SI JESÚS NO HUBIESE RESUCITADO, Por: Diego Teh.

SI JESÚS NO HUBIESE RESUCITADO

1 Corintios 15

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Bosquejo elaborado por el Pbro. Diego Teh, para la predicación del DOMINGO DE RESURRECCIÓN, 1 de abril 2018, a las 18:00 horas, en diversas congregaciones de la iglesia “El Divino Salvador” de la col. Centro, de Mérida, Yucatán.

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   INTRODUCCIÓN: La resurrección de Jesús fue el sello de garantía de que él triunfó sobre la muerte y su poder de retener para siempre a todo ser humano mortal; pues a Jesús no pudo retenerle.  También su resurrección garantiza que él triunfó sobre el mismo diablo quien siempre quiso ser como Dios y ocupar su trono en el cielo, pero que no le correspondía. Sobre esto, dice el apóstol Juan en su primera epístola: “Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo” (1 Juan 3:7).  Y así podemos hacer una larga lista de garantías que, por haber Jesús resucitado, aseguran beneficios para nosotros los seres humanos.

   Pero, ¿qué hubiese pasado si Jesús no hubiese resucitado?  En el mensaje de este momento me propongo responder esta pregunta imaginaria, porque en realidad según los evangelios de la Biblia, Jesús sí resucitó.  Pero, para responder a la pregunta que he formulado, lo haré usando los versículos del texto bíblico que hoy hemos leído en la primera epístola del apóstol San Pablo a los Corintios, capítulo 15.

   Específicamente, me propongo predicarles que: si Jesús no hubiese resucitado, habría realidades de la fe cristiana que nunca serían un beneficio. / ¿Cuáles serían las realidades de la fe cristiana que nunca serían un beneficio, si Jesús no hubiese resucitado? / Según nuestro texto bíblico, algunas de las realidades de la fe cristiana que nunca serían un beneficio, son las siguientes:

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   La primera realidad de la fe cristiana que nunca sería un beneficio, si Jesús no hubiese resucitado, es:

I.- LA RESURRECCIÓN QUE AHORA ESPERAMOS.

   El apóstol Pablo, argumentando que todo discípulo de Jesús debe creer que también será resucitado algún día determinado por Dios, por la virtud de que Jesús no quedó muerto en la sepultura, sino que resucitó.  Por eso, exhorta a los discípulos o cristianos de Corinto, diciéndoles: “Pero si se predica de Cristo que resucitó de los muertos, ¿cómo dicen algunos entre vosotros que no hay resurrección de muertos? / Porque si no hay resurrección de muertos, tampoco Cristo resucitó” (1 Corintios 15:12,13).  Pero el énfasis del apóstol es asegurar que Cristo sí resucitó, entonces por ello sí habrá resurrección de seres humanos.

   Amados hermanos, es gracias a la resurrección de Jesucristo que tanto en los evangelios, como en las epístolas apostólicas se nos dice que los creyentes un día seremos resucitados. Si Jesús no hubiese resucitado, la realidad de la resurrección que ahora esperamos, no sería un beneficio.  El ser humano que Dios salva, no es solamente salvado a medias, solamente su alma, sino también su cuerpo que temporalmente va a desintegrase para que el polvo vuelva al polvo, pero luego el cuerpo será vivificado por medio de la resurrección gloriosa.

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   La segunda realidad de la fe cristiana que nunca sería un beneficio, si Jesús no hubiese resucitado, es:

II.- LA PREDICACIÓN QUE AHORA REALIZAMOS.

   El segundo argumento del apóstol Pablo en la primera parte del versículo 14, suponiendo que Cristo no haya o hubiese resucitado, es: “Y si Cristo no resucitó, vana es entonces nuestra predicación, …” (1 Corintios 15:14).  La predicación que los apóstoles, evangelistas, y misioneros, ya habían hecho durante los siguientes 30 años desde la resurrección de Jesús, no tendría sentido.  Pero, sí había tenido sentido porque miles de personas en decenas de ciudades habían aceptado la predicación de que Jesús es el Señor y Salvador de los pecadores, habiendo él muerto por los pecados de cada ser humano elegido por la sola gracia de Dios.  Los resultados son los que dan la razón de que la predicación del evangelio no es vana.  Ninguna literatura de aquellos tiempos, ni de la actualidad, puede dar resultados de tener una vida transformada del pecado a la vida de santidad, o de cualquier otro vicio, pecado, o adicción. Solamente cuando el evangelio es leído o predicado, las vidas son divinamente cambiadas desde el corazón hasta toda la conducta externa.

