EL EVANGELIO ES PODER DE DIOS
2 Corintios 5:17-21.
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Bosquejo elaborado por el Pbro. Diego Teh, para la predicación del domingo 27 de mayo 2018, en diversas congregaciones de la iglesia “El Divino Salvador” de la col. Centro, de Mérida, Yucatán.
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Este bosquejo corresponde al sermón # 04 de la serie: EVANGELIZACIÓN.
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INTRODUCCIÓN: Hay una imagen con diversas variantes que hace unos años está circulando en el internet, y es muy cierto porque dice que LA BIBLIA MATA. Como hablar de matar o ser matado no sería una experiencia agradable para nadie, entonces nos da la impresión de que lo que está diciendo el mensaje de aquella imagen es igualmente desagradable; pero la realidad es que no, pues inmediatamente dice que: Mata la tristeza, la ignorancia, la ansiedad, el miedo, la angustia, el desespero, la soledad, y principalmente la falta de amor. Eso es lo que dice la imagen en cuestión, sin embargo, mata muchas cosas malas que no necesitamos en nuestra vida. Entonces, sí que la palabra de Dios es verdaderamente poderosa. Por eso el título del mensaje de este momento es: EL EVANGELIO ES PODER. Y ya lo decía el apóstol Pablo a los romanos a quienes les escribió: “…no me avergüenzo del evangelio, porque es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; …” (Romanos 1:16a). El evangelio es poder de Dios. Y eso es lo que me propongo explicarles en este mensaje.
En nuestra lectura bíblica, que es parte de una carta enviada por el apóstol Pablo a los Corintios, podemos descubrir que el evangelio es poder de Dios para generar en el ser humano las cosas nuevas que combaten el poder del pecado en el ser humano. / ¿Cuáles son “las cosas nuevas” que el evangelio como poder de Dios puede generar en el ser humano, y así combatir en él el poder del pecado? / Siguiendo las palabras del apóstol Pablo, les presentaré una lista de tres cosas nuevas.
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La primera cosa nueva que el evangelio como poder de Dios puede generar en el ser humano, y combatir en él el poder del pecado, es:
I.- UNA NUEVA CRIATURA.
El apóstol Pablo, hace una afirmación bastante cierta e importante al decir: “De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas” (2 Corintios 5:17). Estar en Cristo es el resultado de haber aceptado el poderoso evangelio. El poder de este evangelio en el corazón humano, a la vez que es destructor de las cosas viejas, también es constructor de cosas nuevas. Con las cosas viejas, el apóstol Pablo se refiere a todo pecado que una persona haya arrastrado durante toda su vida, incluyendo el pecado original transmitido a toda persona por generación ordinaria. Todo eso queda solamente como una experiencia de cosas viejas que aun siendo cosas que Dios pudiera usar en nuestra contra para sentenciarnos a condenación, ahora que uno ha aceptado la buena noticia del evangelio de Dios, todo ello queda cancelado. Por otra parte, esas cosas viejas solamente han sido como semillas que habiendo germinado hacen de la vida de toda persona, una vida desordenada consigo mismo, desordenada para con los demás, pero sobre todo desordenada para con Dios.
Pero, cuando uno da paso en su vida al poderoso evangelio de Dios, comienza una transformación de adentro hacia afuera, del corazón hacia las actitudes y acciones que uno realiza. Usted se comienza a dar cuenta que un cambio está comenzando a ocurrir y que seguirá ocurriendo todo el tiempo que uno viva. Es a este proceso que San Pablo llama “nueva criatura”. El evangelio tiene el poder de hacer una “nueva criatura” a un pecador que no parece tener esperanza no solo para la eternidad sino también para el presente. Las personas que viven sin saber para que viven, las personas que se sienten infelices y que nada les satisface en la vida, y que siempre sienten un vacío espiritual en sus vidas, necesitan experimentar que el poder del evangelio de Dios puede transformar su vida desdichada, miserable, infeliz, y desastrosa, a una “nueva criatura” cuya vida ya tendrá consciencia de su propósito de vivir, que será feliz según la perspectiva de Dios, y que esta nueva vida la disfrutará a plenitud. Ser una “nueva criatura” es lo mismo que estar en Cristo, pareciéndose más a Cristo.
