RECURSOS PARA CONSERVAR LA UNIDAD, Por: Diego Teh.

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RECURSOS PARA CONSERVAR LA UNIDAD

Efesios 4:4-6.

Predicado por primera vez por el Pbro. Diego Teh Reyes, en la congregación “Ebenezer” de la col. San José Tecoh, de Mérida, Yucatán; el día domingo 01 de Mayo del 2016, a las 18:30 horas.

   INTRODUCCIÓN: Jesús ya llevaba un buen tiempo ejerciendo sanaciones a cojos, ciegos, paralíticos, leprosos, etc…, y de liberar a endemoniados, y de enseñar que él era el Hijo de Dios.  Los fariseos indignados de que Jesús se identificase como Hijo de Dios igual a Dios, comenzaron a decir que Jesús no es el Hijo de Dios, y que todo lo que hacía como sanar y expulsar demonios lo hacía por medio de un poder que no venía de Dios, sino de Beelzebú, el mismo príncipe de los demonios.  No era lógico pensar que los demonios se dividan causándose daños entre sí mismos para lograr los malos objetivos que mantienen activo su reino del mal.  Todavía es más ilógico que el Beelzebú que los manda a poseer a algunos seres humanos, luego mande a otro para que les expulse.  Jesús explicó a los fariseos que eso no es cierto ni suena lógico, pues les dijo: “Todo reino dividido contra sí mismo es asolado, y toda ciudad o casa dividida contra sí misma no permanecerá” (Mateo 12:25).    En esto hay una gran verdad también para las iglesias locales de la actualidad.  Una iglesia local no debe estar dividida contra sí misma porque igual quedará asolada, y no permanecerá o mantendrá en pie.   Pero, para que eso no suceda, Dios diseñó una característica para su iglesia que se llama unidad, y no la puso para que los creyentes la consiguiéramos, sino que Dios mismo la genera entre Él y cada nuevo creyente, y entre cada nuevo creyente con todos los demás creyentes, por lo que solamente nos encarga que cuidemos Su unidad.  No es nuestra unidad; es Su unidad.  Dios ha hecho todo lo que tiene que hacer para crear en la totalidad de los creyentes en Jesucristo, tanto a nivel universal como a nivel local, la unidad en la que deberíamos vivir día a día, no semana a semana, ni solo de culto en culto cuando nos podemos dar la mano, un abrazo, o un beso para saludarnos; sino aun cuando no estamos reunidos, esa unidad permanezca aun a distancia teniendo cada quien a su hermano(a) con profundo aprecio, y en constantes oraciones.

   Los primeros 3 capítulos de Efesios como ya debieron haber sabido antes, son estrictamente doctrinales, pero los últimos tres capítulos se enfocan más en presentar lo práctico que los creyentes deben vivir tanto como iglesia como en la vida laboral, matrimonial, familiar, etc…  Pero en nuestro texto para este mensaje que es Efesios 4:4-6, aunque también contiene breves cuestiones doctrinales, nos enfatiza que los creyentes tenemos a disposición una lista de recursos para mantenernos en la unidad con Dios y su iglesia tanto universal como local.  /  ¿Qué recursos incluye dicha lista?  /  En este mensaje me propongo compartirles cada uno de los recursos disponibles para que los creyentes nos mantengamos en la unidad con Dios y su iglesia universal, y especialmente entre los miembros de la iglesia local.

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   El primer recurso que los creyentes tenemos a disposición para mantenernos en unidad con Dios, con la iglesia universal, y con la iglesia local, es:

I.- UN CUERPO.

  El versículo 4 comienza presentándonos el primer recurso, y le llama “un cuerpo”.  Es muy claro que Dios no hizo dos cuerpos sino solo uno, lo que significa que desde el momento que creemos en Jesucristo, uno es agregado necesariamente a este cuerpo.  No hay opción de escoger entre dos o más cuerpos, dando pie a un divisionismo, mucho menos puede quedar un creyente en un personalismo, pensando que por ser creyente todo es solo entre Dios y uno mismo.   En la práctica cristiana no hay ni personalismo ni divisionismo.  Solamente hay “un cuerpo”, y se trata de la iglesia universal.  Esta iglesia es accesible en cualquier lugar del mundo.  Desde que uno cree en Jesús, supongamos que esto ocurra en una de las islas más remotas donde no hay ni un solo habitante, aun así desde ese momento el nuevo creyente ya es unido a este cuerpo único e invisible, también conocido como iglesia universal.

