REALIDADES DE UN CREYENTE EXHUMADO, Por: Diego Teh.

REALIDADES DE UN CREYENTE EXHUMADO.

Génesis 50:24-26.

Breve reflexión del Pbro. Diego Teh Reyes, compartida en casa de Anatolio Cohuó y Victoria Tun, el domingo 1 de Abril 2018, a las 13:00 horas, día de la exhumación de Nicolás Cohuó Tun, fallecido hace 4 años.   Estuvieron presentes sus padres, viuda, hija, hermanas, suegro, hermano y cuñada de su viuda, hermanas de su madre, primos, y abuelos paternos; y algunos vecinos.

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   INTRODUCCIÓN: El libro del Génesis comienza con el relato de la creación, pronto se enfoca a la creación del hombre, y pronto se enfoca en la desobediencia a Dios e incredulidad en Dios que los primeros seres humanos.  A partir de aquella primera desobediencia comenzó el indeseable, pero necesario fenómeno de la muerte.    Es interesante observar que este primer libro de la Biblia, concluye en su último capítulo con la historia de la muerte de dos hombres llenos de fe y esperanza en Dios.  La primera es la historia de don Jacob, y la segunda historia es la de su hijo don José.  En la reflexión de hoy me enfocaré en parte de la historia que tendría que ver con una interesante instrucción que José dijo a sus hermanos, obviamente antes de morir.  La historia se desarrolla así: “Y José dijo a sus hermanos: Yo voy a morir; mas Dios ciertamente os visitará, y os hará subir de esta tierra a la tierra que juró a Abraham, a Isaac y a Jacob. / E hizo jurar José a los hijos de Israel, diciendo: Dios ciertamente os visitará, y haréis llevar de aquí mis huesos. / Y murió José a la edad de ciento diez años; y lo embalsamaron, y fue puesto en un ataúd en Egipto” (Génesis 50:24-26).

   De estas palabras hay detalles que podemos observar para nuestra reflexión en este día que todos ustedes acudieron al cementerio para llevar a cabo la exhumación de los restos mortales de nuestro ser querido Nicolás.  Ustedes no le dejaron en el olvido, no le han abandonado, y entonces ustedes han hecho lo que es bueno. Pero eso que han hecho debe tener para ustedes y para todos nosotros un significado que no sea solamente una reacción del sentimiento, ni que sea solamente una costumbre social, religiosa, o simplemente humanitaria.   Para cada uno de nosotros, debería ser motivo y ocasión para fortalecernos con una sana espiritualidad cristiana.

   Para ello, basado en el deseo y esperanza de José de quien hemos leído en el texto bíblico, voy a exponerles que, los restos óseos de lo que antes fuera el cuerpo mortal de los cristianos, y que generalmente se conservan en el cementerio, representan las realidades de nuestra fe y esperanza en Dios. / ¿Cuáles son las realidades de nuestra fe y esperanza en Dios que representan los restos óseos de los que antes fueron los cuerpos mortales de los cristianos? / Basado en la historia bíblica de José hijo de Jacob, les voy a compartir dos de esas realidades.

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   La primera realidad de nuestra fe y esperanza en Dios que representan los restos óseos de los que antes fueron los cuerpos mortales de los cristianos, es:

I.- QUE REPRESENTAN FE EN LAS PROMESAS DE DIOS ANTES DE ENFRENTAR LA MUERTE.

   José, nunca en su vida tuvo un encuentro personal con la manifestación de la presencia de Dios como lo tuvieron su bisabuelo Abraham, su abuelo Isaac, y hasta su padre Jacob, quienes respectivamente en diversos momentos vieron la manifestación de la presencia de Dios quien les prometió que su descendencia serían una gran nación y que los llevaría e instalaría en un territorio que será su patria.  José, sería parte de esta descendencia.  Estos hombres inculcaron a sus hijos el tener fe en las promesas de Dios.

   José, hijo de Jacob, que ahora era todo un adulto ya de edad avanzada, poniendo en práctica su fe en las promesas de Dios, les recuerda y asegura a sus hermanos y sin duda que hasta a sus cuñadas, sus sobrinos, etc… que “Dios ciertamente os visitará, y os hará subir de esta tierra a la tierra que juró a Abraham, a Isaac y a Jacob”.  José estando en Egipto sin saber que faltaban casi 400 años para que Dios cumpliría su promesa de llevar a todos los israelitas (su familia) al territorio que unos 100 años atrás Dios mismo le había prometido a Abraham, bisabuelo de José, tuvo una tremenda seguridad de que ese momento llegaría.