Amados oyentes, si alguno entre los presentes ha estado viviendo sin tomar en cuenta a Dios en su vida, y por lo tanto ha acumulado sobre usted una gran cantidad de cosas viejas que están destruyendo su felicidad, que está destruyendo su relación familiar, que aparentemente está viviendo sin sentido alguno. Le invito a creer y recibir el evangelio de Jesucristo, que consiste en creer que Jesús es el único que puede transformar su vida, porque él murió para pagar todos los pecados de usted, y porque él venció la muerte al resucitar por sí solo, venciendo al mismo tiempo el poder del pecado que destruye al ser humano. Si usted cree en esta buena noticia, usted será convertido por el poder del evangelio, en una “nueva criatura”. ¿Hay alguno entre los presentes que me está escuchando que necesita esta experiencia en su vida? Lo animo a que ahora mismo allí donde usted se encuentra, le diga a Dios que usted acepta su santo y poderoso evangelio.
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La segunda cosa nueva que el evangelio como poder de Dios puede generar en el ser humano, y combatir en él el poder del pecado, es:
II.- UNA NUEVA RELACIÓN.
Hablando de todo este proceso de hacer cosas nuevas en la vida de una persona que ha abierto su corazón al poder del evangelio, el apóstol Pablo sigue explicando: “Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; / que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación” (2 Corintios 5:18,19). Como dije antes: Estar en Cristo es el resultado de haber aceptado el evangelio, y que ser una “nueva criatura” es lo mismo que estar en Cristo, pareciéndose más a Cristo. Pero, en estas palabras de San Pablo, que presupone que hay una condición de enemistad entre el ser humano y Dios, siendo el ser humano el culpable de esta enemistad, Dios comienza a realizar algo nuevo que queda descrito en la explicación: “Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, …” (v. 18). La causa de la enemistad que existe entre el ser humano y Dios, es el pecado cometido desde la primera pareja humana.
Dios siendo santo no puede tolerar que el pecado, y en consecuencia también los pecadores puedan estar delante de su presencia, por lo que a Eva y a Adán los sacó del Edén en donde Dios localizaba la manifestación de su presencia. En consecuencia, Dios tenía un plan alterno de llevarse a los seres humanos a su gloria celestial, pero habiendo ellos pecado, dice también el apóstol Pablo que los seres humanos “por cuanto todos pecaron, fueron destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23). Dios no los podría tener frente a Él ni en pintura por pecadores, a menos que fuesen santificados por alguien que pagase la pena de sus culpas. Fue entonces que Cristo al dar su vida que luego fue gloriosamente resucitada, ocurrió lo que San Pablo describe diciendo que “nos reconcilió consigo mismo por Cristo” (v. 18). Algo importante de tomar en cuenta es que esta reconciliación no es ni fue iniciativa de los pecadores para quedar bien con Dios, sino que es iniciativa de Dios mismo, de quien Pablo dice que “Dios, quien nos reconcilió consigo mismo”, añadiendo la explicación de que esta reconciliación es “por Cristo”. Es por esta obra afirmada por San Pablo diciendo que Dios “nos reconcilió”, que se sobre entiende de que entonces se finaliza nuestro estado de enemistad con Él, y comienza una nueva relación de reconciliados con Él. En el estado o relación de enemistad uno no puede ni podría acercarse a Dios, pero por el nuevo estado o nueva relación de reconciliación por Cristo, ahora nos podemos acercar a Dios.
Amados hermanos, por esta obra de Cristo de reconciliarnos con Dios ahora nosotros disfrutamos de una posible y segura nueva relación con Dios. Por eso la palabra de Dios también nos invita y exhorta diciendo: “Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, / por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne, / y teniendo un gran sacerdote sobre la casa de Dios, / acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura” (Hebreos 10:19-22). Acerquémonos, es la invitación y exhortación para todos nosotros. Ya ni los pecados cometidos por usted podrían ser un impedimento, pues si usted se los confiesa a Dios, y le pide perdón por ellos, inmediatamente usted será reconciliado con Dios. Por eso, todo este cambio de relación de enemistad a reconciliación que se puede dar entre el pecador y Dios, es por el efecto de aceptar el poderoso evangelio de Jesucristo. Ahora, permítanme preguntar: ¿Hay alguien entre los presentes que todavía está viviendo en la condición de enemistad con Dios, pero que ahora sabiendo que Jesucristo es quien reconcilia con Dios, ahora quiere aceptar esta bendita buena noticia?
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La tercera cosa nueva que el evangelio como poder de Dios puede generar en el ser humano, y combatir en él el poder del pecado, es:
III.- UNA NUEVA JUSTICIA.
