CÓMO ACERCARSE A JESÚS
Mateo 8:1-3.
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Predicado por primera vez por el Pbro. Diego Teh Reyes, en la congregación “Siervos de Jesús” de Celestún, Yucatán; el día domingo 22 de Enero del 2017, a las 19:00 horas.
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INTRODUCCIÓN: El día que Jesús predicó su conocidísimo “Sermón del Monte” ante una grande multitud de oyentes, hubo un hombre que seguramente deseó haber escuchado el sermón pero no pudo porque era leproso, pues por esa enfermedad no podía acercarse donde estaba la gente. Seguramente aquel hombre leproso vio desde lejos a la multitud, y probablemente también vio a Jesús. El corazón de este hombre debió haber estado intensamente impulsado por escuchar aquel célebre sermón que estableció las leyes fundamentales del reino de Dios. Quien no conoce ese sermón, debe leer el evangelio según san Mateo capítulos 5, 6, y 7. Pero hoy no voy a usar ningún texto de los capítulos que abarcan aquel sermón de Jesús, pues utilizaré el capítulo 8 que comienza diciendo: “Cuando descendió Jesús del monte, le seguía mucha gente” (Mateo 8:1-3). Ya el sermón había terminado, pero ahora ocurre algo que hoy voy a predicarles en este momento: “Y he aquí vino un leproso y se postró ante él, diciendo: Señor, si quieres, puedes limpiarme. / Jesús extendió la mano y le tocó, diciendo: Quiero; sé limpio. Y al instante su lepra desapareció” (Mateo 8:1-3). Con esta narración de San Mateo quiero presentarles una breve exposición, para quienes tienen dificultades para acercarse a Dios e involucrarse en actividades y responsabilidades de la fe cristiana.
De manera específica, en este mensaje voy a predicarles que la experiencia del leproso que acudió a Jesús para su sanidad, tenemos el ejemplo de qué manera debe una persona acercarse a Jesús. / ¿Cómo debería una persona acercarse a Jesús? / Siguiendo las palabras de nuestro texto en San Mateo 8:1-3, les compartiré las maneras de cómo una persona debe acercarse a Jesús.
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La primera manera como una persona debe acercarse a Dios, es:
I.- RECONOCIENDO SU CONDICIÓN.
San Mateo nos dice en su relato: “he aquí vino un leproso”. Obviamente, se refiere que vino a Jesús. La lepra era una enfermedad, que hacía que quienes la padecían fueran echados de casa por su propia familia, e incluso eran echados de la aldea o ciudad para que todo el tiempo de su enfermedad vivan afuera del pueblo, en las cuevas o entre las rocas, para evitar que la enfermedad sea propagada a otros, porque era una enfermedad de fácil propagación. Si el enfermo no sanaba, pues jamás en su vida regresaría a su comunidad ni a su casa. Si algún leproso intentaba regresar a la comunidad cubriéndose y era descubierto era sacado de nuevo a pedradas. No era nada fácil padecer de lepra, porque además de su efecto visible en la piel y el sufrimiento que ello causa; también surgen efectos dolorosos en el fondo del alma de quien lo padece, efectos derivados del desprecio de la familia y de la sociedad; pero también hacía tener sentimientos de culpabilidad de pecado. En fin, una persona leprosa, sufría como si una maldición total había afectado su vida. El hecho de que este hombre haya acudido a Jesús esperando que él le sanase de su lepra, es una evidencia de que podía darse cuenta de la gravedad de condición en la que se encontraba, y que nada podía hacer por sí mismo para librarse de aquella terrible enfermedad, por lo que mejor “vino” a Jesús.
Amados oyentes, de la misma manera, como la lepra, todo ser humano tenemos un problema no de salud física, sino de salud espiritual que se llama pecado. Es igual de devastador, que incluso tiene repercusiones eternas, pues de no tratarse a tiempo y de manera adecuada, uno puede terminar en condenación eterna. El pecado es un problema que muchas personas no reconocen en sus vidas. Viven haciendo cualquier cosa que les cause satisfacción, por lo que para ellos no es malo, pero según la palabra de Dios es el pecado que causa estragos en la vida personal y hasta en la vida de la familia. Así que usted debería como aquel leproso reconocer que usted es una persona cuyo pecado hace necesario que usted acuda a Jesús para que sea limpiado de su pecado, y así ser salvado de la condenación eterna, y recibir a cambio una salvación que es eterna.
