EZEQUÍAS: REFORMA PERSONAL CON RESPECTO AL SACRAMENTO DE LA NUEVA CENA.
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2 Crónicas 30:1-15.
Predicado por primera vez por el Pbro. Diego Teh Reyes, en el centro misionero “Getsemaní” del Fracc. Paseos de Itzincab, de Umán, Yucatán; el domingo 15 de octubre 2017, a las 19:00 horas; como sermón de la serie: REYES REFORMADORES DEL ANTIGUO TESTAMENTO.
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INTRODUCCIÓN: ¿Qué es el sacramento de la nueva cena? El sacramento de la nueva cena es la celebración que nosotros conocemos como La Santa Cena, institución hecha por Jesucristo que consiste en partir y comer pan que representa su cuerpo que fue herido en la cruz, y en beber una copa con producto de la uva con lo cual se representa su sangre derramada al haber sido su cuerpo herido en una cruz. Al respecto, Jesús mismo quien lo instituyó, dijo: “…haced esto en memoria de mí” (Lucas 22:19). Estas palabras de Jesús corresponden al objetivo con el cual se comía el sacramento de la antigua cena, llamada Pascua de Jehová, que cuando fue instituida por Dios, les fue dicho que el día que comieran la cena de pascua “este día os será en memoria” (Éxodo 12:14a). El sacramento de la cena de pascua es muy similar a nuestro sacramento de la santa cena. En el sacramento de la pascua, el cuerpo de un cordero era inmolado y también comido por todos los integrantes de cada familia, incluso se comía compartido el mismo cordero con los vecinos con tal de gastarlo y que no sobre nada del cordero después de haberlo cenado; y la sangre del cordero era usado para marcar los dinteles de sus casas. En el sacramento de la nueva cena, Jesús abolió la antigua cena de pascua porque él sería nuestra pascua, el cordero que sería inmolado en la cruz, y derramado su sangre para pagar nuestra culpa de pecado (cf. 1 Corintios 5:7). Desde entonces, ya no más el antiguo sacramento de la Pascua de Jehová, pues en vez de ello, Jesús estableció la celebración del sacramento de la santa cena.
Nuestra historia bíblica, nos relata que en la época del rey Ezequías, en consecuencia de que su padre el anterior rey Acaz, había cerrado el templo de Jerusalén, y había saqueado sus utensilios que llevó a otros templos paganos para usarlos al servicio de ídolos, durante mucho tiempo se dejó de dar culto a Dios porque muchísima gente dejó a Dios por los ídolos, y en consecuencia también dejaron de celebrar lo que para los israelitas era el sacramento de la cena de pascua. A muchas personas del tiempo del rey Ezequías de Judá como en la actualidad les daba igual si comían o no aquel sacramento, tal como creyentes de la actualidad menosprecian el sacramento de la santa cena de nuestro Señor Jesucristo. Según la crónica que observamos en la lectura acerca de los hechos del rey Ezequías, lo primero que él hizo tan pronto él se convierte en rey tras la muerte de su padre, fue reabrir el templo desde el primer día de su reinado. Los primeros 16 días de su reinado fueron para habilitar el templo, su mobiliario, y hasta sus sacerdotes (cf. 2 Crónicas 29:3, 17). Pero en menos de un mes después de haber abierto el templo, el día 14 del mes siguiente, restauró que por lo menos en todo su reino en Judá, se retomara también la celebración del sacramento de la cena de pascua que por causa de su padre, no se había hecho durante muchos años. En la actualidad la ministración de la santa cena de nuestro Señor Jesucristo, está vigente y lo estará siempre en todo lugar donde haya una representación de la iglesia de Jesucristo. Lo que hace falta, son personas que no la menosprecien, que no la descuiden. Lo que ahora hace falta no es una doctrina que reforme su ministración, sino personas que reformen su interés, y aceptación de este sacramento. Con el objetivo de animarle a usted a reformarse personalmente en cuanto a su interés y aceptación del sacramento de la santa cena de nuestro Señor Jesucristo, escuche usted con atención este mensaje.