  Amados hermanos, si Jesús no hubiese resucitado, las palabras que él mismo predicó en su tiempo, las palabras evangélicas que predicaban los apóstoles, y las mismas palabras de inspiración divina que predicamos en la actualidad, no tendría ningún poder transformador.  Pero, la realidad es totalmente lo contrario, la palabra como dice otro apóstol, es “viva y eficaz” (Hebreos 4:12), y se observa en el resultado redentor y santificador que ocurre en la vida de los que somos sus discípulos.

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   La tercera realidad de la fe cristiana que nunca sería un beneficio, si Jesús no hubiese resucitado, es:

III.- LA FE EN DIOS QUE AHORA PROFESAMOS.

   En el mismo versículo 14, pero en su segunda parte, el apóstol Pablo, suponiendo solamente que, si Cristo no hubiese resucitado, dice: “Y si Cristo no resucitó, […], vana es también vuestra fe” (1 Corintios 15:14).  En la primera parte del versículo 17 también repite lo mismo, diciendo: y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; …” (1 Corintios 15:17).  Una fe vana, sería aquella que después de tanto creer en algo, ese algo jamás se cumplirá; pero lo que San Pablo estaba diciendo, es que la fe que se pone o ejerce en la persona y obra de Jesucristo, es totalmente no vana sino favorable, porque como él mismo escribió en otras epístolas: “Porque por gracias sois salvos, por medio de la fe, …” (Efesios 2:8).

   La fe es el medio por el cual llegamos a la gracia de la salvación.  Entonces, no es vana porque su resultado es salvación.  Vano es negarse a tener fe en la persona santa, redentora, y resucitada de Jesús, porque como San Juan apóstol dijera acerca de Jesús: “El que en él cree, no es condenado; pero el que no cree, ya ha sido condenado, porque no ha creído en el nombre del unigénito Hijo de Dios” (Juan 3:18).  El que no cree que Jesús murió por los pecadores, y que resucitó para asegurar la salvación que él ganó solo con su propia muerte, queda en condenación; pero el que cree que murió tomando nuestro lugar, y resucitó como evidencia de que su muerte redentora fue aprobada por su Padre celestial, tal persona “no es condenado”. ¿Es así entonces, vano tener fe en él y en su resurrección?

   Amados hermanos, si Jesús no hubiese resucitado, entonces, creer en él y en su evangelio de nada serviría, y es correcto, porque creer en solamente un muerto, no tiene valor redentor.  En cambio, como Jesús no solamente murió, sino que venció la muerte, entonces eso nos asegura que nuestra fe en él no es vana, pues si creemos en él, también recibimos por él la salvación eterna que nos libra de la condenación eterna.  Entonces la fe en Jesús no es vana.  Creer en Jesús vale la pena porque por gracia de Dios, sí nos beneficia.

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   La cuarta realidad de la fe cristiana que nunca sería un beneficio, si Jesús no hubiese resucitado, es:

IV.- EL PERDÓN QUE AHORA YA GOZAMOS.

    En la segunda parte del versículo 17, el apóstol siguiendo con la suposición de que, si Cristo no resucitó, dice: y si Cristo no resucitó, […]; aún estáis en vuestros pecados” (1 Corintios 15:17).   Aunque es la muerte de Jesús la que realmente obtuvo el perdón de los pecados para quienes crean en él, es el haber resucitado Jesús lo que garantiza que ese perdón obtenido por él pueda ser una realidad en la vida de una persona que expresa arrepentimiento para con Dios; y es el Espíritu Santo que hace efectivo dicho perdón en tal persona. Y sabernos perdonados por Dios nos llena de gozo y satisfacción porque no es poca cosa que quien nos extiende su perdón no es un igual a nosotros, sino que es nada menos que Dios, además es nuestro Creador, y además voluntariamente quiso ser también nuestro Salvador.

