NADA MÁS, SINO SOLAMENTE A JESUCRISTO
Gálatas 5:1-14.
Predicado por primera vez por el Pbro. Diego Teh Reyes, en la iglesia “El Divino Salvador” de la col. Centro, Mérida, Yucatán; el domingo 10 de septiembre 2017, a las 11:00 horas, como tercer sermón de la serie: ¿Eres libre o esclavo?
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INTRODUCCIÓN: Es un privilegio para mí predicarles la palabra de Dios, en este tercer mensaje de la serie: ¿Eres libre o esclavo?, basado en la epístola del apóstol Pablo a los Gálatas. Pero, primero permítanme recordarles que, Jesús durante su ministerio, hablando acerca de él mismo, enseñó quizá más de una vez que: “…si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (Juan 8:36); sin embargo, hay personas que debido a que se han acostumbrado tanto a vivir bajo esclavitud, prefieren seguir viviendo como esclavos, aunque hayan recibido el derecho o privilegio de ser libres. Cuenta una historia que, en tiempos de la esclavitud del siglo XIX, un hombre con dinero veía el sufrimiento de los esclavos, cómo éstos eran tratados por sus amos. Un día, este hombre, se decidió a hacer algo diferente: se decidió a comprar un esclavo, pues a pesar de tener dinero, nunca había comprado uno, ya que estaba en contra de la esclavitud. Escogió al mejor esclavo, al más caro, al más fuerte y dotado. Una vez en sus manos, le dijo al esclavo: te compré, ahora quedas libre. El esclavo, lo miró incrédulo, desconfiado, pensando que su nuevo amo lo iría a golpear. Quedas libre, vete, le ordenó el amo. El esclavo, aún incrédulo, comenzó a correr, en búsqueda de su nueva libertad, temiendo ser alcanzado por su amo. Luego de recorrer mucho camino, paró, se detuvo, pensó, y se decidió a volver a donde estaba el que pagó su libertad. Al llegar a él, le dijo: “Yo era esclavo, tú me compraste a buen precio, quedé libre y, en mi libertad, he decidido servirte por el resto de mis días”[1]. Desde luego que el objetivo de esta historia es expresar la importancia de ser agradecidos con Jesucristo nuestro Gran Libertador; sin embargo, también deja evidente que hay personas que, en vez de disfrutar su libertad, prefieren seguir siendo esclavos. Por eso, permítanme ahora hacerles una pregunta: ¿La verdadera libertad que Cristo da es una realidad plena para usted, o hay algo que no le permite a usted disfrutar la libertad en Cristo?
En la epístola del apóstol Pablo a los Gálatas, tenemos el caso de creyentes en Jesucristo que habían sido hechos libres, pero que por ignorancia o por intención, estaban desaprovechando su libertad. Eso podría sucederle también a usted, pero para que no le suceda a usted, le voy a predicar que, para disfrutar la experiencia de la verdadera libertad, no se necesita nada más sino solamente a Jesucristo. / ¿Por qué razones un creyente en Jesucristo para que pueda disfrutar la experiencia de la verdadera libertad, no necesita nada más sino solamente a Jesucristo? / En este mensaje, basado en el texto bíblico de Gálatas 5, les voy a compartir algunas razones por las que no se necesita nada más sino solamente a Jesucristo para disfrutar la experiencia de la verdadera libertad.
La primera razón por la que no se necesita nada más sino solamente a Jesucristo para disfrutar la experiencia de la verdadera libertad, es:
I.- PORQUE SI AÑADIMOS ALGO A LA OBRA DE CRISTO, LO QUE HIZO CRISTO YA NO NOS SERVIRÍA DE NADA.
Lo primero que el apóstol Pablo les dice a los Gálatas, con respecto a la libertad que ya era una realidad para ellos, es: “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud. / He aquí, yo Pablo os digo que si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo” (Gálatas 5:1,2). Eran libres, pero por causa de una práctica judía que no tenían por qué someterse a ello, estarían en peligro de no disfrutar su libertad, pues por ello el apóstol Pablo les recalca que si además de creer en Cristo, añaden el ritual de la circuncisión, “de nada os aprovechará Cristo”. Al respecto de esta frase, la versión Traducción al lenguaje actual dice: “Si ustedes se circuncidan, lo que hizo Cristo ya no les sirve de nada” (Gálatas 5:2; TLA). La circuncisión fue una institución de Dios para los varones israelitas con el que sus padres manifiestan que aceptan el pacto de Dios para que Él sea el Dios de sus hijos, y así sus hijos puedan también ser ciudadanos del pueblo de Dios. Si un padre no aplicaba la circuncisión a su hijo, estaba rechazando el pacto de Dios, y ni su hijo ni el padre mismo eran dignos de ser ciudadanos del pueblo amado de Dios. También si alguien de otra nacionalidad quería vivir entre los israelitas, y estaba de acuerdo que el Dios de los israelitas sea también el Dios de ellos, tenía que someterse a la circuncisión. Pero, cuando uno cree en Jesucristo, ya no se necesita de la circuncisión porque si tras haber creído, alguien se somete a ello, lo que sucede según el apóstol Pablo es que “lo que hizo Cristo ya no les sirve de nada” (Gálatas 5:2; TLA).
