CRISTO EJERCE SU AUTORIDAD MEDIANTE SU PALABRA
Varios textos.
Predicado por primera vez por el Pbro. Diego Teh Reyes, en la congregación “Luz de Vida” de la col. Bojorquez, de Mérida Yuc; el día domingo 13 de Marzo del 2016, a las 18:00 horas; como segundo sermón de la serie local “EL GOBIERNO EN LA IGLESIA”.
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INTRODUCCIÓN: En una ocasión cuando los judíos quisieron matar a Jesús porque decía “que Dios era su propio Padre, haciéndose igual a Dios” (Juan 5:18), Jesús ofreció sus explicaciones al respecto, y entre estas explicaciones añadió que “como el Padre tiene vida en sí mismo, así también ha dado al Hijo el tener vida en sí mismo; / y TAMBIÉN LE DIO AUTORIDAD DE HACER JUICIO,…” (Juan 5:26,27a). En otra ocasión, luego de su resurrección, cuando estaba a punto de irse de regreso al cielo, como fundamento de la gran comisión que encomendó a sus discípulos, les dijo: “Toda potestad (o sea, poder, autoridad, etc…) me es dada en el cielo y en la tierra” (Mateo 28:18).
En este mensaje, enfatizaré que la palabra de Jesús, palabra no propia sino procedente de Dios, es el medio que Jesús utilizó y en realidad sigue utilizando para ejercer su autoridad sobre todas las áreas de la vida. Su medio no fue la violencia, no fue las armas, no fue el chantaje, no fue la fuerza, sino siempre fue y ha sido hasta el día de hoy Su palabra, que finalmente es la palabra de Dios. / ¿Sobre qué áreas de la vida Jesús utiliza como medio su palabra como autoridad? / Específicamente en este mensaje les compartiré algunas de las áreas en las que Jesús utiliza la autoridad de su palabra.
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La primera área donde Jesús utiliza la autoridad de Su palabra es:
I.- SOBRE LAS ENFERMEDADES.
Durante el ministerio de Jesús, un centurión romano a quien se le enfermó uno de sus siervos, envió a pedir ayuda a Jesús, pero cuando Jesús estaba yendo a la casa de este hombre, envió a otros siervos a decirle a Jesús “Señor, no te molestes, pues no soy digno de que entres bajo mi techo; / por lo que ni aun me tuve por digno de venir a ti; pero DÍ LA PALABRA, Y MI SIERVO SERÁ SANO. / Porque también yo soy hombre puesto bajo autoridad, y tengo soldados bajo mis órdenes; y digo a éste: Vé, y va; y al otro: Ven, y viene; y a mi siervo: Haz esto, y lo hace. / Al oír esto, Jesús se maravilló de él, y volviéndose, dijo a la gente que le seguía: Os digo que ni aun en Israel he hallado tanta fe. / Y al regresar a casa los que habían sido enviados, hallaron sano al siervo que había estado enfermo” (Lucas 7:6b-10). En este mensaje no analizaremos la fe del centurión, pero observaremos que el centurión le dijo a Jesús “DÍ LA PALABRA, Y MI SIERVO SERÁ SANO”, y finalmente Jesús no tuvo que ir a la casa de aquel hombre, pero “al regresar a casa los que habían sido enviados, hallaron sano al siervo que había estado enfermo”. Jesús usó su autoridad mediante su palabra.
A un cojo de nacimiento bastó con decirle: “Levántate, toma tu lecho, y vete a tu casa. / Entonces él se levantó en seguida, y tomando su lecho, salió delante de todos, de manera que todos se asombraron, y glorificaron a Dios, diciendo: Nunca hemos visto tal cosa” (Marcos 2:11,12). Esto es autoridad mediante su palabra. No lo mandó al doctor, no lo mandó a que le hicieran una placa de rayos X, sino que por su palabra ordenó implícitamente a la enfermedad que se retirara de aquel cojo, y la enfermedad obedeció. Implícitamente ordenó al cuerpo del cojo que sus tendones y músculos fuesen corregidos, y eso sucedió. Su palabra fue autoridad que fue obedecida.