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La segunda manera como una persona debe acercarse a Dios, es:
II.- CON UNA DECISIÓN FIRME.
Recuerda usted que un leproso no debería estar ni en su casa, pues su misma familia tenía que despedirle hacia afuera de la comunidad?. Recuerda usted que si un leproso era descubierto entre la gente, tenía que ser ahuyentado para que se alejara con tal de no contagiar a otros?. Sin embargo, cuando leemos en el texto bíblico que “Cuando descendió Jesús del monte, le seguía mucha gente. / Y he aquí vino un leproso” (Mateo 8:1,2a), podemos darnos cuenta de que su decisión fue firme, porque él sabía que si la gente le descubría le iban a alejar de ellos, y por lo tanto iban a impedir que se acercara a Jesús, pero a pesar de tal probabilidad, se las ingenió para no ser descubierto y logró presentarse delante de Jesús. No pudo escuchar el sermón del monte, pero había desarrollado una decisión firme de acudir a Jesús, para buscar la solución de su enfermedad. A este hombre como a muchos otros, no le importó que las multitudes pudiesen haber impedido su acercamiento a Jesús, sino que decidieron con firmeza de voluntad y fe, hacer todo lo posible ´para llegar delante de Jesús para implorar misericordia para sus vidas. Así lo hizo un hombre llamado Zaqueo, un ciego llamado Bartimeo, y aunque a escondidas también un hombre llamado Nicodemo.
Amado oyente, que no se ha dado la oportunidad de acercarse a Jesucristo para su salvación, porque quizá tiene usted temor de lo que dirá la gente, porque alguien de su familia no puede hacerse la idea de que usted es cristiano, etc… usted debe tomar la decisión de buscar a Jesús, pues si usted solamente ha estado buscando una imagen religiosa aunque tal imagen represente una verdad de Dios, de nada le va a servir para la eternidad, pues siempre terminará usted en condenación. Si lo que usted ha buscado ocasionalmente y con temor a ser descubierto, es solamente los servicios de adoración, o de oración, aun de esta congregación en la que tengo el privilegio de predicar la palabra de Dios, si usted no decide “venir” a Jesús, usted todavía sigue caminando hacia la condenación eterna, pues no dice la palabra de Dios: Ven al culto y serás salvo, y tampoco dice: Ora y serás salvo, sino que dice: “Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo, tú y tu casa” (Hechos 16:31). Esta es la decisión que no con vacilación sino con toda firmeza, usted debe tomar ahora mismo. Y queda abierta la mucha más cercana probabilidad de que también su familia de usted un día llegue a recibir la salvación eterna. Usted es la pieza clave que puede compartirles la gloriosa gracia de la salvación, pero eso sí usted tiene que tomar la decisión con firmeza, no vacilante.
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La tercera manera como una persona debe acercarse a Dios, es:
III.- CON UNA ACTITUD HUMILDE.
Hay dos frases en el texto que nos dejan ver la actitud de humildad con la que este leproso acudió a Jesús. La primera indica su actitud de humildad es la que describe que después de venir a Jesús y antes de decir palabra alguna, “se postró ante él” (v. 2), y la segunda que también indica su actitud de humildad es la que menciona las palabras que usó mientras se encontraba postrado delante de Jesús, diciendo: “Señor, si quieres, puedes limpiarme” (v. 2).