Después de la muerte y resurrección de Cristo, durante la predicación del evangelio por los apóstoles y misioneros en países y ciudades lejanas de donde originalmente eran los judíos, muchos judíos originarios de Jerusalén y toda la provincia de Judea, siguieron pensando que para pertenecer al pueblo de Dios, a pesar de la obra de Cristo, siempre era necesario que si algún judío no estaba circuncidado tenía que circuncidarse, y si alguien de otra nacionalidad que no sea descendiente de Abraham aceptaba el evangelio de Cristo, también tenía que circuncidarse. Es así como estos judíos conocidos como “los judaizantes”; comenzaron a viajar a todas las ciudades lejanas donde era predicado el evangelio de la gracia de Cristo, y hacían que los gentiles convertidos a Cristo se circuncidaran. Los gálatas que habían creído en Cristo, rápidamente aceptaron la propuesta de los judaizantes. Es por eso que Pablo les explica que “si os circuncidáis, de nada os aprovechará Cristo” (Gálatas 5:1,2), o en palabras de la TLA: “Si ustedes se circuncidan, lo que hizo Cristo ya no les sirve de nada” (Gálatas 5:2; TLA). Aunque la ley de la circuncisión fue una institución de Dios para los que querían ser parte del pueblo de Dios, ahora en Cristo ya no es necesario, pues la pertenencia al pueblo de Dios es por la obra de Cristo que, por su sangre derramada en la cruz, pagó nuestros pecados, y no unió a su pueblo sin necesidad de circuncisión o sumisión a otra prescripción de la ley que en su momento fue válida solamente para los israelitas.
Amados hermanos, así como la ley de la circuncisión, existe también la ley de las buenas obras, que no son malas para practicar, pues son buenas obras, pero por más buenas que sean, no podemos decir que además de la obra de Cristo, es necesario completar su obra redentora con nuestras buenas obras, porque estaríamos diciendo que la obra de Cristo es incompleta, y que nosotros la completamos. Pensar así, es invalidar la obra de Cristo. Es no vivir la experiencia de la verdadera libertad, porque la experiencia de la verdadera libertad no exige que para poder disfrutarla tengamos que ganarla con nuestras añadiduras.
La segunda razón por la que no se necesita nada más sino solamente a Jesucristo para disfrutar la experiencia de la verdadera libertad, es:
II.- PORQUE SI AÑADIMOS ALGO A LA OBRA DE CRISTO, NOS HACEMOS ESCLAVOS DE LO QUE AÑADIMOS.
En el mismo versículo 1, el apóstol Pablo les dice a los gálatas: “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud” (Gálatas 5:1). En primer lugar, de estas palabras observamos que la libertad es una realidad para los creyentes, pues Pablo a los gálatas les dice: “Cristo nos hizo libres”. Ya está lograda y consumada. En segundo lugar, se requiere que estar “firmes” en la libertad. Y una manera de estar firmes es no seguir intentando por otros medios ser libres cuando ya lo somos, pues hacer así es lo mismo que decir: No somos libres todavía. Y entonces ¿de nada nos ha servido Cristo? Y para quienes no entienden o no se dan cuenta que la obra de Cristo es suficiente, el apóstol Pablo les instruye diciendo: “y no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud”. Es probable que más de uno de nosotros, sin dudar de que Cristo ha hecho eficaz en nosotros la libertad que tanto necesitamos, no estamos disfrutando su libertad, y estamos “sujetos al yugo de esclavitud”. Es por eso que la pregunta clave de la serie de predicaciones que se programó para este mes de septiembre es: ¿Eres libre o esclavo?
Para ahondar en este punto el apóstol Pablo, tomando solo como referencia la circuncisión, aunque puede aplicar en otras muchas buenas prácticas, les dice a los gálatas: “Y otra vez testifico a todo hombre que se circuncida, que está obligado a guardar toda la ley” (Gálatas 5:3). Es decir, que si a alguien le parece que no es suficiente lo que Cristo ha hecho por nosotros, o si por no sentirse digno de lo que Cristo ha hecho por él, entonces decide hacer algo pensando que eso le ayudará a ser más digno para que la obra de Cristo sea eficaz en él, tal persona se está obligando “a guardar toda la ley”, la ley moral de Dios prescrita para toda la humanidad principalmente en los Diez Mandamientos, pero también en la ley ceremonial, y la ley judicial que fue estrictamente para los israelitas. Pero lo que es real es que nadie puede cumplir la ley de Dios. Por eso el apóstol Santiago dice: “Porque cualquiera que guardare toda la ley, pero ofendiere en un punto, se hace culpable de todos” (Santiago 2:10). Por ejemplo, de qué sirve que uno cumpla el mandamiento que dice: “No matarás”, o el que dice: “No robarás”, pues no cumple el que dice: “Acuérdate del día de reposo para santificarlo. / Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; / mas el séptimo día es reposo para Jehová tu Dios;…” (Exodo 20:8-10a). Por el fallar a uno de estos, de nada sirve a uno que uno haya cumplido el “No matarás”, o “No robarás”.
