SÉ HOMBRE CONFORME AL CORAZÓN DE DIOS
1 Reyes 2:1-4.
Predicado por el Pbro. Diego Teh Reyes, en la CXXVI reunión ordinaria del H. Presbiterio del Mayab, en la igl. “Príncipe de Paz” de Tzucacab, Yuc, el vier 13/01/2017, a las 9:00 am, como sermón de apertura de la reunión. (Es una adaptación del sermón predicado el 01/01/2017 en la cong. “Ebenezer” de la col. San José Tecoh, de Mérida, Yuc).
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INTRODUCCIÓN: En Hechos 13 leemos que el apóstol Pablo se encontraba predicando en la ciudad de Antioquía de Pisidia, explicándoles a los israelitas cómo Dios en el pasado les dio jueces, luego reyes. Acerca de los reyes, primero les refiere a Saúl como rey, luego les habla de David el segundo rey, pero al respecto de David les explica a sus oyentes que Dios en algún momento dijo: “He hallado a David hijo de Isaí, varón conforme a mi corazón, quien hará todo lo que yo quiero” (Hechos 13:22). Entonces, es natural que alguien que ha vivido conforme al corazón de Dios, esté interesado en que su hijo, especialmente el que le va a suceder en el trono, sea también un hombre conforme al corazón de Dios; es por eso que dice en la historia de este rey, que “Llegaron los días en que David había de morir, y ordenó a Salomón su hijo, diciendo: / Yo sigo el camino de todos en la tierra; esfuérzate, y sé hombre” (1 Reyes 2:1,2). No voy a hablarles acerca de la vejez de David, ni de todo el mandamiento que le da a su hijo Salomón, sino que me enfocaré en el final del mandamiento de David que después de decirle a su hijo: “esfuérzate”, le dice: “sé hombre”. Cuando le dice a su hijo que este sea hombre, no le estaba instruyendo que sea un machista o un mujeriego, sino que le estaba instruyendo para que no sea solamente una persona que presuma su masculinidad, sino que verdaderamente sea un hombre conforme al corazón de Dios. No es nada tan benéfico que un hombre sea y se sienta tan hombre, pero no sea un hombre de Dios. Le diría el apóstol Pablo como le dijo a Timoteo: “…el ejercicio corporal para poco es provechoso, pero la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera” (1 Timoteo 4:8). Amados hermanos, no es malo ser un hombre musculosamente bien ejercitado, pero más vale la pena ser un hombre de Dios.
En este mensaje voy a predicarles que se puede ser un hombre conforme al corazón de Dios. / ¿Cómo se puede un ser un hombre conforme al corazón de Dios? / En este mensaje tomando como punto de partida el mandato de David a su hijo Salomón al decirle: “sé hombre”, y usando otros pasajes bíblicos, les voy a compartir algunas maneras de cómo se puede ser un hombre conforme al corazón de Dios.
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La primera manera de cómo se puede ser un hombre conforme al corazón de Dios, es:
I.- COMPORTÁNDOSE CON MADUREZ.
Ser hombre tiene que ver especialmente con el comportamiento que se deriva del carácter que uno se construye. Me tomé el tiempo de comparar tres traducciones, y encontré que acertadamente también se traduce de la siguiente manera. Según la Nueva Versión Internacional: “pórtate como hombre” (2 Reyes 2:2; NVI). Según la versión Dios Habla Hoy: “pórtate como un hombre” (DHH). Y según la Traducción al Lenguaje Actual: “compórtate como hombre” (TLA). Determinantemente, sin contradecir el sentido de la RV60, se puede apreciar en estas traducciones que ser “hombre” implica el desarrollo de un comportamiento maduro..
