LECCIONES DE LA OBEDIENCIA DE JESÚS
Filipenses 2:5-8.
Predicado por primera vez por el Pbro. Diego Teh Reyes, en la congregación “Luz de Vida” de la col. Bojórquez, de Mérida, Yucatán; el día domingo 10 de Abril del 2016, a las 18:00 horas.
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INTRODUCCIÓN: El apóstol Pablo a los romanos les escribió que “…por la desobediencia de un solo hombre, todos fueron constituidos pecadores” (Romanos 5:19). Se refirió a la desobediencia de Adán, desde el cual ningún hombre ni mujer de nuestra generación ordinaria ha sido capaz de obedecer perfectamente a Dios, porque por su desobediencia “todos fueron constituidos pecadores”. Todo descendiente de Adán estamos clasificados como pecadores, lo cual significa que no estamos en capacidad de obedecer perfectamente a Dios, por más que lo intentemos. Por eso toda la humanidad necesitaba a alguien que también fuera de nuestra generación aunque no ordinaria, para que cumpliera delante de Dios con la obediencia que nosotros no podíamos cumplir. ¿Quién podría ser esta persona? Bueno, por lo que sabemos del santo evangelio, se trata de Jesús, de quien San Pablo en la explicación de este asunto les dice a los romanos que “así también por la obediencia de uno solo todos serán constituidos justos” (Romanos 5:19). Es acerca de esta cualidad de la obediencia sustitutiva de Jesús que enfocaré el mensaje de este momento.
Nuestro texto base de este mensaje nos dice: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús, / el cual, siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, / sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres; / y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:5-8).
Las palabras del apóstol Pablo con respecto a la obediencia de Jesús nos enseñan lecciones que deben servir de ejemplo a nosotros. / ¿Qué lecciones con respecto a la obediencia de Jesús deben servirnos de ejemplo? / Basado en las palabras escritas por el apóstol Pablo a los Filipenses 2:5-8, les compartiré algunas lecciones con respecto a la obediencia de Jesús que deben servirnos de ejemplo.
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La primera lección con respecto a la obediencia de Jesús que debe servirnos de ejemplo, es que:
I.- FUE UNA OBEDIENCIA DE NIVEL SER HUMANO, NO DIVINO.
¿Qué hombre pudiera obedecer perfectamente a Dios? Es obvio que ni Adán, ni alguno de sus descendientes de toda la historia de la humanidad podrían responder a Dios con tal excelencia de obediencia. Es por eso que San Pablo nos indica acerca de Jesús que: “siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, / sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres” (vv. 6,7); y es en este estado de humillación que Jesús se hace obediente (cf. v. 8). Es común que hablemos de Jesús como una persona con autoridad, y eso es verdad pues se cuenta con suficiente fundamento bíblico para afirmarlo; pero por otra parte, Jesús también fue una persona obediente, cuya obediencia aunque fue favorecida gracias a que al mismo tiempo también poseía la naturaleza divina, no fue su naturaleza divina la que se hizo obediente, porque en otras palabras, Dios no tiene que obedecer a Dios ni a nadie, pues si el que tuviera que obedecer fuese Dios y no el hombre, entonces no hubiese sido necesario que Dios se hiciera hombre. Además, no habría ningún mérito redentor en que Dios obedeciera a Dios, porque era necesario que un hombre, no un Dios, obedeciera total, perfecta y redentoramente a Dios.
Pero Jesús como humano no fue obediente aprovechando solamente porque también era Dios. Fue como humano auxiliado por su naturaleza divina que Jesús se sometió a ser perfectamente obediente al programa divino para la salvación de los seres humanos. Estrictamente no se puede dividir a Jesús en una parte hombre, y en otra parte Dios, sino que tenemos que reconocer que finalmente el obediente es el Jesús completo en sus dos naturalezas. Pero distinguiendo la realidad de que como Dios no tiene nada que obedecer a nadie, entonces es el hombre que fortalecido por la naturaleza divina se hace perfectamente obediente a Dios, cumpliendo perfectamente lo que ningún ser humano de nuestra generación ordinaria puede cumplir.
