PELIGROS ESPIRITUALES DE NO CONGREGARSE, Por: Diego Teh.

PELIGROS ESPIRITUALES DE NO CONGREGARSE

Salmo 84:10-12;

Hebreos 10:23-25;

Juan 20:24-28.

Predicado por primera vez por el Pbro. Diego Teh Reyes, en la misión “Getsemaní” del Fracc. Paseos de Itzincab, Umán, Yucatán; el domingo 11 de marzo 2018, a las 12:00 horas; durante el culto de su acción de gracias por su XXI aniversario.

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   INTRODUCCIÓN: Desde los tiempos de Moisés (1500 a.C) hasta la época de Cristo, no era permitido que las mujeres y los niños entren al lugar santo del tabernáculo (1500 – 900 a.C), o del templo (900 a.C – 33 d.C).  No se sabe si los hijos de Coré que escribieron el Salmo 84 fueron los que vivieron en los tiempos de Moisés y Aarón, o si eran descendientes de ellos que vivieron unos quinientos años después en la época que fueron escritos la mayoría de los salmos.  Pero, ni importando la fecha en que hayan vivido estos Coreitas, el orden era el mismo: Las mujeres, los niños, y los discapacitados, no podían entrar al interior del Tabernáculo que también era conocido como la Casa de Dios.  El Templo todavía no existía en la época en el que fueron escritos la mayoría de los salmos, porque el Templo fue construido por Salomón hijo de David, cuando Salomón llegó a ser rey de Israel.

   Pues tanto en aquel Tabernáculo como luego en el Templo de Salomón, los niños y mujeres no entraban al interior del templo como en el lugar que hoy están todos ustedes aquí dentro del templo. Solamente los varones adultos, entre ellos los sacerdotes, podían entrar a la primera parte del templo conocido como Lugar Santo.  Además, de todos los varones adultos que entraban al interior del templo, no todos podían estar en el lugar como éste donde yo estoy, que era conocido como Lugar Santísimo donde solamente podía entrar uno de los sacerdotes escogido como Sumo Sacerdote, y solamente una vez al año, pues el Lugar Santísimo era el lugar sagrado donde Dios manifestaba su presencia para que su pueblo sepa que Dios está con su pueblo. Los niños y las mujeres se quedaban afuera del templo en las áreas conocidas como los atrios. Sin embargo, los hijos de Coré autores del salmo 84, así como quizá casi la totalidad de las personas que no podían entrar al interior del templo, desarrollaron una mentalidad espiritual en la que de todo corazón y con sinceridad decían a Dios: “mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos” (Salmo 84:10a).  Y además cuando tenían la oportunidad de testificar acerca de esta determinación de estar, aunque sea en los atrios de la casa de Dios, decían a la gente: “Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios, que habitar en las moradas de maldad” (Salmo 84:10b).

   Me gusta la traducción más específica que hace la Nueva Versión Internacional que dice: “prefiero cuidar la entrada de la casa de mi Dios que habitar entre los impíos” (Salmo 84:10b; NVI); y de la versión Dios Habla Hoy que dice: “Prefiero ser portero del templo de mi Dios, que vivir en lugares de maldad” Salmo 84:10b; DHH); y también de la Traducción al Lenguaje Actual, que de manera mucho más práctica, dice: “prefiero dedicarme a barrer tu templo que convivir con los malvados” (Salmo 84:10b; TLA). ¿Se dan cuenta de que no congregarse en la casa de Dios, tiene sus peligros?

   Por eso es bueno reflexionar lo siguiente: Primero.- Después de que usted acude a la casa de Dios ¿cuántos días transcurren para que usted regrese de nuevo? Quizá no mil días que serían casi cada 3 años, pero usted quizá no demuestra que un día cada semana en la casa de Dios es mucho mejor, que ir a otros lugares donde usted no debería estar, precisamente el día cuando los cristianos se reúnen. Segundo.- ¿Dónde está usted cuando en el día del Señor, en el momento de adoración, no viene a la casa de Dios? Ojalá como dice la RV60, usted no esté en “moradas de maldad”; o como dice la NVI, usted no esté “entre los impíos”; o como dice la TLA, usted no esté “con los malvados”. No congregarse en la casa de Dios con otros creyentes, abre puertas grandes para entrar a peligros espirituales.

