CREER EN EL DIOS TRINO, Por: Diego Teh.

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CREER EN EL DIOS TRINO

Varios textos.

Compartido por primera vez por el Pbro. Diego Teh Reyes, en la sociedad femenil “Dorcas” de la iglesia “El Divino Salvador”, de Mérida, Yuc; el día martes 15 de Marzo del 2016, a las 17:00 horas, en su reunión semanal.

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   INTRODUCCIÓN: No es fácil exponer la doctrina de la Santísima Trinidad, puesto que no tenemos tres Dioses sino solo uno.  Moisés el caudillo, libertador, y profeta de los israelitas les exhortó a creer que “Jehová nuestro Dios, Jehová uno es” (Deuteronomio 6:4).  Estas palabras fueron dichas a los israelitas que durante  cuatro siglos en Egipto conocieron una multitud de dioses (que en realidad no lo eran), por lo que ahora tenían que saber que Jehová no era uno más de aquellos dioses, sino era el único Dios.   En el Nuevo Testamento, también Jesús por su parte la noche de su aprehensión por los soldados romanos, mientras oraba en el Getsemaní, enfatiza esta unicidad de Dios, diciéndole a Su Padre: “Y esta es la vida eterna: que te conozcan a ti, el único Dios verdadero, y a Jesucristo, a quien has enviado” (Juan 17:3).  Al afirmarle a Su Padre que Él (su Padre) es “el único Dios verdadero”, aparentemente como que está diciendo que él (Jesús) no puede ser Dios juntamente con Su Padre; pero lo único que está enfatizando es que solo hay un Dios, no dos.   Por su parte el apóstol Pablo cuando les escribe a los Corintios que solían creer en muchos falsos dioses, les enseña que: “…no hay más que un Dios.  /  Pues aunque haya algunos que se llamen dioses, sea en el cielo, o en la tierra (como hay muchos dioses y muchos señores),  /  para nosotros, sin embargo, sólo hay un Dios (1 Corintios 8:4-6a); y cuando les escribe a los Gálatas, hablándoles acerca del alcance de la gracia del mediador enfatiza también que “Y el mediador no lo es de uno solo; pero Dios es uno” (Gálatas 3:20); y a su amado discípulo Timoteo también le explicó que “hay un solo Dios” (1 Timoteo 2:5).  Esto es tan cierto, pues ni siquiera hay ni tenemos dos dioses, mucho menos tres dioses.

   Sin embargo, las Sagradas Escrituras cuando nos presenta a Dios, nos lo presenta existiendo en distintas personas denominadas: el Padre, el Hijo, y el Espíritu Santo; aclaro: no como tres dioses, ni como un solo Dios que cumple tres funciones diferentes, sino como un solo Dios conformado por tres personas distintas. Jesús que es evidentemente distinto al Padre, afirmaba en sus enseñanzas: “Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30).  Y de la misma manera también nos damos cuenta de que el Espíritu Santo es diferente al Padre y al Hijo, pero que también pertenece sustancialmente a la misma unidad trina.   Cualquier intento de explicar esta doctrina de la Trinidad siempre será valioso, sin embargo, siempre será insuficiente, y alguna interpretación pudiera resultar hasta impreciso porque lo único que podemos decir acerca de Dios y sus tres personas que lo conforman es únicamente lo que tenemos en la revelación de Su palabra; pero mucho de lo que quisiéramos saber acerca de su Trinidad, no tenemos una revelación al respecto.

   En esta exposición no pretendo explicar todo sino solo en parte acerca de lo propio de la Santísima Trinidad, ni presentaré información acerca del desarrollo histórico y/o teológico acerca de esta doctrina, sino más bien les presentaré algunas aplicaciones prácticas o devocionales acerca de lo que deberíamos hacer para evidenciar que de verdad creemos en el Dios Trino.  /  ¿Qué evidencias prácticas debemos manifestar si creemos en el Dios Trino?  /  En esta exposición, voy a compartirles algunas evidencias prácticas.

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   La primera evidencia práctica de que creemos en el Dios Trino, es:

I.- ACEPTA EL BAUTISMO TRINITARIO.

