PREPARÉMONOS COMO JESÚS, Por: Diego Teh.

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PREPARÉMONOS COMO JESÚS

Varios textos.

Predicado por primera vez por el Pbro. Diego Teh Reyes, en la congregación “Dios está aquí” de la Hda. Lepán, de Tecoh, Yuc; el día sábado 19 de Marzo del 2016, a las 19:00 horas.

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   INTRODUCCIÓN: Esta mañana recibí una noticia acerca de un consiervo pastor que llegó al seminario cuando yo estaba terminando mis estudios. Dedicó por lo menos 4 años al estudio de la teología, luego le llevó por lo menos otros 3 años hasta su ordenación.  Tras su graduación, y luego su ordenación, todo pareciera que le quedaban hasta 50 años por delante para desempeñar el ministerio pastoral.  Pero no fue así, hoy fue llamado a presentarse delante de su Salvador y Señor Jesucristo.  No estoy seguro si sirvió por lo menos unos 15 años como ministro ordenado[1].  Nunca podemos saber cuánto tiempo podemos dedicar al llamado que Dios ha dado a cada uno de nosotros en cualquier servicio al que nos haya llamado.  En mi caso, por diversas situaciones, fueron 8 los años que me llevó mi preparación teológica inicial; luego otros dos para concluir mi preparatoria como condición para poder recibir la ordenación al pastorado.  Actualmente llevo 12 años de haber sido ordenado al pastorado.  Otros consiervos llevan más, otros menos años, y creo que a todos nos gustaría llegar a los 65 años de edad y comenzar a gozar los beneficios de la jubilación o retiro, pero Dios nos podría llamar antes a un privilegio mejor que la jubilación, a estar con Cristo para la eternidad.  Nadie sabe cuánto tiempo más viviremos, pero lo que es cierto es que cualquiera que sea el ministerio al que Dios nos llama, ya sea como oficiales o como miembros de la iglesia, pero mientras seamos creyentes en Jesucristo, es necesario prepararnos para realizar nuestro ministerio de manera apropiada.

   En el caso de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, no fue la excepción.  Aun siendo el Hijo de Dios, también tuvo que prepararse para su ministerio.  En su época para entrar al ministerio se debería contar con 30 años de edad, y Jesús comenzó su ministerio a sus 30 años de edad, y ni siquiera fue un ministerio de 30 años, ni de 20, ni de 10, y ni siquiera de 5 años, como el tiempo que dura los llamamientos pastorales en la INPM.   Solamente tardó un aproximado de 3 años y medio, pero aun así tuvo que prepararse.  Aun si su ministerio hubiese durado solamente dos años o hasta de solamente un año como suelen ser los períodos de trabajo de las directivas de algunos cuerpos eclesiásticos, organizaciones de las iglesias locales, y hasta de las congregaciones, Jesús se hubiese preparado para ello.  No puede haber ministerio si uno no se toma un tiempo para prepararse.

   En este mensaje les voy a compartir, que sin importar cuánto tiempo va a durar el ministerio que Dios nos confía, tenemos que prepararnos como Jesús para realizar nuestro ministerio personal.  /  ¿Qué debemos hacer para prepararnos como Jesús para desempeñar nuestro ministerio?  /  A través de diversos textos del santo evangelio que describen la preparación de Jesús, les compartiré algunas responsabilidades que debemos asumir para prepararnos como Jesús con respecto al ministerio con el cual servimos a Dios.

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   La primera responsabilidad que debemos asumir para prepararnos como Jesús con respecto al ministerio, es:

I.- CONOCER BIEN LA PALABRA DE DIOS.

