YO SOY HIJO DE DIOS
Juan 10:24-36.
Predicado por primera vez por el Pbro. Diego Teh Reyes, en la congregación “Betel”, de Homún, Yucatán; (AÑO 2012), un sábado a las 19:00 horas.
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INTRODUCCIÓN: En el Corán libro sagrado de los musulmanes, no cabe la idea de que Dios pueda tener un hijo. El libro de Sura a través de sus azoras (capítulos), y en varios de sus aleyas (versículos) afirman ese argumento, diciendo por ejemplo que: “¿Cómo podría tener un hijo si no tiene compañera” (Sura 6:101). Como ellos a Dios le llaman Allah, dicen: “No es propio de Allah que engendre un hijo” (Sura 19:35), y concluyen en que “Allah no ha engendrado, ni tampoco hay algún dios con Él” (Sura 23:91). Y acerca de nosotros los cristianos, el Corán dice: “Ellos dicen: ¡el Compasivo ha engendrado un hijo! / De hecho, ¡habéis expresado una cosa muy monstruosa! / A punto están los cielos para estallar, la tierra para dividirse, y las montañas para caer en ruina total, / Que ellos deberán invocarle un hijo a el Misericordioso. / Porque esto no está en consonancia con la majestad de Compasivo que Él engendrara un hijo” (Sura 19:88-92). Y concluye diciendo acerca de Dios: “Él no engendra, ni es engendrado” (Sura 112:3).
Los musulmanes consideran que es imposible que Dios tenga un hijo, porque para ello tendría que haberse casado con una Diosa, y haber y tenido con ella relaciones sexuales, lo cual no puede suceder ni ser necesario para Dios. Así que decir que Dios tiene un hijo, para ellos es una blasfemia contra Dios, porque no puede engendrar sin esposa divina, porque además de Él no hay más Dios, ni Diosas verdaderas con quien casarse. Creo que hay algo en lo que sí tienen razón, pero no en todo. En nuestras Sagradas Escrituras no se enseña nada blasfemo, pues en ningún momento enseña que Dios haya tenido relaciones sexuales ni con una divinidad femenina, y en realidad ni siquiera con una persona humana. Cuando Jesús se identifica como “Hijo de Dios” no significa que es descendiente sexual de Dios. Nuestra Biblia no presenta ni blasfemias ni herejías.
En una ocasión, no los musulmanes sino los judíos que escucharon a Jesús identificarse como uno mismo con el Padre, le comenzaron a decir que era un blasfemo, a lo que él les reclamó: “¿…vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije: Hijo de Dios soy?” (Juan 10:36b). Aunque esta frase de Jesús: “Hijo de Dios soy”, que causó polémica a los judíos, no corresponde a la serie de frases que comienzan con la expresión “Yo soy”, como cuando dijo: “Yo soy… la luz del mundo; el pan de vida; el camino, la verdad, y la vida; la resurrección; etc….”, sino que dice “soy” al final de la frase, no es problema ni blasfemia expresarlo como: “Yo soy el Hijo de Dios”, tal como lo hace la Nueva Versión Internacional que dice: “ ¿por qué acusan de blasfemia a quien el Padre apartó para sí y envió al mundo? ¿Tan sólo porque dijo: “Yo soy el Hijo de Dios”? (Juan 10:36, NVI). Es basado en estas palabras de Jesús “Yo soy el Hijo de Dios” que enfocaré el mensaje de este momento.
Mi objetivo específico en este mensaje es explicarles que Jesús afirmó “Yo soy el Hijo de Dios”, por una diversidad de razones. / ¿Cuáles serían las diversas razones por las que Jesús afirmó ““Yo soy el Hijo de Dios”? / Observando algunos versículos a través de las Sagradas Escrituras, les compartiré algunas de tales razones.
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La primera razón por la que Jesús dijo: “Yo soy el Hijo de Dios”, es:
I.- PORQUE NO HAY BLASFEMIA EN LA EXPRESIÓN.
Los judíos del tiempo de Jesús nunca fueron buenos intérpretes de la palabra de Dios, especialmente con respecto a las profecías que tenían que ver con alguien que Dios enviaría para salvación de su pueblo. Ellos entendían salvación en un sentido político o imperial pues ya no querían ser gobernado por los romanos de aquel tiempo. Un día que Jesús andaba en Jerusalén en los alrededores del templo, un grupo de judíos le rodeó y le insistieron a que dijera si él era el Cristo o Mesías de Dios, porque ellos estaban confundidos. Como parte de su respuesta Jesús hizo la siguiente afirmación: “Yo y el Padre uno somos” (Juan 10:30). Esta respuesta indignó a aquellos judíos porque Jesús se identificaba como Dios, y eso era entendido como blasfemia, pues no podían entender que el Mesías o Cristo que vendría siendo hombre tenía que ser Dios mismo. Entonces, tomaron piedras y quisieron matarle apedreado.
