MANIFESTACIONES DE ORGULLO, Por: Diego Teh.

MANIFESTACIONES DE ORGULLO

2 Reyes 5:9-14.

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Bosquejo elaborado por el Pbro. Diego Teh, para la predicación del domingo 18 de febrero 2018, en diversas congregaciones de la iglesia “El Divino Salvador” de la col. Centro, de Mérida, Yucatán.

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Este bosquejo corresponde al sermón # 02 de la serie: SÚPER OCUPADOS.

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   INTRODUCCIÓN: Todos sabemos qué es un villano, ¿verdad? Un diccionario en línea lo describe de la siguiente manera: Villano es una persona malvada, especialmente en la ficción. Los villanos son personajes de ficción, o quizá personajes novelados, en dramas y melodramas que ejercen la maldad deliberadamente y que se enfrentan al héroe[1].  En cuanto a los villanos no solamente existen como personajes de ficción, sino que también existen villanos físicos y reales en la sociedad humana. Pero, también existen villanos tan reales de tipo espiritual que consisten en pecados que se dedican a destruir vidas tan reales de seres humanos en general, a todos por igual.  Aunque nosotros los cristianos, no somos súper héroes como los que los villanos atacan en las películas de ficción, los villanos espirituales del pecado nos atacan especialmente a los discípulos de Jesucristo.  Uno de estos villanos tan malvados se trata del orgullo.  ¿Conoce usted este pecado llamado orgullo?  ¿Le ha afectado a usted alguna vez o muchas veces durante su vida? No podemos afirmar que nunca nos ha afectado. Kevin Deyoung, autor del libro Súper Ocupados, le llama a este pecado: El villano con mil caras, porque tiene muchas maneras sutiles de presentarse.

   En nuestra lectura bíblica de 2 Reyes 5:9-14 pudimos observar cómo el orgullo es tan terrible que es capaz de impedirnos la obediencia, y el disfrutar la plenitud de las mismas bendiciones que Dios quiere hacer llegar a nuestra vida.  El orgullo del general Naamán era tan grande que le impedía obedecer una indicación tan sencilla de ir y sumergirse siete veces en las aguas del río Jordán que atraviesa varios países entre ellos Israel y Judá; y en consecuencia no sanaría de su lepra si no lo hacía.  Su orgullo, también le llenaba la mente de prejuicios menospreciando el agua del Jordán, pensando él que las mejores aguas de los ríos del mundo estaban en los ríos Abana y Farfar de Damasco la capital de su país. Fue hasta que doblegó su orgullo, dejando de pensar en cuáles sería el mejor río, proponiéndose obedecer una instrucción tan sencilla, que entonces el Dios verdadero inmediatamente le otorgó el beneficio de la sanidad que le hacía falta por causa de la terrible lepra que le había aparecido en el cuerpo.

   Por eso, en este momento, les voy a predicar que el pecado del orgullo de una u otra manera se hace evidente en las actitudes de las personas que trabajan mucho más tiempo de lo necesario. / ¿Cuáles son las actitudes en las que se hace evidente el orgullo en las personas que trabajan mucho más tiempo de lo necesario? / En esta predicación, enfatizaré algunas de estas actitudes en las que se hace evidente el pecado del orgullo en las personas que trabajan mucho más tiempo de lo necesario.

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  La primera actitud en la que se hace evidente el orgullo en las personas que trabajan mucho más tiempo de lo necesario, es:

I.- TRABAJAR EXCESIVAMENTE SOLO PARA AGRADAR A LA GENTE.

   En este caso se trata de personas que cuando trabajan o hace algún favor, lo hacen invirtiendo intencionalmente todo el tiempo posible, a menudo dedicándoles más tiempo que lo realmente necesario, al precio de descuidar el tiempo que uno debería dedicar a su propia familia. ¿Le pasa esto a usted con frecuencia?  No puede ser que usted tenga tiempo suficiente para trabajar o solamente invertir tiempo a favor de otros, pero usted no tiene tiempo para su propia familia.  Es probable que lo que usted está haciendo es solamente querer quedar bien con los demás, y por ello usted hasta se siente orgulloso porque ellos aprueban el tiempo que les dedica, mientras su familia y otros deberes cristianos como servir en la obra de Dios las está descuidado grandemente.  En este caso, la motivación que usted tiene es el temor a los hombres, lo cual no debe ser así.

