DIOS HACE HOMBRES VALIENTES
2 Samuel 23:8-39; Hechos 4:1-13.
2 Timoteo 1:7.
Predicado por primera vez por ei Pbro. Diego Teh Reyes, en ia congregación “Luz de Vida” de la col. Bojórquez, de Mérida, Yucatán; el día domingo 12 de Marzo del 2017, a las 18:00 horas.
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INTRODUCCIÓN: En la época que los israelitas fueron gobernados por Jueces, Dios habló a un hombre general de guerra llamado Barac, a quien le dijo: “Ve, junta a tu gente en el monte de Tabor, y toma contigo diez mil hombres de la tribu de Neftalí y de la tribu de Zabulón; / y yo atraeré hacia ti al arroyo de Cisón a Sísara, capitán del ejército de Jabín, con sus carros y su ejército, y lo entregaré en tus manos” (Jueces 4:6b, 7); pero Barac no hizo lo que Dios mismo le ordenó. La juez en turno, una mujer llamada Débora, que sabía acerca de esta encomienda de Dios a Barac, al ver que Barac no hacía lo que Dios le pidió, ella le convocó a una conversación, en la cual Barac le dijo a Débora: “Sí tú fueres conmigo, yo iré; pero si no fueres conmigo, no iré” (Jueces 4:8). No hay evidencia de que Débora no haya antes querido unirse al ejército que Barac debería organizar. Pero, en fin, ella acepta el reto de acompañar a Barac. Aunque Débora le dijo: “iré contigo; mas no será tuya la gloria de la jornada que emprendes, porque en mano de mujer venderá Jehová a Sisara” (Jueces 4:9a); ella no buscaba la gloria para ella, pues sus palabras solo fueron una profecía cuyo cumplimiento se dio cuando otra mujer llamada Jael, por fin mató al capitán Sísara, del ejército del rey Jabín, invasor entre los israelitas. Cuando Débora habló con él, lo único que sobresalió de Barac es su miedo de enfrentar al enemigo del pueblo israelita de aquel entonces, pues le dijo a Débora: “si no fueres conmigo, no iré”. Su confianza y seguridad estaba en ella y no en el Dios que le había comisionado, pues le dice a Débora: “Si tu fueres conmigo, yo iré”; pero por más valiente que ella sea, Barac tenía que ser valiente por sí solo bajo la guía y presencia de Dios mismo; pero no fue así. Lamentablemente, el día de hoy también hay hombres no valientes que no están dispuestos a vivir lo que Dios quiere que hagan.
En la segunda epístola del apóstol Pablo a Timoteo, entre todas las instrucciones pastorales, que da a este joven pastor, le dice: “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:7). Pablo le enfatiza que lo primero que Dios “no nos ha dado” es “espíritu de cobardía”, entonces por contraste, aunque el texto no lo dice literalmente, implica que Dios “nos ha dado espíritu de” valentía. Adicionalmente Dios también “nos ha dado espíritu de […] poder, de amor, y de dominio propio”. Cada uno de estos cuatro dones de Dios cuando es dado a un hombre cristiano, fortalecen la formación de sus valores y carácter personal.
En este mensaje solamente me enfocaré acerca del primer don que sería el de la valentía, por lo que me propongo predicarles que la valentía necesaria para emprender proyectos en nombre de Dios, está disponible para los hombres cristianos que demuestran que necesitan ser valientes. / ¿Cómo un hombre cristiano demuestra que necesita ser valiente para emprender proyectos en nombre de Dios? / A través de diversos pasajes de la biblia les compartiré cómo un hombre cristiano demuestra que necesita ser valiente para emprender algún proyecto en nombre de Dios.
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La primera manera como un hombre cristiano demuestra que necesita ser valiente para emprender algún proyecto en nombre de Dios, y entonces Dios le hace valiente, es que:
I.- DECIDE SER VALIENTE, AUNQUE NUNCA ANTES LO HAYA SIDO.
Lo primero que les voy a exponer en este mensaje es que cuando el rey Saúl perseguía al nuevo ungido rey de Israel su propio yerno David, dice la historia bíblica algo interesante que ocurrió en la región de la cueva de Adulam. Samuel nos relata la historia, diciendo: “Yéndose luego David de allí, huyó a la cueva de Adulam; y cuando sus hermanos y toda la casa de su padre lo supieron, vinieron allí a él. / Y se juntaron con él todos los afligidos, y todo el que estaba endeudado, y todos los que se hallaban en amargura de espíritu, y fue hecho jefe de ellos; y tuvo consigo como cuatrocientos hombres” (1 Samuel 22:1-2); pero se fueron uniendo a David otros muchos hombres que con honor merecen ser considerandos hombres valientes, que muy pronto formaron un gran ejército que acabó con la oposición del malvado depuesto rey Saúl.