Pero antes que procedieran a tirar la primera piedra, Jesús les argumentó y preguntó: “Muchas buenas obras os he mostrado de mi Padre; ¿por cuál de ellas me apedreáis? / Le respondieron los judíos, diciendo: Por buena obra no te apedreamos, sino por la blasfemia; porque tú, siendo hombre, te haces Dios” (Juan 10:32,33). Luego Jesús les hizo otro par de preguntas muy bien argumentadas: “No está escrito en vuestra ley: Yo dije, dioses sois? / Si llamó dioses a aquellos a quienes vino la palabra de Dios (y la Escritura no puede ser quebrantada), / ¿al que el Padre santificó y envió al mundo, vosotros decís: Tú blasfemas, porque dije: Hijo de Dios soy?” (Juan 10:34-36). Luego de esta acalorada conversación, no le apedrearon, ni pudieron aprehenderle, pues se logró escapar de entre ellos; pero les dejó claro que no era ninguna blasfemia que él dijera de sí mismo: “Hijo de Dios soy”.
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La segunda razón por la que Jesús dijo: “Yo soy el Hijo de Dios”, es:
II.- PORQUE PROCEDE DE LA NATURALEZA DE DIOS.
La idea y expresión “hijo de Dios”, en la época de Jesús no era una novedad. Era un concepto que los israelitas debieron conocer desde muchos siglos atrás desde que se multiplicaron en Egipto, e incluso que debieron haber conocido de las naciones vecinas que les rodeaban luego de establecerse en la tierra de Canaán. Por ejemplo en Egipto el concepto aunque mitológico de “faraón”, consistía en que fue engendrado por un padre divino y una madre humana virgen, y que por eso es un “hijo de Dios” con dos naturalezas. En Egipto, suponían que esta entidad divino-humana del faraón considerado “hijo de Dios”, se posesionaba en el que es instalado como rey para convertirle en un faraón visible, que era considerado por los egipcios como “hijo de Dios”.
Gianfranco Ravasi, un comentarista de los Salmos, explica que el Salmo 2:7 que dice: “Tú eres mi hijo, yo te he engendrado hoy”, es en realidad una reproducción del estilo en que se entronizaban a los reyes egipcios. Por ejemplo cuando fue entronizado el faraón egipcio Tutmosis III del siglo XV a.C, el protocolo fue: “Yo soy tu padre, como dios te he engendrado, para ser sobre mi trono rey sobre el alto y bajo Egipto”[1]. Lo mismo dijo Ammon-Ra a su hijo Amenofes (o Memmon) para entronizarle como faraón[2]. Con estas palabras se le concedía al rey egipcio el título de faraón o “hijo de Dios”. Los israelitas durante los 400 años que vivieron en Egipto conocieron por varias generaciones la entronización de sus faraones, o lo que es lo mismo la entronización de los “hijos de Dios”. Cuando los israelitas salieron de Egipto después de 400 años de arraigo en aquella cultura, salieron con el concepto de la existencia de “hijo de Dios” aunque no en el sentido como Jesús es conocido tiempo más tarde.
Hay que aclarar algunas cuestiones de lo que no significa la afirmación de Jesús cuando dijo: “Hijo de Dios soy”. 1.- No estaba afirmando que es procedente de una relación sexual de Dios con alguna deidad femenina ni de su propia esencia porque no hay tal persona en su ser. Dios existe en tres personas, no en cuatro que una sea la esposa. En este punto, tienen razón los musulmanes que consideran blasfemia decir que Dios tuvo un hijo pensando que fue por resultado de una relación sexual. 2.- No estaba afirmando que Jesús procedió como Hijo del Padre y de otra esencia Divina porque fuera de él no hay otro Dios ni alguna Diosa. Dios es único, no hay otro de su misma naturaleza ni igual, ni inferior, ni mucho menos superior, con quien comparta su gloria y vida. 3.- No estaba afirmando que es Hijo de Dios, como fruto de alguna relación sexual del Padre con alguna otra deidad al estilo mitológico porque entonces Dios dejaría de ser un Dios real. Esto era lo que ocurría en los faraones egipcios, una declaratoria fundamentada en un mito, que no producía a un hijo real, sino que era pura creencia popular. 4.- También considero que es necesario aclarar que no estaba afirmando que es Hijo de Dios, en el sentido de que fuese creado por Dios. Acerca de Adán, quien sí fue creado por Dios, dice San Lucas acerca de él “Adán, hijo de Dios” (Lucas 3:38), pero Jesús no es Hijo en este sentido, pues en ningún lugar de las Escrituras se dice que él haya sido creado. 5.- Jesús es “Hijo de Dios”, en el sentido de que procede de la misma naturaleza del Padre y solamente de Él.
