LO QUE JESÚS RESUCITADO ESPERA DE SUS DISCÍPULOS
Juan 20:11-29; y
21:1-10.
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Bosquejo elaborado por el Pbro. Diego Teh, para la predicación del DOMINGO DE RESURRECCIÓN, 1 de abril 2018, para las 5:00 horas, en diversas congregaciones de la iglesia “El Divino Salvador” de la col. Centro, de Mérida, Yucatán.
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INTRODUCCIÓN: Los padres de familia que tenemos hijos en edad escolar, siempre estamos pendientes de que nuestros hijos hagan las tareas que su maestro o maestros les marcó para el día siguiente. Es extraño cuando los maestros no marcan tareas a sus alumnos, y hasta nos preocupamos pensando que nuestro hijo solamente no quiere hacer su tarea. Los maestros siempre marcan tareas, aunque obviamente hay algunos días u ocasiones que consideran que por hoy no es necesario. En el caso de Jesús, el Maestro Divino, durante el tiempo de su ministerio docente, también marcaba tareas encomendando responsabilidades no solo a sus discípulos sino a cada persona o grupo de personas a las que él enseñaba alguna verdad de Dios. Después de haber sido crucificado injustamente solamente por decir verdades procedentes de Dios, al tercer día resucitó, validando con su resurrección que él estaba en todo lo correcto. Pero, ahora que había resucitado, él sabía que pronto estaría de regreso a su gloria y Padre celestial, por lo que cada vez que tenía encuentros con personas y especialmente con sus discípulos, él tenía qué hacerles alguna encomienda algunas veces urgentes. Por eso, en este momento me voy a enfocar en predicarles acerca de las encomiendas que, según San Juan, Jesús hizo después de haber resucitado. Sin duda que hay más encomiendas mencionadas por Mateo, Marcos, y Lucas, pero hoy me enfocaré solamente en las relatadas por Juan.
Específicamente, les voy a predicar que: Jesús, después de haber resucitado, al encontrarse con sus discípulos les hizo saber diversas responsabilidades que él espera de ellos. / ¿Cuáles son las diversas responsabilidades que Jesús después de haber resucitado hizo saber a sus discípulos que él espera de ellos? / En la predicación de este momento, les compartiré acerca de estas responsabilidades que Jesús espera de los que son sus discípulos.
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La primera responsabilidad que Jesús después de haber resucitado, hizo saber a sus discípulos, que él espera de ellos, es:
I.- EVANGELIZAR.
En la historia de los eventos posteriores a la resurrección de Jesús, específicamente los que tienen que ver con sus encuentros con algunas personas y grupos de personas, según el apóstol Juan, la primera persona con la que Jesús se encontró fue con una mujer. Ella era María Magdalena. Cuando Jesús la encontró, en la entrada del sepulcro donde él había sido puesto, ella estaba llorando, sin duda que fue por un gran amor que le tenía a Jesús, el Dios-hombre que le había liberado de muchos demonios, y que le había declarado el perdón de todos sus pecados de una vida nada honorable que ella había tenido. Después de una breve plática, en la que ella reconoció que era Jesús mismo el que hablaba con ella, Jesús le dijo: “… ve a mis hermanos, y diles: Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios” (Juan 20:17b). Había urgencia de ir y decir este mensaje.
Según los relatos de los evangelios, Jesús, subió al Padre, o sea, regresó al cielo, hasta 40 días después de haber resucitado. Aun, cuando hubo resucitado, no dejaba de ser el Dios que, estando encarnado, seguía sujeto a la condición de hombre, y es evidente que no tenía revelación de su Padre celestial, de cuándo sería su regreso a casa con el Padre celestial. Así que, si su regreso ocurriera el mismo día, era entonces por ello urgente, que ella fuese a llevar el mensaje que le estaban encomendando. Esto es ir y hacer evangelización, es ir y llevar la buena noticia. Un detalle relevante en esta historia es que Jesús no esperó ir a menos de tres kilómetros a ver a sus discípulos y mostrarse a ellos, sino que en cuanto vio a María Magdalena, que ni siquiera era, técnicamente su discípula como lo eran los discípulos de tiempo completo, inmediatamente le dio el encargo de ir y darles el gran aviso de su resurrección y su pronta ascensión celestial.
Amados hermanos, con más razón, nosotros que somos discípulos actuales de Jesús, somos los ahora responsables de ir a decir no solo a otros discípulos sino también a incrédulos, que Jesús ahora vive, y que es el Señor y Salvador, que libra de la condenación eterna a los que creen que él pagó con su vida para obtener el perdón de nuestros pecados. Ahora, somos nosotros los que tenemos la encomienda de hacer este anuncio.
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La segunda responsabilidad que Jesús después de haber resucitado, hizo saber a sus discípulos, que él espera de ellos, es:
II.- REMITIR PECADOS.