   La práctica del bautizo en realidad no comienza con el mandato de Jesús, sino que años atrás, por ejemplo Juan el Bautista ya bautizaba con agua, en el que incluso Jesús no solamente aceptó ser bautizado sino que el pidió ser bautizado.  Obviamente su bautismo fue una seña pública del inicio de su ministerio.  No hablaré de los modos del bautismo que históricamente ha sido controversial, que si es por inmersión, que si es por efusión, que si es por aspersión, etc…, aunque ya es sabido por ustedes que como iglesia usamos los modos de aspersión y efusión.  Lo que enfatizaré en este punto es que el bautismo se aplica con la fórmula trinitaria.  Fue Jesús quien instituyó que los discípulos cuando fuesen bautizados lo reciban “en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mateo 28:19c).  Él mismo en su bautismo experimentó la experiencia de la Trinidad, siendo él quien recibe el bautismo, siendo el Padre quien manifiesta su complacencia en su Hijo quien recibe el bautismo que lo inicia en el sagrado ministerio de la proclamación del reino de Dios, y siendo el Espíritu de Dios quien descendió como paloma sobre él (cf. Mateo 3:16,17).

   El presbiteriano reverendo Carlos Mario Marín O, con respecto a la fórmula trinitaria para aplicar el bautismo, explica que “no depende del sonido fonético de las palabras, el cual es diferente en cada idioma, sino del sentido. La fórmula trinitaria debe, en consecuencia, concedida y confesionalmente, ser también tomada en el sentido trinitario. Repetir las palabras pero negando que su sentido y significado se refieren al Dios trino y uno como hacen los anti-trinitarios, hace invalido el bautismo”[1].  Probablemente entre nosotros haya algún influenciado por el unitarismo que siempre creyó que es suficiente bautizarse solamente en el nombre de Jesús, como al parecer sugiere el apóstol Pedro cuando dijo: “…Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo…” (Hechos 2:38).   Su bautizo unitario podría ser válido si entiende que Jesucristo es uno solo con el Padre y con el Espíritu Santo, y que al haberlo recibido en el nombre de uno solo, implica que se incluye a las tres personas indicadas en la institución de Jesús con respecto al bautismo; pero si quien lo recibe y/o quien lo aplica lo hace en negación de que Dios es trino, entonces tal nombre no representó la Persona y el Nombre Trino ordenado por Jesús para hacer válido el bautismo.   Igualmente si alguien recibe el bautismo aunque “en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mateo 28:19c), pero en su convicción no acepta que Dios es trino, aunque la intención del ministro sea válida, y aunque se haya expresado la fórmula correcta, para tal persona no tiene validez porque nada puede ser válido para alguien que no está dispuesto a aceptar algo como cierto, pues su incredulidad invalida para sí el sacramento que se le intentó comunicar.   Por eso es necesario que desde el momento que creemos en el santo evangelio de Jesucristo, y seamos instruidos en el conocimiento de Dios, debemos estar dispuestos a recibir el bautismo cristiano, “en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo”, como instituyó Jesús, y así entonces comenzamos bien creyendo en el Dios Trino.   Es necesario que comencemos nuestra carrera de fe, aceptando creer que Dios es Trino.

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   La segunda evidencia práctica de que creemos en el Dios Trino, es:

II.- PARTICIPA DE LA CENA DEL SEÑOR.

   Con respecto a la Cena de Pascua celebrada por Jesús con sus discípulos, San Lucas solo dice que Jesús dio gracias por ambos elementos, obviamente él no fue testigo presencial de los hechos, sino que escribió su historia basado en la investigación; y San Juan no describe el desarrollo de la cena, sino solamente describe lo que ocurrió con Judas durante la cena.   Pero San Mateo escribió que “mientras comían, tomó Jesús el pan, y BENDIJO, y lo partió, y dio a sus discípulos, y dijo: Tomad, comed; esto es mi cuerpo.  /  Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio, diciendo: Bebed de ella todos” (Mateo 26:26,27).  San Marcos nos dice exactamente lo mismo de aquella ocasión: Y mientras comían, Jesús tomó pan y BENDIJO, y lo partió y les dio, diciendo: Tomad, esto es mi cuerpo.  /  Y tomando la copa, y habiendo dado gracias, les dio; y bebieron de ella todos.  /  Y les dijo: Esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada”  (Marcos 14:22-24).  Al respecto,  solo voy a hacer la observación de que la palabra “BENDIJO” usada tanto por Mateo como por Marcos, no quiere decir que Jesús hizo una oración y eso hay sido la bendición sacramental, sino que Jesús debió haber bendecido el pan “en el nombre del Padre, y del Espíritu Santo”, o por lo menos en el nombre del Padre, y puesto que el pan que estaba bendiciendo le llamó “esto es mi cuerpo”; en ello debe entenderse que el sacramento de la cena del Señor, es una representación de la Santísima Trinidad.  No puede haber sacramento, sea el bautismo o la santa cena, si no hay Santísima Trinidad.