Recuerdo de cierta persona, que asistía a reuniones en las que se tratan asuntos judiciales de terceras personas. Este hombre es uno que no tiene dominio de sí mismo en cuanto a sus impulsos de querer contar lo que confidencialmente ha tenido el privilegio de haber escuchado, del cual es anti ético abrir la boca para hacérselo saber a otros. Los que conocieron su proceder, solían penosamente llamarle, obviamente a sus espaldas: La vieja de la reunión. Lo que esta expresión significa es que tal persona no se está comportando con la madurez que un hombre propiamente debe manifestar, no se está comportando como hombre maduro. En realidad, las mujeres también maduran conforme a las características propias de su género, pero los varones también maduramos y crecemos en madurez en todos los aspectos como en el comportamiento. En la experiencia personal del apóstol Pablo, les comparte a los Corintios: “Cuando yo era niño, hablaba como niño, pensaba como niño, juzgaba como niño; mas cuando ya fui hombre, dejé lo que era de niño” (1 Corintios 13:11). Esto es madurar para ser un hombre conforme al corazón de Dios. Es el tipo de madurez que el mismo Jesucristo experimentó en su condición de humano, que San Lucas describe diciendo: “Y Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres” (Lucas 2:52). Es la madurez estándar que corresponde al crecimiento, en realidad tanto de hombres como de mujeres, pero especialmente del hombre.
Amados pastores, y ancianos de iglesia: El santo evangelio no está ajeno a este mandamiento que David le dio a su hijo Salomón. El apóstol Pablo, instruyendo a toda una iglesia de una ciudad, les dijo: “Velad, estad firmes en la fe; portaos varonilmente, y esforzaos” (1 Corintios 16:13). Al decir “portaos”, es claro que la evidencia de la madurez se ve en el comportamiento. El anciano de iglesia o el presbítero que esencialmente es lo mismo, se trata de una persona que por su firmeza en la fe en Jesucristo para salvación, puede ser un hombre que se porta varonilmente, es decir, con madurez. Y estos hombres maduros espiritualmente y en conducta debemos ser y somos nosotros los pastores y ancianos de iglesia que hoy estamos en esta reunión, y tenemos la responsabilidad de ayudar a otros hombres a que alcancen la madurez de un hombre de Dios.
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La segunda manera de cómo se puede ser un hombre conforme al corazón de Dios, es:
II.- SIENDO RESPONSABLE EN SUS DEBERES.
En la antigüedad se vencía a un pueblo cuando ya no había un hombre con quien pelear. Las mujeres aunque si pueden pelear en la guerra no era ni es su función. Era la responsabilidad del hombre. Rahab, aquella mujer que escondió a los dos espías que Josué envió para reconocer bien la ciudad de Jericó, y que los ayudó a huir de Jericó, les explicó a estos espías cómo se sentían especialmente los hombres no solo de la ciudad sino de todo el país, diciéndoles: “el temor de vosotros ha caído sobre nosotros, y todos los moradores del país ya han desmayado por causa de vosotros. / Porque hemos oído que Jehová hizo secar las aguas del Mar Rojo delante de vosotros cuando salisteis de Egipto, y lo que habéis hecho a los dos reyes de los amorreos que estaban al otro lado del Jordán, a Sehón y a Og, a los cuales habéis destruido” (Josué 2:9-10). Pero lo que quiero resaltar es lo siguiente que Rahab les dijo: “Oyendo esto, ha desmayado nuestro corazón; ni ha quedado más aliento en hombre alguno por causa de vosotros, porque Jehová vuestro Dios es Dios arriba en los cielos y abajo en la tierra” (Josué 2:11). Cuando ella dijo: “ni ha quedado más aliento en hombre alguno”, estaba diciendo que los hombres no tenían ánimo para pelear en guerra, y no había ni uno solo dispuesto a hacerlo, por lo que no habiendo hombre alguno para luchar, entonces se daban por rendidos y conquistados por el enemigo. También en la lucha cuando caía el último de los hombres de guerra, la ciudad quedaba conquistada. Las mujeres no tenían que luchar en la guerra, porque no era ni es su responsabilidad sino que es responsabilidad del hombre. La mujer no tenía ni tiene por qué hacer lo que al hombre le corresponde.