Amado hermano, en momentos de enfermedad, no debemos olvidar acudir a él en oración, pues Su palabra será determinante para nuestro restablecimiento. Acudir a él en oración en esos momentos de nuestra vida (aunque no debe ser solamente en esos momentos que acudamos a él), hace evidente que confiamos en la autoridad de Jesús sobre las enfermedades que una y otra vez se hacen presente desagradablemente en nuestra experiencia. No descuidemos tomarlo en cuenta en eso momentos desagradables de enfermedad. Pidamos a él que use la autoridad de su palabra para preservarnos la vida y la salud.
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La segunda área donde Jesús utiliza la autoridad de Su palabra es:
II.- SOBRE EL PECADO.
En la ocasión que Jesús sanó a un paralítico, antes del acto propio de la sanidad física, a los escribas que le criticaban y le llamaban blasfemos, les explicó: “Pues para que sepáis que el Hijo del Hombre tiene potestad (autoridad) en la tierra para perdonar pecados (dice entonces al paralítico): Levántate, toma tu cama, y vete a tu casa” (Mateo 9:6). Jesús utilizó el poder de su palabra no solamente para sanar sino también para perdonar pecados.
Durante su ministerio, Jesús otorgó y expresó el perdón de pecados de muchas personas. A una mujer sorprendida en infidelidad conyugal, quien según la ley debía ser apedreada como pago de su ofensa conyugal. Jesús luego de confrontar a los acusadores de aquella mujer, tuvieron que desistir de su acusación porque sus conciencias funcionaron bien en aquel momento, pues se habrán dado cuenta que ellos también eran de alguna manera merecedores de pena de muerte. Luego Jesús le dijo a aquella mujer: “Ni yo te condeno; vete, y no peques más” (Juan 8:11b). Jesús tenía toda la autoridad moral, e incluso divina para hacer valer sobre aquella mujer lo que la ley indicaba, sin embargo sus palabras fueron de perdón y de exhortación a no continuar en malos pasos.
También estando Jesús en la cruz, perdonó los pecados del ladrón arrepentido que se encontraba con él juntamente crucificado y a punto de morir, y le asegura a tal hombre que por la gracia del perdón no perderá el paraíso celestial al que se entra tras la muerte y una vida perdonada por la gracia de Dios. El hecho de asegurarle a aquel hombre arrepentido que ese mismo día estará con él en el paraíso, implicaba que Jesús le estaba al mismo tiempo dando por perdonados sus pecados. La palabra de Jesús expresa y asegura perdón a los pecadores que procedan con arrepentimiento.
Amado hermano u oyente, no es la palabra de ningún ministro del evangelio por más auténtico que este sea, no es mi palabra de pastor, lo que da a usted el perdón de pecados, sino la palabra, persona, y obra de Jesús. No es la liturgia de ninguna denominación o iglesia local en particular la que asegura el perdón de pecados, sino Jesús quien por medio de Su palabra asegura que hay perdón. Por eso después de nuestras oraciones de confesión durante el culto, no es la opinión de una persona la que afirma el perdón de Dios, sino se lee o recita públicamente lo que las Sagradas Escrituras dice, porque son las palabras de Dios las que confirman nuestro perdón.
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La tercera área donde Jesús utiliza la autoridad de Su palabra es:
III.- SOBRE LOS MUERTOS.
En el ámbito de la vida y de la muerte, la autoridad de Jesús también aplica por medio de su palabra, y tanto la vida como la muerte le obedecen. A una niña de doce años que había fallecido bastó con decirle: “Talita cumi; que traducido es: Niña, a ti te digo, levántate. / Y luego la niña se levantó y andaba, pues tenía doce años. Y se espantaron grandemente” (Marcos 5:41,42); y a uno de los amigos de Jesús llamado Lázaro quien llevaba varios días de haber sido sepultado, bastó con llamarle por su nombre diciéndole: “¡Lázaro, ven fuera! / Y el que había muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario” (Juan 11:43b-44a).
