ACTITUDES QUÉ PRACTICAR POR LA NAVIDAD, Por: Diego Teh.

ACTITUDES QUÉ PRACTICAR POR LA NAVIDAD

Filipenses 2:5-11.

Predicado por primera vez por el Pbro. Diego Teh Reyes, en la congregación “Luz de Vida” de la col. Bojórquez, de Mérida, Yucatán; el domingo 24 de diciembre 2017, a las 18:00 horas.

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   INTRODUCCIÓN: La navidad es la celebración con acción de gracias a Dios por la ocasión cuando Él se hizo hombre, que en palabras del apóstol Juan, llamándole Verbo, dice de él que: “fue hecho carne, y habitó entre nosotros” (Juan 1:14).  Se trata de Jesús, cuyo nacimiento ha sido y seguirá siendo, el reconocimiento de la llegada de la gracia salvadora de Dios en este mundo, porque cuando un ángel anunció su cercano nacimiento, dijo de él que su función era que: “salvará a su pueblo de sus pecados” (Mateo 1:21); y cuando hubo nacido, otro ángel dijo de él que: “ha nacido hoy, en la ciudad de David, un Salvador, que es CRISTO el Señor” (Lucas 2:11).  Siendo, esta descripción un conocimiento que ya ha sido difundido entre nosotros, hoy me enfocaré en el sentimiento o actitudes que hubo en Jesús para tomar la decisión de venir entre nosotros como uno de nosotros, pero sin que él sea pecador.

   El texto bíblico que hemos leído, comienza diciendo: “Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús” (Filipenses 2:5). ¿Qué sentir?  Me gusta mucho la traducción de la NVI que, con respecto a estas mismas palabras, las traduce diciendo: “La actitud de ustedes debe ser como la de Cristo Jesús” (Filipenses 2:5, NVI). O sea, es una cuestión de actitudes que Jesús tuvo para con nosotros, y que también nosotros debemos tener para con nuestros semejantes.

   En el mensaje de esta ocasión, basado en nuestra lectura de Filipenses 2:5-11, voy a predicarles que: “Los creyentes debemos poner en práctica a favor de nuestros semejantes las actitudes fundamentales que Jesús vivió al hacerse hombre siendo Dios”. / ¿Cuáles son las actitudes fundamentales que Jesús vivió al hacerse hombre siendo Dios, y que debemos poner en práctica a favor de nuestros semejantes? / Mediante un análisis de las diversas frases de las palabras del apóstol Pablo, les compartiré tres actitudes fundamentales.

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   La primera actitud fundamental que los creyentes aprendemos de Jesús que siendo Dios se hizo hombre, y que debemos poner en práctica a favor de nuestros semejantes, es:

I.- HUMILDAD REBAJÁNDONOS VOLUNTARIAMENTE.

   Una primera frase que voy a resaltar en esta primera parte de mi predicación es cuando el apóstol Pablo habla de un sentimiento de profunda humildad que tuvo Jesús, al afirmar que: “…siendo en forma de Dios, no estimó el ser igual a Dios como cosa a que aferrarse, / sino que se despojó a sí mismo, …” (Filipenses 2:6, 7a). Primero, quiero dejar claro que cuando Pablo dice que Jesús “se despojó a sí mismo”, no está diciendo que Jesús se despojó de ser Dios para ser solamente hombre, pues en todo el Nuevo Testamento es clarísimo que Jesús sin dejar de ser Dios con todos los atributos propios de su deidad, al mismo tiempo asumió la naturaleza de ser un humano del género masculino.  Esto quiere decir que al mismo tiempo que era Dios era también hombre.  Pero, entre traducciones hay una aportación bastante importante con respecto a la frase que en la Reina-Valera dice que Jesús “se despojó a sí mismo”, pero en la Nueva Versión Internacional, podemos leer el sentido más preciso cuando dice acerca de Jesús: “que se rebajó voluntariamente” (Filipenses 2:7a, NVI).

  Es verdad que Jesús siendo Dios no tenía ningún motivo, razón, o circunstancia que lo obligara que se hiciera humano, pero por causa del ser humano que no tenía manera de ponerse a cuenta con Dios, y no habiendo un solo hombre justo sobre la tierra que pudiera representarnos delante de Dios para ponernos a cuenta con Él, Jesús “se rebajó voluntariamente” (Filipenses 2:7a, NVI). Esto prueba por lo menos su humildad, lo cual es un ejemplo de que, para hacer un bien a favor de otras personas, es posible si uno voluntariamente “se rebaja” o “se despoja” de aquello que uno considera su derecho, tal como Jesús tenía el derecho de ser solo y puramente Dios, pero humildemente se hizo como uno de nosotros para sacarnos una vez para siempre de nuestra antes merecida condenación y dominio del pecado sobre nosotros.  Ahora, por su amor y humildad, de haber venido a nacer no en un lugar digno de su naturaleza divina, sino en un establo de Belén de Judá, y por haber derramado su sangre inocente de pecado, ahora los que creemos en él somos salvos.