   ¿Saben?, lo que hoy específicamente les voy a predicar brevemente, es que no congregarse en la casa de Dios conlleva peligros espirituales. / ¿Qué peligros espirituales conlleva el no congregarse en la casa de Dios? / En esta predicación les voy a compartir algunos de esos peligros espirituales que fueron evidentes en la experiencia de Tomás uno de los propios apóstoles de Jesús. Veamos en el texto bíblico del Santo Evangelio según San Juan, capítulo 20, versículos 24 al 28, cuáles podrían ser estos peligros espirituales.

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   El primer peligro espiritual que conlleva el no congregarse en la casa de Dios, es:

I.- UNO SE PIERDE EL COMPAÑERISMO CON OTROS CREYENTES.

  San Juan dice acerca de Tomás, en el versículo 24, que: “no estaba con ellos cuando Jesús vino” (Juan 20:24b).  Es clara la observación de Juan. Tomás debía estar “con ellos”, pero “no estaba con ellos”. ¿Quiénes son esos “ellos”?  Eran los primeros discípulos que conformaron, el primer grupo que se reunió como iglesia de Jesús. Quizá no tenían que estar todos los días de la semana juntos, pero el primer día de la semana tenían que estar juntos, no solamente una hora u hora y media por la mañana, al medio día o por la tarde o noche.  Era todo el día. Pero, Tomás “no estaba con ellos”.  Se perdió primero, el compañerismo de los demás, que se entiende deberían estar analizando las Escrituras, recordando las enseñanzas de Su Maestro, Jesús.  Deberían estar dedicados también a la oración.  Pero en tan importante responsabilidad cuando los discípulos deberían estar reunidos, ¿cómo es posible que Tomás no esté con ellos?  Por supuesto, que todos “ellos”, eran simplemente humanos y pecadores, pero habiendo sido redimidos por Dios, es necesario reunirse especialmente para el estudio de la palabra de Dios, para la oración, y para la adoración.

   En tan importantes reuniones de adoración, de oración, y de estudio de la Biblia, el día del Señor aquí en este centro misionero, comunidad de los actuales discípulos de Jesús, ¿cómo es posible que usted no esté con nosotros, aunque sea cada domingo, una vez por semana?  Nuestra iglesia está abierta para recibir en el amor de Cristo a los que buscan a Dios.  Compartimos el amor de Cristo unos con otros en auténtico compañerismo.

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   El segundo peligro espiritual que conlleva el no congregarse en la casa de Dios, es:

II.- UNO SE PIERDE OCASIÓN PARA DESARROLLAR FE.

   Los demás discípulos tuvieron el privilegio de ver a Jesús resucitado, pero Tomás se perdió ese momento.  Quién sabe dónde andaba. Cuando él sacó tiempo para ir con los discípulos, ellos le dijeron con verdad: “Al Señor hemos visto” (Juan 20:25a). Pero, la reacción de Tomás fue la siguiente: “Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré” (Juan 20:25b).  Lo que él estaba diciendo en ese momento es: NO LO CREO.  Es una total confesión de profunda incredulidad, todo por no haber estado en la reunión donde estaban los demás discípulos cuando Jesús realmente se presentó; pues si hubiese estado, no hubiese tenido incredulidad, sino más fe.  Podría estar dando testimonio como los otros diciendo: “Al Señor hemos visto”.  Pero, además, por causa de su incredulidad, se atrevió a poner condiciones: “Si no viere en sus manos la señal de los clavos”, “Si no […] metiere mi dedo en el lugar de los clavos”, “Si no […] metiere mi mano en su costado…”; y finalmente, además de sus condiciones, dijo: NO CREERÉ.  Ese brote de incredulidad por no haber estado en la reunión de los discípulos, permanecería con él hasta que, si él llegase a tener el privilegio de encontrarse con Jesús resucitado, entonces, tendría la oportunidad de reemplazar su incredulidad con verdadera fe. Mientras tanto, su corazón estará desarrollando incredulidad.

   Amados hermanos, lo que usted no aprende el día que usted no se congregue con los creyentes, será la causa del surgimiento de su incredulidad, porque no lo vio con sus propios ojos, ni entendió cómo es que funciona tal enseñanza o doctrina. De repente, usted se encontrará diciendo: No es así, no es cierto, yo pienso que es de esta manera, etc… Ya la incredulidad le estará invadiendo, y para que se quite no será fácil. Podría acompañarle hasta el resto de su vida. Y eso es peligroso.  El apóstol a los hebreos exhortó a los cristianos de su tiempo, diciéndoles: Mirad, hermanos, que no haya en ninguno de vosotros corazón malo de incredulidad para apartarse del Dios vivo; / antes exhortaos los unos a los otros cada día, entre tanto que se dice: Hoy; para que ninguno de vosotros se endurezca por el engaño del pecado” (Hebreos 3:12,13).  La incredulidad, aunque sea en su más mínima aparición, aparta de Dios a las personas, endurece el corazón contra Dios y su verdad, y arrastra hacia el pecado incluso a los que somos creyentes.  Dios no quiere incrédulos en esta amada iglesia de Dios en la que tenemos el privilegio de reunirnos, sino creyentes que desarrollan más fe.

