PROPÓSITOS DE DIOS CUANDO ACTÚA A NUESTRO FAVOR
1 Samuel 12:24.
Predicado por primera vez por el Pbro. Diego Teh Reyes, en el domicilio de la familia Encalada May (Luis e Ileana, y su hijo Joshua), de la congregación “Unidad en Cristo” de la col. Morelos Oriente, de Mérida, Yucatán; el día sábado 07 de Mayo del 2016, a las 19:00 horas; por motivo de acción de gracias.
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INTRODUCCIÓN: Jesús entre sus enseñanzas mencionó el caso de un padre que tenía dos hijos, uno de ellos, digamos que era el bueno, siempre había trabajado con y para su padre, y era muy respetuoso de los bienes de su padre al grado que solamente recibía su ganancia que honradamente ganaba cada día. En cambio el otro de sus hijos, al parecer no le agradaba trabajar ni para su padre ni con su padre, por lo que mejor prefirió independizarse, exigiéndole a su padre que le diera de una buena vez la parte de la herencia que le correspondía. Me estoy refiriendo al hijo pródigo. Por supuesto que no estaba listo para independizarse, pues su mentalidad no era invertir su herencia para aumentar su patrimonio, sino solamente quería tener bienes a disposición para malgastarlos llevando una vida totalmente en malos pasos. Ya conocemos su caso, y eso fue lo que sucedió con él. La pregunta obligada aquí es ¿cómo un padre es capaz de dar a un hijo terco, desobediente, y rebelde, lo que con esfuerzo y sacrificio ha obtenido con el paso de los años? El caso de este padre del hijo pródigo, ilustra la bondad de Dios hacia nosotros los seres humanos que no siendo los mejores sino los hijos malos, recibimos de Él, infinidad de acciones inmerecidas de Dios a nuestro favor.
También tenía razón Jesús cuando dijo: “¿Qué hombre hay de vosotros, que si su hijo le pide pan, le dará una piedra? / ¿O si le pide un pescado, le dará una serpiente? / Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos, ¿cuánto más vuestro Padre que está en los cielos dará buenas cosas a los que le pidan?” (Mateo 7:9-11; cf. Lucas 11:11-13). Por supuesto que Dios no es un Padre malo, sino todo lo contrario. También estoy seguro que dentro de toda la bondad de Dios hemos recibido no solo cosas que alguna vez hemos pedido a Dios, sino que incluso hemos recibido muchas cosas que ni siquiera alguna vez se nos ocurrió pedirlas a Dios. Es posible que Luis e Ileana han recibido cosas que ni si quiera se las pidieron a Dios.
Basado en 1 Samuel 12:24 que dice: “Solamente temed a Jehová y servidle de verdad con todo vuestro corazón, pues considerad cuán grandes cosas ha hecho por vosotros”, voy a compartir en este momento a todos los presentes, que Dios al actuar a nuestro favor tiene propósitos bien definidos para nosotros. / ¿Cuáles son los propósitos que Dios tiene bien definidos al actuar a nuestro favor? / De manera específica voy a compartirles en el desarrollo de este mensaje, solo tres de tales propósitos de Dios cuando Él actúa a nuestro favor.
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El primer propósito definido de Dios al actuar a nuestro favor, es que:
I.- BUSCA NUESTRO SERVICIO.
Siguiendo con su discurso el anciano profeta Samuel, les exhorta con las siguientes palabras: “Solamente temed a Jehová y servidle de verdad con todo vuestro corazón” (v. 24a). Una de las razones por las que Dios siempre quiso favorecer a su pueblo escogido es para que estos escogidos tuviesen razón suficiente para decidir servir a Dios. Los sacó de la idolatría de Ur para que le sirvieran a Él, los saco de la esclavitud de Egipto para que le sirvieran a Él, les dio por heredad la tierra de Canaán para que le sirvieran a Él; pero no siempre le habían querido servir. Es más en aquel momento, esta generación de la época de Samuel le estaban dando la espalda a Dios. Le rechazaron como rey y exigieron un rey humano como lo tenían las otras naciones. Haber rechazado el gobierno teocrático de Dios, por supuesto que fue una falta grave, por lo que el profeta no tardó en decirles: “vosotros habéis hecho todo este mal” (v. 20). Pero Dios tuvo más misericordia de ellos que no los exterminó como nación, porque pudo haberlo hecho.
El mensaje oportuno y total del profeta fue: “No temáis; vosotros habéis hecho todo este mal; pero con todo eso no os apartéis de en pos de Jehová, sino servidle con todo vuestro corazón” (v. 20). Samuel les dijo que aun habiendo ellos rechazado el gobierno de Dios, lo menos que podían hacer era que: “no os apartéis de en pos de Jehová, sino servidle con todo vuestro corazón”. Lo que Dios siempre había esperado de ellos como pueblo es que le sirvan.