Basado en la historia de la reforma hecha por el rey Ezequías en cuanto a la celebración del sacramento de la pascua, voy a predicarles que los cristianos debemos tener reformas personales con respecto al sacramento de la santa cena que ahora nos corresponde. / ¿Qué reformas personales debemos tener con respecto a la santa cena que ahora nos corresponde? / En este mensaje les voy a compartir algunas de las reformas personales que debemos tener, y que fueron fundamentales en la experiencia de Ezequías con respecto la pascua, lo cual también aplican con respecto a nuestra santa cena, porque en realidad es la que sustituyó la pascua, que esencialmente también se centraba en Cristo.
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La primera reforma personal que debemos tener con respecto al sacramento de la santa cena que ahora nos corresponde, es:
I.- PLANEAR NO PERDERSE UNA SOLA MINISTRACIÓN.
En el contexto de 2 Crónicas 30, Ezequías hace apenas unas dos semanas que comenzó a reinar en Judá tras la muerte de su padre el rey Acaz, quien por decisión propia cerró el templo por muchos años. En todo este tiempo “cerraron las puertas del pórtico, y apagaron las lámparas; no quemaron incienso, ni sacrificaron holocausto en el santuario al Dios de Israel” (2 Crónicas 29:7), y tampoco celebraron la pascua que debería celebrar cada año del 10 al 14 de Nisán, el primer mes del año (cf. Exódo 12:2,3,6), precisamente porque el templo fue cerrado por órdenes del rey Acaz. Pero ahora que Ezequías es el nuevo rey, lo primero que hizo desde el primer día de su mandato fue reabrir el templo, y habilitar todo lo que su padre había profanado. Esto ocurrió durante los días 1 al 16 del primer mes de su reinado, que evidentemente correspondían también al primer mes del año, en cuyas fechas 10 al 14 el templo todavía estaba en proceso de santificación, por lo que todavía no se podían hacer celebraciones. En otras palabras, no se pudo celebrar el sacramento de la pascua en ese primer mes. Y ahora, ¿qué hacer?, ¿habría que esperar hasta el año siguiente, después de no haberlo celebrado desde hace varios años?
Pues, debido a que habían pasado los días oficiales para celebrarlo, dice la crónica acerca de Ezequías: “Y el rey había tomado consejo con sus príncipes, y con toda la congregación en Jerusalén, para celebrar la pascua en el mes segundo; / porque entonces no la podían celebrar, por cuanto no había suficientes sacerdotes santificados, ni el pueblo se había reunido en Jerusalén. / Esto agradó al rey y a toda la multitud. / Y determinaron hacer pasar pregón por todo Israel, desde Beerseba hasta Dan, para que viniesen a celebrar la pascua a Jehová Dios de Israel, en Jerusalén; porque en mucho tiempo no la habían celebrado al modo que está escrito” (2 Crónicas 30:2-5). De esta narración hay dos detalles relevantes que tomaremos en cuenta. El primero, es que no quisieron perderse la celebración que en su momento no pudieron realizar, pues no lo dejaron para el otro año (porque era anual), sino que decidieron que sea el mes siguiente, el segundo, antes que tener que esperar otros once meses. La crónica relata: “Y se reunió en Jerusalén mucha gente para celebrar la fiesta solemne de los panes sin levadura en el mes segundo, una vasta reunión” (2 Crónicas 30:13), “Entonces sacrificaron la pascua, a los catorce días del mes segundo” (2 Crónicas 30:15a). El segundo, es que antes de involucrar al pueblo en esta reforma litúrgica del sacramento, hubo primeramente una reforma en la vida personal del Ezequías quien consideró importante no dejar para la próxima vez que toque la ministración del sacramento.
