RAZONES PARA NO SER PADRES PASIVOS EN PREDICARLES A LOS HIJOS, Por: Diego Teh.

RAZONES PARA NO SER PADRES PASIVOS EN PREDICARLES A LOS HIJOS

1 Samuel 2:12-24.

2 Timoteo 1:5.

Bosquejo elaborado por el Pbro. Diego Teh, para la predicación del domingo 29 de abril 2018, a las 11:00 horas, en la iglesia “El Divino Salvador” de la col. Centro, de Mérida, Yucatán.

 

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   INTRODUCCIÓN: El Sumo Sacerdote Elí fue padre de dos varones que tenían por derecho divino el privilegio de ser sacerdotes en Israel. La historia de sus vidas y ministerios que se nos relata en los primeros capítulos del primer libro de Samuel, es de vidas indignas de estar en el ministerio que ocupaban y desempeñaban.  Sin duda que era su propia irresponsabilidad que no se le puede atribuir a nadie más, sin embargo, el relato deja ver detalles de que sus conductas eran consecuencias de la pasividad con la que su padre los educó insuficientemente. El día que Dios llamó a Samuel, un joven que creció bajo la tutela del mismo Elí, como si fuera el tercer hijo de la familia, lo primerito que Dios le dijo a Samuel fue: “He aquí haré yo una cosa en Israel, que a quien la oyere, le retiñirán ambos oídos. / Aquel día yo cumpliré contra Elí todas las cosas que he dicho sobre su casa, desde el principio hasta el fin. / Y le mostraré que yo juzgaré su casa para siempre, por la iniquidad que él sabe; porque sus hijos han blasfemado a Dios, y él no los ha estorbado” (1 Samuel 3:11-13). La observación de Dios en cuanto a Elí con relación a sus dos hijos, es que “él no los ha estorbado” (1 Samuel 3:13; RV60); la NVI dice: “no los refrenó” (1 Samuel 3:13; NVI); la DHH dice: “no los ha reprendido” (1 Samuel 3:13; DHH); y la TLA dice: “no hizo nada para corregirlos” (1 Samuel 3:13; TLA).  Esto es lo que hace que un padre de familia sea pasivo en la educación de sus hijos; y en la actualidad hay muchos padres llenos de fe, dedicados al servicio a Dios tanto como oficiales de iglesia o solamente como laicos, que son pasivos como Elí, y que solamente están observando la decadencia espiritual de sus hijos sin predicarles el evangelio que les puede restaurar.

   Por eso en esta exposición les voy a predicar que: Los padres que sirven a Dios de todo corazón, no deben ser pasivos en predicarles a sus propios hijos. / ¿Por qué los padres que sirven a Dios de todo corazón no deben ser pasivos en predicarles a sus propios hijos? / En este mensaje les voy a hablar de varias razones por las que ningún padre debe ser pasivo en predicarles a sus propios hijos.

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   La primera razón por la que ningún padre debe ser pasivo en predicarles a sus propios hijos, es:

I.- PORQUE LOS HIJOS SE PUEDEN INCLINAR A LA IMPIEDAD.

    La primera descripción de la vida de los hijos de Elí, según Samuel, es que: “Los hijos de Elí eran hombres impíos” (1 Samuel 2:12a), a pesar de que su padre era el más encumbrado representante de todos los ministros del pueblo de Dios. Sobre él no había un líder superior, pues él era el líder de cientos de sacerdotes en todo el país.  Su impiedad fue evidente de muchísimas maneras.  Por ejemplo, cuando sus hijos llegaron a ser sacerdotes, teniendo ellos el privilegio de recibir de los que ofrecían sus sacrificios, toda la carne que podía engancharse en un garfio especial diseñado para separar su parte, ellos antes de tener el consentimiento de los que presentaban sus sacrificios, les quitaban a la fuerza más de la carne permitida, y antes del momento que en el ritual podían tomar lo autorizado por Dios. Samuel nos explica que: “Era, pues, muy grande delante de Jehová el pecado de los jóvenes; porque los hombres menospreciaban las ofrendas de Jehová” (1 Samuel 2:17).  Esto solamente era parte de la impiedad de los hijos de Elí.  Otro aspecto de su impiedad era que: “dormían con las mujeres que velaban a la puerta del tabernáculo de reunión” (1 Samuel 2:22b); es decir, eran adictos y pervertidos en fornicación.