Postrarse no es algo cómodo; y por cierto no recuerdo haber visto alguna vez a alguien de entre ustedes que se postre delante de Dios. Postrarse no es solamente ponerse de rodillas. Si para algunos, el ponerse de rodillas no es ni fácil ni cómodo, el postrarse todavía lo es más incómodo, pero es significativo y apropiado cuando uno en verdad siente humildad delante de Dios, y quiere expresarlo de acuerdo con la realidad sincera de su corazón. Sin embargo, tanto arrodillarse como postrarse, podría ser para muchos, y tenga usted cuidado con esto, solamente una acción externa que se puede hacer solo para ser visto por la gente como una persona humilde o hasta religiosa, pero como no nace de una actitud real y sincera del corazón, finalmente no tiene valor espiritual para Dios. Postrarse, es primero ponerse de rodillas, y luego inclinarse con las manos extendidas hacia adelante hasta que estas toquen el suelo o piso, quedando el rostro de la persona totalmente topando con el suelo o piso; esto con el fin de quedar indefenso delante de la persona a quien se le rinde humildad o humillación. En relación con Dios es un acto voluntario que surge de la conciencia de que uno se encuentra delante del Supremo Soberano, del cual uno solamente es un vasallo con culpa, deuda, y más necesidad de ayuda de parte del Soberano. Así es como este leproso viene a Jesús con humildad y se postra ante él.
Luego, sus palabras: “Señor, si quieres, puedes limpiarme” (v. 2), sigue siendo congruente con el haberse postrado, pues de ninguna manera se siente con algún derecho, ni se siente digno de recibir lo que evidentemente es una gran necesidad para él para solucionar su gravísimo problema de salud causada por la lepra. Simplemente, apela a la voluntad de Jesús, diciéndole: “…si quieres, puedes limpiarme”. Todo lo que alguna vez hemos de necesitar y que proviene de Dios, de entrada no lo merecemos, ni lo mereceremos por más que intentemos acumular méritos, pero como aun no mereciéndolo tampoco estamos totalmente impedidos de recibirlo, debemos considerar que tales provisiones reservadas de Dios, son una expresión de su pura gracia, de su libre voluntad. Es por eso que este hombre leproso le dijo a Jesús: “…si quieres, puedes limpiarme”.
Estimado oyente, los seres humanos tenemos un problema mucho más grave que la lepra, problema que se llama pecado, y es grave porque no es un problema de la piel, sino es un problema que lleva al ser humano para siempre a las llamas del infierno, la también llamada condenación eterna. La buena noticia es que Dios tiene la solución eficaz para resolver tanto el problema llamado pecado, como el destino que se llama condenación. Se trata de salvación por medio de Jesucristo. Usted debe ser humilde reconociendo que está en gravedad espiritual por el pecado, y debe decirle a Jesús: Por favor, sálvame. No se puede exigir, se debe pedir con humildad, es gracia de Dios, no un derecho ni un merecimiento.
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CONCLUSIÓN: Estimado oyente, usted debería ser decidido en acudir a Jesús. ¿Sabe por qué? Porque al rato, o mañana, o la próxima semana, usted no sabe si podrá estar vivo para tener la oportunidad de obtener la gracia de la salvación de Dios por medio de Jesucristo. Si hay algo que podemos admirar y tomar como ejemplo de este hombre leproso es que a pesar de las circunstancias que pudieron haber sido causas por la cuales no hubiese podido acercarse a Jesús, no se perdió la oportunidad de acercarse a Jesús. No le importó que la gente le hubiese impedido acercarse a Jesús, pues seguramente pensó que después de aquella oportunidad, quizá Jesús no regresaría nunca más a un lugar cercano en donde él pasaba sus días sufriendo el rechazo de su familia y de la sociedad, por causa de su maldita enfermedad. Por eso, antes que arriesgarse a perderse la oportunidad de acudir a Jesús para implorar misericordia para su salud, se arriesgó a las posibles reacciones de la gente, y entonces, obtuvo la bendición que si no hubiese aprovechado aquella oportunidad, quizá nunca lo pudo haber obtenido. De la misma manera, usted debe aprovechar hoy y ahora mismo, pedirle a Jesús que por su misericordia le salve de la condenación eterna, más tarde o mañana quizá usted ya no tenga esta oportunidad. Pida a Jesús su salvación de la condenación eterna. Acérquese a Jesús reconociendo su condición de pecador, con decisión firme, y con humildad.
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