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   La segunda actitud fundamental que los creyentes aprendemos de Jesús que siendo Dios se hizo hombre, y que debemos poner en práctica a favor de nuestros semejantes, es:

II.- SERVICIO A LOS DEMÁS VOLUNTARIAMENTE.

   La segunda frase de nuestro texto que quiero resaltar en este mensaje, es que Dios se hizo hombre por medio de Jesús, “tomando forma de siervo, hecho semejante a los hombres” (Filipenses 2:7b,c).  No solamente se despojó de cosas esenciales propias de su divinidad haciéndose hombre, sino que como si no bastara que se haya hecho hombre, tuvo que hacerlo “tomando forma de siervo”.  Siervo, no se refiere simplemente al hecho de haberse hecho hombre, sino que siervo se refiere a una persona desventurada que se ha visto obligada a vivir como esclava de sus propios semejantes, teniendo qué hacer todo lo que sus amos le pidan, en la mayoría de los casos solamente para que pueda sobrevivir con un poco de alimentos a cambio.  Prácticamente, es a eso que vino a nacer y vivir Jesús aquí en el mundo.  Vino para ponerse a las órdenes de pecadores que necesitaban una persona extraordinaria como él.

   ¿Por qué Jesús no vino a ser un hombre como los que aspiran a los poderes terrenales para quien toda la gente estuviese comprometida y obligada a darle beneficios a él?  Aunque en realidad no hizo falta quienes impulsados por la guía de Dios Padre y el Espíritu Santo le dieron merecidamente dádivas relevantes como lo hicieron los magos del oriente. No hizo falta para él la presencia de ángeles que a su servicio hicieran algo por él (cf. Mateo 4:11).  No hizo falta personas y hasta mujeres que le servían con sus propios recursos, tales como María Magdalena, Juan mujer de Chuza, y una tal Susana (Lucas 8:2,3).  Tampoco hizo falta quien tras su muerte usara una sábana para envolverle, y le llevase a una tumba de su propiedad como lo hiciera un tal José de Arimatea (cf. Mateo 27:57-60).  Pero, Jesús nunca a nadie le exigió beneficio para sí mismo, sino que quienes le sirvieron a él, lo hicieron de manera voluntaria; sin embargo, eso no le quitó al él la “forma de siervo”.

    En una ocasión, después de que Jesús recibió una petición de la mamá de dos de sus discípulos en la que ella pidió que sus hijos fueran los preferidos de Jesús en su reino con el fin de que ellos recibieran los mejores beneficios, él explicó acerca de él mismo no solo a aquella señora, ni solamente a los hijos de aquella mujer sino a todos sus discípulos, que: el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos” (Mateo 20:28).  Y eso fue lo que hizo durante su vida: Servir.  Eso es lo que significa cuando Pablo dice de Jesús que tomó “forma de siervo”, que vino tomando en cuenta el valor de servir a los demás, antes que ser servido, y su mejor y excelente servicio fue dar su vida por nosotros como si fuésemos sus amigos, para así librarnos de la ira del Padre celestial, y a cambio conseguir para nosotros la vida eterna junto a Dios.

   Amados hermanos, Jesús se ocupó de recalcarle a sus discípulos que ellos deberían aprender a ser siervos los unos de los otros.  Aquella noche de su última cena de pascua con ellos, nos dice San Marcos que: “él se sentó y llamó a los doce, y les dijo: Si alguno quiere ser el primero, será el postrero de todos, y el servidor de todos” (Marcos 9:35); ocasión en la que les lavó los pies sucios de todos ellos, y finalmente les dijo: “…ejemplo os he dado, para que como yo os he hecho, vosotros también hagáis. / De cierto, de cierto os digo: El siervo no es mayor que su señor, ni el enviado es mayor que el que le envió. / Si sabéis estas cosas, bienaventurados seréis si las hiciereis” (Juan 13:15-17).  Hermanos, junto con Jesús tenemos que condescender para tomar forma de siervos.

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   La tercera actitud fundamental que los creyentes aprendemos de Jesús que siendo Dios se hizo hombre, y que debemos poner en práctica a favor de nuestros semejantes, es:

III.- DAR LO MÁXIMO DE NOSOTROS VOLUNTARIAMENTE.

