, leemos en el libro de los Génesis que el pecado de Adán consistió en comer el fruto prohibido, obviamente con la boca y, por lo tanto, fue por su boca que inició el pecado que envenenó de muerte eterna a toda la humanidad.  San Pablo lo explica diciendo: “Como el pecado entró en el mundo por un hombre, y por el pecado la muerte, así la muerte pasó a todos los hombres” (Romanos 5:12).  Se puede decir que el pecado ni siquiera comenzó por los ojos, porque pudo verlo y decir no; ni siquiera comenzó con las manos, porque pudo bajar o recibir el fruto, y decir no; pero al utilizar su boca para comerlo, allí comenzó todo el problema de nuestra condenación eterna.  Y luego, todo el cuerpo fue minado por el pecado.

   El cobro de la pena por nuestro pecado en la persona de Jesús, consistió también en sufrir la sed que el peso del dolor por crucifixión se tiene que sentir.  Dios, castigó en la cruz a su propio Hijo, también por la boca que Adán utilizó para contaminarse de pecado.  Dios no impidió que su Hijo sintiera sed.  Es más permitió que probase la más amarga combinación de vinagre como dice San Juan, y quizá mezclada con hiel como dice el Salmo.  Al haber aceptado Dios como expiación la muerte de su Hijo Jesucristo, todos los pecados que proceden de la boca humana como las ofensas, insultos, groserías, etc… hallan perdón en el sacrificio de Jesucristo.

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   La tercera realidad que revela las palabras de Jesús cuando en la cruz del Calvario, dijo: “Tengo sed” es que:

III.- EN ÉL ESTABA ASEGURÁNDOSE NUESTRA SALVACIÓN.

   El Evangelio según San Lucas nos habla de un hombre que murió: “…Y fue sepultado.  /  Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno.  /  Entonces él, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí, y envía a Lázaro para que moje la punta de su dedo en agua, y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama” (Lucas 16:22d-24).

   Amados hermanos, si Jesús no hubiera sufrido la sed en la Cruz, cada uno de nosotros tendría que sufrir sed de agua en el Infierno como le sucediera al hombre rico al que Jesús se refirió en sus enseñanzas.  Tendríamos que clamar por agua que refresque nuestra lengua por el fuego del infierno, y estoy seguro que pediríamos a gritos no una punta de dedo mojado con agua sino toda el agua de los mares para refrescar todo nuestro cuerpo, pero esto no sería posible.  Cuando uno muere el cuerpo se queda en el cementerio, pero el espíritu del impío comienza a sufrir los suplicios del mismo infierno, pero al final de los tiempos, no solamente resucitarán los creyentes hijos de Dios para entrar al cielo de Jesucristo; sino que también resucitarán para condenación todos los impíos con un cuerpo físico que no se consumirá y que tendrá la propiedad de soportar las máximas temperaturas del infierno, lo que hacen que una persona clame por agua para mitigar su sed y ardor infernal.  Pero gracias a Dios que cobró en Jesucristo lo que deberíamos pagar nosotros aquí y/o en el mismo infierno.  Gracia a Jesús que aceptó dar su vida para pagar por nuestros pecados.  Su sed significó y sigue significando nuestro perdón y nuestra salvación eterna.

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   CONCLUSIÓN: Amados hermanos y oyentes en general, el sufrimiento expiatorio de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, fue la ira y justicia de Dios aplicada en el Hombre Jesucristo, quien gracias a la naturaleza divina que estaba en él fue hecho capaz y fuerte para asumir representarnos ante el inescapable juicio de Dios.  La sed por si sola de Jesús, por supuesto que no es el evento que por sí solo ganó nuestra salvación, sino todo el conjunto de padecimientos que le llevaron a la muerte satisfizo la justicia de Dios, y así Jesús ganó nuestra eterna salvación. Pero recordemos todos, que cada ofensa, cada golpe, cada clavo, y el mismo juicio de Dios que le causó la muerte expiatoria al grado de derramarse su sangre, fue por la cantidad, el peso, y la gravedad de nuestros pecados.  Estamos en grande deuda con este hombre-Divino, quien ejecutó su propia vida para que usted y yo no sufriéramos ni el más mínimo calor de las llamas del infierno, pues se puede decir que en su sed en la cruz fueron agotadas para nosotros las mismísimas llamas del infierno.  Jesús pagó nuestros pecados, Jesús ganó y aseguró nuestra eterna y gloriosa salvación.

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