YO SOY SEÑOR
Juan 13:3-15.
Predicado por primera vez por el Pbro. Diego Teh Reyes, en la congregación “Siervos de Jesús” de Celestún, Yucatán; el día sábado 18 de Julio del 2015, a las 19:30 horas. (Recuperado del archivo).
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INTRODUCCIÓN: Para este mensaje hice una lista de ocasiones cuando los discípulos de Jesús le llamaron Señor. Esta lista está limitada a las ocasiones mencionadas por San Mateo. Por tratarse de una lista bastante larga, no incluí las ocasiones mencionadas por Marcos, Lucas, y Juan que no son mencionadas por Mateo. Pero escuchen con atención: 1.- En la ocasión que en el mar se desató una tormenta mientras Jesús dormía, dice Mateo que “vinieron sus discípulos y le despertaron, diciendo: ¡Señor, sálvanos, que perecemos!” (Mateo 8:25). 2.- En una ocasión, cuando a sus discípulos Jesús les explicó el reino de los cielos mediante muchas parábolas, “Jesús les dijo: ¿Habéis entendido todas estas cosas? Ellos respondieron: Sí, Señor” (Mateo 13:51). 3.- Cuando Pedro aunque no estaba muy seguro de que a quien estaba viendo caminar sobre el mar era Jesús, le dijo: “Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas” (Mateo 14.28). Desde luego que era Jesús. Luego le dijo a Pedro que caminara sobre el mar. Momentos después Pedro también estaba caminando sobre el mar, pero pronto comenzó a hundirse y “dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame!” (Mateo 14:30). 4.- Cuando Jesús comienza a anunciar su muerte que enfrentaría por manos de los ancianos, sacerdotes, y escribas de Jerusalén, indicándoles a sus discípulos que él ya se dirigía intencionalmente a Jerusalén, Pedro le dijo: “Señor, ten compasión de ti; en ninguna manera esto te acontezca” (Mateo 16:22). 5.- Luego de la transfiguración de Jesús, Pedro le dice a Jesús: “Señor, bueno es para nosotros que estemos aquí; si quieres, hagamos aquí tres enramadas: una para ti, otra para Moisés, y otra para Elías” (Mateo 17:4). 6.- Cuando Jesús enseñaba a sus discípulos cómo debe hacerse el proceso de reconciliación entre dos personas, Pedro al hacerle varias preguntas a Jesús, le dice: “Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí?” (Mateo 18:21). 7.- Cuando Jesús durante la última cena de Pascua con sus discípulos anunció que uno de sus discípulos le entregarían, “entristecidos en gran manera, comenzó cada uno de ellos a decirle: ¿Soy yo, Señor?” (Mateo 26:22). Desde luego que hay más expresiones de parte de otras personas con las que Jesús fue tratado como Señor, pero les he mencionado solamente estas para resaltar las que fueron hechas por los discípulos, pues las palabras de Jesús que usaré para este mensaje contienen como fundamento para la enseñanza de Jesús una apelación a este trato de Señor que los discípulos le daban a Jesús.
En este mensaje omitiré la mención de cualquier otro título con el que Jesús fue tratado por las multitudes o por sus mismos discípulos, por lo que intencionalmente omitiré tratar el título de Jesús como Maestro que ya he expuesto en otro sermón, y me enfocaré únicamente en la mención de “Señor” como Jesús era llamado por sus discípulos, y por otras personas. San Juan nos relata que después de haber cenado la pascua y mientras lavaba los pies de sus discípulos, Pedro dirigiéndose a Jesús como “Señor”, le dice: “Señor, ¿tú me lavas los pies?” (Juan 13:6), y cuando Jesús le explicó lo necesario que era aquel lavamiento, Pedro mal entendiendo lo dicho por Jesús, respondió diciéndole: “Señor, no sólo mis pies, sino también las manos y la cabeza” (Juan 13:9). Por todas las veces que los discípulos trataron a Jesús como Señor, y por estas expresiones de Pedro, durante el lavamiento, Jesús les dijo a todos los doce apóstoles: “Vosotros me llamáis Maestro, y SEÑOR; y decís bien, porque lo soy. / Pues si yo, EL SEÑOR y el Maestro, he lavado vuestros pies, vosotros también debéis lavaros los pies los unos a los otros. / Porque ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis” (Juan 13:13-15).