   Una tercera frase que quiero resaltar en este mensaje, es la que dice: “y estando en la condición de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz” (Filipenses 2:8).  La humillación de Cristo consiste en muchos aspectos: Su encarnación, su nacimiento, su sometimiento a las tentaciones, a las necesidades, padecimientos, y miserias de esta vida, su crucifixión, su muerte, su sepultura, y hasta su descenso a los infiernos.  Ninguna de estas humillaciones debió ser para Jesús, sin embargo, él no solamente se despojó o rebajó voluntariamente de lo que divina y celestialmente le correspondía, sino que aun estando aquí en la tierra en su condición de hombre se siguió humillando de manera voluntaria, dando lo máximo de sí, su vida, para nuestro favor.

  En el credo niceno, afirmamos acerca de Jesús que: por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo, […] (y que) por nuestra causa fue crucificado” (Extracto del Credo Niceno).  Esto quiere decir que no solamente vino a vivir entre nosotros para ser un simple ejemplo moral, sino que su humillación fue que por obedecer el plan eterno de Dios tuvo que llegar al grado máximo de aceptar “la muerte, y muerte de cruz”, para que se pudiese lograr el rescate de nosotros los pecadores que íbamos rumbo a la condenación eterna de nuestras almas. Digo que tuvo que aceptar, porque no tenía qué aceptar su muerte, pues tenía todo el poder de evitarlo o impedirlo, pero voluntariamente aceptó, sino no hubiese salvación para nadie hasta el día de hoy. Siendo Jesús, un hombre perfecto, diferente a nosotros, no tenía por qué morir, porque la muerte es la sentencia divina solamente para pecadores, y no para hombres como él.  Sin embargo, sabiendo él de antemano que la muerte de un hombre santo e inocente de pecado era necesaria para el pago de la culpabilidad de pecado que teníamos, Jesús aceptó voluntariamente llegar hasta ese grado de humillación, lo máximo que él quiso hacer por nosotros.

   Amados hermanos, en una ocasión Jesús dijo: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos” (Juan 15:13).  Tenía razón el apóstol Pablo cuando pensando en Jesús escribió a los romanos: “Ciertamente, apenas morirá alguno por un justo; con todo, pudiera ser que alguno osara morir por el bueno. / Mas Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros” (Romanos 5:7,8).  No es fácil querer dar la vida ni siquiera por el bien físico de nuestros semejantes, aunque les llamemos amigos; mucho menos nadie tiene interés de dar su vida para la salvación eterna de nadie; pero Jesús nos trató como amigos, aunque eso le haya costado su propia humillación que su condición santa y divina no le hacía merecedor.  Esta es la actitud que nosotros debemos poner en práctica, de estar dispuestos a humillarnos lo máximo posible por el bien de otros, aunque la consecuencia que podamos recibir a cambio sea desprecio, ingratitud, o rechazo, pues lo que siempre debe importarnos es no solo nuestro propio bien sino inmediatamente de nuestro bien, debemos procurar también el bien de los demás.

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   CONCLUSIÓN: Amado hermano, ¿podría usted como Jesús despojarse a sí mismo, o rebajarse voluntariamente del estatus en el que usted considera que se encuentra, con tal de poner en práctica la actitud y valor de ser humilde para bien de otras personas? ¿Podría usted activar en su vida la actitud y valor del servicio a favor de los demás, antes que esperar ser solamente servido? ¿Podría usted humillarse lo máximo, más todavía para conseguir el bien de otra persona?

   El nacimiento de Jesús, siendo Dios que se hizo hombre, nos enseña que los creyentes que somos objeto de su favor, debemos rebajarnos voluntariamente del estatus en el que cada quien consideramos estar, para poder compartir amor con toda humildad.  Debemos tomar también la forma de siervo que no siempre hemos asumido porque estamos mayormente dedicados a alcanzar siempre solo nuestro propio bien, y poco nos ha interesado los demás.  Debemos hacer todo lo posible de procurar el bien de nuestros semejantes tanto físico, como material, pero más en lo espiritual, aunque ello haga necesario que voluntariamente tengamos que humillarnos hasta lo máximo, aunque por ello tengamos que recibir una consecuencia negativa de las personas; sin embargo, Dios estará en su momento dispuesto a exaltarnos, como lo hizo con su propio hijo Jesucristo a quien “exaltó hasta lo sumo” (Filipenses 2:9a).

  Hermanos, Dios se hizo hombre para conseguirnos, traernos, y darnos salvación.  ¡Feliz navidad!, pero vivamos la navidad ahora y siempre poniendo en práctica las actitudes de Jesús que hicieron que exista la navidad.

   Dios bendiga a todos ustedes.

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