   Lo peor de todo ello es que es que “él no los ha estorbado” (1 Samuel 3:13; RV60); “no los refrenó” (1 Samuel 3:13; NVI); “no los ha reprendido” (1 Samuel 3:13; DHH); y “no hizo nada para corregirlos” (1 Samuel 3:13; TLA).  Fue pasivo en predicarles a sus dos hijos, pero eso sí era el sumo sacerdote que en el ejercicio de sus funciones, tuvo el valor de reprender a una pobre mujer llamada Ana, solo porque mientras ella oraba en el Tabernáculo, a él le pareció que ella estaba ebria; pero no le importó que sus propios hijos se estaban inclinando hacia todo tipo de impiedad.  Esto es lo que a veces pasa no a todos, pero sí a una gran cantidad de padres de familia que en vez de ocuparnos de nuestros hijos queremos corregir a los hijos de otros o a otras personas, mientras somos pasivos con nuestros propios hijos.  No debe de ser así amados hermanos.

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   La segunda razón por la que ningún padre debe ser pasivo en predicarles a sus propios hijos, es:

II.- PORQUE LOS HIJOS CRECEN SIN CONOCIMIENTO DE DIOS.

    La segunda descripción de la vida de los hijos de Elí, además de que “eran hombres impíos” (1 Samuel 2:12a), según Samuel: “no tenían conocimiento de Jehová” (1 Samuel 2:12b).  Y lo grave del asunto es que en el contexto de la historia sus dos hijos, ya eran unos hombres mayores de 30 años, porque ya estaban ejerciendo el sacerdocio el cual no se podía ejercer antes de los 30 años.  Qué lamentable es que teniendo el privilegio más que derecho de ser sacerdotes del pueblo de Dios que necesita orientación acerca de la voluntad de Dios, estos ministros hijos del sumo sacerdote Elí “no tenían conocimiento de Jehová”.

   ¿Qué pasó en su niñez, adolescencia y juventud temprana, que no hayan conocido a Jehová el Dios de Israel, el mismo Dios nuestro en la actualidad?  Es evidente que el señor sumo sacerdote mientras estaba ocupado en su ministerio, o sagrado trabajo, no dedicó tiempo para enseñar o predicarles a sus propios hijos que estaban creciendo sin el conocimiento de quién es Dios y cómo se le debe temer y servir.  Es verdad que crecieron junto a él, y tanto en su adolescencia como en su juventud debieron haber ayudado en algo en el servicio sagrado, pero evidentemente fue solamente un servicio rutinario como hacer cualquier otra cosa que se hace hasta de manera inconsciente, sin el conocimiento esencial y divino que necesitaban.

   Todo esto les ocurrió a sus hijos, según Dios, porque “él no los ha estorbado” (1 Samuel 3:13; RV60); “no los refrenó” (1 Samuel 3:13; NVI); “no los ha reprendido” (1 Samuel 3:13; DHH); y “no hizo nada para corregirlos” (1 Samuel 3:13; TLA).  Fue pasivo en predicarles.  Esto nos enseña que aun siendo los servidores más notables de la iglesia, es sumamente necesario el dedicar tiempo para instruir a nuestros hijos en el camino de la fe. Pero, aun si somos de los que no están comprometidos ni involucrados en el servicio a Dios, tenemos que predicarles a nuestros hijos todo lo que deben saber con respecto a Dios y con respecto a los deberes que él con todo derecho nos impone tanto a padres como a hijos.