Amados hermanos, en la actualidad muchos cristianos descuidan el recibir el sacramento de la santa cena. Quizá usted también ha sido uno de los que dicen: Ah, el próximo mes lo recibo. Y así, de un mes se le han acumulado muchos meses que no recibe el sacramento de la santa cena. Nuestro Señor Jesús, la noche que celebró su última cena de pascua con sus discípulos, dice la historia que: “Cuando era la hora, se sentó a la mesa, y con él los apóstoles. / Y les dijo: ¡Cuánto he deseado comer con vosotros esta pascua antes que padezca!” (Lucas 22:14-15). Jesús mismo, anheló comer el sacramento de la pascua vigente durante su ministerio antes de padecer en la cruz, y no se lo perdió, sino que personalmente él planeó el lugar, la hora, sus acompañantes, etc… mucho más porque percibía que era la última vez en su vida terrenal que comería la pascua. No se lo quiso perder. Es por eso que hasta al creyente moribundo, hasta donde sea posible procuramos ministrarle la santa cena. Pero incluso si uno no está moribundo, con mucha más razón, es importante anhelar el sacramento de la santa cena, y procurar tomarlo todas las veces que se ministre en la iglesia a la que uno asiste. No debería uno perderse la ocasión, mucho menos pasarlo por alto durante muchos meses. No se olviden de que el sacramento de la santa cena para los creyentes es un medio de gracia “para su alimentación espiritual y crecimiento en ÉL, para un mayor compromiso en y hacia todas las obligaciones que le deben a Cristo; y para ser un lazo y una prenda de su comunión con ÉL y de su mutua comunión, como miembros de su cuerpo místico”[1].
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La segunda reforma personal que debemos tener con respecto al sacramento de la santa cena que ahora nos corresponde, es:
II.- CELEBRARLO EN CONEXIÓN CON DIOS.
Después de que fue tomado con agrado la iniciativa del rey de celebrar extraordinaria y retroactivamente la pascua, el rey hizo la convocatoria correspondiente. La crónica dice: “Y determinaron hacer pasar pregón por todo Israel, desde Beerseba hasta Dan” (2 Crónicas 30:5a), pero lo que aquí quiero resaltar es el motivo que la convocatoria expresa con respecto a la pascua, pues dice: “para que viniesen a celebrar la pascua a Jehová Dios de Israel, en Jerusalén” (2 Crónicas 30:5b). Físicamente era toda una cena, y si en ese momento el celebrante tiene hambre, su espíritu tan humano y pecador seguramente se distraería de la verdadera conexión de aquella cena sacramental. La conexión de la cena, es clara cuando en la convocación se expresa que era para celebrar la pascua “a Jehová”. Finalmente, no era tanto para que el celebrante pueda comer carne tierna de cordero, pues la carne como tal lo podía almorzar o cenar en otras muchas ocasiones caseras o sociales, sin el sentido sacramental de lo que significaba comerlo como pascua. El objetivo, pues, de la pascua, era que en ese momento haya una conexión espiritual entre el adorador y Dios. Aunque el estómago se satisface, el objetivo no es la saciedad del cuerpo, sino el encontrarse sacramentalmente con Dios. Ezequías no promovió la celebración de la pascua porque comer cordero era su carne favorita, sino que promovió la participación del pueblo porque el pueblo necesitaba urgentemente una conexión personal con Dios. Sin embargo, fue Ezequías quien de manera personal reformó su vida, procurando que una comida sacramental no sea solamente una acción externa, sino una devoción espiritual con el Dios verdadero.