   Uno de los primeros aspectos de la preparación de Jesús, es con relación al aprendizaje de la palabra de Dios.  Eso no se dio cuando comenzó su ministerio a los 30 años, sino desde su niñez.  Una primera información que tenemos al respecto de su preparación en cuanto al aprendizaje de la palabra de Dios, es cuando a su edad de 12 años tuvo la oportunidad de ser llevado por José y María de Nazarete de Galilea a Jerusalén de Judá, y a esa edad entrar al único templo de Dios en todo el país (pues no se podía entrar en aquel templo antes de los doce años).  Quizá recuerden la historia de que sus padres terrenales confiados de que Jesús andaba entre los parientes que viajaban de regreso a Nazaret, muy pronto descubrieron que no es así, y tuvieron que regresar a Jerusalén donde afortunadamente le encontraron.  San Lucas nos relata que “…le hallaron en el templo, sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndoles y preguntándoles” (Lucas 2:46).  No creo que los doctores solamente estaban contando chistes, creo que no le hubiera interesado a Jesús, sino que hablaban de la palabra de Dios.  Pero el que dominaba la conversación no eran los doctores de la ley sino Jesús.  San Lucas lo recalca diciendo: “Y todos los que le oían, se maravillaban de su inteligencia y de sus respuestas” (Lucas 2:47).  ¿Cuándo aprendió?  Obviamente antes de los 12 años.  Desde su niñez, Jesús se preparó conociendo la palabra escrita de Dios.

   18 años después, cuando ya tenía 30 años, listo para iniciar su ministerio, lo encontramos enfrentando por lo menos 3 tentaciones muy fuertes y agresivas de parte del diablo mismo hacia él, pero a cada una de las tentaciones del diablo, Jesús le respondió con un: “Escrito está”.  Cuando el diablo le dijo que si en verdad Jesús era Hijo de Dios, entonces que convierta las piedras en pan, la respuesta de Jesús fue: “Escrito está: No sólo de pan vivirá el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios” (Mateo 4:4), pues le estaba citando nada menos que Deuteronomio 8:3).  Cuando el diablo le tentó para que se aventara desde el pináculo del templo hasta la tierra, su respuesta al diablo fue: “Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios” (Mateo 4:7),  citándole así Exodo 17:2, y Deuteronomio 6:16).  Y cuando desde un monte alto, el diablo le ofreció a Jesús todos los reinos del mundo a cambio de que Jesús le adorase aunque sea por un momentito a él, su respuesta al diablo fue: “…escrito está: Al Señor tu Dios adorarás, y a él sólo servirás” (Mateo 4:10), citándole así textos como Deuteronomio 6:13; 1 Samuel 7:3.  Para este momento, Jesús estaba preparado para enfrentar las tentaciones del diablo, con el conocimiento de la palabra escrita de Dios.

   Durante su ministerio, constantemente leemos en los evangelios que le decía a la gente: “Oísteis que fue dicho […] pero yo os digo…” (Mateo 5:21, 27, 38, 43), citando a sus oyentes alguna porción de la ley o de los profetas, demostrando así que estaba preparado con el conocimiento de la palabra de Dios para enseñar sin mentiras la voluntad de Dios.  Aun estando en la cruz, no dejó de citar en sus oraciones, lo que conocía de la palabra de Dios, por ejemplo al decir en su cuarta palabra en la cruz “Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado” (Mateo 27:46; Marcos 15:34), citando así y aplicando para él mismo el salmo 22:1.

   Amados hermanos, Jesús desde su niñez, no hay duda de que también durante su juventud, y aun en su edad adulta, amó estudiar, aprender, y poner en práctica las enseñanzas de las Sagradas Escrituras.  Así se preparó para su ministerio.  Muchos de nosotros no tuvimos el privilegio de ser enseñados en la Palabra de Dios desde la niñez, sino ya en nuestra juventud o edad adulta.  Y pesar de esa desventaja que tenemos de haber comenzado a conocer la palabra ya siendo grandes, no siempre la leemos y estudiamos constantemente con el deseo de aprender más de ella para nuestra vida.  Si aun siendo el Hijo de Dios, se ocupó en conocer mejor las Sagradas Escrituras con las que ya se contaba en su época, mucho más nosotros necesitamos proponernos conocer, aprender, y aplicar esa misma palabra de Dios para el desempeño de nuestro ministerio para con la familia, con los no creyentes, con la iglesia de Dios, y para nuestra vida personal.  No ocuparnos en conocer la palabra de Dios, nos deja sin capacidad de hacer algunas cosas como predicar cuando es necesario, dar un estudio bíblico cuando se requiere, dar un consejo apropiado a quien lo requiere, tomar una decisión personal en medio de una encrucijada, pero todo sería más fácil si conociéramos suficiente acerca de la palabra de Dios.