   Cuando en el culto participamos del sacramento de la cena, estamos proclamando con ello que creemos en el Dios Trino, presente real y espiritualmente.

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   La tercera evidencia práctica de que creemos en el Dios Trino, es:

III.- ORA EN EL NOMBRE DE JESÚS.

   En realidad toda oración es trinitaria.  Cuando se ora a Dios, la persona a quien debe ser dirigida la oración es al Padre, tal como el mismo Jesús enseñó a orar a sus discípulos diciéndoles: “Vosotros, pues, oraréis así: Padre nuestro…” (Mateo 6:9).  El Padre es a quien se debe dirigir la oración.  Aunque a través de las Sagradas Escrituras sabemos de otros nombres con los que podemos dirigirnos a Dios, esencialmente es con el nombre de Padre con el que le invocamos. Pero ya sea que le llames Jireh (Génesis 22:14), Rafá (Éxodo 15:26), Nisi (Éxodo 17:15), Shalom (Jueces 6:24), Raah (Salmo 23:1), Tsidkenú (Jeremías 23:6), o Shammah (Ezequiel 48:37); o le llames con palabras de los salmos como mi roca, mi escudo, mi fortaleza, mi alto refugio, etc… es al Padre a quien uno se dirige con tales palabras.

  Sin embargo, ¿quién se siente tan digno de acercarse a Dios de manera directa aunque sea por medio de la oración?  Jesús enseñó que si alguien quiere acercarse al Padre por sí solo, eso no es posible ni aceptable aunque lo intente.  Jesús dijo: nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6b), no solamente en el sentido de ir al Padre hacia la eternidad, sino también en el sentido de acercarse al Padre aun por medio de la oración.  El apóstol que escribió a los Hebreos, hablándoles de Jesús como sumo sacerdote les dice: Por tanto, teniendo un gran sumo sacerdote que traspasó los cielos, Jesús el Hijo de Dios, retengamos nuestra profesión.  /  Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras debilidades, sino uno que fue tentado en todo según nuestra semejanza, pero sin pecado.  /  Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro” (Hebreos 4:14-16). Las palabras de este apóstol, indican que es por Jesús en su calidad de nuestro actual sumo sacerdote que podemos acercarnos confiadamente a Dios.  Es por eso que nuestras oraciones deben concluir usando la expresión “en el nombre de Jesús”.  En ocasiones escucho a hermanos que concluyen su oración sin decirle a Dios que nos acercamos a Dios “en el nombre de Jesús”, ¡no debe ser así!

   Por otra parte, ¿quién se considera tan capacitado para estar en oración con Dios? ¿Quién considera que nació destinado con la virtud de orar a Dios a pesar de cualquier circunstancia? Creo que ninguno de nosotros, antes bien, el pecado cierra el paso para nuestra comunicación con Dios.  El apóstol Pablo explicándole a los romanos las diversas acciones del Espíritu Santo para con los creyentes tanto en el presente como en el día del regreso de Jesucristo, les dice: de igual manera el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles” (Romanos 8:26).  Si alguien puede dirigirse en oración al Padre, es porque primeramente ha intervenido en nuestra naturaleza el poder del Espíritu (dos veces se menciona la palabra Espíritu en este texto, con “E” mayúscula, refiriéndose con ello al Espíritu Santo).