¿Se dan cuenta quiénes eran los que se unieron a David sabiendo que él estaba siendo perseguido por hombres de guerra bien armados, y bajo instrucciones de matar a todo aquel que encubra o le ayude en su huida? Eran los afligidos, los endeudados, los amargados de espíritu, etc… que nunca habían sido guerreros ni del más mínimo rango. Se necesita no ser cobarde para unirse a un grupo al que uno sabe que en cualquier momento sería exterminado con la muerte a filo de espada, pues para ese momento cerca de allí en una ciudad llamada Nob, Saúl había ordenado la matanza injustamente a filo de espada a 85 sacerdotes de Dios. ¿Qué pues le esperaba a este grupo de 400 hombres? Aunque eran más que aquellos sacerdotes, estaban en las mismas condiciones si armas, pero Dios les estaba haciendo hombres valientes para defender una causa que no era de hombres sino de Él (Dios) mismo.
Cuando uno es hecho valiente por don de Dios, uno es capaz de dar hasta la vida por lo que es justo, y por lo que vale la pena. Aquellos 400 y luego muchos más valientes estuvieron dar dispuestos a dar su vida por defender y apoyar la justa causa de David, un proyecto de Dios para el gobierno de los israelitas. En una ocasión que David se encontraba siempre en la misma cueva de Adulam, quizá tenía sed, y se atrevió a decir: “¡Quién me diera a beber del agua del pozo de Belén que está junto a la puerta!” (2 Samuel 23:15). El detalle era que en Belén había una guarnición de filisteos que también eran enemigos de los israelitas, pero dice Samuel que: “Entonces los tres valientes irrumpieron por el campamento de los filisteos, y sacaron agua del pozo de Belén que estaba junto a la puerta; y tomaron, y la trajeron a David; mas él no la quiso beber, sino que la derramó para Jehová, diciendo: / Lejos sea de mí, oh Jehová, que yo haga esto. ¿He de beber yo la sangre de los varones que fueron con peligro de su vida? Y no quiso beberla. Los tres valientes hicieron esto” (2 Samuel 23:17). De aquellos 400, salieron estos tres valientes que no dudaron arriesgar sus vidas para servir trayéndole a su jefe supremo David el agua que él había deseado beber. Así se dice de otros treinta valientes (cf. 2 Samuel 23:18) que quizá solo fue un redondeo de un número que pudo haber sido treinta y siete valientes (cf. 2 Samuel 23:39). Estos eran solamente los jefes valientes que encabezaron a todos los cientos de guerreros que fueron valientes para apoyar y defenderá David.
Amados hermanos, no se necesita experiencia en valentía para entrarle a los proyectos de Dios, porque cuando Dios llama a alguien para una misión, siempre da el don que se necesita. Cuando uno se encuentra en situaciones como la de aquellos hombres afligidos, endeudados, y hasta amargados, pareciera ser que uno no es apto para liderar proyectos de los planes de Dios, pero lo que podemos observar de aquellos 400 hombres es que las circunstancias difíciles de la vida cotidiana, sirven para moldear un mejor carácter con el que uno servirá valientemente proyectos de Dios. Usted puede ser uno de los valientes de Dios que hoy se necesita para la proclamación del evangelio de Jesucristo. Dios está haciendo de usted un hombre valiente, aunque nunca antes usted se haya sentido valiente, pues a los que creemos en Jesucristo como a Timoteo y a Pablo “no nos ha dado Dios espíritu de cobardía”.
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La segunda manera como un hombre cristiano demuestra que necesita ser valiente para emprender algún proyecto en nombre de Dios, y entonces Dios le hace valiente, es que:
II.- LUCHA POR DOMINAR SU PROPIA COBARDÍA QUE TANTO LE AFECTA.
Muchos tuvimos problemas para tomar la decisión de aceptar las buenas noticias del evangelio de Dios, porque no lográbamos imaginarnos que sea verdad de Dios. Tuvimos miedos, dudas, e indecisiones, etc… porque aunque sea difícil de reconocer, había una cobardía en nosotros que impedía aceptar la gracia de Dios que nos estaba siendo ofrecido. Como que sí queríamos, y como que no queríamos aceptar el evangelio. Por fin, Dios fue poderoso para capacitarnos y hacernos valientes para vencer nuestra cobardía, y así pudimos comenzar nuestra comunión con el evangelio y con Jesucristo. Sin embargo, no se trata solo de comenzar sino también de ser valientes para cualquier situación que se presente en el transcurso de la práctica de la fe en Jesucristo, así como para involucrarnos en algún servicio u ocupación que tiene que ver siempre con las cosas de Dios. De seguro que no siempre resulta fácil, pero sí es posible porque Dios “no nos ha dado espíritu de cobardía”.