Amados hermanos, cuando Jesús instituyó la santa cena, claramente dijo: “Esto es mi cuerpo, que por vosotros es dado; haced esto en memoria de mí” (Lucas 22:19b). Hacerlo en memoria de Jesús, implica usar el pensamiento para conectarse con el recuerdo de su obra y de su persona. Esta es parte de la conexión que se debe procurar al momento de recibir la santa cena. Uno no debería estar pensando en otras cosas sino solamente en Jesucristo al momento de comer del pan y beber de la copa. No se recibe la cena del Señor como cuando en la mesa de la casa de usted, mientras come al mismo tiempo está viendo la televisión, haciendo una llamada, escribiendo en las redes sociales, o navegando en las páginas web. Ni esto es apropiado en la casa, ni tampoco recibir la santa cena sin concentrarse en Jesucristo es correcto. Esto es lo que el apóstol Pablo enseñó a los Corintios quienes en la época cuando la cena del Señor era literalmente toda una cena, comían la cena del Señor ni pensando en Jesús, ni pensando en los demás; por lo que en su primera epístola el apóstol tuvo que decirles: “Cuando, pues, os reunís vosotros, esto no es comer la cena del Señor. / Porque al comer, cada uno se adelanta a tomar su propia cena; y uno tiene hambre, y otro se embriaga. / Pues qué, ¿no tenéis casas en que comáis y bebáis?” (1 Corintios 11:20,22). Recibir el sacramento, no se trata solamente del acto de comer, sino de conectarse con la persona divina simbolizada en el sacramento.
La santa cena del Señor, no es una cena solamente mecánica para satisfacer el hambre del estómago y ya, sino una cena simbólica pero espiritual en la que deberíamos procurar y experimentar una conexión con la presencia de Cristo. Esta es la conexión que se debe procurar al momento de recibir la santa cena; conexión que, si Jesucristo ya ha sido aceptado en la vida personal del comulgante, funciona como una relación capacitante para nuestra naturaleza que necesita el poder de Dios para mantenerse en santidad y fidelidad a Dios. Jesucristo es el mismo Dios de la pascua en cuya presencia y memoria de sus obras al librar a los israelitas, participaban para conectarse renovadamente con Él. Jesucristo es el mismo Dios que se hizo Cordero de nuestra pascua. El efecto de su muerte como Cordero, y del derramamiento de su sangre es nuestra pascua vigente para los que hemos aceptado que él sea nuestro salvador. La santa cena, es la nueva cena de Dios del nuevo pacto, es una cena sacramental que se debe tener el cuidado de que al recibirlo usted lo haga evitando toda distracción mental, y que se concentre en pensar en la gracia de Jesucristo por usted. Reforme usted a partir de hoy, su manera de recibir el sacramento. Usted debe estar conectado con Dios “en memoria” de Jesús.
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La tercera reforma personal que debemos tener con respecto al sacramento de la santa cena que ahora nos corresponde, es:
III.- ESTAR DISPUESTO A RENUNCIAR LO QUE NO PERTENECE A DIOS.
Después de la convocación, dice la crónica: “Y se reunió en Jerusalén mucha gente para celebrar la fiesta solemne de los panes sin levadura en el mes segundo, una vasta reunión. / Y levantándose, quitaron los altares que había en Jerusalén; quitaron también todos los altares de incienso, y los echaron al torrente de Cedrón. / Entonces sacrificaron la pascua, a los catorce días del mes segundo;…” (2 Crónicas 30:13,15a). Recuerden que la pascua se celebraba hasta siete días. Dice el versículo quince que “sacrificaron la pascua, a los catorce días del mes segundo”, lo cual quiere decir que debieron haberse reunido por lo menos desde el día 8 de aquel mes. Hubo liturgia durante los primeros seis días antes del día 14, el día que se comería la pascua, pero el texto nos dice que no sacrificaron la pascua, sin haber hecho algo que es importante en la vida personal de todo aquel que debería participar de aquel sacramento. ¿Qué fue lo que hicieron? La crónica dice que: “quitaron los altares que había en Jerusalén; quitaron también todos los altares de incienso, y los echaron al torrente de Cedrón”. Era necesario acabar con todo aquello que en su entorno era una tentación en su vida personal. ¿De qué hubiese servido que comiesen el sacramento de la pascua de Jehová, si luego al pasar camino a su casa, se encuentran a su paso uno de los altares dedicados a los ídolos, y se les ocurre ofrecer su adoración a los ídolos? Lo mejor era quitarlos de su camino. Y así lo hicieron antes de comer el sacramento pascual de Dios.