Por eso, amados hermanos, Cristo ha cumplido la ley por nosotros para que fuésemos libres de las consecuencias de no poder cumplirlas. No significa que no debemos de tener cuidado de obedecerlas, sino que, a pesar de obedecer muchos mandamientos, en vista de que no podemos siempre obedecerlos todos, no nos garantiza salvación y libertad. Pero cuando creemos en Cristo, su obra que implica haber cumplido toda la ley, es aplicado al creyente como si nosotros lo hubiésemos cumplido. Eso nos hace libres tanto de la ley, como de otras implicaciones como el ser libres del poder del pecado, y el ser libres de la condenación. Es interesante el hecho de que Dios mismo nos hace libres de su propia ley, por el hecho de que no lo podemos cumplir al 100%, y porque su Hijo Jesucristo lo ha cumplido al 100% para beneficio nuestro.
La tercera razón por la que no se necesita nada más sino solamente a Jesucristo para disfrutar la experiencia de la verdadera libertad, es:
III.- PORQUE SI AÑADIMOS ALGO A LA OBRA DE CRISTO, NOS ESTARÍAMOS DESLIGANDO DE CRISTO.
Entre los creyentes de Galacia, muchos de ellos comenzaron a obedecer a los judaizantes. Muchos de ellos se circuncidaron. Quizá usted diga, me parece que cortarme y quitarme un pedazo de carne del cuerpo, no afecta en mí la obra de Cristo. Si fuese una cirugía meramente física sin implicaciones espirituales, es verdad que no no afecta, pero si se trata del intento de justificarse delante de Dios para ser aceptado y agradar él, sí afecta. Pablo les dice a los gálatas: “De Cristo os desligasteis, los que por la ley os justificáis; de la gracia habéis caído” (Gálatas 5:4). Con estas palabras queda nada menos que claro, que intentar o hacer algo más como si lo que hizo Cristo por nosotros fuese insuficiente, literalmente significa: DESLIGARSE DE CRISTO. Significa renunciar a Cristo.
Personalmente Cristo no quiere que nadie de sus discípulos se desligue de él, pues a sus discípulos les dijo: “el que permanece en mí, y yo en él, éste lleva mucho fruto; porque separados de mí nada podéis hacer. / El que en mí no permanece, será echado fuera como pámpano, y se secará; y los recogen, y los echan en el fuego, y arden” (Juan 15:5b,6).
Amados hermanos, aunque uno no se circuncide, práctica que afortunadamente no se promueve religiosamente en nuestro medio en la actualidad, muchas veces hacemos cosas que en realidad NOS DESLIGAN DE CRISTO, y eso es un gravísimo peligro para nosotros.
CONCLUSIÓN: Amados hermanos, el objetivo de este mensaje ha sido que, si usted quiere estar firme “en la libertad con que Cristo nos hizo libres”, no confíe en nada más sino solamente en Cristo. Les voy a compartir las palabras de un cristiano que dijo lo siguiente: “Yo quiero confiar de tal manera en Cristo que cuando llegue a Su presencia y Él me pregunte: “¿Por qué estás aquí?”, yo le pueda contestar: “Porque he confiado en Ti como mi Salvador”. Y si entonces Él me dice: “Bien, eso es muy bueno, y me alegro de que lo hayas hecho así, pero ¿qué más has hecho? Sé que fuiste bautizado, que eras miembro de una iglesia cristiana, que has sido presidente de un seminario teológico, que escribiste libros e hiciste muchas cosas más en tu ministerio cristiano”. Entonces yo le respondería: “Es cierto, pero nunca confié en ninguna de esas buenas obras para lograr mi salvación. Sólo he confiado en ti, Señor”[2]. Cristo es suficiente para nuestra salvación y libertad cristiana, no intente usted añadir algo con la intención de sentirse más digno o de ganar beneficios espirituales y eternos para usted, ya Cristo lo ganó. Solo crea y disfrútelo.
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[1] Un rico compró a un esclavo para darle libertad; https://blog.cancaonova.com/chile/2009/12/siendo-esclavos-nos-compro-para-darnos-la-libertad/
[2] Dr. Chafer.
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