Esto de proceder solamente del Padre, no es imposible porque siendo eternamente un solo Dios, también eternamente han existido sus tres personas, de las cuales la persona divina se pudo humanar sin necesidad de semen divino que por cierto Dios no lo tiene ni lo necesita. Aunque Jesús haya ocupado una matriz para hacer natural el proceso de humanización, fue divino al mismo tiempo que se fusionó en uno solo con la naturaleza humana. Es esto lo que el Credo Niceno enfatiza cuando dice que Jesús es: “Hijo Unigénito de Dios, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado no creado, de la misma naturaleza del Padre”.
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La tercera razón por la que Jesús dijo: “Yo soy el Hijo de Dios”, es:
III.- PORQUE LO IDENTIFICABA COMO EL MESÍAS DE DIOS.
Siglos después que los israelitas salieron de Egipto y se establecieron en la tierra de Canaán, cuando comenzaron a ser gobernados por medio de reyes, y cuando Dios pone a David como segundo rey de Israel, Dios mismo dice e David al profeta Natán: “Yo le seré a él padre, y él me será a mí hijo. Y si él hiciere mal, yo le castigaré con vara de hombres, y con azotes de hijos de hombres” (2 Samuel 7:14; cf. 1 Crónicas 17:13). ¿Cómo que el rey David será su hijo, y Él (Dios) será su padre? De entrada, por supuesto que David como todo ser humano ya era “hijo de Dios” por ser descendiente de Adán de quien San Lucas dice: “Adán, hijo de Dios” (Lucas 3:38), en el sentido de que Adán fue creado y en este sentido es que todo ser humano se considera creado, y por ello ya es “hijo de Dios”. Lo que ocurriría en el rey de Israel, no es ser creado de nuevo, ni tampoco se trata de un engendramiento estilo Divino como si la naturaleza Divina se hiciera parte de la humanidad del rey, sino únicamente se trata de una adopción para que el rey sea legítimo rey que gobierne en nombre de Dios. Así, un rey (no solo David) es un “hijo de Dios” adoptado por Dios para que gobierne en nombre de Él. Esta relación de Padre a hijo es la que hace legítimo a un rey, y le convierte en realidad en un “hijo de Dios”.
En este sentido también alguna vez todo el pueblo de Israel también fue considerado como “hijo”, y obviamente todo el pueblo era hijo “de Dios”. Cuando Dios le encargó a Moisés el mensaje de liberación que le daría al Faraón, le dijo: “Y dirás a Faraón: Jehová ha dicho así: Israel es mi hijo, mi primogénito. / Ya te he dicho que dejes ir a mi hijo, para que me sirva” (Exodo 4:22-23a). Cuando Dios le dijo a los judíos que por su rebeldía serían llevados en cautividad, le dijo al profeta Jeremías: “Irán con lloro, mas con misericordia los haré volver, y los haré andar junto a arroyos de aguas, por camino derecho en el cual no tropezarán; porque soy a Israel por padre, y Efraín es mi primogénito” (Jeremías 31:9). El sentido de “hijo” en este contexto, era no solamente por el derecho divino de haber sido Dios el formador de la nación, sino también eran “hijos” por adopción. En cuanto a Jesús, cómo no podrá también llamarse “Hijo de Dios”, siendo que verdaderamente procede de la propia naturaleza o esencia de Dios. Ni es creado, ni es adoptado, sino que es eternamente engendrado.
Ahora, observemos que uno de los primeros discípulos de Jesús llamado Natanel fue el primero en darse cuenta que Jesús es “el Mesías = Cristo = Ungido”, que es un “Rabí = Maestro”, que es un “Hijo de Dios”, pero también que es “Rey de Israel” (Cf. Juan 1:41, 49). Ni siquiera fue Pedro el quien primero descubrió estas atribuciones de Jesús. Obviamente, esta expresión de Natanael de llamarle a Jesús “Hijo de Dios”, no es en el sentido de haber sido creado, sino en el sentido de ser procedente directamente de Dios. Pero observemos que una de las misiones especiales de Jesús es que era también “el Mesías”. Para que Jesús fuese “el Mesías” de Dios, obviamente no podría ser solamente un ser creado pues genéricamente todo hombre es creado y entonces cualquiera podría serlo, y entonces no tiene sentido que Dios haya prometido un Mesías. Tampoco bastaba con que Dios haya escogido a uno de los reyes que a él le parezca el mejor, porque finalmente también solo sería un hijo adoptivo, y de esos hijos de Dios adoptivos el reino inicial de Israel y los reinos ya divididos del norte y del sur, tuvieron a casi una veintena de reyes por reino, pero a ninguno ocupó Dios para que sea el Mesías. El Mesías tenía que ser un Hijo no por creación ni por adopción, sino la única opción que queda es que este sea Divino. Si no era Divino no podría ser el legítimo Mesías que los israelitas y la humanidad entera necesitaba. Así que al anunciarse Jesús como “Hijo de Dios”, estaba afirmando que él es el auténtico Mesías procedente de Dios mismo, siendo así un legítimo Mesías.