   Si la oración es la obra del Espíritu Santo, por ese hecho ya tenemos a una primera persona de la divinidad.  Al dirigirla al Padre, por ese hecho ya tenemos a otra persona de la divinidad incluida.  Y si concluimos firmando nuestra oración no con nuestra propia firma o identidad personal sino “en el nombre de Jesús”, así queda completa la participación de las tres personas de la divinidad en la oración.  No hacerlo en el nombre de Jesús, aun habiéndose dirigido al Padre, y aun habiendo sido el Espíritu Santo quien nos haya impulsado a orar, al no incluir a Jesús estaríamos intencionalmente negando la trinidad al orar.  Así que si alguna vez usted escucha que en una oración no se concluyó el nombre de Jesús, no dude usted en decir “en el nombre de Jesús” antes de decir: Amén.   Por eso dije antes, que una evidencia práctica de que creemos en el Dios Trino, es: ORA EN EL NOMBRE DE JESÚS.   En otras palabras, practicar la oración correctamente es creer en el Dios Trino.

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   La cuarta evidencia práctica de que creemos en el Dios Trino, es:

IV.-  REÚNETE CON LA IGLESIA.

   En su epístola a los Efesios, el apóstol Pablo les enseña que: “Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador” (Efesios 5:23).  El hecho de que la iglesia sea el cuerpo de Cristo, indica que la iglesia no es una simple organización o asociación religiosa.   Tertuliano (160-220 d.C), teólogo del siglo II, decía de la iglesia que era la corporización de la Trinidad, y enseñaba “Pues allí donde hay tres, es decir, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo, allí está la Iglesia, que es el cuerpo de los tres”[2].  Existe entre la Iglesia y Cristo una asociación con la Santísima Trinidad, así que bien se puede decir que reunirse con la iglesia es al mismo tiempo creer en el Dios Trino.

   Reunirse con la iglesia en la adoración, en el estudio de la palabra, en los ensayos del coro, en cualquier otra reunión con los que son propios de la iglesia de Dios, es una manifestación de que creemos en el Dios Trino, quien en sus tres personas planearon y formaron la iglesia desde la eternidad hasta el transcurrir de los siglos temporales.  En las Sagradas Escrituras se nos describe que Dios el Padre es quien eligió a los que serían salvos y en consecuencia formarían parte de su iglesia; que Jesucristo su Hijo fue quien murió por aquellos a quienes eligió el Padre, para asegurar que absolutamente todos ellos sean eficazmente salvos e integrados a dicha iglesia; y el Espíritu Santo es quien aplica en el corazón de los elegidos la eficacia de la expiación de Jesús para convencerlos a abrazar la fe en el evangelio, ser salvos, y así ser parte de su única iglesia.  La santa iglesia es obra de la Santísima Trinidad, y reunirse en ella con sus demás integrantes significa creer en el Dios Trino.

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   La quinta evidencia práctica de que creemos en el Dios Trino, es:

V.- RECIBE LA BENDICIÓN PASTORAL.

   Se le llama bendición pastoral porque quien la expresa a los creyentes es el pastor; se le llama bendición apostólica porque quien la expresa no la obtiene de su propio invento sino que la toma de las palabras de bendición escrita por los apóstoles en sus epístolas.   Esta bendición pastoral o apostólica aunque no necesariamente tiene que mencionar a las tres personas de la Trinidad, porque siendo los tres uno solo e indivisibles en su sustancia, el mencionar a una de sus personas, en realidad implica mencionar a los tres; sin embargo se ha tenido por buena práctica expresar la bendición que menciona a las tres personas de la divinidad.  La bendición más preferida es la que Pablo utiliza al final de su segunda epístola a los Corintios donde utiliza la fórmula trinitaria diciendo: “La gracia del Señor Jesucristo, el amor de Dios, y la comunión del Espíritu Santo sean con todos vosotros. Amén” (2 Corintios 13:14).  Sin embargo, creo que no carece de falta de bendición cuando en su primera epístola a los Corintios, les bendice únicamente con el nombre de Jesucristo, diciéndoles: “La gracia del Señor Jesucristo esté con vosotros” (1 Corintios 16:23), y es más, añade un tinte personal, que nada tiene que ver con la Santísima Trinidad, diciéndoles: “Mi amor en Cristo Jesús esté con todos vosotros. Amén” (1 Corintios 16:24).  El hecho de no mencionar a las tres personas de la Santísima Trinidad no deja insuficiente a la bendición, pues su sentido siempre ha de ser trinitario debido a que con solo mencionar a una de tales personas, implica a las tres, pues las tres son indivisibles entre sí; pero tiene que ser creído y aceptado así.