Amados pastores, y ancianos de iglesia: No está de más recordar que ser hombre era y sigue siendo una responsabilidad que no debemos evadir, pues los deberes que nos corresponden no son transferibles para mujeres. En la familia, usted como hombre no puede darse el lujo de ver que su esposa está dedicada a trabajos pesados que son propios del hombre. Usted como pastor, o como anciano de iglesia, en asuntos de la iglesia no espere usted ni comisione a una hermana que haga por usted lo que a usted le corresponde hacer. En la iglesia en la que servimos, aunque es una grande bendición el hecho de contar con que la gran mayoría de los miembros y hasta de simpatizantes son mujeres cristianas, no por eso estas nobles mujeres tienen que hacer lo que propiamente les corresponde a los hombres cristianos. Es nuestro deber, desarrollar con sentido de urgencia una pastoral enfocada en los hombres cristianos, aunque estos sean pocos en las iglesias y congregaciones, para que no sean solamente espectadores de lo que las mujeres cristianas están haciendo en nombre de Cristo, sino para que ellos realicen lo que les corresponde hacer. Nuestro Señor Jesucristo, nunca desechó la participación y colaboración de las mujeres que se unieron a su discipulado, sin embargo, su énfasis ministerial fue capacitar y poner en activo a cuanto varón acepte ser su discípulo. En nuestra familia, y en la iglesia, nosotros debemos ser ejemplo de que somos hombres, y hombres conforme al corazón de Dios, que ayudamos a otros hombres a tomar con responsabilidad el cumplimiento de sus deberes.
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La tercera manera de cómo se puede ser un hombre conforme al corazón de Dios, es:
III.- NO RENUNCIANDO A SU AUTORIDAD.
Una historia más del Antiguo Testamento que vale la pena analizar, para aprender de ello, es 1 Reyes 21, que nos relata la historia de un rey que aun siendo adulto le faltaba carácter maduro, le faltaba también el uso de su autoridad, tanto como esposo, al igual que como rey. Se trata del inmaduro rey Acab cuya muerte fue una sentencia divina no ordinaria, pues como no era un rey ni era un esposo conforme al corazón de Dios, Dios mismo tuvo que acabar con él, no sin antes hacerle saber la causa de su sentencia. Su historia dice, que por no haber conseguido una viña que quería comprar, primero y solo por eso dice la RV60 en el v. 4 “Y vino a su casa triste y enojado, por la palabra que Nabot de Jezreel le había respondido, diciendo: No te daré la heredad de mis padres. Y se acostó en su cama, y volvió su rostro, y no comió”, pero me gusta cómo la NVI dice que: “Acab se fue a su casa deprimido y malhumorado porque Nabot el jezrelita le había dicho: «No puedo cederle a Su Majestad lo que heredé de mis antepasados.» De modo que se acostó de cara a la pared, y no quiso comer”. ¿Puede usted observar su falta de madurez, hasta dejarse deprimir, malhumorarse, acostarse en su cama no queriendo ver a nadie, y hasta no querer comer? ¿Se puede usted imaginar a este rey como un niño berrinchudo, inmaduro, un carácter propio de la infancia? Esto propició que dejar de usar legítimamente su autoridad como hombre y rey, y su esposa Jezabel asume el liderazgo y la autoridad que este hombre por causa de su inmadurez, dejó en manos de su esposa.
Jezabel, su esposa toma el liderazgo de la situación, diciéndole con toda razón: “¿Eres tú ahora rey sobre Israel? Levántate, y come y alégrate” (v. 7a); o en otra palabras según la NVI “¿Y no eres tú quien manda en Israel? ¡Anda, levántate y come, que te hará bien!” (NVI); pero a este hombre se lo olvidó que quien tenía la autoridad como rey y como esposo era él y no ella. Su esposa, mujer sin temor de Dios, hizo uso ilegítimo de la autoridad que solo le correspondía a su esposo, y le dijo sin que él protestara: “yo te daré la viña de Nabot de Jezreel” (v. 7), o según la NVI: “Yo te conseguiré el viñedo del tal Nabot” (NVI). Como consecuencia de no tomar su autoridad, y de no hacer nada para que su esposa no usurpe su autoridad, ella ejecutó una serie de acciones que llevó a la muerte injusta del dueño de la viña, y culminó con la toma de posesión que Acab hizo de la viña.