   El apóstol Pablo al usar la figura de “un cuerpo”, está usando el comparativo de la iglesia como la unidad de un cuerpo humano cuyos huesos, coyunturas, ligamentos, y demás elementos, están unidos entre sí, haciendo cada parte del cuerpo una función complementaria que las otras partes del cuerpo no pueden hacer.  En otras palabras, el hecho de ser añadidos a “un cuerpo”, es porque Dios nos convierte en personas útiles para su iglesia, siendo capaces de hacer lo que otros no pueden hacer, y así apoyarlas también en su fe personal, y cuando es necesario también nosotros recibir el apoyo de los demás, siendo así que cuando uno se edifica, todo el cuerpo se beneficia.

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   El segundo recurso que los creyentes tenemos a disposición para mantenernos en unidad con Dios, con la iglesia universal, y con la iglesia local, es:

II.- UN ESPÍRITU

   El versículo 4, después de mencionar el primer recurso que es “un cuerpo”, añade y un Espíritu”.  Desde luego que no se refiere al espíritu, como la parte inmaterial propio de nuestro ser humano, sino que se refiere al Espíritu Santo propio del ser de Dios.  ¿Por qué tiene que intervenir el Espíritu Santo de Dios, en nuestro espíritu?  Bien, pues si el Espíritu de Dios es llamado Espíritu Santo de Dios, el espíritu humano también debe llamarse espíritu pecador del hombre, pues siendo éste minado por la naturaleza del pecado, siempre tiene la tendencia de ser brusco más que amoroso, de ser triste y quejoso, de ser conflictivo más que pacífico, de ser desesperado más que paciente, de ser malo más que benigno, de ser duro más que bondadoso, de ser desconfiado más que persona de fe, de ser vanaglorioso más que manso, y de ser voluble más que templado.  Para un espíritu pecador, es necesario la obra de un Espíritu Santo.  Es por eso que Pablo se refiere a la necesidad y disponibilidad de este Espíritu Santo, como un recurso divino que debe ser buscada para que obre en el pecador la regeneración necesaria para que éste pueda conservar la unidad que Dios ha creado entre Él, su iglesia, y los creyentes entre sí.

   Por ejemplo, a los Gálatas, refiriéndose a la obra del Espíritu Santo en la vida práctica de los creyentes, les dice: “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe,  /  mansedumbre, templanza;…” (Gálatas 5:22,23a).  Si usted se da cuenta, cada uno de estos frutos del Espíritu Santo, son frutos que tienen que ver primeramente con las relaciones humanas entre los miembros del cuerpo de Cristo, la iglesia.  Desde luego que los mismos frutos son funcionales en otras esferas como el matrimonio, la familia, etc…, pero primordialmente son para el uso de las relaciones eclesiásticas.  El Espíritu Santo es el recurso divino que cada creyente tiene a disposición para guardar la unidad necesaria en la iglesia local.  Especialmente si a usted le es difícil relacionarse con los demás, entonces, busque usted en el Espíritu de Dios la virtud que le hace falta.

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   El tercer recurso que los creyentes tenemos a disposición para mantenernos en unidad con Dios, con la iglesia universal, y con la iglesia local, es:

III.- UNA ESPERANZA.

   El mismo versículo 4, luego de mencionar la disponibilidad del cuerpo y del Espíritu, añade: “como fuisteis también llamados en una misma esperanza de vuestra vocación”.   Hay un tercer recurso que nos debe unir, y Pablo le llama “una misma esperanza”.  Con estas palabras, el apóstol está indicando que todos tenemos un destino común, pues no hay dos ni más esperanzas distintas.  Esta común esperanza debe motivar a cada creyente a evitar todo conflicto, problema, pleito, pues a fin de cuentas, no somos enemigos, somos candidatos de “una misma esperanza”.  No hay un cielo para cada denominación, no hay un cielo para cada iglesia local o congregación, mucho menos un cielo individual para cada creyente, hermano, o miembro de iglesia.