Amados hermanos, esto también tiene una aplicación para nuestro nuevo sacramento de la santa cena. Quizá no tiene usted que destruir ídolos o sus altares, pero si hay tentaciones y pecado a los que usted tiene que decirle adiós para siempre. Usted tiene que renunciar a todo lo que no es de Dios y le obstaculiza permanecer con Dios. El apóstol Pablo, a los mismos Corintios les dio instrucciones precisas acerca de lo que deberían hacer antes de recibir la santa cena. Una de las instrucciones dice: “pruébese cada uno a sí mismo, y coma así del pan, y beba de la copa” (2 Corintios 11:28). Esto de probarse “cada uno a sí mismo”, es lo que muchos no hacen. Qué bueno que dan el paso de no privarse del sacramento durante un mes, dos meses, o más tiempo, pero al momento de recibirlo no han probado su integridad para determinar primeramente si no hay algo pecaminoso que no han renunciado en su vida, de tal manera que después de haber recibido el sacramento, lo primero que hacen es ir directamente al pecado del cual deberían estar huyendo. ¿De qué sirve en el mejor de los casos, ser fieles y oportunos en recibir el sacramento de la santa cena, si después no hay decisión de ser verdaderamente al Salvador de nuestras almas? Quienes se encuentran en esta situación, definitivamente son quienes con toda urgencia necesitan una reforma en su vida personal. Tienen que probarse a sí mismo. Esta prueba o autoexamen no lo puede hacer ningún otro ser humano sino solamente usted. Ni siquiera los ancianos, diáconos, o el pastor de la iglesia. Qué bueno que no tenemos esta facultad, porque si la tuviésemos hubiera abusos de parte de los examinadores, porque de repente siempre hay de esas personas que equivocadamente emiten juicios en contra de sus semejantes; y usted con toda razón no va a estar de acuerdo con ellos. Por eso, al mismo tiempo que le animo a no descuidar el recibir la cena del Señor frecuentemente, le animo a que no solamente en los minutos o segundos antes de recibirlo usted se pruebe o examine a sí mismo, sino cada día examínese para descubrir qué es lo que usted tiene que dejar a un lado para poder permanecer con Dios. Usted, esté previamente dispuesto a dar la espalda a la tentación que le está intentando apartar de Dios.
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CONCLUSIÓN: Amados hermanos, Ezequías antes de intentar reformar la vida espiritual de los mismos representantes religiosos de su tiempo, primeramente reformo su vida personal. Acerca de la necesidad de comer el sacramento de la pascua su reforma personal consistió en planear el no perderse el privilegio de comerla; fue hasta después que influenció a los demás. Acerca de la espiritualidad del sacramento, su reforma personal consistió en no considerarlo como una simple rutina de comer un plato de carne de cordero, sino que consideró necesario encontrar en el mismo plato de carne y el resto de sus ingredientes un medio de gracia para conectarse con el Dios verdadero; por lo que así lo promovió ante la gente. Acerca de la utilidad del efecto del sacramento, su reforma personal consistió en evitar toda circunstancia que vuelva a arrastrarlo al pecado que antes le alejó de Dios; por eso junto con el pueblo destruyeron todo vestigio de idolatría.
Si usted desea experimentar una reforma no necesariamente la doctrinal que ha experimentado la iglesia de Dios desde hace 500 años, sino una reforma personal que a todos nos hace mucha falta, hay muchas cosas que puede usted reformar. En otras predicaciones de esta serie, he hablado de otras áreas en las que podemos implementarnos reformas personales. En este mensaje, he tenido como objetivo de que usted reforme su manera personal de recibirlo no de vez en cuando sino frecuentemente, y que le sirva a usted para estrechar más su unión con Dios y su Hijo Jesucristo.
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[1] Confesión de fe de Westminster; Cap. 29, de la santa cena; Párrafo 1.
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