Amados hermanos, si nosotros hiciéramos un recordatorio acerca de cómo Dios ha actuado a nuestro favor al paso de los años, si lo hacemos de manera honesta descubriremos también que Dios ha hecho grandes cosas por nosotros, con tal que le sirvamos. Sin embargo muchas veces se nota la insatisfacción que hay en nosotros, en el que por querer tener un poco más de lo que ahora tenemos, nos dedicamos a conseguir ese poco más que queremos y dejamos el servir a Dios en segundo lugar, y así hasta que quede en el último lugar sin que en realidad le sirvamos. En la actualidad hay muchas personas que aun llamándose cristianas también no se dedican a servir a Dios porque sienten que les hace falta muchas cosas en la vida, por lo que mejor ocupan su tiempo solo y siempre para sus intereses personales, menos para servir a Dios. Servir a Dios debe ser siempre una respuesta nuestra de gratitud por lo que Dios ha hecho por nosotros, no por lo que esperamos que todavía él haga por nosotros.
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El segundo propósito definido de Dios al actuar a nuestro favor, es que:
II.- BUSCA NUESTRA REFLEXIÓN.
Comenzaré indicando la exhortación que el profeta Samuel hace a los israelitas, diciéndoles con respecto a Jehová Dios: “considerad cuan grandes cosas ha hecho” (v. 24b). El profeta Samuel les estaba invitando a reflexionar con respecto a toda la historia de las obras de Dios a favor de ellos como pueblo escogido. Les estuvo recordando cómo durante los años que sus antepasados estuvieron en Egipto y hasta su salida de ese país Dios les estuvo favoreciendo (vv. 7,8); también les recordó que durante los años en los que estuvieron peregrinando en el desierto no les hizo falta ni una obra de Dios a favor de ellos; luego, durante los años en los que fueron gobernados por los jueces, Dios no dejó de estar a favor de ellos (vv. 9-11); y ahora que estaban siendo gobernados por el rey Saúl, a pesar de que estaban rechazando a Dios, Él no les rechazaba sino al contrario (vv. 12,13). En cada una de estas etapas de la historia, Dios estaba haciendo con ellos grandes cosas, pero esta generación de israelitas de la época de Samuel, no se daban cuenta que Dios había estado obrando a favor de ellos, desde muchos siglos atrás; pero al parecer tenían la tendencia a corto plazo de olvidarse de las cosas grandes que Dios hacía por ellos, pues al poco tiempo se olvidaban de Dios y dejaban a Dios (vv. 9a, 10b). El llamado del profeta Samuel es que consideren, o sea que analicen y reflexionen las grandes cosas que Dios ha estado haciendo con ellos como pueblo desde hace más de 10 siglos, un milenio, toda una historia.
Quizá los que hoy estamos aquí no tenemos disponible la historia de los hechos de Dios en nuestros antepasados, quizá porque el evangelio es reciente que ha llegado a nuestro país (se habla de 500 años desde la llegada de los conquistadores españoles, pero en realidad apenas van 150 años que llegó en nuestro país y en nuestra región en su versión bíblica y reformada). Pero no tenemos que pensar en un milenio, ni siquiera en 500 o 150 años, sino basta con solo reflexionar en las acciones de Dios por nosotros en el tiempo de nuestra vida personal. Hoy, cada familia, cada persona, cada creyente podemos darnos cuenta de lo que Dios ha hecho a nuestro favor, tanto en lo material como en lo espiritual. En lo material, hoy más que nunca hemos tenido estudios que nuestros padres no tuvieron, hemos tenido mejores casas que nuestros padres no tuvieron. Pero en lo espiritual, hemos conocido el evangelio salvador de Jesucristo que nos libra de la condenación eterna. Todas estas acciones de Dios por nosotros, tanto materiales como espirituales, son un llamado de Dios a reflexionar acerca de lo grande que son cada una de sus obras por nosotros.
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El tercer propósito definido de Dios al actuar a nuestro favor, es que:
III.- BUSCA NUESTRO BIEN.