¿Quién hizo toda la estrategia del asesinato, fingiendo que el asunto era muy religioso, piadoso, y hasta promulgó que se hiciera en un día de ayuno? Fue Jezabel, pero ¿quién fue juzgado por Dios, ella o Acab? Dios juzga al hombre por su irresponsabilidad de no tomar su autoridad, dejándola en manos de quien no debería estar la autoridad, menos cuando tal autoridad se ejerce con despotismo. Dice la historia que: “Entonces vino palabra de Jehová a Elías tisbita, diciendo: / Levántate, desciende a encontrarte con Acab rey de Israel, que está en Samaria; he aquí él está en la viña de Nabot, a la cual ha descendido para tomar posesión de ella. / Y le hablarás diciendo: Así ha dicho Jehová: ¿No mataste, y también has despojado? Y volverás a hablarle, diciendo: Así ha dicho Jehová: En el mismo lugar donde lamieron los perros la sangre de Nabot, los perros lamerán también tu sangre, tu misma sangre. / Y Acab dijo a Elías: ¿Me has hallado, enemigo mío? El respondió: Te he encontrado, porque te has vendido a hacer lo malo delante de Jehová. / He aquí yo traigo mal sobre ti, y barreré tu posteridad y destruiré hasta el último varón de la casa de Acab, tanto el siervo como el libre en Israel” (1 Reyes 21:17-21). Toda la serie de acciones viles fueron ejecutadas no por él sino por su esposa, sin embargo, por dejar en manos de su mujer la autoridad que no le correspondía a ella, aunque no la hubiese usado mal, el castigado fue él y no ella. Y todavía aún, esto trae consecuencias hasta en los hijos, pues en la sentencia que le fue dado por el profeta Elías de parte de Dios, fue: “destruiré hasta el último varón de la casa de Acab” (v. 21). Un hombre que no usa su autoridad, solamente deja un legado de mal ejemplo a sus hijos, lo que podría traer la repetición de la misma historia en ellos.
Amados pastores, y ancianos de iglesia: El evangelio no está ajeno a este principio, pues el apóstol Pablo, les insistió a los Corintios de que el hombre debe tomar su autoridad como hombre, escribiéndoles: “Pero quiero que sepáis que Cristo es la cabeza de todo varón, y el varón es la cabeza de la mujer, y Dios la cabeza de Cristo” (1 Corintios 11:3). En el cielo, Dios es cabeza de Cristo; en la vida espiritual, Cristo es la cabeza de todo varón; y en el matrimonio, el hombre es la cabeza de la mujer. Ningún pastor, y ningún anciano de iglesia debe renunciar a su autoridad como cabeza de su mujer, dejando que ella tome la autoridad que Dios le ha conferido por medio de Cristo. También en la iglesia, Cristo es la autoridad de los oficiales, y los que gobiernan en la iglesia son los hombres quienes no deben renunciar a este divino privilegio. Usted como pastor o como anciano de iglesia, no debe dejar que su autoridad conferida a usted por Cristo, se ejercida por otra mujer aunque sea cristiana, y aunque sea su esposa. Por otra parte, tenemos que recordarle una y otra vez a los varones de la iglesia que no se queden solamente observando la distinguida y no menospreciable labor que llevan a cabo las mujeres cristianas a favor de la obra de Dios, sino que tomen su lugar que les corresponde. No es un hombre conforme al corazón de Dios quien no toma su autoridad con responsabilidad tanto en su hogar como en la iglesia. Enseñar esto a los hombres cristianos es nuestro deber como pastores de la iglesia de Dios.