   Entonces, si todos caminamos hacia esta “una misma esperanza” segura y suficiente para todos, ¿por qué tenemos que manifestar falta de unidad en nuestra amada congregación?  Por supuesto que también todos somos seres diferentes en nuestra manera de pensar, opinar, hablar, decidir, actuar, etc… por lo tanto, no significa que no vamos a usar nuestras diferencias en nuestras relaciones humanas fraternales, lo que significa es que debemos tener cuidado que nuestras diferencias no las usemos mal al grado que afecte la unidad espiritual primeramente la de nuestros hermanos para con Cristo, luego que no afecte nuestra propia fe en Cristo, pero que tampoco dañe nuestras relaciones humanas, sino que como hermanos cuidemos la unidad de la fe, y la unidad hacia nuestro común destino eterno de vida.

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   El cuarto recurso que los creyentes tenemos a disposición para mantenernos en unidad con Dios, con la iglesia universal, y con la iglesia local, es:

IV.- UN SEÑOR.

   Ahora, comenzando a observar el versículo 5, el apóstol añade un nuevo recurso que le llama “un Señor”.   Por supuesto, no se trata del señor pastor, ni del señor presidente de la directiva, ni del señor anciano de iglesia, sino de “un Señor” diferente a todos estos señores.  Se trata del Señor Jesucristo.  En el mensaje que los pastores de ovejas recibieron de un ángel, cuando se les dio a conocer el nacimiento de Jesús, el ángel dijo que había nacido: “un Salvador, que es CRISTO el Señor” (Lucas 2:11).  Desde que Jesús nació, fue anunciado como “el Señor” entre otros títulos que se le atribuyen.  Este Jesús que desde que nació era “el Señor”, es el mismo que siguió siendo “el Señor” de la iglesia.

   Ahora observe usted dos detalles interesantes. Primero, creo que no es casualidad sino que hay una evidente intencionalidad en que este recurso de “un Señor” que se refiere a Cristo como Señor, el apóstol Pablo lo colocó justo en medio de todos los recursos que son siete, no lo puso como primero o séptimo, ni como segundo o sexto, ni como tercero o quinto, sino justo como el recurso central entre los siete (tres primero, Cristo el Señor en el centro, y luego otros tres).  A mi parecer, el apóstol Pablo está comunicando la centralidad de Jesucristo en la unidad de la iglesia.  Sin él no hay verdadera unión con Dios ni con la iglesia.  La unidad se conserva no por reuniones sociales, no por convivencias, no por sentarse a comer juntos, no por tener charlas de esto o de aquellos, sino por tener a Jesucristo como centro de la vida y de la iglesia.  Un segundo detalle interesante es que no dice la Escritura que el Padre es el Señor de la iglesia, ni dice que el Espíritu Santo sea el Señor de la iglesia, y ni siquiera hay dos Señores divinos para la iglesia, sino uno sólo.  Es por eso que Pablo, refiriéndose a Jesús indica que tenemos “un Señor”.  Toda la iglesia y en consecuencia cada creyente en particular, tenemos solo “un Señor” que es Jesús el personaje central de la unidad de la iglesia.

   Lamentablemente muchas personas de quienes no dudo acerca de la autenticidad y veracidad de su fe, aunque Jesús es su Salvador, su Señor no es Jesús, porque hay quienes asumen un fanatismo religioso hacia su pastor preferido, su anciano de iglesia preferido, su seminarista preferido, su directivo preferido, etc…., haciendo que su persona preferida desplace el señorío que Jesucristo debe tener en la vida de la iglesia local, y especialmente en la vida de estos creyentes.  Esto no es lo que Dios espera de un creyente dentro de una iglesia local.  Entonces, si tenemos “un Señor” que es Jesucristo, y si estamos bajo dirección de este mismo Señor, nos podremos mantener en la unidad de Dios; pero si introducimos a otro señor o formamos un grupito y nos constituimos como señor de ese grupo, nos convertiríamos en impostores del Señor.

   La iglesia de la ciudad de Corinto, que se caracterizó por no preocuparse por la unidad local, comenzó a formarse grupos internos, unos decían: “Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo” (1 Corintios 1:12), pero el apóstol Pablo excluyéndose de la lista le dice a los Corintios “¿Acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo?” (1 Corintios 1:13).  Tenía razón el apóstol Pablo al decir que ningún ser humano, ya sea apóstol, misionero, evangelista, pastor, maestro, anciano, o de cualquier otro oficio o ministerio, no puede ser señor de la iglesia.  Solo tenemos “un Señor”.

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   El quinto recurso que los creyentes tenemos a disposición para mantenernos en unidad con Dios, con la iglesia universal, y con la iglesia local, es:

V.- UNA FE.