Cuando el profeta Samuel les dice que consideren las grandes cosas que Dios ha hecho, les enfatiza que fue lo hecho “por vosotros” (v. 24b). Como les indiqué hace un momento, Dios había hecho grandes cosas primeramente con los antepasados de ellos, desde hace como mil años atrás desde que Dios llamó a Abraham. Cada cosa que Dios hizo en el pasado por cada uno de los descendientes de Abraham, Dios lo estaba haciendo para que cada generación posterior reciba los beneficios correspondientes. La generación de israelitas de la época de Samuel, eran tan afortunados que no tenían que ser peregrinos como su antepasado Abraham lo fue durante años viajando a pie desde Ur hasta el norte de Mesopotamia en Harán, luego descender hasta el suroeste hasta al África en Egipto, y luego regresar a Canaán donde murió con la promesa de que esa tierra sería para sus descendientes. Luego estos israelitas eran tan afortunados que no tenían que vivir como esclavos en Egipto como lo fueron sus antepasados los descendientes de Jacob. Dios sacó a los descendientes de Jacob de Egipto para que las demás generaciones no pasaran por esa amarga experiencia.
Así que cada cosa que Dios hizo con los antepasados de ellos, fue como si Dios lo hiciera por cada generación posterior, porque los beneficios lo disfrutarían ellos sin pasar por las complicaciones que tuvieron sus antepasados. Ahora cada uno estos israelitas de la generación de Samuel no participaron en la guerra de conquista de aquellos territorios sino que todo eso lo hicieron sus antepasados de la época de Josué, a quienes Dios favoreció dándoles la victoria en cada ciudad y territorio conquistado, pero ahora tenían por lo menos una propiedad en la tierra de Canaán. Por eso cuando el anciano profeta Samuel les dice que Jehová Dios ha hecho grandes cosas en el pasado les dice a ellos que Dios lo hizo “por vosotros” (v. 24b), o sea, “por ustedes”. Es decir, Dios actúa a favor de los seres humanos aún siglos antes de nacer para que disfruten de sus bondades.
Con respecto al favor que Dios ha hecho o hace por nosotros (ya no por los israelitas), todo comenzó aun antes de la creación. Dice el apóstol Pablo que “nos bendijo con toda bendición espiritual en los lugares celestiales en Cristo, / según nos escogió en él antes de la fundación del mundo” (Efesios 1:3b, 4a). Esto tiene que ver no con bendiciones materiales sino con las mejores bendiciones que tienen que ver con nuestra salvación eterna, que desde la eternidad Dios preparó para nosotros y que en el tiempo fue hecho efectivo por Cristo mediante su muerte expiatoria. Si bien, Dios ha dado a nuestra familia bendiciones materiales, lo más importante es que también nos ha dado bendiciones espirituales, para nuestro bien actual y eterno. Ese bien es inmerecido porque no fue para cualquier persona, sino para quienes “nos escogió” (afortunados). Gracias al amor de Cristo por nosotros los pecadores, podemos disfrutar las bendiciones de ser salvos por medio de él; pues de nada serviría tener grandes bendiciones materiales terrenales, si al final de todo quedamos en condenación eterna; pero gracias a Dios que además de las bendiciones materiales que nos concede, nos da también el mejor bien, el bien eterno de la salvación y de la vida eterna por medio de Cristo.
Amados hermanos, todo lo que Dios ha hecho en el pasado con nuestros padres, abuelos, bisabuelos, tatarabuelos, y demás antepasados es para que finalmente las generaciones de la actualidad seamos beneficiados. Dios siempre está interesado en el bienestar de los que estamos con vida. Nos da una familia, nos da una vivienda, nos da otros bienes materiales, y otros privilegios. Dios obra a nuestro favor para que disfrutemos el bien que Él tiene para nosotros. Deberíamos como Asaf, decirle a Dios con sentido de gratitud: “¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? y fuera de ti nada deseo en la tierra” (Salmo 73:25). Dios es nuestro supremo bien.
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CONCLUSIÓN: Amados hermanos, hoy siguiendo las enseñanzas de nuestro Señor Jesucristo, debiéramos mirar a Dios como el Padre bueno que ha dado y da buenas cosas a nosotros sus hijos; deberíamos mirar a Dios como el Padre que aun siendo nosotros unos hijos siempre malos y constantemente rebeldes, Él nos da aun lo que no merecemos y muchas veces nos da hasta lo que ni siquiera le hayamos pedido. Pero sobre todo debemos mirar a Dios esperando de nosotros una vida de servicio como Él dignamente se merece, sacando el tiempo necesario para este fin; luego mirar a Dios esperando de nosotros una vida de reflexión constante valorando que lo que hace por nosotros a lo largo de nuestra vida no son pequeñas migajas de amor sino grandes cosas para nuestra vida; y finalmente mirar a Dios esperando de nosotros que nos demos cuenta que si algo Él hace por nosotros no es para que nos cause algún mal sino al contrario para que disfrutemos todos los efectos temporales y eternos de su bondad.
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