   Por supuesto que en las Sagradas Escrituras de otros apóstoles como Santiago, Pedro, Juan, Judas, etc… hay bendiciones que pueden ser usadas tanto en cultos públicos como en conversaciones personales, aunque no necesariamente citen textualmente cada uno de los tres nombres de la Santísima Trinidad.  Por ejemplo, las bendiciones usadas por las sociedades femeniles, que literalmente cita el Salmo 90:17 que dice: “Sea la luz de Jehová nuestro Dios sobre nosotros, y la obra de nuestras manos confirma sobre nosotros; sí, la obra de nuestras manos confirma”, aunque solo menciona a Jehová como Dios, es apropiada como bendición porque en el mismo nombre están incluidos indivisiblemente, los tres.  Lo mismo es verdad cuando las sociedades de esfuerzo cristiano utilizan como bendición Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús” (Filipenses 4:7).

   Pero, el detalle que quiero hacer notar es que por lo general, en la iglesia la bendición pastoral o apostólica se da al final del culto, y hay personas que por una u otra razón por lo general no justificable, se sale de los cultos congregacionales, de esfuerzo cristiano, o femenil, justo cuando se está haciendo la oración final que precede a la bendición.  Hacer eso, prácticamente es manifestar no con palabras pero sí con actitudes de que no se cree, ni se ama, ni se espera en el Dios Trino que es a quien se invoca sobre los fieles en ese momento.  La bendición pastoral o apostólica no es menos importante que el propio sermón que los ancianos o pastores compartimos al pueblo de Dios; sino que es igual de importante que los demás elementos del culto.  Invocar la presencia, el amor, la gracia, y la comunión del Dios Trino sobre los fieles presentes y aún sobre sus familias no es solamente un rito de la iglesia, sino que es invocar el nombre Todopoderoso que aplica poderosos efectos en la vida de quienes el nombre es invocado.

  ¿Se acuerdan de la ocasión que David enfrentó al gigante Goliat?  Su mejor arma, en realidad no fue la honda ni la piedra que puso en su honda sino el haber invocado sobre sí mismo el nombre de Dios.  El profeta Samuel quien escribió aquella historia dice al respecto: “Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado” (1 Samuel 17:45).  El final ya lo sabemos.  Venció al gigante.  Tuvo poder para la victoria no por su sobrada experiencia en usar la honda, en matar leones, osos, y otras fieras, sino por haber invocado el nombre de Dios sobre sí.  Y en el caso de la bendición pastoral es lo mismo que se invoca sobre los creyentes, no es una fórmula insípida, sino la invocación de la presencia poderosa de Dios para enfrentar la vida cotidiana con una constante victoria espiritual; por lo tanto debe desearse, y si en el culto está reservado hasta el final, debe esperarse y ser recibida con reverencia, pues implica la invocación de la presencia y poder de nada menos que de Dios para enfrentar las adversidades de la vida diaria.

   Por eso digo, que una evidencia práctica de que creemos en el Dios Trino es no menospreciar la bendición pastoral, sino recibirla.  Y un buen hábito que debemos cultivar es esperar que cada culto llegue a su fin, y no salirse del culto si no se ha recibido la bendición pastoral o apostólica.

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    CONCLUSIÓN: Amadas hermanas, recibir el sacramento del bautismo, y participar frecuente y sistemáticamente del sacramento de la Santa Cena, evidencia de manera práctica que uno cree en el Dios Trino, porque en cada uno de tales actos sacramentales, la Santísima Trinidad está presente.  Igualmente el echar mano de los medios de gracia establecidos por Dios para edificación de nuestra vida espiritual y conservación de nuestra fe, evidencian nuestro creer en el Dios Trino, porque en cada uno de ellos, Dios por medio de sus tres personas está presente ya sea por invocación, o por inmanencia, o por trascendencia.

   Aclaro que todo lo antes dicho no son las únicas experiencias prácticas con las que tenemos privilegio de encontrarnos con la Santísima Trinidad.  Hay otras maneras prácticas y medios de gracia para acercarnos al Dios Trino, y así demostrar que creemos en un solo Dios en tres personas.

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[1] http://www.iglesiareformada.com/Marin_Bautismo_I.html

[2] Tertuliano, De Baptismo, VI.2 (CCL I.282)

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