Específicamente me propongo compartirles que Jesús en el contexto del lavamiento de pies que hizo a sus discípulos, tenía diversas razones importantes para afirmar a sus discípulos que él es “EL SEÑOR” cuando les dice: “lo soy” (al final del v. 13), y cuando les dice: “YO EL SEÑOR” (al principio del v. 14). / ¿Cuáles fueron las razones de Jesús para afirmar que él es el Señor? /
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La primera razón por la que Jesús afirmó ser “EL SEÑOR” diciendo “lo soy”, y diciendo: “YO EL SEÑOR”, en la ocasión que lavó los pies a sus discípulos, es:
I.- PORQUE QUERÍA ENSEÑAR QUE SER SEÑOR NO ES SOLAMENTE TENER AUTORIDAD, SINO TAMBIÉN SER HUMILDE.
Cuando observamos a Jesús como Señor, ejerciendo poder o autoridad, nunca lo vemos ejerciéndolo para beneficio estrictamente propio, sino siempre para el beneficio de otras personas. En eso consiste la humildad. Le vemos usando su poder para sanar cojos, ciegos, leprosos, por compasión hacia su condición; le vemos usando su poder para resucitar muertos por compasión a los deudos; le vemos usando su poder para expulsar demonios a personas poseídas; le vemos usar su autoridad para calmar una tempestad en el mar con el fin de salvaguardar la integridad física y vida de quienes le acompañaban. En todos los casos siendo Jesús “el Señor”, podría decirse que no tenía que hacer algo al respecto, porque después de todo es “el Señor” no el subordinado que tiene que acatar toda orden del “Señor”; pero en cada uno de los casos que antes mencioné utilizó su autoridad de Señor no para sí mismo sino para prestar un servicio en favor de otros tanto si se trataba de un bien físico o material, así como si se trataba de una necesidad espiritual.
El haber lavado los pies de sus discípulos, en realidad no tenía que hacerlo porque era “el Señor”, pero quiso hacerlo para enseñarles que una persona que está en posición de autoridad puede a pesar de ello actuar con humildad beneficiando con su autoridad a otras personas. Cuando Jesús les dijo a sus discípulos que así como él les había lavado los pies, ellos también deberían hacer lo mismo, lo que Jesús realmente les dijo va más allá de solo lavar los pies. Les estaba enseñando que ellos nunca se escuden en su autoridad apostólica para auto beneficiarse, sino que sean humildes para con los demás.
El escritor John Dickson, en uno de sus libros titulado “Humilitas: Una llave perdida para la vida, el amor, y el liderazgo” (2011; solo en inglés), define humildad como “la disposición a ejercer poder en servicio de otros”. Tener poder o autoridad no tiene nada de malo, al contrario es una función necesaria en cualquier sociedad u organización humana; pero para que esta autoridad no sea tomada en ventaja propia, quien la ostenta debe ejercerla legítimamente con humildad, de tal manera que su poder lo ejerza “en servicio de otros”. Jesús es ejemplo de esta humildad no solo en el lavamiento de los pies que hizo a sus discípulos sino en todas las otras acciones que hizo en beneficio de los demás, pues siendo “el Señor”, no guardó su autoridad para beneficio de sí mismo, sino que lo utilizó precisamente para aquellos que no tienen el poder que él si tenía. Es por eso que vemos en Jesús que el poder o autoridad puede utilizarse con sentido de humildad enfocándonos más por los demás que por nosotros mismos.
Amados hermanos, cuando una persona recibe un poder o autoridad para ejercer alguna función, puede tender a usar dicho poder más a su favor que a favor de las personas que deberían ser beneficiadas por el ejercicio de su autoridad. Cuando el objetivo de ejercer un poder se enfoca hacia uno mismo, se pierde por ello el sentido de humildad de una persona. Esta falta de humildad puede penosamente aparecer hasta en un líder cristiano que recibe autoridad para el ejercicio de un oficio eclesiástico o hasta en un ministerio o directivo de una iglesia local. También puede aparecer en los puestos de trabajo en la empresa donde usted trabaja, y lo penoso sería que usted como cristiano en vez de ser humilde solo saque ventajas o beneficios para usted mismo. La lección para nosotros es que no importa cuanta autoridad y poder le haya sido conferido a usted por Dios, por la iglesia, por su jefe laboral, o por esta misma ciudad donde usted vive. Recuerde que Jesús siendo Señor, su autoridad lo utilizó con toda humildad para beneficiar a otras personas.
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La segunda razón por la que Jesús afirmó ser “EL SEÑOR” diciendo “lo soy”, y diciendo: “YO EL SEÑOR”, en la ocasión que lavó los pies a sus discípulos, es:
II.- PORQUE QUERÍA ENSEÑAR QUE SER SEÑOR NO ES SOLAMENTE TENER AUTORIDAD, SINO TAMBIÉN SER SERVICIAL.