   El apóstol Pablo, explica muy bien que una motivación correcta para hacer bien a otros mediante el trabajo no debe ser para quedar bien, pues a los Efesios dice: “Siervos, obedeced a vuestros amos terrenales con temor y temblor, con sencillez de vuestro corazón, como a Cristo; / no sirviendo al ojo, como los que quieren agradar a los hombres, sino como siervos de Cristo, de corazón haciendo la voluntad de Dios; / sirviendo de buena voluntad, como al Señor y no a los hombres” (Efesios 6:5-7).  Esto deja claro que la mejor motivación para trabajar a favor de otras personas es servir en nombre de Cristo, lo cual no significa que uno tiene que trabajar más de lo que es justo rendir durante el tiempo apropiado, sino lo necesario pero hecho con excelencia para que el Cristo que representamos sea admirado, deseado, y creído por las personas.  Usted debe procurar agradar primeramente a Dios antes que a los mismos hombres que usted tiene que servir.  Si su trabajo le absorbe tanto el tiempo que usted necesita para Dios, para su familia, para la iglesia, y sus prioridades personales, usted debe considerar mejor buscarse otro trabajo mucho más apropiado.

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  La segunda actitud en la que se hace evidente el orgullo en las personas que trabajan mucho más tiempo de lo necesario, es:

II.- TRABAJAR EXCESIVAMENTE SOLO PARA ESPERAR FELICITACIONES.

   No estamos hablando del trabajo a la medida, ni de la o las ocasiones cuando trabajamos más de lo que haríamos normalmente, sino de la decisión permanente de trabajar tiempos excesivos como turnos dobles, cubriendo todo el tiempo turnos de compañeros, solo para que nos consideren los héroes del trabajo. Cuando surge en la mente la idea de dedicar más tiempo para hacer más de lo esperado, esperando que después seamos reconocidos para conocimiento de todos, allí hay orgullo.  Nadie debería hacer algo, solamente para ser felicitado. No trabajamos para recibir la gloria, sino trabajamos para servir, y cuando se sirve no se espera intencionalmente ser felicitado, sino que se sirve porque uno ama lo que hace y da su fuerza para beneficiar silenciosamente a otros.  No para recibir aplausos y más felicitaciones.

  La biblia dice que deberíamos procurar en todo lo que hacemos que toda la gloria sea para Dios y no para nosotros. El apóstol Pablo dice que: Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios” (1 Corintios 10:31). En ese “hacéis otra cosa”, cabe el detalle del trabajo, que también tiene que ser hecho “para la gloria de Dios”, y no para la gloria de uno mismo. No hay lugar para hacer algo solo con el fin de esperar recibir glorias, o reconocimientos que exalten el orgullo del corazón.  Así queda claro que trabajar más tiempo de lo necesario solo para que los demás vean que uno si rinde en su trabajo y para que por ello uno reciba lo que Kevin Deyoung en su libro llama “palmaditas en la espalda”, es solamente evidenciar que el malvado villano del orgullo está sometiendo a uno como víctima del pecado, porque lejos de dar a Dios la gloria, uno estaría buscando su propia gloria.  Pero, desde luego que, si reconocen el esfuerzo que uno hace en su trabajo, sin que uno esté solamente buscando tal reconocimiento, eso está bien.  Uno mismo puede entregar su gratitud a Dios porque uno está siendo bendición a quienes uno tiene el privilegio de servir.

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  La tercera actitud en la que se hace evidente el orgullo en las personas que trabajan mucho más tiempo de lo necesario, es:

III.- TRABAJAR EXCESIVAMENTE, PENSANDO QUE ASÍ ES MEJOR QUE LOS DEMÁS.

   Toda empresa tiene una meta de rendimiento mínimo que alcanzar cada día, por lo que obviamente sabe muy bien cuánto debe rendir cada empleado.  Cada empleado sabe qué es y cuánto es la medida de lo que debe hacer cada día en su trabajo.  Sin embargo, cuando uno piensa que hacer lo establecido no le causa satisfacción y por ello se propone hacer más, pensando que así es un trabajador más efectivo y mucho mejor que los demás, entonces el villano del orgullo está haciendo acto de aparición, y es nada menos que la evidencia de cómo el pecado es un destructor en la vida del ser humano.  En estudios realizados a estudiantes, a empleados, y hasta a pastores, la conclusión ha sido que casi todos, porque hay sus excepciones, piensan que son mejores que los demás.  Casi todos los estudiantes piensan que son los mejores estudiantes si no fuera por el examen que revela su verdadero aprovechamiento.  Casi todos los empleados piensan que hacen mejor las cosas que sus compañeros. Y en el caso de los pastores, también casi todos piensan que son grandes predicadores, pero si les hacen un buen examen acerca de cada una de las disciplinas de la predicación, es muy seguro que todos salen con notorias deficiencias.  En todos los casos, uno suele pensar que es mejor que los demás.