Amados hermanos, este ejemplo de Jesús nos enseña que cuando un ser humano es auxiliado por el poder de Dios, este es capacitado para serle obediente a Dios. Pero para que una persona pueda ser capacitada por el poder de Dios para obedecer a Dios, es necesario que uno crea en Jesucristo como su único y suficiente salvador. Obviamente por causa del pecado que siempre nos asedia, y siempre nos afecta, no podremos ser perfectamente obedientes como Jesús lo fue, sin embargo, gracias al poder de Dios no pecaremos de forma deliberada, pero nuestra obediencia aunque siempre imperfecta será aceptable a los ojos de Dios, por el mérito de la obediencia de Cristo que es aplicada a nosotros. Obedecer no es una cualidad que fue reservada para un ser con las naturalezas divina y humana (como Jesús), sino que es una cualidad que puede ser ejercida por nosotros los humanos, también auxiliados por el poder de Dios. La obediencia de Jesús el ser humano que fue fortalecido por su naturaleza divina, es un ejemplo de que nosotros como seres humanos si dejamos que el poder de Dios actúe en nosotros, entonces también podemos ser obedientes a Dios, y mejorar nuestra actual calidad de obediencia.
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La segunda lección con respecto a la obediencia de Jesús que debe servirnos de ejemplo, es que:
II.- FUE UNA OBEDIENCIA VOLUNTARIA, NO OBLIGADA.
Todo comenzó con Jesús cuando “no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, / sino que se despojó a sí mismo” (vv. 6,7). Acerca de esta acción de despojamiento del cual hay mucho qué decir, no va a ser el tema de este sermón ni de este punto, sino que solamente observaremos que en cuanto a Jesús no hubo ser alguno que le presionara a proceder a su humanización y humillación de ser Dios a ser humano. El despojamiento de sus derechos divinos y gloriosos no fue por obligación, sino voluntario. Así que toda su experiencia terrenal de obediencia estuvo configurada conforme al parámetro de la voluntariedad de obediencia.
La voluntad de Dios desde la antigüedad siempre fue la obediencia voluntaria. Es lo que Dios esperó de Adán y Eva, sin embargo la voluntad de ellos se desvió para obedecer a la serpiente antigua. Por otra parte cuando Dios hubo liberado de los egipcios a su pueblo escogido, les dio leyes acerca de cómo cada adulto tenía que amarle, y cómo cada adulto tenía que enseñar a sus hijos desde la infancia. El mandamiento central que padres e hijos tenían que aprender fue: “…amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón, y de toda tu alma, y con todas tus fuerzas” (Deuteronomio 6:5). A pesar de que esto es un mandamiento, Dios no trata como robots a las personas, sino que les deja responder de manera voluntaria con su corazón, con su alma.
Su mismo Hijo Jesucristo, de ninguna manera fue obligado ni por Dios ni siquiera por nosotros los seres humanos necesitados de un redentor, sino que su obligación surgió de su propia voluntariedad. Esto se puede ver en el tenor de sus conversaciones. Por ejemplo, en una conversación con Simón Pedro y otros discípulos que en una ocasión le estaban buscando, les dijo: “Vamos a los lugares vecinos, para que predique también allí; porque para esto he venido” (Marcos 1:38). Jesús no necesitaba a un supervisor humano y ni siquiera divino que estuviese junto a él para agendarle o recordarle lo que tiene qué hacer. Estaba activamente consciente de qué vino a hacer en este mundo. Su compromiso, servicio, decisión, e involucramiento, en el sagrado deber de servir a la humanidad para su salvación siempre fue voluntario. Se entiende cuando dice: “porque para esto he venido”.
Amados hermanos, este ejemplo de voluntariedad de Jesús debe ser para nosotros, una motivación para obedecer a Dios. Los que somos creyentes en Jesucristo, recibimos del poder de Dios, la capacitación para que nuestro corazón produzca “el querer como el hacer” (Filipenses 2:13). Tampoco significa que Dios nos obliga, sino que nos capacita esperando que con el corazón espiritual que nos ha dado respondamos como Jesús lo hizo, el hombre que por nuestra desobediencia se hizo obediente, para que su obediencia no sea contada por nuestra obediencia, pero con la responsabilidad de esforzarnos en ser obedientes para nuestra santificación.
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La tercera lección con respecto a la obediencia de Jesús que debe servirnos de ejemplo, es que:
III.- FUE UNA OBEDIENCIA APRENDIDA, NO DE NACIMIENTO.
Cuando San Pablo se refiere a la obediencia de Jesús, dice: “se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (cf. v. 8). Aunque no recalca cuando inicia tal obediencia, si desde que era solo Divino, o desde que se hizo semejante a los hombres, es entendible que lo que San Pablo quiere recalcar es la obediencia terrenal de Jesús, pues de su pasado celestial no hay duda de su obediencia. Sin embargo, el enfoque del apóstol es que observemos no solo desde cuándo (desde su nacimiento) y hasta dónde (hasta la muerte) se puede apreciar su obediencia, sino en que tuvo que decidir hacerse activamente obediente, pues San Pablo dice que Jesús fue obediente “haciéndose obediente” (v. 8 casi al final), no porque poseyera innatamente la facultad de la perfecta obediencia.