En sus palabras escritas a los Corintios, San Pablo les afirma que: “Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en él” (2 Corintios 5:21). En esta afirmación hay una preciosa verdad y buena noticia con respecto a otra de las cosas nuevas que Dios crea en los que aceptan su poderoso evangelio transformador. De esto que Pablo dijo: ¿Quién es el “que no conoció pecado”? Se refiere nada menos que a Jesús. Pero, ¿qué significa eso de que “por nosotros lo hizo pecado”? Significa que aun siendo él sin pecado, al tomar nuestro lugar para pagar toda la multitud de nuestras culpas humanas, él fue considerado como si fuera un pecador sin realmente serlo. Pero, el objetivo de Dios en todo este plan de hacer a su Hijo como un pecador que en realidad nunca fue pecador, fue “para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios”, y es muy importante el énfasis del apóstol cuando describiendo la fuente de esta justicia dice: “en él”, refiriéndose a Cristo.
Esta cosa nueva de ser “hechos justicia”, presupone algo que es igual de verdaderamente real, que aunque fuimos creados con la virtud de la justicia, es decir que nuestras acciones podrían ser vistas siempre con agrado por Dios, el hecho de haber pecado nuestros primeros padres, desde entonces cualquier cosa que todo ser humano haga por más que ponga en ello todas sus buenas intenciones y su máxima excelencia posible, jamás podrá ser visto por Dios como algo agradable, sino que siempre será detestable para Él. Pero cuando dice que Cristo fue hecho pecado, es decir que fue considerado como el pecador que pagó nuestras culpas, lo hizo “para que fuésemos hechos justicia de Dios”, significa que es Cristo quien hace esta cosa nueva en el pecador. Nadie puede ser agradable a Dios sino es por Cristo. Así lo había expresado antes el mismo apóstol a los mismos corintios diciéndoles que: “para Dios somos grato olor de Cristo” (2 Corintios 2:15); es decir, que no podemos ser gratos por nosotros mismos, sino solamente por medio de Cristo. La razón por la que necesitamos a Cristo, es porque nuestras justicias, suma de todas nuestras buenas y obedientes acciones no nos sirven ni como la mínima justicia necesaria para agradar a Dios, pues según explica el profeta Isaías: “todos nosotros somos como suciedad, y todas nuestras justicias como trapo de inmundicia” (Isaías 64:6). Es por eso que aun la gente antigua como la de la época del profeta Daniel cuando oraban a Dios, decían: “no elevamos nuestros ruegos ante ti confiados en nuestras justicias, sino en tus muchas misericordias” (Daniel 9:18).
Amados oyentes, las justicias humanas son insuficientes, por lo que necesitamos en nosotros la imputación de la justicia de Cristo. Esa es la cosa nueva que ocurre en la persona que acepta el poderoso evangelio de Cristo. Cuando Pablo dice que la muerte de Cristo, cuando Cristo fue hecho pecado, fue para que “fuésemos hechos justicia de Dios en él” (en Cristo), (2 Corintios 5:21). Si Cristo es la justicia de usted, entonces usted agradará a Dios, pero si usted insiste en intentar agradar a Dios por su propia decisión e imaginación de que usted es tan bueno que no hace mal a nadie, y por eso usted es hasta mejor que los que tratan de aceptar a Cristo como su propia justicia, entonces, usted debe saber que absolutamente usted no es agradable para Dios. ¿Habrá entre los presentes alguien que se siente bueno o tan bueno que asegura que no hace mal a nadie, o porque hace muchas cosas que son apreciadas como buenas, y que por todo ello, y solo por ello, piensa que ha ganado, merecido, o recibido el agrado de Dios? A usted le invito a que no confíe más en sus propias justicias. Acepte usted la buena noticia de que Cristo con su muerte y victoria sobre la muerte, asegura la justicia de todos aquellos que creen y reciben su poderoso evangelio.
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CONCLUSIÓN: Amados hermanos, nadie olvide que el evangelio es poder de Dios para salvación a todo aquel que cree; …” (Romanos 1:16a). Sin el poder de Dios por medio de su evangelio en usted, usted no puede tener salvación. Sin que usted crea en el evangelio de Dios, usted nunca podrá tener salvación eterna, sino finalmente solo conocerá la condenación eterna. Sin embargo, todo aquel que creer en el evangelio, conocerá el poder de Dios para salvación. A esa persona que puede ser usted, le convertirá en una “nueva criatura”, le establecerá una nueva relación de “reconciliación” con Dios; y le imputará a usted la justicia de Cristo para que usted sea visto por Dios como una persona agradable a quien dará otros muchos beneficios más.
En este momento le invito a usted que reciba para su vida el evangelio poderoso de Dios.
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