   Tener fe en las promesas de Dios, sobre todo en la promesa de salvación y vida eterna en Jesucristo, es lo primero que es importante hacer mientras estamos con vida.  Todos debemos desarrollar una fe en las promesas de Dios, aun cuando ni siquiera nos toque a nosotros ver el cumplimiento total de las promesas que pertenecen a esta vida, o ni siquiera nos toque ver una parte del cumplimiento.    José, aun sabiendo que él moriría, se ocupó en desarrollar una fe real en las promesas de Dios.

  Recordando a Nicolás, los que le conocimos, los que estuvimos en los últimos días de su vida, sabemos que él manifestó profesar activamente la fe en Jesús como su único y suficiente Salvador y Señor. Si hoy estamos aquí reunidos, es para recordar la fe que él tuvo en Jesucristo el Hijo de Dios, el único que puede ser el salvador de nuestras almas, y resucitar nuestros restos óseos resguardados por ahora en el cementerio.  Si no, ¿para qué los tenemos allá?

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   La segunda realidad de nuestra fe y esperanza en Dios que representan los restos óseos de los que antes fueron los cuerpos mortales de los cristianos, es:

II.- QUE REPRESENTAN FE EN LAS PROMESAS DE DIOS AUN DESPUÉS DE ENFRENTAR LA MUERTE.

   En una epístola escrita unos 15 siglos después, el apóstol que escribió a los hebreos cristianos de su tiempo, les recordó que: “Por la fe José, al morir, mencionó la salida de los hijos de Israel, y dio mandamiento acerca de sus huesos” (Hebreos 11:22).  ¿Qué mandamiento dio a sus familiares? En Génesis 50:26 leemos que él dijo: “haréis llevar de aquí mis huesos”.  Dios cumple su promesa no solamente con el alma invisible de los seres humanos llevándola a su cielo eterno, sino que aun cuando los restos mortales son depositados en una tumba terrenal, el cuerpo y restos de un creyente, no es un desecho sino siguen siendo restos que están unidos a Cristo en espera del día de la resurrección que un día ocurrirá.

   Nosotros estamos pendientes de los restos de nuestros seres queridos porque ello representa la esperanza de que Dios un día les dará vida nuevamente, sino no habría razón para sepultar a nuestros seres querido, ni razón para conservar sus restos óseos.  Tratándose también de los cuerpos y restos óseos de los que somos creyentes de Jesucristo, Dios nos hará resucitar con cuerpos glorificados, sin duda que usando Él los mismos huesos que ahora tenemos en algún lugar del cementerio.  Preservar los restos de nuestros seres queridos, implica fe en la esperanza de la gracia de la resurrección que por Cristo los creyentes algún día recibiremos; si no, ¿para qué los cuidamos, si no representan nuestra fe y esperanza en Dios para la eternidad?

   Quiera Dios que la esperanza que tenemos para Nicolás por la fe que tuvo en Cristo, sea también nuestra esperanza personal que solo tiene garantía para las personas que creemos en Jesús como nuestro Señor y como nuestro único y suficiente Salvador.  Esperamos el día que Nicolás será resucitado, el mismo día que los que creemos en Cristo seremos resucitados.

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   CONCLUSIÓN: Hoy invito a todos los que estamos aquí reunidos en este hogar, que mejoremos e intensifiquemos nuestra fe en las promesas redentoras de Dios.  Les invito a que todos y cada uno de ustedes crean con firmeza en Jesucristo como el único Señor y Salvador que debemos tener, porque otro no hay.  Les invito a que juntos confiemos en que Dios cumplirá su promesa tanto a Nicolás como a nosotros, de que nos dará también algún día la resurrección de nuestros cuerpos.

   La biblia, por medio de la epístola del apóstol Pablo a los romanos, nos asegura que: “si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros” (Romanos 8:11).  Los creyentes no quedaremos muertos y descompuestos para siempre, sino que seremos vivificados por el poder del Espíritu Santo de Dios. Por eso, mis estimados oyentes, crean en Dios y en su Hijo Jesucristo, porque vale la pena, no solo para la salvación de nuestra alma, sino también para el rescate de nuestros cuerpos que por ahora son mortales.

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