Será el mismo poder de su palabra que se utilizará el día cuando regrese “por los vivos y por los muertos”. El apóstol Pablo describió brevemente a los Tesalonicenses un aspecto de cómo será su venida. Lo relata de la siguiente manera: “Porque el Señor mismo con voz de mando, con voz de arcángel, y con trompeta de Dios, descenderá del cielo; y los muertos en Cristo resucitarán primero” (1 Tesalonicenses 4:16). Al respecto de la resurrección del fin de los tiempos, no se dará por el sonido de la trompeta de Dios mencionada por San Pablo, sino que será el poder de la palabra de Jesús lo que producirá el efecto de la resurrección de los muertos. Será su “voz de mando”, será su “voz de arcángel”. En lo personal creo que la citada “trompeta de Dios” representa una celebración triunfal de Jesucristo, y una invitación a un júbilo universal eterno que jamás ha existido, en el cual se encontrarán involucrados los seres humanos que fueron siempre mortales, pero ya no lo serán más. Pero la voz o palabra de Jesús, será obedecida por la misma muerte. La voz de Jesús será obedecida aún por los restos mortales que yacen en las tumbas de todo el planeta para convertirse de nuevo en cuerpos dignos de entrar a la dimensión celestial de la eternidad.
Amados hermanos, no debemos tener temor a la muerte. No es el final de nuestra existencia. Cuando Dios creó al ser humano fue para que viva para siempre. Desde que un embrión comienza a tener vida desde el principio de nuestra formación, la vida ha comenzado para no tener nunca un final. Solamente por la consecuencia del pecado, el cuerpo humano ha tenido un límite de tiempo y tiene que regresar al polvo de donde fue tomado, pero nuestra vida real establecida en nuestro espíritu sigue vivo, y sin necesidad de cuerpo el que es creyente es recibido por Dios en la eternidad. No somos solamente trasladados a otra dimensión dentro del mismo tiempo, sino directamente con Dios. No es ningún problema pasar por la experiencia de la muerte, que lejos de ser solamente un castigo por el pecado, es en realidad un proceso temporal para recuperar el estado original en el que Dios creó al ser humano. Finalmente, somos liberados de nuestro cuerpo de pecado, solamente de manera temporal, mientras llega el día de la resurrección establecido por Dios, cuando será por la voz de Jesús que los creyentes recibiremos nuevamente el cuerpo que antes tuvimos, cuerpo que será nuevamente hecho perfecto como lo fue desde el principio cuando Dios hizo al ser humano. Nuestra esperanza es Jesús. Su palabra es nuestra esperanza tanto en la vida como en la muerte y en la resurrección.
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La cuarta área donde Jesús utiliza la autoridad de Su palabra es:
IV.- SOBRE LA NATURALEZA.
En otra ocasión durante el ministerio de Jesús, mientras viajaban a través del mar de Galilea, “se levantó una gran tempestad de viento, y echaba las olas en la barca, de tal manera que ya se anegaba” (Marcos 4:37). La acción de Jesús fue que “reprendió al viento, y dijo al mar: Calla, enmudece. Y cesó el viento, y se hizo grande bonanza” (Marcos 4:39). Ejerció su autoridad hacia la naturaleza solamente con usar el poder de su palabra.
San Juan hablando de Jesús como el Verbo eterno, dice que “todas las cosas por él fueron hechas, y sin él nada de lo que ha sido hecho, fue hecho” (Juan 1:3). El autor de la epístola a los Hebreos explicando que Dios en tiempos posteriores habló a los hebreos por medio de su Hijo, dice de él (de Jesús) que él es: “quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder” (Hebreos 1:3). Esto va mucho más allá de solo calmar la fuerza del viento, o si bien quisiera hace aumentar su fuerza. Va mucho más allá de calmar las olas del mar, sino que aún puede hacerla más bravas. Es claro que Jesús no solamente fue Creador junto con el Padre y el Espíritu de Dios, sino que junto con el Padre y el Espíritu Santo, Jesús sigue sustentando “TODAS LAS COSAS”. Aunque lo que ocurre en la naturaleza funciona conforme a leyes físicas establecidas, la causa primaria de su existencia, comportamiento, y todo los ciclos ordinarios y propios de cada elemento de la naturaleza, dependen de “la palabra de su poder” (de Jesús), hasta el día de hoy, no solamente antes y durante la época de los apóstoles. Toda la naturaleza está sujeta en obediencia a la autoridad de la palabra de Jesús.
