¿ERES TÚ EL REY DE LOS JUDÍOS? TÚ LO DICES, Por: Diego Teh.

Después, el Gobernador Poncio Pilato le preguntó también: «¿Eres tú el Rey de los judíos?».

¿ERES TÚ EL REY DE LOS JUDÍOS?  TÚ LO DICES.

1 Samuel 8:5-20.

Mateo 27:11-14ss.

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Predicado por primera vez por el Pbro. Diego Teh Reyes, en la iglesia “El Divino Salvador” de Mérida, Yucatán; el domingo de ramos, 25 de marzo 2018, a las 11:00 horas.

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   INTRODUCCIÓN: Alrededor del año 2000 a.C. Dios comenzó a formar un pueblo a partir de Abraham y su familia a quienes sacó no solo de la idolatría sino también del gobierno de Ur sin temor de Dios.  Dios mismo no permitió que se establecieran en ninguno de los reinos a donde eventualmente se tuvieron que trasladar como peregrinos.  Los siguientes 500 años sirvieron para la multiplicación de los descendientes de Abraham por la línea de Isaac, y luego por la línea de Jacob.  Los últimos de estos 400 años de crecimiento estuvieron bajo el yugo de los reyes egipcios quienes los maltrataron con extrema esclavitud; pero Dios los sacó de allí y los llevó a la tierra de Canaán para formar con ellos un reino distinto a todos los reinos que existían y que hayan existido.  En este reino, Dios quería gobernarlos directamente como su Rey soberano, pero con mucho pesar solamente se dejaron gobernar directamente por Él apenas unos 300 años, hasta que un día al profeta de aquellos tiempos, a Samuel, le pidieron que él les constituyera un rey como tenían todas las demás naciones.  Ya no querían que Dios mismo les gobernara directamente.  Samuel se lo dijo a Dios, y Dios le respondió: “Oye la voz del pueblo en todo lo que te digan; porque no te han desechado a ti, sino a mí me han desechado, para que no reine sobre ellos” (1 Samuel 8:7).  Dios quiere gobernar a su pueblo y a las personas en general, sin embargo, los seres humanos en general, y muchas veces, aún su propio pueblo de todos los tiempos, prefieren desechar a Dios para que no reine sobre ellos (o sea, sobre nosotros).  Dios permitió que les constituyeran a reyes humanos comenzando con Saúl, aunque Dios tuvo que estar infiltrado en ellos para dirigir el destino de su pueblo.  Muy pronto se pudo ver en estos reyes la incapacidad humana para el gobierno, dividiéndose el reino en dos. En cada uno de estos dos reinos, durante todo el tiempo que duraron, solo dos o tres reyes se apegaban a la dirección de Dios, y se dice de ellos en la historia bíblica que hicieron lo bueno delante de Dios.  Los demás, más de quince reyes por reino, se dice de ellos en la historia bíblica, que solamente hicieron “lo malo”.

   Por fin, Dios mismo puso fin a estos reyes de su propio pueblo, y luego permitió que fueran gobernados por mucho tiempo, por reyes extranjeros, hasta que un día, Dios envió a su Hijo divino y celestial, a nacer en este mundo, sin embargo, no para regirlos como un rey terrenal y humano suele hacerlo. Cuando él hubo nacido, Dios, por medio de una estrella guió a unos hombres conocidos como magos, para que buscasen al recién nacido Hijo de Dios.  Ellos cuando llegaron a Jerusalén, andaban preguntando: “¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle” (Mateo 2:2). Ellos habían recibido revelación de que el recién nacido Jesús, Hijo de Dios, era “el rey de los judíos”.  Poco más de 33 años después, la mañana del día que Jesús fue crucificado, mientras Pilato tuvo la oportunidad de juzgarle, le preguntó: “¿Eres tú el rey de los judíos?”, Jesús prefirió no responderle ni sí ni no, sino un simple: “Tú lo dices” (Mateo 27:11).

   La pregunta de Pilato: “¿Eres tú el rey de los judíos?”, junto con la sencilla respuesta de Jesús: “Tú lo dices” (Mateo 27:11), revela que hay decisiones de fe que Jesús espera de toda persona, con respecto a la naturaleza de su realeza. / ¿Cuáles son las decisiones de fe que Jesús espera de toda persona, con respecto a la naturaleza de su realeza? / En el mensaje de este momento, les voy a explicar algunas de las decisiones de fe que Jesús espera de toda persona, con respecto a la naturaleza de su realeza.

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   La primera decisión de fe que Jesús espera de toda persona, con respecto a la naturaleza de su realeza, es:

I.- CREER QUE ÉL PROCEDE DE DIOS.