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La cuarta razón por la que Jesús dijo: “Yo soy el Hijo de Dios”, es:
IV.- PORQUE ESTABA BAJO SUMISIÓN DIVINA.
El término “hijo de Dios” en el Antiguo Testamento tenía un enfoque relacionado con todos aquellos que se encuentran bajo obediencia al llamado o encomienda de Dios para cualquier fin. Por ejemplo, en el libro de Job podemos leer que: “Un día vinieron a presentarse delante de Jehová los hijos de Dios, entre los cuales vino también Satanás” (Job 1:6). En este caso, “los hijos de Dios” se refiere a todos los ángeles en todas sus jerarquías: ángeles, arcángeles, querubines, y serafines. Pero aún Satanás es contado entre los hijos de Dios, pues finalmente es una criatura de Dios, aunque haya tomado la decisión de ser el acérrimo enemigo de Dios. Sin embargo junto con los ángeles, está sujeto a la voluntad de Dios. Luego también leemos un diálogo entre Dios y Job, en el que Dios le pide razones a Job acerca de la fundación del mundo, preguntándole: “¿Sobre qué están fundadas sus bases? ¿O quién puso su piedra angular, / cuando alababan todas las estrellas del alba, y se regocijaban todos los hijos de Dios?” (Job 38:7). Entre estas preguntas Dios le afirma a Job que mientras Dios estaba fundando la tierra había unos seres que se regocijaban, y les llama “los hijos de Dios”. Si con esto se refirió Dios a los ángeles que se pusieron felices al ver la creación que Dios estaba realizando, entonces estos seres son considerados también “hijos de Dios”, no solamente por ser seres creados, sino porque están bajo sumisión u obediencia al Dios que los creó.
Cuando Jesús dijo ser el “Hijo de Dios”, lo que con ello también estaba afirmando es que también se reconocía sumiso y obediente a Dios su Padre celestial. Jesús se somete a la autoridad del Padre, en una relación de preciosa armonía en propósito y en acción. Jesús, a los judíos que ya le comenzaban a ver no con agrado, les dice: “… De cierto, de cierto os digo: No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente “ (Juan 5:19). Estas palabras de Jesús nos indican que como “Hijo” estaba totalmente comprometido con la sumisión u obediencia.
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CONCLUSIÓN: Ahora mis amados hermanos, quiero que sepan que este título divino de Jesús “Hijo de Dios” aparece como un elemento importante dentro de la redacción total del evangelio. Aunque no los 4 escritores del evangelio enfatizan este título, sino mayormente San Marcos, vale la pena observar la importancia que San Marcos le da. Por ejemplo lo cita al principio de su libro escribiendo: “Principio del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios” (Marcos 1:1), y diez versículos más adelante registra las palabras que se oyeron de Dios desde el cielo que dijo: “Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia” (Marcos 1:11). Relativamente a la mitad del libro, en el episodio de la transfiguración de Jesús delante de Pedro, Jacobo, y Juan, registra que se oye nuevamente una voz del cielo que dijo: “Este es mi Hijo amado; a él oíd” (Marcos 9:7). Al final de su libro registra que el centurión que comandó la crucifixión y presenció el último aliento de vida de Jesús, dijo: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios” (Marcos 15:39). Las otras ocasiones que Marcos registró la expresión “Hijo de Dios”, son las siguientes: Poco después del inicio de su ministerio, cuando comenzó a sanar a los enfermos e incluso a los endemoniados, Marcos nos dice: “Y los espíritus inmundos, al verle, se postraban delante de él, y daban voces, diciendo: Tú eres el Hijo de Dios” (Marcos 3:11). La legión de demonios que dominaban a un gadareno dijeron a Jesús: “¿Qué tienes conmigo, Jesús, Hijo del Dios Altísimo?” (Marcos 5:7). El sumo sacerdote que presidió el concilio que juzgó a Jesús la noche de su arresto, le preguntó: “¿Eres tú el Cristo, el Hijo del Bendito?” (Marcos 14:61)
Así que teniendo como testigos de su divinidad a Marcos, a Dios mismo, al centurión, y hasta a los demonios mismos, y hasta el mismo sumos sacerdote de los judíos; ahora nos toca a nosotros también reconocer y confesar que Jesús es el Hijo de Dios.
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[1] Gianfranco Ravasi, Una comunidad lee los Salmos, trad. Justiniano Beltrán; C. Edizioni San Pablo S.R.L. (2011), p. 30.
[2] Blavatsky, Helena Petrovna, La doctrina secreta, 1ª edición, 13ª reimpresión, Buenos Aires, Kier, p. 104.
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