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   La tercera razón por la que ningún padre debe ser pasivo en predicarles a sus propios hijos, es:

III.- PORQUE LOS HIJOS MENOSPRECIARÁN EL CULTO A DIOS.

   Basta con leer 1 Samuel 2:13-17 para darnos cuenta cómo estos dos “falsos sacerdotes” de Israel, actuaban irreverentemente con respecto del culto a Dios.  Voy a leerles el texto bíblico al respecto para entender su problema de irreverencia hacia Dios y hacia el culto que los verdaderos fieles ofrecían de todo corazón a Dios según las prescripciones del antiguo sistema sacerdotal de Israel.  El texto bíblico dice: “Cada vez que alguien ofrecía un sacrificio, los hijos de Elí enviaban a un sirviente con un tenedor grande de tres dientes. Mientras la carne del animal sacrificado aún se cocía, / el sirviente metía el tenedor en la olla y exigía que todo lo que sacara con el tenedor fuera entregado a los hijos de Elí. Así trataban a todos los israelitas que llegaban a Silo para adorar. / Algunas veces el sirviente llegaba aun antes de que la grasa del animal fuera quemada sobre el altar. Exigía carne cruda antes de que hubiera sido cocida, para poder asarla. / Si el hombre que ofrecía el sacrificio respondía: «Toma toda la que quieras, pero solo después de quemarse la grasa», el sirviente insistía: «No, dámela ahora o la tomaré por la fuerza». / Así que el pecado de estos jóvenes era muy serio ante los ojos del Señor, porque trataban las ofrendas del Señor con desprecio” (1 Samuel 2:13-17; TLA).  La RV60 traduce esto de tratar con desprecio las ofrendas del Señor, diciendo que: “menospreciaban las ofrendas de Jehová” (1 Samuel 2:17; RV60).  Este menosprecio era la evidencia de su irreverencia primero para con Dios, pero luego también para con su culto.

   Pero también esto ocurrió con los hijos de Elí, según Dios, porque “él (Elí) no los ha estorbado” (1 Samuel 3:13; RV60); “no los refrenó” (1 Samuel 3:13; NVI); “no los ha reprendido” (1 Samuel 3:13; DHH); y “no hizo nada para corregirlos” (1 Samuel 3:13; TLA).  Fue pasivo en predicarles.  Pero, en este caso, la irresponsabilidad de este padre fue doble porque no solo fallaba como padre, sino también como sumo sacerdote, porque las irregularidades que sus hijos cometían en el ejercicio del sacerdocio, también él tenía la autoridad para exhortarles e incluso hasta deponerles de sus funciones por profanos e irreverentes, pero no lo hizo.  Esto, nos enseña que nosotros también no debemos ser consentidores con las profanidades que nuestros hijos pretendan hacer, fingiendo ser cristianos cuando sus vidas evidencian lo contrario. Tenemos que predicarles el evangelio aunque ya sean mayores de edad, pero mejor hacerlo desde que son pequeños.

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   La cuarta razón por la que ningún padre debe ser pasivo en predicarles a sus propios hijos, es:

IV.- PORQUE LOS HIJOS ARRASTRARÁN A OTROS A PECAR.