   El versículo 5 continúa con la lista de recursos.  Luego de mencionar “un Señor”, añade: “una fe”.  Eso sí, no cualquier fe es la que une a una persona primeramente con Dios y luego a los creyentes entre sí.  Tiene que ser la verdadera fe salvadora.  Una persona puede tener fe en que Dios creó el universo, eso es fe, porque no vio que Dios haga la creación pero lo cree porque así lo dice un Libro conocido como Biblia; pero esa fe, aunque sea fe no es salvadora, ni une a nadie con Dios, aunque puede ser que todos los que creen que Dios es el creador les una entre ellos esa misma fe, pero no es la fe a la que se refiere el apóstol, como fe que une a una persona primeramente con Dios y luego en unidad de hermandad de los salvos en Cristo.  La fe salvadora es la que consiste en creer que siendo nosotros pecadores no podíamos salvarnos nosotros mismos de la condenación que merecemos, y que Jesús vino como Hijo de Dios para salvarnos de la condenación, tomando él nuestro lugar pagando la pena de nuestras culpas con el derramamiento de su sangre mediante su muerte.

   Es muy probable que cuando una iglesia local no vive la unidad de Dios, es porque existen en su interior diversas fe(s), ya sea incluyendo la fe verdadera e incluso sin la fe verdadera, pero esas diversas fe(s) que no son la fe salvadora, muy pronto hacen surgir diversas opiniones contrarias a la verdad de Dios, y siempre aparecerá por lo menos una o más personas que la representen, y de esta manera se viola o rompe la unidad de Dios para su iglesia.  En la iglesia nadie tiene derecho a introducir una fe distinta a la fe salvadora, porque la iglesia no se sostiene de dos o más fe(s), sino solo de “una fe”.  Y es cuando nos mantenemos en esa sola “una fe” verdadera y salvadora que entonces nos mantenemos en la unidad instituida por Dios para su iglesia local y universal.  Esta fe también enseñada en las Sagradas Escrituras es un recurso más para cuidar y fortalecer nuestra unidad cristiana en la iglesia local.

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   El sexto recurso que los creyentes tenemos a disposición para mantenernos en unidad con Dios, con la iglesia universal, y con la iglesia local, es:

VI.- UN BAUTISMO.

   Al final del versículo cinco, el apóstol Pablo indica que uno de los elementos o recursos para conservar la unidad de la iglesia universal y local es “un bautismo”.  Este bautismo puede referirse al derramamiento de la gracia de Dios sobre la vida de cada uno de nosotros los pecadores que sin merecerlo hemos sido alcanzados para salvación.  En otras palabras, podemos guardar la unidad con Dios y su iglesia, actuando con la conciencia de que si somos una comunidad de personas a quienes Dios nos ha escogido para conducir a la eternidad de salvación con Él, ¿por qué hemos de estar en discordia unos con otros, si finalmente hemos de estar juntos y en armonía para toda la eternidad?  Actuar ahora con falta de unidad, por falta de armonía, no es lo que Dios espera de nosotros que hemos sido bautizados con “un bautismo” el de su gracia salvadora; sin embargo también puede referirse al bautismo con agua, lo cual fue instituido como símbolo y señal visible de la gracia de Dios operando en la vida de la persona que la recibe, así como símbolo y señal visible de una renuncia pública de seguir al mundo.  El bautismo con agua es el ordenado por Jesús que se hiciese “en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mateo 28:19)[i].  Cualquiera que sea el caso, el bautismo fue instituido no para inventar otras maneras, ni para definir otros modos, ni para simbolizar ilusiones eternas, ni para formular otras doctrinas, sino como un recurso para guardar la unidad con Dios y su iglesia.