   El apóstol Pablo enseñó a los romanos que: “… a cada cual que está entre vosotros, que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con cordura, … (Romanos 12:3). Aunque el contexto en el que el apóstol dijo estas palabras tiene que ver con el respeto y la valoración de los demás, también puede tener aplicación cuando hacemos algo comparándonos con quienes aparentemente no tienen las mismas habilidades que nosotros.  El mismo apóstol como predicador del evangelio, decía con respecto a sí mismo: si anuncio el evangelio, no tengo por qué gloriarme” (1 Corintios 9:16a).  Esa debe ser la convicción de una persona cualquiera que sea su trabajo; no para sentirse el mejor en menosprecio de otros, porque entonces estará siendo controlado por el orgullo.

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  La cuarta actitud en la que se hace evidente el orgullo en las personas que trabajan mucho más tiempo de lo necesario, es:

IV.- TRABAJAR EXCESIVAMENTE SIN DEJAR TIEMPO PARA LA VIDA ESPIRITUAL.

   Aunque los cristianos trabajamos para servir, no podemos negar que trabajamos también para ganar dinero.  Y si ganamos dinero, ¿para qué lo queremos? Sin duda que para gastar, ¿no?  Pero, ¿en qué gastamos nuestro dinero? Bueno, cada quien tendrá una respuesta diferente.  Según la cantidad de dinero que uno gana, uno hace planes según sus posibilidades. Creo que gastar lo que es propio no tiene nada de malo.  Lo malo sería que por la facilidad con el que uno puede conseguirse ciertas cosas, uno deje de confiar en Dios, o uno se olvide de Dios el proveedor de nuestras ganancias. Así es como comienza el orgullo que luego lleva al descuido de la vida espiritual.  Surge la avaricia queriendo más dinero, queriendo más posesiones, y como consecuencia, el más decente que no se dedica a robar para tener, se propone dedicarse solamente a trabajar todo el tiempo diario que le sea posible.  Entonces, hace un lado el cultivo de su vida espiritual cristiana, y en consecuencia también hace un lado a Dios. El orgullo se hace evidente al sentirse y mostrarse suficiente con el trabajo y las ganancias, y descarta tomar en cuenta a Dios quien a criterio de la víctima del orgullo y del trabajo solamente le perjudica para su superación personal y económica.  Pero, solamente es un pensamiento equivocado gobernado por el pecado del orgullo.

  Nosotros, tenemos que recordar las palabras nada menos que de Jesús cuando en forma de pregunta dice: ¿qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” (Mateo 16:26a).  No se trata solo de trabajar para ganar todo lo que se pueda tanto de día como de noche.  Se trata de no perder el alma por causa del mucho trabajo. ¡Cuidado! Todo tiene su tiempo.  Hay tiempo a la medida para trabajar, pero también debemos apartar tiempo para la instrucción y edificación del alma.

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  La quinta actitud en la que se hace evidente el orgullo en las personas que trabajan mucho más tiempo de lo necesario, es:

V.- TRABAJAR EXCESIVAMENTE SOLAMENTE PARA LLAMAR LA ATENCIÓN HACIA SÍ MISMO.

   En otras palabras, se trata de personas que hacen ya sea poco, lo normal, mucho, y hasta más de lo que se le requiere, solamente para que la gente se fije en él.  Solamente tienen la intención de llamar la atención hacia sí mismos, para que sepan que él fue quien lo hizo. Pero esto es lo que precisamente está mal, porque en este caso lo que tal persona está buscando es su propia gloria; y esto es contrario a lo que Dios espera de todo trabajador, sea o no sea cristiano, pero mucho más si es cristiano, que todo lo que haga sea “para la gloria de Dios”, porque la palabra de Dios dice: Si, pues, coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de Dios” (1 Corintios 10:31).  Entonces, hacer “otra cosa” como el trabajo, no debe ser para buscar nuestra propia gloria esperando que la gente se fije en nosotros como si fuésemos súper héroes que estamos haciendo algo, o porque para llamar la atención se nos ocurre hacer más que lo que otros hacen.

   No es lo mismo cuando la gente se fija en uno porque lo que hacemos produce resultados evidentes, que cuando queremos forzar que la gente se fije en nosotros.  Cuando sin llamar la atención hacia nuestra persona la gente reconoce lo que hacemos, allí no hay pecado. Y si el éxito llega a nuestra vida sin hacer alarde de lo que hacemos, deberíamos tener inmediatamente la responsabilidad de entregar o rendir a Dios la gloria por el éxito que llegamos a tener.  Debemos decir como Andrae Crouch, el autor del himno “A Dios sea la Gloria”, que en la segunda estrofa dice: Quiero vivir una vida que sea agradable solo a Él, y si ganare alguna fama, toda al Calvario la llevaré.  Por eso recalco que, si usted trabaja mucho más de lo necesario solamente para llamar la atención, es sin duda que solamente una manifestación del pecado del orgullo que está perjudicando su vida para no dar solo a Dios la gloria.

