YO EDIFICO
Romanos 15:2.
Predicado por primera vez por el Pbro. Diego Teh Reyes, en la congregación “Roca de la Eternidad” de la col. Díaz Ordaz, de Mérida, Yucatán; el día domingo 15 de Mayo del 2016, a las 18:00 horas.
.
INTRODUCCIÓN: Todos somos edificadores. Como dijo Jesús edificamos nuestra vida personal como uno que prudentemente construye su casa cimentándolo sobre la laja o como un insensato que construye su casa solamente asentándolo sobre la arena (cf. Mateo 7:24-27). Afortunadamente los que por la gracia de Dios hemos venido a la fe en Jesucristo somos los que estamos correctamente edificando nuestra propia vida. Pero nuestra función edificadora no se limita a la vida personal. Edificamos a la familia, edificamos a nuestros hijos, pero en la iglesia también somos edificadores de los demás. El apóstol Pablo cuando escribe a los Corintios les dice que “yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica encima; pero cada uno mire cómo sobreedifica. / Porque nadie puede poner otro fundamento que el que está puesto, el cual es Jesucristo. / Y si sobre este fundamento alguno edificare oro, plata, piedras preciosas, madera, heno, hojarasca, / la obra de cada uno se hará manifiesta…” (1 Corintios 3:10b-13a). Esto establece la naturaleza de nuestra labor edificadora, el fundamento tiene que ser Jesucristo, y las piezas de la sobre edificación que edifica el “edificio de Dios” (1 Corintios 3:9) también tiene que ser de Jesucristo mismo.
En este mensaje usaré como texto bíblico las palabras del apóstol Pablo a los romanos que dicen: “Cada uno de nosotros agrade a su prójimo en lo que es bueno para edificación” (Romanos 15:2), y con ello compartirles que el deber de edificar a otros incluye diversos aspectos. / ¿Qué diversos aspectos incluye el edificar a otros? / Estas palabras del apóstol Pablo nos enseña tres aspectos de lo que incluye edificar a otros.
.
El primer aspecto que incluye edificar a otros, es que:
I.- INCLUYE A CADA UNO DE NOSOTROS.
Lo primero que observaremos en el versículo 2, es que la instrucción del apóstol Pablo a los romanos comienza diciéndoles “cada uno de nosotros”. Esto no es nada menos que la explicación de que no se trata de un deber de algunos de nosotros, sino que claramente indica que es de “cada uno de nosotros”. Quizá hay cosas que no podemos hacer, pero en aquellas cosas que Dios nos ha dado algún don espiritual específico, aunque ello parezca como insignificante aportación, podemos ser de grande bendición para otros. Por otra parte, esta instrucción del apóstol indica que no se admite en la iglesia miembros solamente espectadores, sino creyentes que habiendo primero buscado la edificación de sus propias vidas, estén al mismo tiempo comprometidos con la edificación de los demás.
En su epístola a los Corintios, el mismo apóstol Pablo, hablándoles de la edificación que se puede dar a los demás cuando se reúnen para el culto, les escribió a ellos: “Cuando os reunís, cada uno de vosotros tiene salmo, tiene doctrina, tiene lengua, tiene revelación, tiene interpretación. Hágase todo para edificación” (1 Corintios 14:26). Otra vez el apóstol indica que lo que se hace en las reuniones de la iglesia es “para edificación”, pero también insiste en que no es responsabilidad de solo alguno de nosotros, sino que afirma que en la reuniones “cada uno de vosotros” tiene salmo, doctrina, lengua, revelación, interpretación… etc. No pretendo explicar en este mensaje la vigencia de estos dones mencionados por el apóstol, sino solamente enfatizar que somos constituidos por Dios para edificar a los demás creyentes.
Amados hermanos, en la iglesia debemos contribuir en la edificación, principalmente para que todos tengamos un mismo sentir que favorezca la unidad de la iglesia para realizar su misión en este lugar. También para que todos podamos glorificar a Dios de una forma más excelente cada vez. El apóstol Pablo continua diciendo en los versículos 5 y 6: “Pero el Dios de la paciencia y de la consolación os dé entre vosotros un mismo sentir según Cristo Jesús, / para que unánimes, a una voz, glorifiquéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo” (Romanos 15:5,6). Estos fines de la unidad de la iglesia y la glorificación a Dios siempre nos hace falta, por lo que debemos “cada uno de nosotros” contribuir a favor de los demás para que juntos mejoremos en estas cosas.
.
El segundo aspecto que incluye edificar a otros, es que:
II.- INCLUYE EDIFICAR HASTA A NO CREYENTES.