Por ejemplo, el apóstol Pedro tuvo dificultades para ser valiente cuando le era necesario serlo. En una ocasión cuando vio a Jesús caminar sobre el mar, se atrevió a decirle: “Señor, si eres tú, manda que yo vaya a ti sobre las aguas. / Y él dijo: Ven. Y descendiendo Pedro de la barca, andaba sobre las aguas para ir a Jesús. / Pero al ver el fuerte viento, tuvo miedo; y comenzando a hundirse, dio voces, diciendo: ¡Señor, sálvame!” (Mateo 14:28-30). Quiso ser valiente, y Jesús le hizo valiente y le preparó las aguas del mar para que Pedro pudiese caminar sobre ella sin problemas. Pero luego Pedro pensando en su seguridad “tuvo miedo” y comenzó a hundirse, no porque no quería ser valiente sino porque estaba luchando con la cobardía que estaba en él, sin embargo, no desistió, sino que pidió que sea salvado del hundimiento.
En otra ocasión cuando Jesús había sido arrestado para ser llevado ante las autoridades para ser juzgado, Pedro otra vez por su seguridad para no ser descubierto y ser arrestado y también juzgado, mintió tres veces allá en el patio donde juzgaban a Jesús diciendo que no conocía a Jesús, no porque ya no quería nada con Jesús, sino porque estaba luchando con su cobardía, pues después de su tercera negación, no le quedó de otra que reconocer que estaba haciendo mal y se puso a llorar amargamente de arrepentimiento (cf. Mateo 26:69-75).
Y en otro tercer caso del mismo Pedro, en los primeros años de su ministerio como apóstol, cuando tuvo el privilegio de estar en la ciudad de Antioquía. Mientras no estaban con él otros judíos, Pedro comía con los gentiles, acto prohibido en la ley de Moisés, pero que ahora en el evangelio de Jesús tal mandato de la ley queda abolido; pero cuando llegaron un grupo de judíos, Pedro con tal de quedar bien con ellos, ya no comía con los gentiles, sino que estaba más con los judíos porque les tenía miedo a los judíos. Pero Pablo nos dice que: “le resistí cara a cara, porque era de condenar” (Gálatas 2:11b), y como observó que actuar así es hipocresía, y porque estaba arrastrando hacia la misma actitud al apóstol Bernabé, públicamente dijo Pablo a Pedro delante de los judíos: “Si tú, siendo judío, vives como ios gentiles y no como judío, ¿por qué obligas a ios gentiles a judaizar? / Nosotros, judíos de nacimiento, y no pecadores de entre los gentiles, / sabiendo que el hombre no es justificado por las obras de la ley, sino por la fe de Jesucristo, nosotros también hemos creído en Jesucristo, para ser justificados por la fe de Cristo y no por las obras de la ley, por cuanto por las obras de la ley nadie será justificado. / Y si buscando ser justificados en Cristo, también nosotros somos hallados pecadores, ¿es por eso Cristo ministro de pecado? En ninguna manera. I Porque si las cosas que destruí, las mismas vuelvo a edificar, transgresor me hago” (Gálatas 2:14b-18). Pedro ya siendo apóstol estaba actuando con cobardía a pesar de que sabía la verdad con respecto al tema de comer con los gentiles, pues Jesús mismo le había revelado cómo debería él proceder (Hechos 10:10-15), pero no estaba en contra de lo establecido por Dios, sino que solamente estaba luchando con su cobardía misma, pues amaba su llamado a predicar el evangelio tanto a judíos como a gentiles. Luego Dios le hizo valiente para no caer más en la misma situación.
Amados hermanos, las experiencias previas como las que Pedro había tenido con Jesús, la antigüedad como la que Pedro había tenido andando con Jesús, y el conocimiento como el que Jesús le había revelado a Pedro, no hace a uno valiente, sino que a pesar de ello uno puede actuar cobardemente. Es nuestra naturaleza humana la que nos inclina con más facilidad a no actuar valientemente para una causa de Dios. Pero cuando uno lucha en contra de esta inclinación de ser cobarde, y uno decide hacer algo con el fin de darle a Dios la gloria, Dios mismo provee a los hombres cristianos el don necesario para ser sus hombres valientes, pues le recuerda el apóstol Pablo a Timoteo que “no nos ha dado Dios espíritu de cobardía”. Usted puede ser un valiente de Dios que puede emprender proyectos de Dios, aunque no haya tenido experiencia previa, y aunque tenga la tendencia de ser cobarde, pues si usted lucha contra su cobardía entregándola a Dios, él se la cambia por valentía.