   Charles F. Pfeiffer, en el libro Baker´s Bible Atlas explica que un poco al norte de Corinto había una ciudad llamada Eleuterópolis, que otros la identifican como Eleusis, en la que se practicaba según su religión un bautismo pagano en el mar para aquellos que deseaban asegurar para sus seres queridos una “buena vida” si se piensa que ellos no alcanzaron en vida el poder tener una “buena vida” en el más allá.  Homero en su Himno a Demetrio, en las páginas 478-479 menciona esta práctica de le religión eleusiana.  Sin duda que los Corintios fueron influenciados por el paganismo de estos eleusinos, pues cuando el apóstol Pablo escribe a los Corintios su primera epístola, les dice con respecto a los eleusinos: “¿qué harán los que se bautizan por los muertos, si en ninguna manera los muertos resucitan? ¿Por qué, pues, se bautizan por los muertos?” (1 Corintios 15:29).  Esto no lo practicaron los corintios que se convirtieron a la fe cristiana, pues San Pablo les menciona esta situación no para enseñarles o corregirles acerca del bautismo sino para explicarles que los muertos van a resucitar cuando Cristo vuelva.  Sin embargo, allí está mencionado un bautismo extraño.   En la actualidad, los mormones son los que practican ese bautismo extraño.  Entre ellos una persona se hace llamar con el nombre y apellidos de algún difunto para representarle, y recibe el bautismo como si el muerto hubiese sido bautizado, entonces creen que el muerto ha cumplido así los requisitos para la salvación.  ¿Qué fácil, no?  Solo hace falta que alguien quiera hacerlo para ti después de tu muerte.  Esto niega la eficacia de la muerte de Jesús, convirtiendo en más eficaz el bautismo extraño de una asociación religiosa de dudosa constitución.  Es la modernización del eleusianismo pagano adaptado al cristianismo.  Por eso San Pablo dice que hay solamente “un bautismo”, no más de uno, y que permaneciendo en este único bautismo permanecemos en la unidad con Dios y su iglesia.

   También tengo que mencionar que en la historia de los primeros siglos del cristianismo, unos ocho de los muchos cientos de los llamados padres apostólicos, formularon la teoría de la validez de tres bautismos según las circunstancias del creyente: el bautismo de agua, el bautismo de sangre, y el bautismo de deseo[1].  Qué bueno que ni el catolicismo ni el protestantismo adoptó esta tradición no escritural.  El bautismo de sangre consistía en que un creyente que siendo todavía un catecúmeno si es asesinado por su fe sin haber podido recibir el bautismo de agua, se da por ello bautizado como si hubiese sido bautizado con agua.  En otras palabras su martirio le sirve como bautismo.  El bautismo de deseo consistía en que un creyente que siendo todavía un catecúmeno, se supone por ello que está dispuesto a recibir el bautismo de agua, pero si este fallece no por ser mártir, se entiende por su deseo que si hubiese llegado el momento hubiese recibido el bautismo, y no habiendo evidencia de que lo hubiese rechazado, entonces se da por bautizado como por agua.  Pero estos otros dos bautismos que tienen disfraz de cristianismo son incongruentes con la doctrina apostólica, pues el apóstol Pablo no enseña ni tres ni más bautismos, ni siquiera dos, sino solamente “un bautismo” con agua que tiene que ser aplicado físicamente al creyente y a sus hijos.  Cualquier innovación que altere esta doctrina de Jesús y apostólica, de “un bautismo” haría una perversión del evangelio, y rompería la unidad de la iglesia local.  Por eso, el bautismo en agua es “un bautismo” que nos une.  Esta es una razón por la que se motiva a todo creyente a bautizarse con agua.

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   El séptimo recurso que los creyentes tenemos a disposición para mantenernos en unidad con Dios, con la iglesia universal, y con la iglesia local, es:

VII.- UN DIOS Y PADRE.

   Los romanos de la época de Jesús y de los apóstoles en su mitología tenían a Júpiter como pater deorum et hominum, o sea padre de dioses y hombres[2], entre una lista de casi 25 atribuciones.  Aunque los emperadores que se denominaron Césares, reclamaban que sean adorados como dioses, ellos mismos servían a Júpiter como dios supremo entre otra variedad de dioses menores.  Su nombre en latín fue Iuppiter, que proviene de la raíz dyu = luz, y piter que se refiere a pater o padre, significando para los romanos “padre de luz”.  El cristianismo les enseñó que no Júpiter sino el único Dios vivo y verdadero, Padre de Jesucristo, es el verdadero “Padre de las luces” (Santiago 1:17).  En otras culturas y en otros tiempos también hubo otros mitos de divinidades que fueron considerados como padres de la humanidad,[3] también lo hubo entre los antiguos mayas que llamaron Hun Ab Ku a quien consideraban como el creador de los hombres[4].