   Es muy vergonzosa la perversión de estos dos hijos impíos de Elí. Su perversidad sexual había involucrado seguramente que a la fuerza a mujeres devotas a Dios quienes, con sentido de servicio y consagración a Dios, servían como guardias del tabernáculo.  Dice el texto bíblico según nuestra versión RV60 “Pero Elí era muy viejo; y oía de todo lo que sus hijos hacían con todo Israel, y cómo dormían con las mujeres que velaban a la puerta del tabernáculo de reunión” (1 Samuel 2:22). ¿Qué es eso? No son actitudes dignas de un siervo de Dios constituido para ejercer el sacerdocio en Israel. Supongamos que don Elí no les haya dicho por lo menos una vez en la vida que deberían ser santos en el aspecto sexual de sus vidas, es imposible que no sepan que su proceder no era el correcto.  Lo peor era que siendo ministros de la ley de Dios, no solamente ellos pecaban por su propia voluntad, sino que de paso arrastraban al pecado a otras personas que, si bien no lo hacían deliberadamente, finalmente caían en una falta que Dios uno siglos atrás castigó con la muerte a más de 14,000 mil personas que practicaban el pecado de fornicación, lo mismo que estos hijos de Elí estaban cometiendo con las mujeres de la guardia del tabernáculo.

   Otra vez, la triste realidad de aquella situación, aunque la decisión era propia de sus hijos, mucho tiene que ver con Elí como padre de familia, porque “él no los ha estorbado” (1 Samuel 3:13; RV60); “no los refrenó” (1 Samuel 3:13; NVI); “no los ha reprendido” (1 Samuel 3:13; DHH); y “no hizo nada para corregirlos” (1 Samuel 3:13; TLA).  Fue pasivo en predicarles la sana espiritualidad de por lo menos la ley moral de Dios, así como los requisitos de la ley ceremonial de Dios.  Dios nos libre de tener hijos impíos que a su vez también sean culpables de involucrar a otros hacia la abierta desobediencia a Dios; pero sería mejor que no seamos pasivos en predicarles el evangelio a nuestros hijos e hijas desde su infancia, durante su niñez, adolescencia, y aun en su edad adulta, antes que gente impía les guíe a la inmoralidad como ocurrió con los hijos de Elí.  Ahora es el tiempo de predicarle a nuestros hijos, sean pequeños o sean mayores de edad.

 

   La quinta razón por la que ningún padre debe ser pasivo en predicarles a sus propios hijos, es:

V.- PORQUE LOS HIJOS NO TENDRÁN RESPETO A SUS PADRES.

   A continuación, lean o escuchen lo que le sucedió a este anciano padre, o más bien observen la irrespetuosa manera cómo ellos trataron a su señor padre.  Específicamente, cuando se enteró del inmoral proceder de sus hijos, Elí, según Samuel les dijo: “… ¿Por qué hacéis cosas semejantes? Porque yo oigo de todo este pueblo vuestros malos procederes. / No, hijos míos, porque no es buena fama la que yo oigo; pues hacéis pecar al pueblo de Jehová. / Si pecare el hombre contra el hombre, los jueces le juzgarán; mas si alguno pecare contra Jehová, ¿quién rogará por él?” (1 Samuel 2:23-25b).  Realmente ya era demasiado tarde cuando los quiso corregir, porque ya se sentían mayores de edad; por lo que de nada le sirvió a Elí su esfuerzo de amonestarles.  En la siguiente frase del versículo 25 observen cuál fue la reacción de estos irrespetuosos hijos.  Samuel, dice de ellos: “Pero ellos no oyeron la voz de su padre” (1 Samuel 2:25c).  A estas alturas de la edad adulta de Ofni y Fineés, debieron haber sido maduros para escuchar a su propio padre, al mismo tiempo que él mismo era también su autoridad en el tabernáculo porque él era el sumo sacerdote en turno.  Ambos debieron oír la amonestación de su padre, sin embargo, como no le tenían respeto a su padre, terminaron no haciéndole caso.

   Todo esto, no tiene otro motivo más que el que Dios dice de Elí, de que “él no los ha estorbado” (1 Samuel 3:13; RV60); “no los refrenó” (1 Samuel 3:13; NVI); “no los ha reprendido” (1 Samuel 3:13; DHH); y “no hizo nada para corregirlos” (1 Samuel 3:13; TLA).  Fue pasivo en predicarles a sus hijos cuando eran unos jóvenes, o cuando eran todavía adolescentes, o peor si no lo hizo desde que eran niños.  Es verdad que hay hijos que, a pesar de haber sido bien enseñados y educados, se convertirán en rebeldes; pero, este no fue el caso de los hijos de Elí, según Dios mismo, pues la realidad es que él como padre no ejerció sobre ellos su liderazgo paternal.  Muchas veces, el no establecer desde la niñez de los hijos, las bases de una buena educación en el temor de Dios, es el motivo por el que los hijos crecen con rebeldía, desobediencia, e ignorando los consejos.