Cuando una persona recibe autoridad uno suele rodearse de personas que le apoyen en el ejercicio de su función, entonces, por lo general se hace más fácil delegar. Por supuesto que delegar no es malo, sino es parte de una buena administración, sin embargo hay cosas que no podrán ni deberán ser delegadas porque quedará a cargo del responsable directo el tener que realizarlas. Es allí donde el que está en autoridad tiene que aplicar su actitud de servicio. El que está en autoridad no solamente está para mandar o delegar sino también para servir. Es esto que Jesús quiso enseñar a sus discípulos en aquel acto del lavamiento de pies.
Tiempo antes de aquella noche de pascua, cuando la mamá de dos de sus discípulos le rogó a Jesús que en su reino le permitiera a sus hijos que uno de ellos se siente a su derecha y el otro a su izquierda, la respuesta de Jesús fue muy contundente para aquella madre desorientada, así como para aquellos discípulos todavía inmaduros. La respuesta fue: “…Sabéis que los gobernantes de las naciones se enseñorean de ellas, y los que son grandes ejercen sobre ellas potestad. / Mas entre vosotros no será así, sino que el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, / y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo; / como el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Mateo 20:25-28). Si alguna vez alguien tiene que estar en posición de poder o autoridad, no tiene por eso qué sentirse la gran cosa. Si hubiese algo en el cual una persona se pudiese gloriar no es en la posición de poder o autoridad que legítima o ilegítimamente ostente, sino en su hábito no circunstancial sino habitual de servir, aunque si lo hiciese, también le faltaría humildad. Pero Jesús dijo que: “el que quiera hacerse grande entre vosotros será vuestro servidor, / y el que quiera ser el primero entre vosotros será vuestro siervo” (vv. 26,27). Los discípulos tenían que aprender a servir mas no a beneficiarse de algún poder. Tiempo después de aquel incidente con esta señora cuyo anhelo era poder más que servir, Jesús tuvo que enseñarles con un ejemplo práctico cómo deberían servir a la gente con quienes ellos estarían en contacto.
Jesús fue para ellos, ejemplo de servicio aun siendo “el Señor”. Lavó los pies de sus discípulos siendo “el Señor”. Eso es servir. Hay un alto grado de admiración que una persona que realmente está en autoridad, esté dispuesta a mojarse las manos, a ensuciarse las manos con el polvo de los pies de otras personas. Ese fue el ejemplo de Jesús que encargó a sus discípulos que lo sigan haciendo. La enseñanza en sí no consiste en reproducir el acto de lavar los pies de otros, sino el estar dispuesto a sacudirse todo poder y autoridad para servir a otros. Jesús, a aquella señora que buscaba solo poder para sus hijos, le explicó hablando de sí mismo que “el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir”, por lo tanto lo único que Jesús daba y sigue dando es potestad para servir mas no para servirse a sí mismo.
Amados hermanos, los cristianos hemos de seguir el ejemplo de Jesús nuestro “Señor” de despojarnos de toda pretensión o legítima autoridad para convertirnos en servidores de los demás. Si somos ministros del evangelio, si somos oficiales de la iglesia, si somos creyentes en Jesucristo, si somos funcionarios de gobierno, si somos maestros de la educación pública o privada, si somos comerciantes, u otro tipo de profesión u oficio, debemos servir y no esperar ser servidos. Si de paso alguien nos brinda su servicio, entonces somos libres de aceptar su servicio, pero no debemos primeramente buscar que nos sirvan. Somos discípulos de Jesús no del egoísmo.
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La tercera razón por la que Jesús afirmó ser “EL SEÑOR” diciendo “lo soy”, y diciendo: “YO EL SEÑOR”, en la ocasión que lavó los pies a sus discípulos, es:
III.- PORQUE QUERÍA ENSEÑAR QUE SER SEÑOR NO ES SOLAMENTE TENER AUTORIDAD, SINO TAMBIÉN SER AGENTE DE CAMBIO.
Los imperios tanto políticos como religiosos de todos los tiempos, se han logrado arraigar en otras culturas no gracias a la humildad ni al servicio, sino más bien, gracias al poder mal utilizado mediante el abuso de sus privilegios. Por ejemplo, ustedes saben cómo en nuestro país el romanismo religioso bajo filo de espada obligó a los nativos de hace casi medio milenio, que abrasaran la fe bajo amenaza de que si no lo hacen les quitarían la vida. También ustedes han de saber las estrategias de otras religiones no cristianas que al conquistar territorios imponen su religión por la amenaza de las armas. En la actualidad algunas religiones no cristianas, y hasta denominaciones que se desvían de la fe cristiana, utilizan si no las armas, la influencia de métodos y estrategias basadas en la manipulación psicológica u otras estrategias proselitistas vergonzosas no instituidas por la voluntad de Dios para la propagación de su bendito evangelio.