Ahora lo segundo que observaremos en nuestro texto bíblico es que luego de decir “cada uno de nosotros”, añade: “agrade a su prójimo”. SI usted pensaba que solamente hay que edificar a los demás que ya son parte de la iglesia, el apóstol Pablo nos dice que la labor se extiende más allá hasta con aquellos que no son de la iglesia. No somos edificadores solamente de los que son miembros de la iglesia, sino de todo aquel que sea nuestro prójimo; en otras palabras, somos edificadores de toda persona sin importar si tiene fe o no en nuestra mismo Salvador y Señor Jesucristo o si lo tiene en otros objetos, personas, o religiones, o no. Tenemos la responsabilidad de edificar al prójimo que ni siquiera está en Jesucristo el buen cimiento o fundamento sobre el cual se debe edificar toda vida. Esto nos debe despertar la conciencia acerca de la magnitud del trabajo de edificación que cada uno de nosotros debemos realizar, y debe eliminar en “cada uno de nosotros” el conformismo de ser solamente espectadores de lo que otros está haciendo. Todos tenemos que comenzar ayudando al prójimo para colocarle primero sobre el fundamento que es Jesucristo. Allí es donde comienza nuestra tarea de edificación con el prójimo que no encontramos en la iglesia.
En esta tarea de edificar al prójimo, el apóstol Pablo lo indica diciendo: “cada uno de vosotros agrade a su prójimo”. A simple vista parece ser que se trata de agradar a las personas solamente para no tener problemas con ellos, y que eso significa que estamos a merced de ellos para que nos juzguen por si acaso nos equivocamos en algo. Pero el contexto de este mandato está en las últimas dos palabras del mismo versículo las cuales definen que el motivo de agradar al prójimo es “para edificación”, en este caso, de ellos. Cada una de nuestras acciones que son vistas y palabras que son oídas debería ser agradables para los demás de tal manera que sea edificante para el prójimo. Nuestras acciones y palabras deben ser el resultado de lo que el evangelio de nuestra fe está haciendo en nosotros, capacitándonos a vivir conforme a los valores de Dios que otros todavía no se atreven a practicarlo porque les parece raro, imposible, o hasta vergonzoso. Tenemos que edificar a todo prójimo demostrándole con nuestra forma de vivir que vivir bajo las leyes del reino de Dios es de mucho beneficio para la vida personal y familiar, por lo que vale la pena estar en la fe cristiana.
.
El tercer aspecto que incluye edificar a otros, es que:
III.- INCLUYE HACER LO QUE ES BUENO.
Una tercera observación a nuestro texto es que luego de decir que cada uno debe agradar a su prójimo, dice “en lo que es bueno para edificación”. El objetivo de edificar a otros es procurar el bien espiritual tanto de nuestro hermano en la fe como el de que no es nuestro hermano en la fe. Nuestras palabras y acciones con las personas que convivimos en cualquier lugar comenzando en casa, luego en la escuela, el trabajo, etc… deben ser para que ellos sean edificados. Si un hermano en la fe no está viviendo bien para Dios es necesario demostrarle con nuestro ejemplo cómo se puede vivir santamente delante de Dios. Si un no creyente no está interesado en buscar a Dios, entonces con más razón tenemos incluso que hablarle del evangelio para que primero se arrepienta, luego tenemos que darle seguimiento para discipularle en las orientaciones del evangelio. En cualquiera de los casos, ante creyentes o no creyentes, nuestro deber incluye hacer y decir lo que es bueno.
En esto de hacer lo que es bueno, tiene que comenzar desde una decisión arraigada en el corazón. En su epístola a los Filipenses, el apóstol Pablo les exhorta a pensar en lo que es bueno. Les dice: “hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (Filipenses 4:8). Si los pensamientos de una persona están ajustadas en todo lo que es bueno, en consecuencia un creyente podrá agradar a su prójimo en los que es bueno.
En su epístola a los romanos, Pablo les dice a aquellos creyentes: “Así que, ya no nos juzguemos más los unos a los otros, sino más bien decidid no poner tropiezo u ocasión de caer al hermano. […] / Porque el que en esto sirve a Cristo, agrada a Dios, y es aprobado por los hombres. / Así que, sigamos lo que contribuye a la paz y a la mutua edificación” (Romanos 14:13,18,19). Estamos orientados a no hacer tropezar a otros, sino a edificarlos haciendo lo que es bueno. Esto es una manera de servir a Cristo, de agradar a Dios y desde luego que a otros creyentes, al prójimo, y termina siendo edificante. Esto es lo que perseguimos, pues “cada uno de nosotros” somos edificadores no solo de nuestra vida personal, sino también la de nuestra familia, la de nuestros compañeros de trabajo, la de otros creyentes de la iglesia, y hasta la de nuestros vecinos.
.
CONCLUSIÓN: Mis amados hermanos, a manera de repaso, recordemos las tres cosas que incluye el deber de edificar a otros: Primero, incluye a cada uno de nosotros no cayendo en la pasividad de ser solamente espectadores, sino dedicados al crecimiento espiritual de los demás hermanos en la fe con quienes convivimos. Segundo, incluye también la responsabilidad de edificar incluso a aquellos que no son de la iglesia local, e incluso de los que no son cristianos, ayudándoles primero a colocarse en Jesucristo el fundamento apropiado. Y tercero, incluye hacer lo que es bueno como testimonio de la madurez de nuestros pensamientos, acciones, y decisiones, que demuestran lo útil de nuestra fe.
Deja una respuesta