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   La sexta razón por la que ningún padre debe ser pasivo en predicarles a sus propios hijos, es:

VI.- PORQUE DIOS LOS JUZGARÁ POR SU IMPIEDAD.

   El texto bíblico, además de decir de Ofni y Fineés: “Pero ellos no oyeron la voz de su padre”, Samuel el autor de la historia de ellos, explica que por la gravedad de sus faltas de las cuales no estaban dispuestos a arrepentirse, Dios no los perdonaría “porque Jehová había resuelto hacerlos morir” (1 Samuel 2:25b). Era tanta la impiedad de ellos, que nunca demostraron arrepentimiento por sus pecados, a tal grado que Dios mismo decidió no obligarlos ni por la fuerza ni por su Espíritu para transformarlos.  Al contrario, Samuel nos dice que “Jehová había resuelto hacerlos morir”, tal como castigó en el pasado por no demostrar arrepentimiento, no a dos sino a más de 14,000 personas en una sola ocasión.

   ¿Qué triste es cómo padre saber que Dios juzgará, sentenciará, y ejecutará a un hijo nuestro?  Dios envió a un profeta (no a Samuel) a decirle a Elí: “Yo había dicho que tu casa y la casa de tu padre andarían delante de mí perpetuamente; mas ahora ha dicho Jehová: Nunca yo tal haga, porque yo honraré a los que me honran, y los que me desprecian serán tenidos en poco. / He aquí, vienen días en que cortaré tu brazo y el brazo de la casa de tu padre, de modo que no haya anciano en tu casa. / Verás tu casa humillada, mientras Dios colma de bienes a Israel; y en ningún tiempo habrá anciano en tu casa. / El varón de los tuyos que yo no corte de mi altar, será para consumir tus ojos y llenar tu alma de dolor; y todos los nacidos en tu casa morirán en la edad viril. / Y te será por señal esto que acontecerá a tus dos hijos, Ofni y Finees: ambos morirán en un día” (1 Samuel 2:30-34).  Y por fin llegó el día, un día bastante doloroso y trágico para él mismo.  Siendo él ya bastante anciano, de 98 años (cf. 1 Samuel 3:15), que debería estar disfrutando su retiro del santo ministerio, su corazón estaba sufriendo por causa de sus hijos; y además, el día que recibió la mala noticia de la muerte de sus dos hijos, por el mismo impacto de la noticia junto con la captura por los filisteos, del arca del pacto de Dios que ellos custodiaban, Elí “… cayó hacia atrás de la silla al lado de la puerta, y se desnucó y murió” (1 Samuel 3:18b).

   Una de las causas de haber llegado este triste y mortal momento para los dos hijos impíos, así como el momento de la muerte accidentada de Elí, fue porque “él no los ha estorbado” (1 Samuel 3:13; RV60); “no los refrenó” (1 Samuel 3:13; NVI); “no los ha reprendido” (1 Samuel 3:13; DHH); y “no hizo nada para corregirlos” (1 Samuel 3:13; TLA).  Fue pasivo en predicarles a sus hijos de que “la paga del pecado es muerte” (Romanos 6:23), una verdad que debía ser bien conocida por Elí como sumo sacerdote.

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   La séptima razón por la que ningún padre debe ser pasivo en predicarles a sus propios hijos, es:

VII.- PORQUE LOS HIJOS NO DESARROLLARÁN FE EN DIOS.