Amados hermanos, frecuentemente escuchamos los desastres naturales que ocurren en algún lugar del planeta, incluso en regiones de nuestro sistema solar, y en resto de nuestra galaxia: La vía láctea, y hasta del universo. Pareciera que Dios es quien quisiera hacernos maldad, pero Dios no ordena tales desastres, porque dondequiera que hay desorden, su función es poner orden (cf. Génesis 1:1ss). Aunque Él permite que el mal y todo su ejército haga de las suyas, lo permite para finalmente demostrar que Él tiene poder supremo sobre la naturaleza y aún sobre todo poder malvado. Finalmente, Dios se glorifica en su poder. Pero, en todo este proceso, Jesús no está fuera. Jesús tiene toda potestad sobre cualquier parte del planeta tierra, de la galaxia, del universo, del infinito, e incluso del mismo cielo eterno que está fuera de los alcances infinitos de la creación.
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La quinta área donde Jesús utiliza la autoridad de Su palabra es:
V.- SOBRE LA IGLESIA.
En la iglesia universal y en consecuencia en toda iglesia local, dice el apóstol Pablo acerca de Cristo que “él es la cabeza del cuerpo que es la iglesia” (Colosenses 1:18). Aquí, “cabeza” quiere decir “autoridad”. Cristo es la autoridad máxima de la iglesia, y si es la autoridad de la iglesia, y si ejerce su autoridad por medio de su palabra, entonces debe ser obedecido en todo, para lo cual tenemos como guía o regla de fe y práctica precisamente la revelación de Su palabra.
Cristo como Profeta de Dios ejecuta este oficio “revelándonos por su Palabra y Espíritu, la voluntad de Dios para nuestra salvación”[1], lo cual toda la iglesia local tenemos el privilegio de conocer a través de las Sagradas Escrituras en las que se encuentra consignada su palabra. Además Cristo como Rey divino ejecuta este oficio “sujetándonos a sí mismo, rigiendo y defendiéndonos, y restringiendo y venciendo a todos sus enemigos y los nuestros”[2], pero es por medio de Su palabra que nos enseña cómo debemos dejarnos sujetar a él, cómo nos rige en nuestra vida espiritual y práctica, etc… No es el resultado de nuestra imaginación, no son nuestras conclusiones personales influenciadas por las circunstancias de nuestro entorno, sino que es por la palabra de Jesús ahora consignada en las Sagradas Escrituras, que somos sujetos a él.
Amados hermanos que formamos parte tanto de la iglesia universal como de la iglesia local de nuestro Señor Jesucristo, si entre su iglesia surge un conflicto entre dos o más personas o grupos, estamos obligados a obedecer la palabra de Jesús que nos indica que cuando surgen conflictos, primero hay que proceder a la reconciliación no importando si uno mismo es el agraviado, pero también el ofensor debe hacer su parte para solucionar el conflicto que se dio por su culpa; porque Jesús dijo: “…si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. […]. Porque donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (cf. Mateo 18:15,20).
Y para cualquier aspecto de la vida personal o colectiva de los miembros de la iglesia, siempre hay que seguir las instrucciones de la palabra de Jesús. Por ejemplo, para llevar una vida santa delante de Dios, Jesús no omitió enseñar “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto” (Mateo 5:48). La santidad práctica de los creyentes se da por obediencia a estas palabras de Jesús.
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CONCLUSIÓN: Amados hermanos, en pocas palabras y en conclusión, cada creyente de esta amada congregación o iglesia local de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, debemos también obedecer las palabras de Jesús que son palabras de autoridad para la iglesia. Tengo que aclarar que he utilizado la expresión “palabras de Jesús como si limitase como aceptable solamente una porción de las Sagradas Escrituras, como los evangelios donde textualmente se registran las palabras de Jesús, sin embargo como dijera el apóstol Pablo, “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, / a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:16,17). En un sentido, dado que Jesús es Dios, y toda la Escritura es revelación de Dios, entonces cuando me refiero a la palabra de Jesús, me refiero no solamente al texto de los evangelios, sino a la totalidad de las Sagradas Escrituras que deben ser nuestra regla de fe y práctica. Las Sagradas Escrituras son las palabras de Dios que debemos obedecer para dejar que Dios sea quien gobierne todas las áreas de nuestra vida.
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[1] Catecismo Menor de Westminster, respuesta de la pregunta 24, ¿Cómo ejecuta Cristo el oficio de Profeta?
[2] Catecismo Menor de Westminster, respuesta de la pregunta 26, ¿Cómo ejecuta Cristo el oficio de Rey?
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