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   La segunda responsabilidad que debemos asumir para prepararnos como Jesús con respecto al ministerio, es:

II.- LA PRÁCTICA DE LA ORACIÓN.

   No está de más recordarles algunos episodios del ministerio de Jesús con respecto a su vida devocional de oración.  Cuando Jesús estaba iniciando su ministerio, una noche antes del día en que salió a la plaza y a la playa a llamar a sus discípulos, nos dice San Mateo, uno de los que fue llamado por Jesús, que: “En aquellos días él fue al monte a orar, y pasó la noche orando a Dios.  /  Y cuando era de día, llamó a sus discípulos, y escogió a doce de ellos, a los cuales también llamó apóstoles” (Lucas 6:12,13).  No se atrevió a tomar una decisión tan importante como una elección, sin primeramente dedicar no unos cuantos minutos sino toda una noche en oración.  Esto es prepararse para la tarea del ministerio.

   Lo mismo ocurría estoy seguro que cada día de ministerio de Jesús, pero los autores de los evangelios, solamente escriben algunos de los episodios que resaltan la importancia de la oración cuando uno está en ministerio para la obra de Dios.  Por ejemplo, aquel día que Jesús tuvo que alimentar a más de 5,000 personas, dice San Mateo que despedida la multitud, Jesús “subió al monte a orar aparte; y cuando llegó la noche, estaba allí solo” (Mateo 14:23).  No importa el cansancio del día, orar era importante y muy necesario.  Es un elemento de preparación para los quehaceres del ministerio.  Incluso cuando Jesús se dio cuenta de la cercanía de su entrega en manos de las autoridades religiosas y gubernamentales, se fue al Monte de los Olivos, al huerto Getsemaní, para dedicar tiempo a la oración para decirle a su Padre cómo se sentía en ese momento y confirmarle que estaba dispuesto a hacer la voluntad de su Padre (cf. Mateo 26:42).  Tenía que estar preparado para las tareas de cada día, del día siguiente, incluso si se tratara de la misma muerte que le era necesario enfrentar por causa de la salvación de los elegidos de Dios.

   Como hemos visto, Jesús durante su ministerio se preparó también con la práctica de la oración.  No podía tomar una decisión por más sencilla que pareciera, sin antes haber orado a su Padre.  No podía transcurrir un día sin que Jesús dedicara tiempo para orar.  No importa si había comenzado la noche, no importa si había cansancio de por medio.  Primero la oración, antes que descansar o dormir.   Incluso estando en sus últimos momentos de vida en la cruz, su mayor pasión fue orar a Dios.  Si siendo el Hijo de Dios, y siendo al mismo tiempo, uno con el Padre, tuvo que practicar la oración; cuánto más necesario es para nosotros tener que acercarnos a Dios por medio de la oración, para que por medio de ella, obtengamos la dirección y poder de Dios para realizar el ministerio que Dios ha confiado en nuestras manos.  La oración es también uno de los elementos de nuestra preparación para el día en turno, como para el día siguiente, para llevar a cabo la voluntad de Dios, y solamente Su voluntad.  La oración es tan necesaria para recibir poder sobre las tentaciones y el pecado.  Un día sin oración, o una oportunidad de orar no aprovechada es poder perdido, es descuidar nuestra preparación para las responsabilidades del ministerio.