Lo que también nos damos cuenta en Jesús es que su naturaleza humana, a pesar de tener una unión de tal manera que sus dos naturalezas no estaban divididas en él sino fusionadas en una sola persona, no recibió por ello ninguna capacidad automática desde su nacimiento para ser perfectamente obediente. Su obediencia necesaria fue condicionada a ser formada como la de cualquier niño o persona, según las circunstancias y experiencias que le correspondería en cada etapa de su vida. Aprendió en su infancia y juventud a ser obediente tanto a sus padres terrenales como a Dios su Padre celestial, pues San Lucas, después de aquel incidente en el que José y María perdieron de vista a Jesús durante casi una semana, nos dice que Jesús: “descendió con ellos, y volvió a Nazaret, y estaba sujeto a ellos” (Lucas 2:51a); por supuesto que estaba aprendiendo a ser obediente. Luego, San Lucas nos resume la etapa de vida de Jesús entre los 12 a los 30 años, diciéndonos que: “Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres” (Lucas 2:52); por supuesto que para crecer en gracia para con Dios, implica el tener que aprender a ser obediente para con Dios. También en la epístola a los Hebreos leemos acerca de Jesús: “Y aunque era Hijo (Hijo, aquí, es una referencia a su divinidad), por lo que padeció (esto debió ser en su humanidad, porque la divinidad no está sujeta a padecimientos) aprendió la obediencia” (aquí es claro que Jesús tuvo que ser obediente, pero no por habilidad innata, sino que tuvo que aprender a ser obediente) (Hebreos 5:8).
Amados hermanos, hay obediencias que no le brindamos a Dios, simplemente porque no nos hemos propuesto ser obedientes. Es la indicación de que no queremos ser la imagen de Jesús. Es la evidencia de que actuamos con negligencia de no querer aprender la obediencia que da gloria al Dios que nos creó y que luego se propuso salvarnos mediante la obediencia perfecta de su Hijo Jesucristo. Es necesario que consideremos que si al mismo Hijo de Dios le fue necesario aprender a obedecer a Dios, de seguro que con mucha más razón, nosotros necesitamos aprender a ser obedientes a Dios. También es seguro que no siempre ha de ser tan fácil que aprendamos a obedecer a Dios, pero al igual que Jesús, contamos con el poder de la naturaleza divina que está presta para enseñarnos y capacitarnos a obedecer a Dios. También nosotros tenemos que aprender a obedecer a Dios. Por supuesto que podemos con el auxilio del poder de Dios.
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La cuarta lección con respecto a la obediencia de Jesús que debe servirnos de ejemplo, es que:
IV.- FUE UNA OBEDIENCIA CON PROPÓSITO, NO INDEFINIDA.
Cuando el apóstol Pablo dice de Jesús que: “se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (v. 8), es muy claro que su decisión de obedecer no fue por arranques emocionales motivados por situaciones espontáneas que le haya tocado vivir, sino que su decisión de ser obediente a Dios fue con el propósito o visión de morir en obediencia, para que su obediencia nos fuese contada como nuestra obediencia. Las experiencias diarias o cotidianas que a Jesús le tocó vivir, fueron para que al final de su vida no hubiese en él algo que le fuese reprochado por su Padre celestial, y que lo descalificara al momento de terminar su vida y ministerio terrenal. Siempre supo que tenía que obedecer y por qué tenía que obedecer. Su propósito fue dar su vida “sin mancha” (Hebreos 7:26; 9:14), para conseguir nuestro perdón y nuestra salvación de la condenación eterna; porque si en algún momento de su vida hubiese cometido un sola acción de desobediencia a su Padre celestial, automáticamente se hubiese convertido en otro pecador más, dejándonos sin esperanza de salvación; pero no sucedió así, sino que se propuso ser obediente para que su vida fuese del total agrado de su Padre, y así satisficiera las demandas de justicia establecidas por Dios para cada pecador. Gracias a que Jesús se mantuvo en el propósito de ser “obediente hasta la muerte, y muerte de cruz”, entonces por ello podemos ahora ser vistos por Dios como hijos obedientes aunque no lo seamos tan perfectamente.