En el caso de Jesús podemos observar en el relato de la historia del lavamiento de los pies que lo que él quería es que hubiese en sus discípulos primeramente un cambio de mentalidad y luego una actitud distinguida de humildad y servicio, que provea una trasformación de actitudes no solamente en una persona sino en toda una comunidad, y que al mismo tiempo se siga extendiendo esta visión transformadora. Los discípulos vivían en una cultura donde estaban acostumbrados a que otros tienen que hacer lo que ellos mismos pudieran hacer. Jesús se propuso cambiar aquella mentalidad de sus discípulos, pero para iniciar un cambio, lo primero que hay que hacer, es que uno mismo sea el ejemplo para ello. Y fue lo que Jesús hizo. No pidió a un esclavo, al dueño de la casa donde cenaron, a alguno de sus discípulos, ni contrató a alguna persona para que hiciera el lavamiento de pies, eso no cambiaría nada, pues todo permanecería igual que antes. Lo que Jesús hizo fue levantarse personalmente y comenzó a lavar los pies de los demás. Se despojó de su autoridad de “Señor”, y se ciñó la toalla de servicio. Es así como él comenzó un proyecto de transformación que ha trascendido a través de los siglos. Hoy puede usted ver en la espalda del uniforme de un empleado de algún establecimiento una leyenda que dice: “Estoy para servirle”.
Amados hermanos, nuestro mundo todavía necesita ser transformado en muchos aspectos. Solamente podrá ser transformada si los creyentes en Jesucristo seguimos su ejemplo de iniciar nosotros mismos los procesos de cambio necesarios. No esperemos que la organización tradicional logre los cambios necesarios. ¿Quiere usted ver su iglesia mejorada? ¿Quiere usted ver transformada la empresa donde usted trabaja? ¿Quiere usted ver su pueblo, colonia, o ciudad transformada? El cambio tiene que comenzar con usted. . Los mexicanos somos capaces de transformar toda una ciudad, toda una cultura con nuestra humildad y servicio. Vean nada más cómo California de los EUA, ha sido transformada durante los últimos 25 años. En un análisis que hace el vicerrector del Tecnológico de Monterrey, Dr. Pablo Ayala Enríquez, hace como dos meses, el pasado 28 de Febrero 2016, observa que: “California no hubiese tenido el desarrollo económico que registró las pasadas dos décadas, si los trabajadores ilegales mexicanos fueran los que describe el vociferante Donald Trump en cada uno de sus infames discursos populistas”[1]. Tenía cierta razón nuestro expresidente Vicente Fox cuando en 2005, en su afán por defender a los mexicanos de la política antimigratoria de los EUA, entre su equivocación con respecto a los afroamericanos dijo: “Los migrantes mexicanos hacen trabajos que ni siquiera los negros quieren hacer”. En aquel tiempo la comunidad afroamericana de los EUA le exigió a Fox una disculpa porque los afroamericanos también son gente que trabaja con toda su dedicación para sacar adelante los lugares donde viven. Lo rescatable de las palabras de Fox es que los mexicanos somos capaces de trabajar ensuciándonos las manos si es necesario, para producir cambios en donde vivimos. Lo hacemos en el extranjero, lo hacemos en nuestra ciudad, lo tenemos que hacer en nuestra familia, lo tenemos que hacer en la iglesia y en nuestra colonia, y lo tenemos que hacer incluso a escalas más pequeñas de nuestro entorno. ¿Queremos ver nuestro entorno transformado favorablemente? No esperemos que otros lo cambien. Tenemos que comenzar con nosotros mismos como Jesús inició un proceso de transformación en el entorno de sus primeros discípulos, teniendo que lavarles los pies porque ninguno se ofrecía a prestar ese servicio que a todos les hacía falta aquella noche de la cena de pascua.
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CONCLUSIÓN: Voy a concluir comentando la experiencia que tuvieron unos campesinos que conocieron y llegaron a hospedar al célebre reformador Martín Lutero. Martín Lutero viajaba a pie muy a menudo. En cierta ocasión pidió alojamiento en una casa de campesinos que le trataron tan bien como pudieron. Al saber que era el famoso reformador, rehusaron toda paga, pero le pidieron que se acordara de ellos en sus oraciones y que escribiera en tinta encarnada en su pared alguna inscripción de recuerdo. Lutero escribió: “Domini sumus”. El campesino le preguntó qué significaban aquellas palabras, y Lutero explicó que en correcto latín pueden tener un doble sentido, según el contexto de la frase. —Significan —dijo— “somos del Señor”, pero pueden significar también “Somos señores”, que es precisamente lo opuesto, aplicándolas en sentido contrario. Pero Lutero les dio una provechosa lección espiritual juntando ambos sentidos: —Somos del Señor —les dijo— porque El nos compró con su sangre; pero esto mismo hace que seamos libres por su gracia, y no seamos más esclavos de Satanás, ni de hombre alguno, sino señores, verdaderamente libres para no servir más al pecado y para honrarle y glorificarle voluntariamente a Él[2].
