UNA VIDA CRISTIANA DISCIPLINADA
1 Corintios 9:25-27.
Bosquejo elaborado por el Pbro. Diego Teh, para la predicación del sábado 13 de enero 2018, a las 19:00 horas, en diversas congregaciones de la iglesia “El Divino Salvador” de la col. Centro, de Mérida, Yucatán.
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Este bosquejo corresponde al complemento 2 del sermón # 01 de la serie: LAS DISCIPLINAS DEL HOMBRE PIADOSO.
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INTRODUCCIÓN: Toda meta, objetivo, o proyecto no se logra automáticamente, sino que siempre requiere de disciplina. La naturaleza de la meta determina el tipo de disciplina necesaria. Quizá una manera práctica de ilustrar la necesidad de esta disciplina, es el caso que probablemente ha sido parte de nuestra experiencia, cuando nos damos cuenta de que ya nos estamos pasando de kilos demás en nuestro peso. En la mayoría de los casos, para estabilizar nuestro peso, se requiere evitar consumir alimentos y bebidas que contienen altas cantidades de kilocalorías; sin embargo, mucha gente, incluyendo a algunos si es que no muchos de nosotros, cuando pensamos en nuestra salud, nos proponemos evitar o moderar el consumo de kilocalorías, pero por falta de disciplina en el cuidado de nuestra salud, peso, alimentación, etc… quizá lo hacemos solamente por unos días, y luego abandonamos la meta, y por eso ahora estamos como estamos ¿Le ha pasado alguna vez a usted? De manera similar, en la vida cristiana también es necesaria la disciplina. Al respecto dice el apóstol Pablo: “Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. / Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, / sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado” (1 Corintios 9:25-27). Tiene razón el apóstol Pablo en su comparación. Se necesita ser disciplinado.
En el mensaje de este momento, les voy a predicar que: El cristiano debe llevar una vida disciplinada en todas sus experiencias espirituales. / ¿Cuáles son las experiencias espirituales en las cuales el cristiano debe llevar una vida disciplinada? / De las palabras del apóstol Pablo a los Corintios, encontramos cuatro de estas experiencias espirituales.
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La primera experiencia espiritual en la cual el cristiano debe llevar una vida disciplinada, es:
I.- EN LA ABSTENCIÓN DE LO QUE NO CONTRIBUYE A SU FORMACIÓN.
Lo primero que el apóstol Pablo nos comparte, y que sin duda todos sabemos bien acerca de esta verdad, es que: “Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; …” (1 Corintios 9:25a). Esto siempre ha sido verdad en todos los tiempos. Fue verdad desde antes del apóstol Pablo, seguía siendo verdad en su tiempo, y en la actualidad sigue siendo una verdad.
Por ejemplo, un deportista de alto rendimiento para tener buena condición para su rápido desplazamiento, tiene que abstenerse de consumir alimentos de altas kilocalorías, debe abstenerse de ricas pizzas, hamburguesas, del frijol con grasita de puerco, de las comidas con mucho condimento, etc…, y hasta en lo que es apropiado para su dieta, tiene que consumirlo en cantidades que no rebasen la cantidad promedio. Todo esto para que su condición y rendimiento sea el adecuado. Los deportistas, y las personas que por dieta o nutrición tienen que someterse a una alimentación especial, muchas veces tendrán que rechazar con toda amabilidad, las seguras y constantes invitaciones que sus amigos les hacen ofreciéndoles sabrosas tortas de cochinita, un delicioso almuerzo de frijol con puerco, etc…, porque todo eso no contribuye a su formación física para competir en su deporte correspondiente.
Amados hermanos, de la misma manera, en la vida cristiana el creyente en Jesucristo, tiene que abstenerse de todo pecado que contamine su vida, pues si no hace esto, el mismo pecado no le permitirá tener una vida disciplinada que vaya de triunfo en triunfo, sino que cada vez será una persona que en vez de mejorar estará siempre empeorando.
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La segunda experiencia espiritual en la cual el cristiano debe llevar una vida disciplinada, es:
II.- EN QUE SU META BIEN DEFINIDA NO SEA ALGO CORRUPTIBLE.
Después de decir el apóstol Pablo que “Todo aquel que lucha, de todo se abstiene; …”, ilustrando con las exigencias del deporte la importancia de abstenerse de todo lo que no contribuye al desarrollo espiritual del cristiano, añade que: “… ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible, pero nosotros, una incorruptible. / Así que, yo de esta manera corro, no como a la ventura; …” (1 Corintios 9:25b-26a). Desde que se llevó a cabo las primeras olimpiadas griegas, en Grecia, en el 776 a.C. el premio que se daba al ganador de la olimpiada era una corona de hojas de olivo. Así seguía siendo en el siglo I, en los tiempos de San Pablo, en el imperio romano. Es a este tipo de premio que San Pablo describe como “una corona corruptible”, que en pocos días ya no conserva su verdor. Aunque el día de hoy ya son medallas, así como trofeos de oro, finalmente no son nada comparables con la corona “incorruptible” y celestial que han de recibir los que perseveren en su carrera cristiana de llegar a la gloria celeste de Dios.
Según la NVI, acerca de los deportistas, dice: “Ellos lo hacen para obtener un premio que se echa a perder; nosotros, en cambio, por uno que dura para siempre. Así que yo no corro como quien no tiene meta” (1 Corintios 9:25b-26a). El apóstol deja bien claro que si hay una corona o trofeo que uno debe procurar no es la corruptible que, por la humedad, las sales, el agua, y otros factores terminan deteriorándose; sino la corona “incorruptible”, la que nada lo carcome ni deforma. Nuestra meta no es el olivo, ni el oro. Es Dios, y su cielo eterno.