El siguiente encuentro que Jesús tuvo con personas después de haber resucitado, fue con 10 de sus discípulos. No fueron 12 porque Judas ya no vivía, y porque Tomás, uno de ellos no estaba presente. Después de saludarles, hablar con ellos, bendecirles, y soplarles extraordinariamente para comunicarles dones de Dios, Jesús les dijo lo siguiente: “Recibid el Espíritu Santo. / A quienes remitiereis los pecados, les son remitidos; y a quienes se los retuviereis, les son retenidos” (Juan 20:22b,23). Esta encomienda tiene doble significado, que en ningún caso significa que un discípulo de Jesús ha recibido para declarar perdón en nombre de Dios a alguien, o que un discípulo pueda tomar la decisión según su propio criterio de perdonar o no perdonar a alguien en nombre de Dios.
El primer significado de esta encomienda es que los discípulos deben ir a la gente a decirles de que ahora ya no necesitaban hacer sacrificios de ovejas para recibir la declaratoria de un sacerdote israelita, sino que el Jesús que fue crucificado, muerto, sepultado, y ahora resucitado, él es quien remite y perdona los pecados. Cuando los que oyen este evangelio, creen en Jesús, entonces sus pecados quedan remitidos y perdonados. / El segundo significado de esta encomienda de remitir pecados, implica de cada discípulo, la responsabilidad de poner en práctica el perdonar de todo corazón a las personas que ya sea involuntaria o intencionalmente nos hayan causado alguna ofensa.
Amados hermanos, tenemos que proclamar que Jesús el Hijo de Dios quien murió por nuestros pecados, ahora vive, y porque vive, él es quien da perdón a todo ser humano si acude a él en busca de su perdón divino. Pero, si no vamos a las personas a decirles esta virtud de Jesús, estaremos impidiendo que los pecadores encuentren perdón en Jesús. De esto depende si remitimos o retenemos los pecados de otras personas. Por eso debemos hablar del evangelio de perdón de Jesús, demostrando que nosotros también perdonamos a los que nos ofenden, porque antes también hemos sido perdonados por él. Así, facilitamos que otros hallen en Jesús el perdón de los pecados que les impide caminar hacia la celestial eternidad.
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La tercera responsabilidad que Jesús después de haber resucitado, hizo saber a sus discípulos, que él espera de ellos, es:
III.- CREER.
El siguiente encuentro de Jesús, según San Juan, ocurrió con este mismo grupo de discípulos, solo que ahora, ya estaba Tomás, y así ya eran once. Esta visita de Jesús, al parecer no era para arreglar algún asunto con los otros diez discípulos, sino que fue exclusivamente para dialogar con Tomás. Desde luego que pudo haber encontrado a Tomás en cualquier otro lugar, pero juntos los once, tenían algo importante que aprender de Jesús que Tomás no había cultivado bien en su experiencia. Los 10 discípulos que estuvieron hace una semana cuando Jesús se apareció a ellos, le habían contado a Tomás esta experiencia de haberle visto, pero él dijo que: “Si no viere en sus manos la señal de los clavos, y metiere mi dedo en el lugar de los clavos, y metiere mi mano en su costado, no creeré” (Juan 20:25).
Su determinación crucial fue: “no creeré”. Y eso es lo que Jesús no espera de algún discípulo ahora que él hubo resucitado. Por eso Jesús, en aquella ocasión amonestando a Tomás, le dijo: “Pon aquí tu dedo, y mira mis manos; y acerca tu mano, y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente” (Juan 20:27). El énfasis de Jesús para Tomás, escuchándolo también los otros 10, fue: “no seas incrédulo, sino creyente”. Aquel que había sido discípulo por más de tres años, resulta que ahora era un incrédulo. Este caso de Tomás, suele ocurrir a todos los que piensan que, por antigüedad en la membresía de una iglesia, ya están perfectamente firmes y llenos de fe. Al más comprometido discípulo y miembro de la iglesia, le puede llegar la incredulidad, por lo que Jesús exhorta a salir de esa condición de incredulidad diciendo: “no seas incrédulo, sino creyente”.
Amados hermanos, si Jesús no hubiera resucitado toda persona tendría el derecho de no creer en nada que tenga que ver con el verdadero Dios que se predica, porque entonces no sería verdadero. Habría derecho de dudar de que ese Jesús que se ostentó como Hijo de Dios, realmente no lo era, sino que solamente fue un farsante. Pero, ahora que Jesús estaba comprobando su resurrección mostrándose a los discípulos, lo que él espera ver en sus discípulos es que sean creyentes, que llenos de fe, crean en Dios y su Hijo Jesús.
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La cuarta responsabilidad que Jesús después de haber resucitado, hizo saber a sus discípulos, que él espera de ellos, es:
IV.- PERSEVERAR.