   Pero si Jesús no hubiese resucitado, tiene razón el apóstol Pablo cuando dice: y si Cristo no resucitó, […]; aún estáis en vuestros pecados”, pues estaríamos absorbidos por la atracción del pecado.  Estaríamos atrapados, enredados, y muertos en nuestros delitos y pecados, sin vida espiritual.  Pero ahora, gracias a que Jesús resucitó, no estamos atrapados por el pecado y en el pecado, sino que Dios nos ha rescatado de la vileza del pecado, perdonando nuestros pecados, y nos ha dado vida espiritual para no ser atrapados y permanecer en ningún pecado.

   Amados hermanos, ahora no estamos en nuestros pecados. Ahora estamos en Cristo.  Por eso, San Pablo, hablando de Jesucristo a los Efesios, les explica: “Y él os dio vida a vosotros, cuando estabais muertos en vuestros delitos y pecados” (Efesios 2:1).  Gracias a Jesús ya hemos sido perdonados, lo cual no sería cierto si él no hubiese resucitado.

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   La quinta realidad de la fe cristiana que nunca sería un beneficio, si Jesús no hubiese resucitado, es:

V.- LA SALVACIÓN QUE AHORA DISFRUTAMOS.

   Pasando al versículo 18, nos damos cuenta que su tenor no es independiente del versículo 17 sino que a pesar del punto y seguido que hay entre ambos versículos, se trata de la continuación de la misma idea planteada en el versículo 17.  Así que tomando en cuenta que hay una conexión entre ambos versículos, tenemos que leerlos así: “y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados. / Entonces también los que durmieron en Cristo perecieron” (1 Corintios 15:17,18).  Así, descubrimos que lo que San Pablo está explicando es que si Jesucristo no hubiese resucitado entonces los que entendemos y creemos que murieron creyendo en Jesucristo, realmente no se salvaron absolutamente de nada, sino que en ese caso “perecieron”.  Siguieron en su inevitable condenación eterna.  Y en consecuencia nadie, ni nosotros tendríamos salvación.  Pero, como Jesucristo resucitó, y fue una realidad comprobada por muchísimos testigos de aquel tiempo, entonces, todo creyente tanto los que precedieron al apóstol Pablo, como nosotros en la actualidad, somos salvos, gracias a que Jesús no quedó muerto, sino que resucitó.

   Amados hermanos, el pecado hace que una persona cuerpo y alma perezca en condenación eterna, pero ahora que Cristo resucitó, ninguno que cree en él perecerá en condenación.  Con toda seguridad el apóstol Pablo también escribió en su epístola a los romanos, que: “Ninguna condenación hay para los que están en Cristo” (Romanos 8:1).  Sí, lo que hay a cambio, es salvación de la condenación eterna. Y para quien no la tiene, dice el apóstol Pedro que: El Señor no retarda su promesa, según algunos la tienen por tardanza, sino que es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9). Así que si alguien perece no será porque Cristo no resucitó, sino porque tal persona no procedió al arrepentimiento, y porque no creyó que Jesús después de haber muerto, resucitó y vive para siempre.

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   CONCLUSIÓN: Amados hermanos, concluyo este mensaje enfatizando que los cristianos tenemos un Cristo vivo, que no quedó en el sepulcro de Jerusalén. Su vida es nuestra vida. Sigamos firmes en la esperanza de que si morimos de esta vida actual, eso no es problema porque seremos por él resucitados. No es vano tener esta esperanza porque es una promesa de él mismo que entre sus enseñanzas dijo: el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá” (Juan 11:25). Vale la pena.

   Sigamos predicando su muerte y resurrección.  Sigamos creyendo en su persona y obra redentora.  Sigamos disfrutando el perdón de nuestros pecados que él ganó para que Dios no nos castigue como realmente lo merecemos.  Vivamos en constante arrepentimiento de las cosas malas que involuntaria o hasta las que voluntaria y deliberadamente hacemos, porque Jesús ha hecho todo lo necesario para que por nada perezcamos en la eternidad.  Hay que vivir congruentemente con nuestra fe y con nuestra ética cristiana.

   Dios bendiga su palabra, y “… gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo” (1 Corintios 15:57). Nada que creamos, y hagamos por él, es vano. Todo vale la pena.

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