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La tercera manera como un hombre cristiano demuestra que necesita ser valiente para emprender algún proyecto en nombre de Dios, y entonces Dios le hace valiente, es que:
III.- DECIDE SERVIR A LOS PROPÓSITOS DE DIOS.
Los apóstoles Pedro y Juan que fueron los predicadores más destacados de aquellos principios de la propagación del evangelio, no eran los hombres más educados de aquellos tiempos, ni siquiera eran medianamente educados, y quizá ni básicamente educados en educación elemental. Su lengua materna ni siquiera era el griego, ni el hebreo, sino el dialecto arameo, y donde quiera que se les escuchaba hablar, inmediatamente se les identificaba que eran galileos por su manera peculiar de expresarse. Sus respectivos padres siempre trabajaron en el oficio de la pesca en el mar de Galilea, y no tenían otra opción que enseñarles a sus hijos el mismo oficio. Así crecieron Pedro y Juan, con una formación cultural propia pero digna de personas trabajadoras de una región pesquera que no tuvieron otras opciones de superación. No eran oficinistas, sino gente acostumbrada al trabajo pesado, rudo, y aun bajo el calor del sol, y hablaban no elegantemente como los griegos que desarrollaban pensamientos filosóficos, ni como los romanos que hablaban el latín original.
En la ocasión reciente al Pentecostés cuando el Espíritu Santo descendió sobre los primeros creyentes reunidos en Jerusalén, cuando ambos apóstoles por predicar a Jesucristo en Jerusalén fueron juzgados por “los gobernantes, los ancianos y los escribas, / y el sumo sacerdote Anás, y Caifás y Juan y Alejandro, y todos los que eran de la familia de los sumos sacerdotes” (Hechos 4:5b,6); al escuchar estos cómo se defendían y explicaban sus razones para predicara Jesucristo, San Lucas acerca de los mismos que les juzgaban, nos relata que “Entonces viendo el denuedo de Pedro y de Juan, y sabiendo que eran hombres sin letras y del vulgo, se maravillaban; y les reconocían que habían estado con Jesús” (Hechos 4:13). Quizá en otro tiempo y bajo otras circunstancias no hubiesen respondido igual, pues en realidad “eran hombres sin letras y del vulgo”. Su especialidad no es hablar y argumentar, sino es trabajar y hacer relajo entre sus compañeros de oficio, pero ahora Dios fue quien les hizo valientes para tener las palabras y respuestas adecuadas para tapar la boca de los enemigos del evangelio. Dios usó a Pedro y a Juan, tal como eran “sin letras”, haciéndoles valientes para hablar ante las autoridades civiles y religiosas que equivocadamente procedía en contra de ellos, y por un mal entendido que tenían acerca del evangelio de Jesucristo.
Amados hermanos, nosotros también somos de la misma fe que Pedro y Juan, a quienes Dios nos puede usar ante situaciones en las que se necesita de valentía. ¿No sabe usted que decir en situaciones cuando debe hablar de Jesucristo y su evangelio? ¿Siente usted temor de aceptar una responsabilidad de algún servicio a Dios, a su iglesia, o al prójimo? Recuerde usted que hay un salmo que resume la intervención de Dios cuando sus enviados tienen que hablar las buenas noticias, o cuando tiene uno que hacer algún servicio que implica riesgo, atrevimiento, peligro, decisión, etc… Dice el Salmo 68 acerca de un grupo de personas que nunca se habían dedicado a hablar en nombre de Dios, que “El Señor daba palabra; había grande multitud de las que llevaban buenas nuevas” (Salmo 68:11). Es así como Dios hace valientes a los hombres que están dispuestos a servir a sus propósitos. Aunque las circunstancias sean difíciles, cuando uno acepta realizar un servicio en nombre de Dios, Dios le hace valiente. Dios dará lo que hay que decir, Dios dará si es necesario la fuerza o la habilidad que se necesite, para actuar con valentía. Si usted decide servir a Dios, Él le hará a usted un hombre valiente para enfrentar aun la más ruda situación.