En realidad, así es. Cada uno de nosotros somos señores, libres de la sumisión del pecado. Hay en nosotros una autoridad innata que se debe ejercer adecuadamente en los momentos adecuados, pero por el pecado que está en nosotros, solemos utilizarlo a nuestro antojo y capricho. Pero ahora que “somos del Señor”, somos señores llamados a usar todo el poder y la autoridad que hemos recibido, usándolo con humildad, servicio, y agente de cambio en nuestro entorno de cada día.
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Ver nota adicional.
NOTA: OTRAS OCASIONES CUANDO JESÚS FUE LLAMADO SEÑOR.
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EN MATEO
- Juan el Bautista, le recordaba a la gente que las palabras del profeta Isaías, cuando dijo: “Preparad el camino delSeñor, Enderezad sus sendas” (Mateo 3:3), se refirieron a Jesús, por lo que Jesús es el Señor.
- En sus enseñanzas le dijo a la gente: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. / Muchos me dirán en aquel día: Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echamos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros?” (Mateo 7:21,22).
- San Mateo relata que “…vino un leproso y se postró ante él (ante Jesús), diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. / Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra desapareció” (Mateo 8:2,3).
- San Mateo relata también que “en Capernaum, vino a él (a Jesús) un centurión, rogándole, / y diciendo: Señor, mi criado está postrado en casa, paralítico, gravemente atormentado” (Mateo 8:5,6). Cuando Jesús le dijo que iría a ver al enfermo en casa de aquel centurión, este hombre sintiéndose indigno no quiso que Jesús fuera a su casa, diciéndole “Señor, no soy digno de que entres bajo mi techo; solamente di la palabra, y mi criado sanará” (Mateo 8:8).
- En otro caso, dice Mateo que: “Otro de sus discípulos (de Jesús, aunque no del grupo de los doce) le dijo: Señor, permíteme que vaya primero y entierre a mi padre” (Mateo 8:21).
- Luego que Jesús resucitara a la hija de Jairo, mientras se iba para otra ciudad, “le siguieron dos ciegos, dando voces y diciendo: ¡Ten misericordia de nosotros, Hijo de David! / Y llegado a la casa, vinieron a él los ciegos; y Jesús les dijo: ¿Creéis que puedo hacer esto? Ellos dijeron: Sí, Señor” (Mateo 9:27,28).
- Quizá la que más le llamó Señor a Jesús es una mujer que no era del pueblo de Dios, sino que era de nacionalidad Cananea, que viene tras Jesús gritándole y le dice: “¡Señor, Hijo de David, ten misericordia de mí! Mi hija es gravemente atormentada por un demonio” (Mateo 15:22). Cuando llega ante Jesús, se arrodilla y le dice: “¡Señor, socórreme!” (Mateo 15:25). Cuando Jesús le dice que un padre de familia no da a los perritos el pan que es de sus hijos, dándole a entender que ella no era de los hijos de Dios por no ser israelita sino cananea, ella le vuelve a decir: “Sí, Señor; pero aun los perrillos comen de las migajas que caen de la mesa de sus amos” (Mateo 15:27). ¡Qué fe la de esta mujer!
- En una ocasión, un padre de familia viene a Jesús y le dice: “Señor, ten misericordia de mi hijo, que es lunático, y padece muchísimo; porque muchas veces cae en el fuego, y muchas en el agua” (Mateo 17:15).
- Mateo relata acerca de “dos ciegos que estaban sentados junto al camino, cuando oyeron que Jesús pasaba, clamaron, diciendo: ¡SEÑOR, Hijo de David, ten misericordia de nosotros! / Y la gente les reprendió para que callasen; pero ellos clamaban más, diciendo: ¡SEÑOR, Hijo de David, ten misericordia de nosotros! / Y deteniéndose Jesús, los llamó, y les dijo: ¿Qué queréis que os haga? / Ellos le dijeron: SEÑOR, que sean abiertos nuestros ojos” (Mateo 20:30-33). Tres veces insistieron en llamarle Señor.