San Juan nos relata un encuentro más de Jesús con sus discípulos. En esta ocasión no fue con los 11 ni con 10 de ellos, sino solo con 7 de ellos (cf. Juan 21:1,2). No nos dice con exactitud quiénes eran los cuatro discípulos ausentes, pues a dos de los que estaban presentes tampoco dice sus nombres, pero para propósito de lo que voy a predicarles no es necesario saber quiénes eran los ausentes. Basta con saber que, en esta ocasión, lo que estaban ausentes de este grupo no eran los que estaban mal como en la ocasión cuando no estaba Tomás, sino que en esta ocasión los que estaban mal eran el grupo de los siete a quienes Jesús encontró juntos. El líder de este grupo era nada menos que Simón Pedro, aquel que tenía un carácter muy emotivo y cambiante. Parece ser que todavía era la segunda semana después de la resurrección de Jesús, cuando de repente Pedro les hace una propuesta a los otros seis discípulos, a Tomás, a Natanael, a los hijos de Zebedeo (Juan y Jacobo), y a otros dos discípulos (cf. Juan 21:2). Según Juan, “Simón Pedro les dijo: Voy a pescar. Ellos le dijeron: Vamos nosotros también contigo. Fueron, y entraron en una barca; y aquella noche no pescaron nada” (Juan 21:3).
Es fácil determinar por qué fueron a pescar por lo menos aquella noche. No tenían nada para comer, y hasta probablemente tenían hambre aquella noche, pero “no pescaron nada”. Esto no es porque ellos hayan olvidado los secretos del arte de la pesca, sino porque Jesús les quería enseñar que siendo ellos obedientes a su mandato, ellos no tenían por qué preocuparse por el sustento. Pero, es muy probable que ellos iban a continuar de ahora en adelante a su oficio de pescadores, a pesar de que ya habían visto en dos ocasiones a su Maestro Jesús que había resucitado. Estaban dejando de perseverar en su llamado. Aquellos siete que se habían formado como discípulos de Jesús durante poco más de tres años, y que tenían un mejor conocimiento de toda verdad de Dios, mejor que el conocimiento de los más destacados líderes religiosos de Israel; aquellos siete que deberían dedicarse a ser pescadores de hombres, ahora, en tan solo dos semanas de la muerte y resurrección de Jesús, todos ellos estaban dejando de perseverar en el llamamiento y capacitación espiritual y teológica que habían recibido. Ahora estaban pensando regresar a la pesca en el mar.
Pero, allí mismo Jesús los puso a prueba y a reflexión. Al saber que ellos no habían pescado algo toda la noche, Jesús les dijo que simplemente tiraran la red del lado derecho de la barca. Seguramente habían hecho ese intento una y otra vez, tirando la red algunas veces a la izquierda, y otras veces a la derecha, pero sin resultado. Pero, ahora tenían que obedecer a Jesús. Entonces, tiraron la red por el lado derecho de la barca, y de pronto la red se llenó no de diminutos charales y sardinas sino “… de grandes peces, ciento cincuenta y tres” (Juan 20:11). Pero, para su sorpresa cuando sacan la red hasta la orilla, se dan cuenta que Jesús ya tenía fuego encendido y ya estaba asando un pez, y les invitó a traer de los recién pescados, para prepararse en ese momento, quizá el más sabroso desayuno, porque ya debió estar amaneciendo. Con este acontecimiento, Jesús les estaba enseñando que ellos no deberían preocuparse por el sustento, porque él siempre estaría pendiente de ellos para proveérselos, no importando si él ya ha tenido que ir al cielo con su Padre celestial. Ellos no deberían por eso, dejar su llamado por otro trabajo, por dinero, o ganancia, su llamado especial de ser pescadores de hombres para el reino de los cielos. Ellos deberían perseverar en su llamado de hacer más discípulos.
Amados hermanos, ahora que Jesucristo resucitó, él no quiere que usted abandone el llamado que él le ha hecho a usted para que sea su discípulo que debe ir y hacer más discípulos. Usted no debe poner como excusa que, por su trabajo, o que por su falta de recursos económicos usted no puede hacer discípulos para el reino de los cielos de Jesucristo. Usted debe perseverar en el llamado que Jesús le ha hecho a usted para ser un discípulo que haga más discípulos.
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CONCLUSIÓN: Amados hermanos, la resurrección de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, nos delega esta serie de responsabilidades que no debemos descartar de nuestra experiencia como discípulos de él. Su resurrección nos responsabiliza a evangelizar a los perdidos, a perdonar como él nos perdonó, a creer más en él, y a perseverar en su llamado de salvación y de discipulado. Debemos hacer todo esto porque Jesús así lo espera de nosotros. Jesús ya hizo por nosotros todo lo necesario para nuestra salvación, al grado de dar su propia vida. Extraordinariamente por el poder de Dios que habitaba en él, no fue retenido por la muerte, sino que lo venció y resucitó. Ahora, a sus discípulos de la actualidad nos encomienda el deber de evangelizar comunicando toda buena noticia de Dios para la humanidad, remitir pecados predicando a Jesús, creer en la naturaleza, persona y obra de Jesús, y perseverar en el llamado a hacer discípulos del reino de Jesucristo.
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