Amados hermanos, esta es la corona que Dios da a los que llegan a la meta, su cielo eterno. Esta es la meta, que todo cristiano debe seguir para lograr ser espiritualmente disciplinado, pues de lo contrario, solamente estará viviendo a su propia suerte, lleno de logros terrenales, pero sin la dádiva celestial, eterna, e incorruptible.
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La tercera experiencia espiritual en la cual el cristiano debe llevar una vida disciplinada, es:
III.- EN QUE NO SE DEJA DOMINAR POR EL PECADO.
Finalmente, dice el apóstol Pablo: “de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, / sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado” (1 Corintios 9:26b-27). Según la NVI: “…no lucho como quien da golpes al aire. / Más bien, golpeo mi cuerpo y lo domino, no sea que, después de haber predicado a otros, yo mismo quede descalificado” (1 Corintios 9:26b-27; NVI). Una de las dos cosas enfatizadas por San Pablo en estas palabras es el dominio sobre el cuerpo, refiriéndose con ello a toda reacción que llevamos a cabo en nuestra conducta. El cristiano no se deja dominar, sino que puede tener dominio propio sobre todo su comportamiento.
San Pablo dice de él mismo, según la NVI: “Más bien, golpeo mi cuerpo y lo domino” (NVI). Este golpearse el cuerpo no se refiere literalmente a lastimarse el cuerpo, ni a dominarlo atándolo con instrumentos de tortura, sino que se refiere que también con su cuerpo lucha contra el pecado que siempre busca dominarle, pero lo más relevante que él dice en cuanto a su cuerpo, es que: “lo domino”. Siendo él cristiano, ya tiene el recurso para no ser dominado por el pecado, sino que ahora él tiene dominio sobre el pecado. Es lo mismo que también nosotros tenemos que procurar en nuestra vida personal.
Amados hermanos, por haber creído en Jesucristo como nuestro Señor y Salvador, contamos con el auxilio de su Espíritu Santo que pasa a morar en nuestros corazones, y entre sus operaciones nos capacita para poder luchar contra las reacciones que el mismo pecado impone a nuestra naturaleza. No se deje usted dominar por el pecado, usted puede decir como el apóstol Pablo que su cuerpo, entiéndase como reacciones de nuestra naturaleza, “lo domino”. Obviamente, es el poder del Espíritu que hace este dominio, pero bajo nuestra responsabilidad.
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La cuarta experiencia espiritual en la cual el cristiano debe llevar una vida disciplinada, es:
IV.- EN SU CONGRUENCIA ENTRE LO QUE CREE Y LO QUE VIVE.
Usando las mismas palabras del apóstol Pablo, que dicen: “de esta manera peleo, no como quien golpea el aire, / sino que golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado” (1 Corintios 9:26b-27); y que según la NVI, las expresa diciendo: “…no lucho como quien da golpes al aire. / Más bien, golpeo mi cuerpo y lo domino, no sea que, después de haber predicado a otros, yo mismo quede descalificado” (1 Corintios 9:26b-27; NVI); hay otra experiencia que se debe tomar en consideración. San Pablo expresa que de nada serviría que “habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado”, o sea, que: “después de haber predicado a otros, yo mismo quede descalificado”.
Debo aclarar que el tenor de estas palabras no se refiere a la teoría de la pérdida de la salvación, porque eso sí no se pierde. Lo que uno pierde cuando se sale de las reglas de Dios, son las bendiciones, que también debo aclarar tampoco son premios, sino dádivas de Dios que en realidad no merecemos, porque en realidad no se ganan. Pero, es necesario estar pendientes de no caer en la eliminación o descalificación de poder recibir las bendiciones de Dios. San Pablo, considerando su papel de predicador comparado con el del heraldo que anunciaba las presentaciones y los resultados de las competencias olímpicas; teme quedar “eliminado” o “descalificado” como quedan algunos competidores olímpicos, si en su caso él no cumpliera con las reglas de Dios para la vida cristiana como si se tratara de una olimpiada. En todo deporte existe el riesgo de quedar eliminado por perder, o descalificado por no cumplir las reglas correspondientes. En la vida cristiana, si bien, la persona que ha sido salvada por Dios no le será quitada su salvación, hay ocasiones en la que uno podría quedar temporalmente descalificado, por no vivir en congruencia con la fe que se profesa en Dios. Sin embargo, es posible estar pendiente de que eso no ocurra en nuestra vida.
Amados hermanos, especialmente si uno ha tomado la responsabilidad de enseñar o predicar la palabra de Dios, debe esperarse que lo que uno enseña y predica también lo viva; pero esto no es posible cuando uno no tiene esta determinación; pues la dignidad de estos deberes exige una ética congruente con el evangelio. Sin embargo, aún si un creyente no ha recibido el don espiritual de la enseñanza y la predicación, también es responsable de obedecer las palabras del evangelio que le han traído a su vida el beneficio de la salvación; y por eso debe vivir congruentemente con las normas de este evangelio de Dios.
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CONCLUSIÓN: Amados hermanos, todos necesitamos ser espiritualmente disciplinados, por lo que es necesario practicar con toda responsabilidad estos tres parámetros correctos: 1) Abstenerse de todo lo que no contribuye a nuestra formación cristiana, 2) La meta bien definida que no sea algo corruptible, y 3) Dominar el pecado que surge de nuestra naturaleza, y 4) Ser congruente entre lo que creemos y lo que vivimos.
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