- En la descripción que Jesús hizo acerca de las ovejas que en el juicio de las naciones pondrá a su derecha y les dará el reino de Dios por heredad, porque le dieron de comer, beber, vestir, porque le dieron un hogar, porque le visitaron cuando estuvo enfermo o en la cárcel, estas ovejas preguntarán a Jesús: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te sustentamos, o sediento, y te dimos de beber? / ¿Y cuándo te vimos forastero, y te recogimos, o desnudo, y te cubrimos? / ¿O cuándo te vimos enfermo, o en la cárcel, y vinimos a ti?” (Mateo 25:37-39).
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EN MARCOS (No repito lo que ha sido antes mencionado por Mateo).
- En la instrucción que Jesús dio a dos de sus discípulos para que fueran por el pollino que utilizó el día de su entrada triunfal, les dijo: “Y si alguien os dijere: ¿Por qué hacéis eso? decid que EL SEÑOR lo necesita, y que luego lo devolverá. / Fueron, y hallaron el pollino atado afuera a la puerta, en el recodo del camino, y lo desataron. / Y unos de los que estaban allí les dijeron: ¿Qué hacéis desatando el pollino? / Ellos entonces les dijeron como Jesús había mandado;” (Marcos 11:3-6), lo que supone que estos discípulos tuvieron que decir que “EL SEÑOR lo necesita”.
- Cuando San Marcos narra la ascensión de Jesús y su mensaje a ellos en aquel en momento, dice de Jesús: “Y el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios” (Marcos 16:19), y cuando narra que los discípulos de Jesús cumplieron lo que Jesús les encomendó, dice: “Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían. Amén” (Marcos 16:20). En estos dos últimos versículos de su libro, llama “Señor” a Jesús, y no dudo que debió haber llamado así a Jesús durante el tiempo que él anduvo con él en el ministerio.
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EN LUCAS (No repito lo que ha sido antes mencionado por Mateo y Marcos).
- Cuando Elizabet, fue visitada por su prima María, Elizabet en sus palabras de bienvenida a su prima, dijo algo respecto a Jesús diciendo: “¿Por qué se me concede esto a mí, que la madre de mi Señor venga a mí?” (Lucas 1:43). Jesús fue identificado desde el principio como “el Señor”.
- El ángel que anunció el nacimiento de Jesús a los pastores de los alrededores de Belén, dijo: “os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor” (Lucas 2:11). El que había nacido, era “el Señor”.
- Cuando después de una noche de intento de pesca, Pedro y otros pescadores en dos barcas distintas no pudieron pescar nada. Por la mañana, luego de un discurso de Jesús a la gente a la orilla del mar, Jesús le dijo a Pedro que bogara mar adentro para pescar, y vaya sorpresa que se llevaron Pedro y los demás pescadores, a quienes casi se les rompía sus redes, y al llenar sus barcas casi se les hundía. En esa ocasión Pedro le dijo a Jesús: “Apártate de mí, Señor, porque soy hombre pecador” (Lucas 5:8). Aquí es muy evidente por el contraste de que Pedro como pecador no podía estar delante del Señor, que Señor aquí no es un título ordinario sino una referencia a Dios “el Señor”.
- En una ocasión vino a Jesús un leproso, no de aquel grupo de 10 leprosos, que postrándose con el rostro en tierra, le dijo a Jesús: “Señor, si quieres, puedes limpiarme” (Lucas 5:12).
- A la gente que escuchaba a Jesús, y que por respeto le decían Señor, les exhortó diciéndoles: “¿Por qué me llamáis, Señor, Señor, y no hacéis lo que yo digo?” (Lucas 6:46), lo cual además de aceptar que él es “el Señor”, indica que llamarle “Señor” no es una palabra que deba decirse a él a la ligera.
- Cuando Jacobo y Juan, dos de sus discípulos, luego de no poder hacer preparativos en Samaria para que Jesús pasara a predicar quizá en algunos lugares, como no aceptaron en ningún lugar que Jesús pasase a predicarles, estos dos discípulos le dicen a Jesús: “Señor, ¿quieres que mandemos que descienda fuego del cielo, como hizo Elías, y los consuma?” (Lucas 9:54).
- De un grupo de tres personas que quisieron seguir a Jesús, los dos que fueron ofrecidos, y el uno que fue invitado, le dijeron a Jesús: “Señor, te seguiré adondequiera que vayas” (Lucas 6:57), “Señor, déjame que primero vaya y entierre a mi padre” (Lucas 6:59), y “Te seguiré, Señor; pero déjame que me despida primero de los que están en mi casa” (Lucas 6:61).