Amados hermanos, como dice el apóstol Pedro acerca de Jesús de que nos dejó ejemplo para que sigamos sus pisadas, es también necesario que nosotros seamos obedientes con propósito. No es necesario dar nuestra vida para muerte por derramamiento de sangre, pero nos corresponde vivir en obediencia para mantenernos también “sin mancha” como Jesús, y sí es posible lograrlo porque la palabra de Dios nos dice que la iglesia formada por cada uno de nosotros, finalmente será presentada por Jesús al Padre como una iglesia “sin mancha” (Efesios 1:14; 5:27); y además, cuando el apóstol Santiago habla de la religión autorizada y aprobada por Dios dice que en parte consiste en “guardarse sin mancha del mundo” (Santiago 1:27). Eso es vivir en obediencia a Dios, y no es algo reservado únicamente para una persona Divino-humana como Jesús, sino que también cada uno de nosotros como humanos aunque siempre pecadores pero arrepentidos, perdonados y salvados podemos vivir en obediencia con el propósito de vivir como Jesús sin mancha. Claro que es posible que vivamos en obediencia con el propósito de permanecer “sin mancha” delante de Dios.
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La quinta lección con respecto a la obediencia de Jesús que debe servirnos de ejemplo, es que:
V.- FUE UNA OBEDIENCIA DE POR VIDA, NO TEMPORAL.
Cuando el apóstol Pablo dice de Jesús que: “se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (v. 8), no solamente estaba indicando que la meta máxima que se propuso al ser obediente fue la de morir en la cruz para que la desobediencia de la humanidad fuese perdonada; sino que al mismo tiempo estaba indicando que tuvo bien considerado que la obediencia que él practicaría no sería solamente por breves temporalidades, sino de por vida. Es necesario tomar en cuenta que Jesús fue tentado para no ser obediente de por vida. Fue tentado para convertir piedras en pan para obedecer un capricho de Satanás, pero no le obedeció. Fue tentado por Satanás para que se arrojase del pináculo del templo de Jerusalén para demostrar si Dios le enviaría ángeles para que le socorran sin que se aporree en la caída, pero no le obedeció. Fue tentado por Satanás para que se interesara por tener reinos terrenales, a cambio de un pequeño acto de adoración a Satanás, pero no le obedeció. Si hubiese aceptado alguna de estas Todas estas no obediencias de Jesús al tentador y a la tentación misma, fue por tener una clara conciencia de que es mejor obedecer a Dios antes que a Satanás.
Estoy seguro que Satanás no dejó de tentar a Jesús durante los años de su ministerio para que Jesús desobedeciera a Dios, pero solo se nos registran el grupo de las tres tentaciones juntas más conocidas. Pero al final de su ministerio, la noche que fue arrestado para al día siguiente ser crucificado, entiendo que aunque no se menciona la presencia de Satanás junto a él, estaba siendo tentado a no cumplir su misión de dar la vida por nosotros los pecadores. Le dice a su padre “Padre mío, si es posible, pase de mí esta copa; pero no sea como yo quiero, sino como tú” (Mateo 26:39b). No porque tuviese miedo a la muerte, sino porque sabía lo cruel que era sufrir el abandono de Dios al momento de dar su vida por los pecadores, pero no cedió a aquella tentación, sino que decidió ser obediente, diciéndole a su Padre: “pero no sea como yo quiero, sino como tú”, siendo así obediente hasta la muerte.
Amados hermanos, en Jesús tenemos el ejemplo de cuando una persona toma la decisión de obedecer a Dios, no es por brevedades de tiempo, ni por ocasiones especiales, ni solamente cuando la emoción nos ayude a ser obedientes. Debemos ser siempre obedientes, aunque en nuestro caso nuestro máximo esfuerzo de obediencia nunca resulte perfecto. Nuestra obediencia debe ser de por vida. Debemos ser obedientes hasta el último momento de nuestra vida, no solamente cuando las cosas van bien, sino bajo cualquier circunstancia, problema, o tentación que nos llegue en la vida.
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La sexta lección con respecto a la obediencia de Jesús que debe servirnos de ejemplo, es que:
VI.- FUE UNA OBEDIENCIA CONSCIENTE, NO EMOCIONAL.