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   La tercera responsabilidad que debemos asumir para prepararnos como Jesús con respecto al ministerio, es:

III.- LA PRÁCTICA DEL AYUNO

  En una experiencia de los discípulos de Jesús, un padre de familia que tenía un hijo endemoniado lunático, vino a ellos para pedirle que sanaran a su hijo, pero los pobrecitos no pudieron como nos pudiera pasar a nosotros.  El padre de familia, todavía lleno de fe, no se dio por vencido, sino que acudió directamente con Jesús, y le explicó que sus discípulos no pudieron hacer nada.  Jesús demostró enojo hacia sus propios discípulos diciéndoles: “… ¿Hasta cuándo he de estar con vosotros? ¿Hasta cuándo os he de soportar? Traédmelo acá” (Mateo 17:17b), y luego que sanó al muchacho, los discípulos le preguntaron a solas a Jesús “¿Por qué nosotros no pudimos echarlo fuera?  /  Jesús les dijo: Por vuestra poca fe; porque de cierto os digo, que si tuviereis fe como un grano de mostaza, diréis a este monte: Pásate de aquí allá, y se pasará; y nada os será imposible.  /  Pero este género no sale sino con oración y ayuno” (Mateo 17:19b-21).  No sé dónde estuvo el error de los discípulos.   O no oraban, o no ayunaban, o ambas cosas, pero lo que queda bien claro que hay momentos del ministerio que se necesita no solamente de otras disciplinas espirituales como la oración sino también del ayuno.   Al hacer Jesús la afirmación de que “este género no sale sino con oración y ayuno”, y habiendo él sanado al muchacho lunático y endemoniado, se sobre entiende que él sí estaba en ayuno en aquel momento.

   Después de que Jesús inició formalmente su ministerio mediante su bautismo público, lo primero que hizo fue dedicarse al ayuno. El tiempo que dedicó al ayuno es una explicación viviente de que el ayuno es realmente importante y necesario en el ministerio.  Él mismo dedicó 40 días iniciales al ayuno (cf. Mateo 4:2), y durante su ministerio aunque no se enfatiza que estuvo practicando esta disciplina, es evidente como en la ocasión que sanó al muchacho endemoniado y lunático.

   Amados hermanos, en cuanto a la práctica del ayuno, Jesús más que nadie experimentó el beneficio que otorga, pero junto con su ejemplo nos encarga practicarlo no por su beneficio dietético sino por su valor espiritual y ministerial.  El ayuno viene a ser una expresión profunda de espiritualidad y fe en el que uno se entrega en las manos de Dios, como un acto de dependencia total en su providencia, y a cambio, aunque Dios no está obligado a hacerlo, provee a una persona el poder necesario para llevar a cabo espontáneamente alguna misión especial.  El ayuno, como abstención no solo de alimentos, sino de otros placeres que distraen nuestra consagración a Dios y nuestra búsqueda de Su poder, es muy necesario para realizar tareas espontáneas que de otra manera no va a salir como se debe (como le sucedió a los discípulos de Jesús, que no estaban en ayuno), aunque uno esté usando el nombre de Dios para ello.  Se necesita que la persona que está realizando determinada tarea se encuentre en ese preciso momento en estado de ayuno voluntario y consciente, no circunstancial ni bajo obligación religiosa.   Si Jesús siendo el Hijo de Dios, tuvo que practicar el ayuno, nosotros mucho más debemos practicarlo como un elemento con sentido espiritual que nos tendrá preparados para realizar nuestras tareas ministeriales de cada día.

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   CONCLUSIÓN: Amados hermanos, preparémonos como Jesús.  Dispongamos nuestra voluntad para estudiar las Sagradas Escrituras.  Practiquemos la oración para buscar la dirección de Dios para nosotros y nuestro ministerio.  Practiquemos también el ayuno juntamente con la oración, para recibir de Dios el poder del Espíritu Santo para las tareas espontáneas y establecidas de nuestro ministerio.

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[1] Se trata del pastor Heriberto Velázquez Velázquez, pastor del H. Presbiterio Peninsular.  Se encontraba pastoreando en la misión “Cristo nuestra Roca” de la comisaría de Dzityá.

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