   Aquel jueves por la noche cuando Jesús fue arrestado en el Monte de los Olivos, Los que prendieron a Jesús le llevaron al sumo sacerdote Caifás, adonde estaban reunidos los escribas y los ancianos” (Mateo 26:57), y después de intentar Caifás intentando obligar a Jesús para que acepte como verdaderas las falsas acusaciones que se hacían en contra de él, al no lograrlo, le hizo una exigencia relevante: “Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios” (Mateo 26:63).  Pero su intención no era para estar seguro de la divinidad de Jesús, sino solo quería juzgar y condenar a muerte a Jesús si él decía que era el Cristo, y si él decía que era el Hijo de Dios.  Es la evidencia de que el ser humano no siempre está tan dispuesto de que Dios reine sobre nuestras vidas, muchas veces poniendo negativas para creer que antes que todo Jesús es verdaderamente Dios, desechando así a Dios de ocupar el lugar que le debe corresponder en el corazón de cada persona.  Todo el problema de aquel sumo sacerdote que representaba todo el sistema religioso de miles judíos e israelitas, era la negativa de aceptar que Jesús era el Cristo o Mesías prometido por Dios.  Para Caifás como para mucha gente de aquellos tiempos, incluso para muchos hasta el día de hoy, es que Jesús no es Dios encarnado, sino que es un simple ser humano.  Con esta creencia han surgido hasta sectas que creen solo en un Jesús humano, y que en sus templos sectarios predican y enseñan que Jesús solamente fue el hombre más perfecto del mundo.

   En cuanto a Pilato, al hacer la pregunta: “¿Eres tú el rey de los judíos?” (Mateo 27:11), es evidente que al igual que Caifás, también él no tenía también la capacidad y voluntad de aceptar que Jesús es el Hijo de Dios, y que en consecuencia era también el divino Rey de los judíos de un reino distinto al reino romano, porque su reino era el reino de los cielos, por lo que de ninguna manera pretendía postularse como candidato a ocupar un trono romano, y ni siquiera un trono propiamente judío o israelita, aunque tenía todo el derecho de ocuparlo.  Pilato, llegó a pensar como Herodes 33 años atrás, que Jesús quería arrebatarles el gobierno de Judea, o que desde Judea levantaría un movimiento en contra del emperador.  Pero esto no le interesaba a Jesús.  Jesús no buscaba ningún trono terrenal tal como lo demostró en la ocasión cuando huyó de un grupo de personas de entre las cinco mil a quienes alimentó milagrosamente con cinco panes y dos peces, porque quisieron hacerle rey (Juan 6:14.15).  Pilato, solo quería cerciorarse que no era un candidato que se levantaría en contra del poder de Roma; sin pasar por su cabeza el interés de descubrir si es verdad que Jesús era verdaderamente un hombre y verdadero Dios.

   Amados hermanos, tanto Caifás, como Pilato, así como toda persona de la actualidad es necesario que reconozcamos que Jesús no solamente fue un hombre ordinario, sino que, siendo hombre, extraordinariamente también es Dios que procede de Dios, y en consecuencia también Rey divino y soberano no solo para corazones humanos sino sobre todo el universo.  Jesús primeramente era y es Dios descendiente engendrado de Dios.  Caifás estaba equivocado.  Usted no se equivoque.  Una de las principales decisiones de fe que todos debemos tener en Jesús, es creer que Jesús es el Cristo y que es el Rey que procede de Dios.

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   La segunda decisión de fe que Jesús espera de toda persona, con respecto a la naturaleza de su realeza, es:

II.- CREER EN ÉL SIN PREJUICIO ALGUNO.

   Como Caifás y sus aliados no pudieron condenar religiosamente a Jesús de la supuesta blasfemia del cual ellos le juzgaron por decir que él es Hijo de Dios, llamado Padre a Dios, decidieron llevarle y acusarle con Pilato el gobernador romano en Judea. Pero Pilato tampoco podía juzgar a Jesús si era acusado de supuesta blasfemia por decir que era Hijo de Dios, pues eso no era un delito tipificado en la ley romana.  Así que Pilato personalmente no halló ningún delito en él.  Pero, ahora los principales sacerdotes y un grupo de ancianos, le dicen a Pilato que Jesús se estaba ostentando como rey de los judíos.  Pilato, al estar al servicio de Roma, tenía el deber civil, político, y legal de juzgar y condenar a muerte a cualquier persona que en Judea se ostente como rey, porque alguien así sería una amenaza contra la estabilidad del imperio romano, pero Jesús, como ya les he dicho antes, no era ese tipo de rey que buscaba entronizarse en un palacio, sino que era el Rey del reino de los cielos que establece su trono en corazones humanos.  Aunque Caifás sabía y entendía esto, no quería aceptarlo, por lo que quería ver a Jesús muerto, mintiéndole Caifás a Pilato que Jesús se proclamaba rey. Y si fuese verdad que Jesús así se auto proclamaba, razón tenía, y no pecaba ni contra Dios ni contra Roma.  Pero, el prejuicio religioso de Caifás le hacía no encontrar a Dios en la persona de Jesús.  Lo mismo le pasaría a Poncio Pilato.