- De otro grupo de 70 discípulos que Jesús entrenó para enviarles a predicar, al regresar para informar a Jesús, le dijeron: “Señor, aun los demonios se nos sujetan en tu nombre” (Lucas 10:17).
- Una mujer llamada Marta hermana de María y Lázaro, mientras su hermana María, solo escuchaba a Jesús, y ella estando muy ocupada en los quehaceres de la casa, Marta seguramente algo molesta, le dice a Jesús: “Señor, ¿no te da cuidado que mi hermana me deje servir sola? Dile, pues, que me ayude” (Lucas 10:40).
- En una ocasión que Jesús terminó de orar, sus discípulos se acercaron a él, para decirle: “Señor, enséñanos a orar, como también Juan enseñó a sus discípulos” (Lucas 11:1).
- En una ocasión que Jesús enseñó a sus discípulos con la parábola del siervo vigilante, Pedro le preguntó: “Señor, ¿dices esta parábola a nosotros, o también a todos?” (Lucas 12:41), para recibir respuesta con otra parábola, la del siervo infiel.
- Acercándose los días de la última semana de Jesús antes de su crucifixión, mientras iba por escalas de aldea en aldea hacia Jerusalén, una persona se acerca a él y le dice preguntándole: “Señor, ¿son pocos los que se salvan? Y él les dijo: / Esforzaos a entrar por la puerta angosta; porque os digo que muchos procurarán entrar, y no podrán” (Lucas 13:23,24).
- Cuando los apóstoles se dieron cuenta de lo grave que es ofender o ser tropiezo para alguna persona, todos le dijeron a Jesús: “Dijeron los apóstoles al Señor: Auméntanos la fe” (Lucas 17:5).
- Zaqueo, aquel hombre de baja estatura, luego de entender el mensaje del evangelio del reino de Dios, dijo a Jesús: “Señor: He aquí, Señor, la mitad de mis bienes doy a los pobres; y si en algo he defraudado a alguno, se lo devuelvo cuadruplicado” (Lucas 19:8).
- Después de la última cena de pascua, antes de salir del aposento para ir al Getsemaní, Pedro le dice a Jesús: “Señor, dispuesto estoy a ir contigo no sólo a la cárcel, sino también a la muerte” (Lucas 22:33). Luego de explicarles Jesús la necesidad de su muerte, los discípulos le dicen: “Señor, aquí hay dos espadas. Y él les dijo: Basta” (Lucas 22:38). Cuando una turba guiados por Judas se presentó a arrestar a Jesús en el Getsemaní, los discípulos le dijeron a Jesús: “Señor, ¿heriremos a espada?” (Lucas 22:49).
- Los caminantes a Emaús que tuvieron el privilegio de platicar con Jesús, cuando vinieron a Jerusalén a los demás discípulos, dijeron: “Ha resucitado el Señor verdaderamente, y ha aparecido a Simón” (Lucas 24:34).
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EN JUAN (No repito lo mencionado por Mateo, Marcos, y Lucas).
- La mujer samaritana con a quien Jesús le ofreció el agua de vida, 3 veces se dirigió a Jesús como “Señor”, diciéndole: “Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva?” (Juan 4:11); “Señor, dame esa agua, para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla” (Juan 4:15); y “Señor, me parece que tú eres profeta” (Juan 4:19).
- Un oficial del rey, habitante de Capernaum, cuyo hijo estaba enfermo, acudió a Jesús, diciéndole: “Señor, desciende antes que mi hijo muera” (Juan 4:49).
- Un paralítico que no podía subir al estanque Betesda cada vez que un ángel del Señor agitaba el agua; cuando Jesús le preguntó si quería ser sano, el hombre le dijo: “Señor, le respondió el enfermo, no tengo quien me meta en el estanque cuando se agita el agua; y entre tanto que yo voy, otro desciende antes que yo” (Juan 5:7).
- Cuando Jesús hablando de sí mismo se identificó como el verdadero pan del cielo, la gente le dijo: “Señor, danos siempre este pan” (Juan 6:34).
- Cuando Jesús se comenzó a identificar como descendido del cielo, muchos se comenzaron a ofender e incluso muchos dejaron de seguirle, por lo que a sus discípulos que si ellos también querían irse, pero Pedro le respondió diciéndole: “Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna” (Juan 6:68).
- Cuando Jesús defendió a la mujer adúltera ante los escribas y fariseos legalistas que querían apedrearla, luego que cada uno de aquellos religiosos se fue, Jesús le preguntó a la mujer: “¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó? / Ella dijo: Ninguno, Señor” (Juan 8:10b-11a).