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  La sexta actitud en la que se hace evidente el orgullo en las personas que trabajan mucho más tiempo de lo necesario, es:

VI.- TRABAJAR EXCESIVAMENTE PARA QUE LA GENTE SIENTA LÁSTIMA POR NOSOTROS.

   Es verdad que la genta admira a las personas que son verdaderamente trabajadoras, y que son responsables en todo momento tanto para con sus familias como con la empresa que sirven; pero cuando ven a personas trabajar más de lo normal, la gente también siente pena por ellas, porque sin duda piensan que algo está mal en la familia de tales personas y que por eso se hace necesario que dediquen sin descansar más tiempo al trabajo que a la familia misma, y qué decir del tiempo para Dios; y la gente dice: Pobrecito de don: Juan José, pobrecita de doña María José, tienen que trabajar mucho para salir de sus problemas económicos. Aquí también aparece la maldad del pecado llamado orgullo, pues hay orgullo en querer que la gente sienta lástima por uno.  Esto es también una de las caras del pecado del orgullo. No tenemos por qué hacer que la gente sienta lástima por nosotros.  Nosotros deberíamos sentir lástima por los demás.

   Recordando a nuestro Salvador y Señor Jesucristo, no sabemos que él, enfrentando las responsabilidades humanas como ciudadano hubiese hecho acto alguno para que la gente sienta lástima por él. Por supuesto que hubo personas que sintieron lástima por él, pero no porque él promocionaba su necesidad, sino porque siempre surgieron personas atentas que estuvieron dispuestos a hacer algo por él.  Nunca pidió dinero a nadie, pero siempre hubo personas que estuvieron dispuestas a darle de sus bienes para sostener los gastos de su ministerio (cf. Lucas 8:1-3).  Nunca pidió que alguien se hiciera cargo de su funeral, pero no faltó quien pidiese su cuerpo para ser sepultado, pero en el inter de su muerte y resurrección allí apareció José de Arimatea para ofrecer una sábana para sepultarle, así como una tumba de su propiedad (cf. Lucas 23:50-53). Pero, desde antes, durante su ministerio, vemos a Jesús no atrayendo lástima hacia él, sino él mismo, dice San Mateo que: “… al ver las multitudes, tuvo compasión de ellas; porque estaban desamparadas y dispersas como ovejas que no tienen pastor” (Mateo 9:35).  El orgullo atrae lástima hacia uno mismo, pero lo correcto es tener compasión por otros como Cristo lo tuvo.  Así que cada vez que usted mientras trabaja llegue a sentir que todos deben fijarse con lástima, misericordia, o compasión por usted, recuerde que Jesús hizo lo contrario, y es lo que él espera también de nosotros.

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   CONCLUSIÓN: Para concluir, hagamos la pregunta: ¿De dónde provienen estas actitudes que manifestamos con respecto al deber de trabajar? ¿De dónde provienen las intenciones de querer agradar a la gente, aunque eso resulte en nuestra propia explotación laboral, y descuido del tiempo para Dios y hasta para la familia? ¿De dónde proviene el afán de solo esperar ser felicitado por demostrar que uno puede hacer más que los demás, aparentar ser un héroe cuando en realidad uno mismo se hace víctima voluntaria? ¿De dónde proviene el sentimiento de ser mejor que los demás solamente porque uno ha desarrollado alguna habilidad que otros no han desarrollado?  ¿De dónde proviene el problema de descuidar la vida espiritual solamente por el interés de tener más bienes o más dinero?  ¿De dónde proviene la actitud de llamar la atención hacia uno mismo? ¿De dónde viene la actitud de querer que la gente sienta lástima por uno mismo, y no nosotros tener misericordia de ellos? Todo esto no proviene ni de los bienes porque es legítimo tener bienes, ni siquiera del dinero mismo porque tener dinero no es malo en sí mismo, ni siquiera del trabajo porque trabajar es un deber importante.  Todas estas manifestaciones de orgullo que aparecen en nuestra vida provienen del corazón que sigue controlado nada menos que por el pecado.  Sin embargo, estas manifestaciones de orgullo pueden ser controladas de nuestra vida y conducta si dejamos que Jesucristo tenga más control en nuestro corazón.  Recuerden, hermanos, que una indicación acertada en los salmos dice: Por demás es que os levantéis de madrugada, y vayáis tarde a reposar,
Y que comáis pan de dolores”
(Salmo 127:2a); y recuerden también que Jesús dice: Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo os haré descansar” (Mateo 11:28).  Descansen en Cristo, y tengan tiempo para Dios, para la familia, para la iglesia, y para la obra de Dios en general.

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[1] https://es.wikipedia.org/wiki/Villano

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