   Una observación importante acerca del juicio, es que la pregunta obligada que Pilato le hizo a Jesús, no fue una pregunta religiosa, o acerca de una cuestión de fe como la que Caifás le hizo a Jesús.  Por eso la pregunta nada teológica ni espiritual sino política que Pilato le hizo a Jesús fue: “¿Eres tú el Rey de los judíos?” (Mateo 27:11).  A Pilato no le interesaba hacer preguntas de temas religiosos del judaísmo, porque no le interesaba la fe que los judíos tenían en el único Dios vivo y verdadero, ni siquiera se atrevió a preguntarle a Jesús acerca de temas religiosos de la fe profana del romanismo, porque Pilato también tendría su propia fe religiosa, aunque no en el Dios verdadero.  Pilato, solamente veía a Jesús como un simple hombre que de ser verdad que se proclamaba rey, le condenaría a la muerte.  Pilato, en ningún momento buscaba descubrir si había algo divino en Jesús, porque si de algo estaba engañadamente seguro, es que, para divino, solamente el César de Roma.  Pero, en aquel juicio cuyo procedimiento estuvo fuera del orden constitucional, fuera de derecho, Jesús tenía un propósito especial: Que Pilato descubriera lo que Caifás no podía descubrir, que Jesús era el Cristo, el Hijo de Dios. Jesús no llegó ante Pilato por azares del destino, sino que estaba frente a él porque Jesús tenía que dejarle a Pilato en sus ojos y en su corazón un impacto espiritual para que él creyera en que Jesús era el Cristo, el Hijo de Dios, aunque Pilato no era judío sino un romano.

   Estoy seguro que Pilato lo descubrió porque dice San Mateo que Pilato “el gobernador se maravillaba mucho” (Mateo 27:14b), pero su mucho maravillamiento solo fue maravillamiento que no pasó a convertirse en fe, como debió serlo.  Era la oportunidad de Pilato de creer en Jesús sin los prejuicios de la religión, ya sea judía o ya sea romana, pero lamentablemente a Pilato no le interesó creer en Jesús.  Solo se limitó a maravillarse, y allí quedó.  Finalmente, Pilato también dijo que Jesús era justo, cuando dijo: “Inocente soy yo de la sangre de este justo” (Mateo 27:24b); pero, aunque descubrió la justicia de Jesús, tampoco creyó en él. Su prejuicio religioso de que el César es dios, y que no hay más dios que él, le impedía creer en Jesús como Dios Hijo de Dios. Su prejuicio derivado de su trasfondo político y religioso, le impidió creer en Jesús.

   Amados oyentes, Jesús no solamente vino como Mesías o como Rey de la vida espiritual de los judíos, sino también de aquellos que no son ni han sido como Pilato sin pertenencia al pueblo de Dios.  Jesús no es Rey solamente para religiosos, sino para todo ser humano.  Él es el Rey que toma el control no del trono de un palacio, sino del corazón humano donde él gobierna y muy bien.  Pilato, estaba siendo impactado por este Rey de origen divino y celestial, pero lamentablemente no estaba nada dispuesto a rendir a él su corazón. Y ¿usted, está maravillado de Jesús para creer en él sin prejuicio alguno?  ¿Le aceptará usted, desde hoy como su salvador y como su Rey divino para que él tenga el control de su corazón y de toda su vida?  Por supuesto que él es no solamente “el Rey de los judíos”, sino de toda persona, así seamos yucatecos o de otro estado mexicano, o así seamos de otro país extranjero, Jesús es Rey de quien le acepte como su Rey en el corazón. No deje usted que ninguna religión, que ninguna iglesia, que ninguna rara o falsa doctrina, que ninguna secta, le impida por prejuicio alguno creer en Jesús.

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   La tercera decisión de fe que Jesús espera de toda persona, con respecto a la naturaleza de su realeza, es:

III.- CREER EN ÉL Y CONFESARLO.

   Un detalle relevante en el texto bíblico es que, desde la noche anterior, Jesús fue muy reservado en responder.  A la exigencia que Caifás le hizo la noche anterior a Jesús, diciéndole: “Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios” (Mateo 26:63); Jesús, sabiamente no le respondió ni con un sí ni con un no, sino solamente se limitó a responderle: “Tú lo has dicho” (Mateo 26:64).  Igualmente, poco antes de ser llevado ante Caifás, durante la última cena de pascua que Jesús tuvo con sus discípulos, cuando después de anunciar que alguno de los discípulos le entregaría, Judas le preguntó: “¿Soy yo, Maestro?”; pero también en esa ocasión la respuesta de Jesús tampoco fue un sí o un no, sino solamente fue también: “Tú lo has dicho”.   Ahora, el viernes por la mañana, nos damos cuenta que a la pregunta de Pilato: “¿Eres tú el Rey de los judíos?” (Mateo 27:11b), Pilato tampoco le sacó ni un sí ni un no a Jesús, sino solamente escuchó de él: “Tú lo dices” (Mateo 27:11c).