Cuando el apóstol Pablo enfatiza que Jesús estuvo “haciéndose obediente”, además de todo lo antes dicho, también nos da a entender que Jesús se hizo obediente de manera consciente, no solamente cuando sentía una corazonada de ser obediente. No fueron las circunstancias ni sus emociones las que gobernaban su decisión de obedecer a Dios, sino que durante su vida desarrolló una profunda conciencia de ser obediente. Vemos esta conciencia de Jesús, en diversos momentos de su ministerio, por ejemplo:
1.- Cuando en una ocasión mientras sus discípulos querían que él comiera con ellos porque ya estaba pasando la hora del almuerzo, él les dijo a sus propios discípulos y probablemente ante muchos samaritanos de Sicar: “Mi comida es que haga la voluntad del que me envió, y que acabe su obra” (Juan 4:34). Estaba consciente que primero es la obediencia aunque eso signifique posponer la hora de los sagrados alimentos.
2.- En otra ocasión, al grupo de judíos que quiso matarle porque en un día sábado había sanado a un paralítico a quien también le ordenó que tomara su lecho, les dijo: “De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre” (Juan 5:19a), y les recalcó: “No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió, la del Padre” (Juan 5:30). Estaba consciente de que estaba haciendo la voluntad del Padre, por lo que nunca se propuso hacer su propia voluntad. Eso es obedecer.
3.- Al día siguiente que alimentó a 5,000 personas multiplicando 5 panes y 2 peces, a la gente que le siguió hasta otra provincia (estado), solo por interés de alimentación o de ver otro milagro, entre todas sus enseñanzas les hizo saber acerca de él mismo que: “he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad, sino la voluntad del que me envió” (Juan 6:38). Otra vez vemos su consciencia en no hacer su propia voluntad, sino la voluntad del que le envió. Sin duda que se refiere al Padre. Hacer la voluntad del Padre es lo que estaba haciendo de manera consciente.
4.- A un grupo de judíos que luego de escucharle durante uno de los días de la fiesta de los Tabernáculos, quedaron maravillados de las enseñanzas de Jesús, y que se preguntaban entre sí cómo es que sin saber de letras y sin tener estudios enseñaba bastante bien, le dijo: “Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió” (Juan 7:16). No enseñar cualquier ocurrencia, sino la doctrina del Padre, refleja la consciencia de ser obediente en cada palabra que tenía que decir a la gente acerca del reino de los cielos.
5.- Al grupo de fanáticos fariseos que antes le presentaron el caso de una mujer adúltera para ver si Jesús decía algo contrario a la ley de Moisés, en otra ocasión cuando les dijo que quizá después de su muerte se darían cuenta quién es realmente él, les explicó que “el que me envió, conmigo está; no me ha dejado solo el Padre, porque yo hago siempre lo que le agrada” (Juan 8:29). NO solamente estaba consciente de la presencia del Padre con él, sino que también estaba consciente de que todo lo que tenía que hacer era para agradar al Padre. Esto es ser obediente de manera consciente.
Amados hermanos, hay ocasiones que solemos descuidar nuestros deberes para con Dios. Se puede decir que perdemos la consciencia del deber sagrado. El que hizo todas las declaraciones anteriores, era el humano en el que Dios quiso condescenderse, pero es en su estado de humano que durante toda su vida manifestó un alto y perfectísimo grado de consciencia en cuanto a obedecer a Dios. Lo demostró cuando era tan solo un adolescente como cuando en su adolescencia dijo a José y María: “¿No sabías que en los negocios de mi Padre me es necesario estar?” (Lucas 2:49). Y con mucha más razón fue obediente en su edad adulta de 30 años en adelante. Esto nos indica que un ser humano puede desarrollar consciencia del deber de vivir en obediencia a Dios. Por eso las Sagradas Escrituras, por ejemplo, nos enseñan que personas humanas como los apóstoles Pedro y Juan pudieron estar conscientes de “obedecer a Dios antes que a los hombres” (cf. Hechos 4:19; 5:29). Por supuesto que podemos desarrollar la consciencia de obediencia a Dios.
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CONCLUSIÓN: Amados hermanos, quiero concluir con un resumen de todo lo que les he presentado. Jesús fue como humano que se hizo obediente a Dios. Nosotros como humanos también podemos ser obedientes voluntariamente. Tenemos también que proponemos aprender a obedecer, porque nadie nace sabiendo obedecer, pues hasta el más adulto necesita mejorar o perfeccionar su obediencia a Dios. Es necesario establecer con qué propósito decidimos ser obedientes a Dios, deberíamos ser obedientes con el propósito de procurar mantenernos sin mancha de pecado. Debemos considerar la decisión de obedecer a Dios, no solamente por un tiempo breve sino por toda la vida. Y finalmente nuestra obediencia a Dios no debe ser cada vez que se nos acuerde sino con un alto grado de consciencia. Sea Jesús nuestro ejemplo de que sí se puede obedecer a Dios.