   La doctrina apostólica de la fe cristiana que se desarrolló en la misma cultura romana fue muy clara de que el único Dios vivo y verdadero, Padre de nuestro Salvador y Señor Jesucristo, es llamado como “Dios y Padre” no solamente de su Hijo Jesucristo, sino como “Dios y Padre de todos”.  Obviamente Dios es Padre de Jesucristo no igual a las muchas veces obscenas formas de las mitologías, sino solamente procedente de la misma sustancia de Dios.  Lo relevante aquí es que Dios es no solamente Padre de Jesús sino también “Padre de todos”.  Esta es otra de las realidades que nos une.  Si somos hijos de un mismo Padre verdaderamente Divino ¿por qué hemos de pelearnos, mal mirarnos, mal tratarnos unos a otros?   Dios nos proveyó este recurso de ser hijos de un mismo Padre para que nos mantengamos unidos finalmente no porque somos hermanos sino porque Él es nuestro Padre.

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   CONCLUSIÓN: Amados hermanos, cada creyente para guardar esta unidad con Dios y su iglesia no tiene que ingeniárselas para ver cómo guarda la unidad del Espíritu, sino que tiene muy a la mano los recursos disponibles para este fin, los cuales son: “un cuerpo, y un Espíritu, […] una misma esperanza, un Señor, una fe, un bautismo, un Dios y Padre de todos”.  Cuidemos la unidad de nuestra amada congregación.

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[1] http://www.vaticanocatolico.com/iglesiacatolica/bautismo-de-sangre/

[2] https://es.wikipedia.org/wiki/J%C3%BApiter_(mitolog%C3%ADa)

[3]   El concepto de Dios y Padre ha existido en todas las religiones de la historia.  Entre la primera civilización humana, los sumerios, fue Anu; entre los egipcios lo fue Ra-Atón; en la india el dios padre para ellos fue Brahma; entre los griegos Cronos era considerado como dios y padre; en los países nórdicos fue Odín quien era llamado el “padre de todos”; y en la mitología preshispánica de América lo fue Ometéotl, aunque era un dios masculino y femenino a la vez, pero como tal la hacía de padre.  Leer artículo Siete padres en la mitología, http://fahrenheitmagazine.com/arte/7-padres-en-la-mitologia/

[4] http://www.samaelgnosis.net/revista/ser25/capitulo_11.htm

[i]  NOTA ACERCA DE “UN BAUTISMO”.  Es evidente que durante siglos ha habido discrepancias entre los modos de bautizar, que si es por inmersión, aspersión, o efusión, etc…, pero aunque han existido estas divisiones universales no lo debe haber necesariamente en nuestras iglesias locales.  Es mejor que si uno no está de acuerdo con el bautismo por inmersión, pues pase a otra iglesia local que bautice por efusión o aspersión, en vez de quedarse entre los inmersionistas a tener constantes discusiones con ellos.  Lo mismo si alguien no está de acuerdo con la efusión o aspersión, pues en vez de estar alterando el orden y el respeto con sus constantes discusiones, es mejor que tal persona pase con el otro grupo.  No hay necesidad de pleitos.  Las diferencias se deben enfrentar con paz y responsabilidad.  Hay también los que creen que no debe hacerse como dijo Jesús: “en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo” (Mateo 28:19), sino como el apóstol Pedro dijo que cada uno se bautice “en el nombre de Jesucristo” (Hechos 2:38).  Pues, ¿quién es supremo en autoridad?  ¿Pedro o Jesús?  Obvio que Jesús.  Pero, ¿quiso Pedro decir que solo en el nombre de Jesucristo debe hacer el bautismo con agua?  ¿Quiso decir que Jesús su Maestro no dijo bien las cosas?  Yo creo que no.  Sus palabras deben entenderse de la siguiente manera: Dios es uno, y es indivisible.  Si yo digo que recibí a Jesús, eso implica, aunque no lo digo, que también recibí al Padre y al Espíritu Santo.  Si quien aplica o quien recibe el bautismo solo en el nombre de Jesús, rechaza por ello el amor del Padre, y la gracia del Hijo, entonces, su bautismo no es el mandado por Jesucristo; pero si se le bautizara solo mencionando el nombre de Jesucristo aceptando en su nombre su unicidad con el Padre y con el Espíritu Santo, entonces es correcto.  Pero, ¿para qué entrar en discusiones que dividen opiniones e iglesias locales, si tenemos la fórmula fundamenta y aclaratorio de Jesús?

 

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