  Ahora, qué hermoso es cuando el apóstol Pablo se dirige a un joven llamado Timoteo, diciéndole que puede observarle: “la fe no fingida que hay en ti” (2 Timoteo 1:5a).  Este no era un hombre impío como los hijos de Elí. Pero, es interesante observar que Pablo le comenta a Timoteo que esa fe que Timoteo tiene “habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también” (2 Timoteo 1:5b, c, d).  La fe no pasa en automático de los abuelos a los nietos, ni de los padres a los hijos, por lo que para Timoteo su fe en Dios no fue automático ni heredado, ni de la abuela Loida ni de su mamá Eunice.  La abuela Loida se ve que hizo un buen trabajo de predicarle a su hija Eunice las verdades de las Sagradas Escrituras, aunque su hija Eunice tuvo sus propias rebeldías, al casarse con un hombre con el que no debió haberse casado, por ser un griego que no tenía nada de temor de Dios.  Sin embargo, Eunice fue esforzada, diligente, en enseñarle a su hijo Timoteo las Sagradas Escrituras y las mismas verdades que ella debió haber escuchado de su madre Loida.

   De alguna manera, Pablo se enteró de esta educación que Eunice le dio a su hijo Timoteo, pues cuando Pablo tuvo que escribirle una segunda carta a Timoteo, le recuerda: “… persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; / y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. / Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redarg:uir, para corregir, para instruir en justicia, / a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:14-17).  Desde niño fue educado con las Sagradas Escrituras por una madre piadosa; y por haber oído una y otra vez, la palabra de Dios, en Timoteo había nacido una fe real y verdadera en Dios.  Esto fue lo que le hizo falta a Ofni y Fineés por parte de su padre.  Esto fue lo que Elí no hizo con sus hijos.  Esto es lo que muchos padres de familia descuidamos para con nuestros hijos, al no enseñarles la palabra de Dios, por lo que nuestros hijos crecen sin fe o con mucha falta de fe.

   La fe en Dios surge en el corazón de cada persona, desde luego que por la gracia y por don de Dios (cf. Efesios 2:8), pero en lo práctico la fe surge en las personas mediante el oír la palabra de Dios (cf. Romanos 10:17), palabra que se transmite por medio del hablarles o leerles la palabra de Dios.  Cuando los padres comparten por lectura o explicación esa palabra de Dios a sus hijos, también se puede esperar que ellos desarrollen una fe real en Dios que evitará que ellos sean impíos y los transformará en personas piadosas llenas de fe, y dedicadas rectamente al servicio de Dios.  Prediquemos a nuestros hijos la palabra de Dios, el evangelio de toda las Escrituras, para que nuestros hijos sean personas de fe, que nos traigan alegría y satisfacción de haber sido instrumentos de Dios para guiarlos a la gloriosa salvación por medio de Cristo.

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   CONCLUSIÓN: Amados hermanos, evitemos ser padres pasivos que no hablemos la palabra de Dios a nuestros hijos. La palabra de Dios, será el medio de gracia que Dios usará para que 1).- no se inclinen a la impiedad; 2).- tengan el conocimiento correcto y necesario acerca de Dios; 3).- no menosprecien a Dios y su culto; 4).- no arrastren a otros al pecado, sino más bien que lleven a otras personas a los pies de Cristo; 5).- no sean hijos irrespetuosos ni con sus padres ni con su esposa e hijos, aunque por la ley civil sepan que ya son mayores de edad; 6).- no sean juzgados, sentenciados, y ejecutados por la recta y santísima justicia de Dios; y 7) no desarrollen incredulidad, sino fe, la fe salvadora por medio de Jesucristo.

   Que Dios nos dé a todos los que somos padres, no solamente la gracia de predicarles a otros el santo evangelio de su hijo Jesucristo, sino que también nos de la gracia de no ser pasivos para predicarles primero a nuestros propios hijos.

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