   ¿Por qué esta manera de responder de Jesús? Aquí hay un propósito divino. Jesús, en vez de hablar, lo que quería escuchar era la confesión y solo la confesión de cada quien.  Especialmente Jesús quería escuchar la confesión personal de Pilato, acerca de cómo él percibía a Jesús.  Jesús estaba aplicando la técnica que en una ocasión les aplicó a sus mismos discípulos cuando les preguntó: “¿quién decís que soy yo?” (Mateo 16:15), y entonces Simón Pedro pronunció una de las más esenciales confesiones del gran descubrimiento divino que haya hecho un ser humano: Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mateo 16:16).  Ahora, ante Pilato, Jesús no quiso decir nada, pues lo que él quería era escuchar cuál es la convicción que él tenía acerca de Jesús.  Por eso Jesús, simplemente le dijo: “Tú lo dices”.  Lamentablemente la pregunta de Poncio no confesaba su fe sino solo su pasión política y su ambición de poder, que por cierto con ausencia de justicia legal; por eso Poncio no pudo creer, ni mucho menos confesar si creía que Jesús era verdadero Hijo de Dios, o si entendía que Jesús era rey del reino de los cielos.

   Amados hermanos, de todos los que creen que él es Hijo de Dios, Jesús sigue esperando una confesión dirigida a él.  Jesús quiere escuchar no una pregunta de tentación o de juicio, sino una confesión de lo que usted cree acerca de él. ¿Qué es Jesús para usted? ¿Un simple hombre, o el Cristo, el Hijo de Dios? ¿Un Cristo Hijo de Dios pero sin derecho de tener autoridad sobre usted, o el Rey de los judíos, el Soberano con derecho divino de gobernar la vida de usted?

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   CONCLUSIÓN: Para concluir voy a recordarles que personajes a quienes Dios les iluminó el entendimiento, creyeron en Jesús como el Rey Hijo de Dios.

  • Los magos que vinieron del oriente a Jerusalén, sin prejuicio creyeron en Jesús como Divino y como Rey, porque en su búsqueda preguntaban: ¿Dónde está el rey de los judíos, que ha nacido? Porque su estrella hemos visto en el oriente, y venimos a adorarle” (Mateo 2:2).
  • Natanael, un sencillo ciudadano de Betsaida de Galilea, que amaba la sinceridad y aborrecía ser mentiroso, cuando apenas conoció a Jesús, le dijo: Rabí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Reyde Israel” (Juan 1:49); y así mantuvo su creencia por el resto de su vida.
  • Pedro, un día también le dijo a Jesús: eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente” (Mateo 16:16).
  • El día de la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén, mucha gente, según San Lucas, le aclamó diciendo: “¡Bendito el rey que viene en el nombre del Señor; paz en el cielo, y gloria en las alturas!” (Lucas 19:38).
  • Y una semana después de haber resucitado Jesús, en un encuentro con Tomás el antes incrédulo, ahora arrepentido, le dijo a Jesús: “¡Señor mío, y Diosmío!” (Juan 20:28), reconociendo su divinidad y su derecho soberano.

   Ahora, ¿cuál es la decisión de fe en Jesús que usted tomará en este momento?

   ¿Decide usted creer que Jesús es el Hijo de Dios, y es el Rey divino que vino a nacer y morir en este mundo para salvarle de la condenación, y para tomar el control de su vida para tener una vida ordenada delante de Dios?  ¿Decide usted creer que Jesús es el Rey del Reino de Dios, y no permitirá usted que algún prejuicio le impida a usted ponerse bajo sus órdenes y reinado?  ¿Decide usted creer que Jesús, es el Rey divino Hijo de Dios, y está usted dispuesto a decírselo a él mismo, y a otros para que también acepten que él sea el Rey de sus vidas?

   Dios espera que usted tome estas decisiones de fe en Jesús como Rey Hijo de Dios. I.- CREER QUE ÉL PROCEDE DE DIOS; II.- CREER EN ÉL SIN PREJUICIO ALGUNO; y III.- CREER EN ÉL Y CONFESARLO.  Esto es lo que hay que hacer con el Rey Jesús que hizo su humilde entrada triunfal rumbo a la cruz en Jerusalén de Judea.

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