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La cuarta manera como un hombre cristiano demuestra que necesita ser valiente para emprender algún proyecto en nombre de Dios, y entonces Dios le hace valiente, es que:
IV.- ORA A DIOS PARA PEDIR LA VALENTÍA QUE NECESITA.
Primero quiero hacer la observación de que Jesús cuando sus apóstoles se sintieron temerosos cuando en alta mar en una ocasión se desató una tormenta, les dijo: “¿Por qué teméis, hombres de poca fe?” (Mateo 8:26), lo cual les deja claro que el temor por el cual uno no se arriesga, por el cual uno no actúa con valentía, su causa principal es la falta de fe o la fe insuficiente. Es verdad que ellos tenían fe, pero Jesús les dice que su fe era “poca fe”, pues para hacer que el viento y el mar volvieran a la calma, necesitaban más fe que la que tenían en ese momento. Por eso Jesús enseñó que la fe da valentía para decirle por ejemplo a un árbol sicómoro que se desarraigue y se trasplante en el mar (cf. Lucas 17:6). El apóstol Pablo sabía esto, pues en su primera epístola a los Corintios, le dice: “si tuviese toda la fe, de tal manera que trasladase los montes” (1 Corintios 13:2b). Los apóstoles que andaban con Jesús, cuando aprendieron que ellos no deberían ser causa de tropiezo de los pequeños; y cuando aprendieron que cuantas veces venga a ellos alguien que les ha ofendido y les pida perdón, ellos deberían perdonarle. Ellos le dijeron a Jesús: “Auméntanos la fe” (Lucas 17:5). La fe, obviamente es poder, pero la fe es también la causa de la valentía que uno necesita para poder vivir y llevar a cabo muchas situaciones cotidianas y cristianas. Eso fue entonces lo que pidieron los apóstoles a Jesús.
Pero lo que finalmente quiero enfatizar es lo que hicieron los creyentes de Jerusalén que fueron testigos del encarcelamiento y de la liberación de los apóstoles Pedro y Juan. En su culto de adoración, hicieron una oración unánime (Hechos 4:24), en la que le dijeron a Dios: “…concede a tus siervos que con todo denuedo hablen tu palabra” (Hechos 4:29). Ante las amenazas de las autoridades religiosas y civiles de Jerusalén, se necesitaría denuedo para seguir hablando de Jesucristo. ¿Qué es denuedo? La NVI traduce la misma oración diciendo: “…concede a tus siervos el proclamar tu palabra sin temor alguno”. Denuedo es actuar “sin temor alguno”. La versión DHH lo traduce diciendo: “…concede a tus siervos que anuncien tu mensaje sin miedo”. Denuedo es actuar “sin miedo”, o en su contraste “con valentía”. Pero, ¿cómo se ve que a ellos les interesaba ser valientes? Se ve porque eso fue lo que precisamente pidieron en su oración. Y Dios les respondió su oración, pues San Lucas nos relata que: “Cuando hubieron orado, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios” (Hechos 4:31). Hablaban sin temor alguno, sin miedo, o con valentía; pero tuvieron que pedirlo a Dios en oración.
Amado hermano, ¿Necesita usted ser valiente para hacer algo para la gloria de Dios? Pues ore usted a Dios pidiendo valentía. Dios por medio de una llenura de su Espíritu Santo le hará a usted una persona valiente para servir a sus propósitos.
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CONCLUSIÓN: Amados hermanos, Pablo y Timoteo, fueron personas que tuvieron temores, desaciertos, equivocaciones, desánimos, etc…, pero tenían en cuenta que para cumplir con sus respectivos llamados que Dios les había hecho, tenían que actuar muchas veces con la valentía que no cualquier persona tiene sino solamente los hombres cristianos a quienes “no nos ha dado Dios espíritu de cobardía” (2 Timoteo 1:7). No importa si en su pasado usted nunca se había sentido útil para emprender valientemente un proyecto de servicio, solamente comience usted hoy, y verá que Dios estará con usted dándole las fuerzas necesarias. No importa si una y otra vez usted se da cuenta que todavía no es tan valiente para llevar a cabo sus responsabilidades, muy pronto usted se va a dar cuenta que sí se puede. No importa si usted no había antes servido en un propósito de Dios, solamente decida servir a sus propósitos y vera usted que junto con su decisión llegará también la valentía necesaria. No importa si las circunstancias aparentan que usted no puede hacer algo al respecto de la proclamación del evangelio, usted solamente ore, y Dios le dará la valentía necesaria aun en medio de cualquier oposición.
Dios hace hombres valientes.
Grasias me sirvió muchísimo