- A uno de los ciegos que fue sanado por Jesús, a quien los fariseos expulsaron de la sinagoga, “¿Crees tú en el Hijo de Dios? / Respondió él y dijo: ¿Quién es, SEÑOR, para que crea en él? / Le dijo Jesús: Pues le has visto, y el que habla contigo, él es. / Y él dijo: Creo, SEÑOR; y le adoró” (Juan 9:35-38). Dos veces en la conversación le llamó “Señor”.
- En el relato de la visita de Jesús a Lázaro cuando le resucitó, todo comienza cuando María y Marta envían a avisar a Jesús con el siguiente recado: “Señor, he aquí el que amas está enfermo” (Juan 11:3). Luego cuando Jesús le comunicó a sus discípulos que irían a ver a Lázaro quien solo estaba durmiendo, los discípulos de Jesús le dijeron: “Señor, si duerme, sanará” (Juan 11:12). Cuando Marta, aquella mujer afanada en los quehaceres de la casa se enteró que Jesús estaba viniendo para a su aldea, salió a encontrar a Jesús, y le recibió diciéndole: “Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto” (Juan 11:21). Cuando Jesús le aseguró a Marta que su hermano Lázaro resucitaría, y que Jesús es la resurrección, y por él aún uno que esté muerto vivirá de nuevo, Marta respondió: “Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo” /Juan 11:27). Antes de que Jesús llegara a la aldea, Marta mandó llamar a su hermana María, quien acompañada de otros muchos judíos vino hasta donde Marta había encontrado a Jesús, y María le dijo a Jesús: “Señor, si hubieses estado aquí, no habría muerto mi hermano” (Juan 11:32). Cuando Jesús le preguntó dónde había sido sepultado Lázaro, la gente le dijo: “Señor, ven y ve” (Juan 11:34). Ya cuando fueron al sepulcro y Jesús ordenó que removieran la piedra que tapaba el sepulcro, Marta dijo a Jesús: “Señor, hiede ya, porque es de cuatro días” (Juan 11:39). Este es el pasaje en el que Jesús fue tratado más como Señor.
- Mientras cenaban la pascua, cuando Jesús anuncia que uno de los doce le entregaría, uno de ellos se dirige a él, diciéndole: “Señor, ¿quién es?” (Juan 13:25). En esa misma cena, cuando Jesús anuncia les anuncia a los apóstoles que se iría a un lugar a donde ellos no podían ir, Pedro le pregunta: “Señor, ¿a dónde vas?” (Juan 13:36), y un momento después siguiendo la conversación, le dice de nuevo: “Señor, ¿por qué no te puedo seguir ahora?” (Juan 13:37). Luego Tomás se dirige a Jesús diciéndole: “Señor, no sabemos a dónde vas; ¿cómo, pues, podemos saber el camino?” (Juan 14:5). También Felipe se dirige a Jesús durante esta conversación diciéndole: “Señor, muéstranos el Padre, y nos basta” (Juan 14:8).
- Casi al final de su discurso durante la cena de pascua, cuando Jesús les dijo que no los dejará huérfanos, sino que regresaría por ellos, el otro Judas le hizo una pregunta diciéndole: “Señor, ¿cómo es que te manifestarás a nosotros, y no al mundo?” (Juan 14:22).
- Cuando Tomás comprobó por la vista y tacto que Jesús en verdad había resucitado, arrepentido de no haberlo creído antes, le dijo a Jesús: “¡Señor mío, y Dios mío!” (Juan 20:8).
- Cuando Jesús confrontó a Pedro para hacerle reflexionar en cuanto a la originalidad y calidad de su amor hacia Jesús, la primera respuesta de Pedro fue: “Sí, Señor; tú sabes que te amo” (Juan 21:15), la segunda respuesta fue la misma: “Sí, Señor; tú sabes que te amo” Juan 21:16), y la tercera respuesta fue: “Señor, tú lo sabes todo; tú sabes que te amo” (Juan 21:17).
- No sé por qué, pero Pedro refiriéndose al apóstol Juan, le dice a Jesús: “Señor, ¿y qué de éste?” (Juan 21:21). No pretendo explicar este caso, solamente hago la observación de que Jesús también fue llamado “Señor”.
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NOTA: No tomé en cuenta las ocasiones cuando Jesús se refirió a sí mismo como el Señor, ni consideré las parábolas en las que aparecen figuras de un señor que tiene su aplicación en Jesús. Tampoco tomé en cuenta algunas ocasiones cuando otros se refirieron a Jesús como Señor, o cuando el mismo escritor se refiere a Jesús como Señor. Solamente hice un listado de las ocasiones cuando directamente a Jesús le dicen “Señor”.
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