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La cuarta manera de cómo se puede ser un hombre conforme al corazón de Dios, es:
IV.- CONSTRUYENDO SU ESPIRITUALIDAD.
Inmediatamente de que David le dio a su hijo Salomón, el mandamiento: “Sé hombre”, le dio también la siguiente instrucción de cómo lograr serlo. Le dijo: “Guarda los preceptos de Jehová tu Dios, andando en sus caminos, y observando sus estatutos y mandamientos, sus decretos y sus testimonios, de la manera que está escrito en la ley de Moisés, para que prosperes en todo lo que hagas y en todo aquello que emprendas; / para que confirme Jehová la palabra que me habló, diciendo: Si tus hijos guardaren mi camino, andando delante de mí con verdad, de todo su corazón y de toda su alma, jamás, dice, faltará a ti varón en el trono de Israel” (1 Reyes 2:3,4). Estas últimas palabras de David a Salomón revelan su más grande deseo para su hijo, que era que él viva para complacer al Señor. David no dijo nada a Salomón sobre ganar fama para su reino, pero enfatizó la importancia de guardar los mandamientos de Dios para complacerle. La preocupación de David no era que Salomón obtuviera riquezas materiales, sino que prosperara espiritualmente viviendo en armonía con la Palabra de Dios. Esto mismo debió haber llevado a Salomón a que más tarde le pidiera Dios no fama, ni riquezas, ni otra cosa, sino sabiduría (cf. 1 Reyes 3:5-15). Una buena espiritualidad depende la relación que una persona tenga con “los preceptos de Jehová, […] sus caminos, […] sus estatutos, […] sus mandamientos, sus decretos, y sus testimonios”, también identificado como “la ley de Moisés” (cf. 1 Reyes 2:3,4). En otras palabras, los hombres debemos desarrollar una espiritualidad fundamentada en la palabra de Dios.
Amados pastores, y ancianos de iglesia: Muchos hombres de la iglesia no leen la palabra de Dios ni en compañía de su familia como en un devocional familiar, pero tampoco como un devocional personal, y es evidente que les falta mucha espiritualidad en muchos aspectos de su vida. No cabe duda que la lectura de la biblia que escuchan o hacen cada vez que acuden a las reuniones, estudios, o cultos de la iglesia, producen en ellos, lo que el poder de la palabra quiere hacer en sus vidas; sin embargo, es necesario que lean, estudien, memoricen, y pongan en práctica la palabra de Dios. Esto les dará una mejor espiritualidad. La palabra de Dios puede sacar de la pasividad a los hombres que se encuentran en indiferencia ante las responsabilidades de la obra de Dios, y puede prepararles para tomar una responsabilidad activa en la obra de Dios. Nosotros como pastores y maestros de estos hombres cristianos que Dios ha puesto bajo nuestra jurisdicción para perfeccionarles “para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, / hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo; / para que ya no seamos niños fluctuantes” (Efesios 4:12, 13, 14a). Nosotros como pastores debemos ser los primeros en edificarnos con la palabra de Dios, para ser hombres con una espiritualidad conforme al corazón de Dios.
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CONCLUSIÓN: Amados consiervos en esta gran labor de anunciar el evangelio de Cristo a toda criatura, hoy más que nunca tenemos que trabajar con los hombres que están en las iglesias y congregaciones que servimos, hombres que se encuentran pasivos con relación a su servicio a Dios, a la iglesia, a su familia, y hasta al prójimo. Dios nos use para ministrarles y formar a grandes hombres de Dios. Eso debe ser más fácil para nosotros los hombres de Dios, pues dice un proverbio: “Hierro con hierro se aguza; y así el hombre aguza el rostro de su amigo” (Proverbios 27:17). Somos los siervos de Dios más apropiados para formar a otros hombres de Dios. Jesús desde el comienzo de su ministerio, llamó principalmente a hombres a quienes les dijo: “Venid en pos de mí, y os haré pescadores de hombres” (Mateos 4:19). Nuestro deber es el mismo.
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