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   El tercer peligro espiritual que conlleva el no congregarse en la casa de Dios, es:

III.- UNO SE PIERDE RECIBIR PALABRAS DE BENDICIÓN.

  En aquella visita de Jesús en la reunión de los discípulos, según lo relata San Juan: “vino Jesús, y puesto en medio, les dijo: Paz a vosotros” (Juan 20:19). ¿Saben qué es o por qué se dice esta frase: “Paz a vosotros?”  Son palabras que se usan para expresar bendición al oyente.  Tomás se perdió estas importantes palabras de bendición. Y vean en su Biblia lo que ocurrió en aquella visita extraordinaria de Jesús: “… Jesús les dijo otra vez: Paz a vosotros” (Juan 20:21a). Otra bendición, y Tomás no estaba.  Tomás se perdió la bendición en dos oportunidades.

   Afortunadamente, la siguiente semana vean lo que ocurrió. San Juan nos relata lo siguiente: Ocho días después, estaban otra vez sus discípulos dentro, y con ellos Tomás. Llegó Jesús, estando las puertas cerradas, y se puso en medio y les dijo: Paz a vosotros” (Juan 20:25).  Ahora, sí estaba Tomás, y pudo recibir la bendición de Jesús.  En realidad, no es lo mismo recibirlo una vez cada dos semanas o en más tiempo, que recibirlo todas las semanas y cada vez que sea posible.  Cada reunión de los creyentes tiene su propia bendición o sus propias bendiciones, que no son solamente palabras vanas, sino un medio en el que al ser invocado el Nombre de Dios, Él comunica poder a quienes es dirigida la bendición.

   Amados hermanos, en los cultos, especialmente cuando un ministro de la palabra está presente, al final del culto en nombre de nuestro Dios Trino, él expresa palabras de bendición a los creyentes presentes.  Tal bendición es importante, no se vaya como hacen algunos antes que termine la oración en la que el pastor pronuncia la bendición.  Tampoco llegue solamente para el final del culto para recibir la bendición, porque todo lo anterior que ocurre en el culto es igualmente de importante, necesario, y edificante.  En esta misión se imparte la bendición de Dios.  No se pierda usted el venir a la Casa de Dios, porque igualmente estará perdiendo la expresión de la bendición, y en consecuencia usted también estará perdiendo el poder que conlleva recibir la bendición en el Nombre de Dios.

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   CONCLUSIÓN: Para concluir, amados hermanos quiero recalcarles que congregarse con otros cristianos tiene sus ventajas, es edificante.  El apóstol que escribió la epístola a los Hebreos, lo explica brevemente de la siguiente manera: “Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra esperanza, porque fiel es el que prometió. / Y considerémonos unos a otros para estimularnos al amor y a las buenas obras; / no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos; y tanto más, cuanto veis que aquel día se acerca” (Hebreos 10:23-25).

   Amados hermanos, hoy estamos reunidos para dar gracias a Dios por el XXI aniversario de haberse establecido esta iglesia de nuestro Señor Jesucristo en este lugar.  Aquí tenemos un lugar donde congregarnos, en la Casa de Dios, como apropiadamente llamamos a todo lugar donde se reúnen los discípulos de Jesús. Anhelemos estar, en la actualidad no solamente en los atrios, sino que podemos entrar al interior de Su casa para ofrecer a Dios nuestra confesión de pecados, nuestra adoración, nuestra ofrenda, nuestra consagración, y mucho más.

   ¿Volverá usted la próxima semana, o con hoy cree usted que ya es suficiente? Usted no debe poner su vida en peligros espirituales. La próxima semana la Casa de Dios, o más bien la presencia de Dios que esta casa representa está abierta para esperarle, para tener compañerismo con los hermanos, para desarrollar más fe, y para recibir la bendición de Dios, entre otras muchas cosas santificadoras que nos estarán ocurriendo cuando nos congregamos.

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