LA DISCIPLINA DE LA ORACIÓN, Por: Diego Teh.

LA DISCIPLINA DE LA ORACIÓN

Efesios 6:18.

Bosquejo elaborado por el Pbro. Diego Teh, para la predicación del sábado 16 de junio 2018, a las 19:00 horas, en diversas congregaciones de la iglesia “El Divino Salvador” de la col. Centro, de Mérida, Yucatán.

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Este bosquejo corresponde al sermón # 07 de la serie: LAS DISCIPLINAS DEL HOMBRE PIADOSO.

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   INTRODUCCIÓN: Orar, no es una práctica de muchos.  ¿Usted se considera una persona de oración? ¿Sí? ¿Cuáles son sus medidas para considerar que sí?  ¿NO? ¿cuál será la razón por la que usted no ora con la frecuencia que se debería orar? Creo que el problema principal por el que mucha gente no ora, o no ora lo suficiente o necesario, es porque no hacen de la oración una disciplina de su vida.  A muchos solamente se les acuerda orar cuando llega a su vida algún problema por el cual hayan sido sacudidos y negativamente impactados; pero después de que pasan el momento difícil, se olvidan del valor, importancia, y poder de la oración.  Muchos, también, no encuentran en la oración nada que les haga sentir lo importante que es, y les anime a hacerlo más veces que unas pocas veces.  Muchos desconocen o no han experimentado jamás en sus vidas el poder de la oración, precisamente porque son de poca o escasa oración.  Precisamente, porque no tienen la disciplina de practicar la oración.

   En el mensaje de este momento, basado en las palabras del apóstol Pablo a los Efesios, cuando les dice: orando en todo tiempo con toda oración y súplica en el Espíritu, y velando en ello con toda perseverancia y súplica por todos los santos” (Efesios 6:18), voy a predicarles que hay cinco elementos acerca de la oración con los cuales se puede experimentar el poder de la oración. / ¿Cuáles son estos elementos con los que se puede experimentar el poder de la oración? / En este mensaje voy a compartirles acerca de cada uno de estos cinco elementos.

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   El primer elemento de la oración con el cual se puede experimentar el poder de la oración, es:

I.- ORAR EN EL ESPÍRITU.

   Lo primero que voy a indicar del versículo 18 es el complemento de la frase que en cuanto a la oración dice: orando en todo tiempo con toda oración y súplica”.  El complemento al que me refiero es la pequeña frase esencial que inmediatamente, dice: “en el Espíritu” (Efesios 6:18).  ¿Qué es esto de orar en el Espíritu?  Primero que nada, no consiste en algo que nosotros generemos ni de nuestro corazón ni de nuestros labios al hablar las palabras de nuestra oración.  Más bien, se trata de seguir un impulso de decirle algo a Dios.  En ese impulso, viene a la mente justamente las palabras que hay qué decir, y uno las dice.  Generalmente, una oración no es cosa que planeamos con varios días de anticipación, ni escribimos notas para mirar al momento y así acordarnos de qué palabras planeamos usar.  Una oración, normalmente es espontánea, por lo que no habíamos tenido la oportunidad de pensar palabra por palabra lo que vamos a decir; es más, muchas veces, ni siquiera estamos ordenando nuestras palabras en el justo momento de estar orando; pues decimos lo que instantáneamente cruza en nuestro pensamiento.  Es entonces, que justo en ese momento, el Espíritu Santo de Dios está actuando tanto en la mente como en los labios de cada persona que orar; y está dando las palabras necesarias para decirle a Dios.  Usted no sabía que pedir, y cómo decírselo a Dios, pero hubo un poder que le impulso a decir en su oración, justamente aquellas palabras que son necesarias de decírselas a Dios. ¿Cómo ocurre esto?

   El apóstol Pablo, explica a los romanos este fenómeno divino de la siguiente manera: “…el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad; pues qué hemos de pedir como conviene, no lo sabemos, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. / Mas el que escudriña los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque conforme a la voluntad de Dios intercede por los santos” (Romanos 8:26,27).  Esto es orar en el Espíritu; dejar que el Espíritu de Dios ponga en la mente y aun en los labios las palabras que hay que decir.  En ese momento, uno siente que las palabras salen porque salen, y uno tiene el anhelo emocionante de hablar con Dios.  Es el mismo Espíritu de Dios que está haciendo esta función en nuestra mente, corazón, y palabras.  El apóstol Judas, por su parte, explicando cómo conservarse en el amor de Dios, dice que lo que hay que hacer, es: Pero vosotros, amados, edificándoos sobre vuestra santísima fe, orando en el Espíritu Santo, / conservaos en el amor de Dios, esperando la misericordia de nuestro Señor Jesucristo para vida eterna” (Judas 20,21).  Es orando en el Espíritu Santo que uno se conserva en el amor de Dios.  En otras palabras, uno se conserva en el amor de Dios, no por nuestra habilidad de pensamiento, ni por astucia, sino por obra misma del Espíritu de Dios impulsándonos a desear permanecer en Cristo, y a orarle a Dios que nos preserve en su amor.

   Amados hermanos, en toda oración contamos con la intervención intercesora del Espíritu Santo. Sigamos la guía que el Espíritu Santo de Dios pone en nuestro corazón para decirle a Dios nuestras oraciones.  No digamos lo que humanamente podríamos pensar que es la voluntad de Dios, sino lo que el Espíritu quiere que pidamos con efectividad y apego a la voluntad de Dios.

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   El segundo elemento de la oración con el cual se puede experimentar el poder de la oración, es:

II.- ORAR SIN CESAR.

   Lo segundo que voy a indicar, siempre del versículo 18 es justamente el comienzo de la frase que ya he señalado, la que dice: orando en todo tiempo” (Efesios 6:18).  ¿Es esto posible? ¿No es muy demandante de tiempo?  Esto es lo que popularmente también llamamos orar sin cesar.  Orar sin cesar, es la obediencia a la instrucción apostólica de Pablo a los Tesalonicenses cuando les dijo: “Orad sin cesar” (1 Tesalonicenses 5:17).  Sin embargo, aun antes de Pablo, los que aceptaron ser discípulos de Jesús, aun cuando físicamente él ya no estaba para enseñarles y dirigirles, ya oraban sin cesar.  En la historia de los Hechos de los Apóstoles, leemos que: “Todos éstos perseveraban unánimes en oración y ruego…” (Hechos 1:14).  Esto de perseverar, es la indicación de una práctica incesante de orar.  Orar sin cesar, no significa que uno se la va a pasar los 86,399 segundos de las 24 horas del día haciendo oración. Más bien lo que quiere decir es que hay que ser frecuente e intencionalmente dispuesto a orar en cualquier momento que surja algún motivo para orarle a Dios; ya sea, por la necesidad de una confesión, una gratitud, una petición, etc…

   Kent Hughes, en su libro Las Disciplinas de un Hombre Piadoso, relata que un hombre que dedicó muchos años de su vida a la oración sin cesar, comparte su experiencia en el que resalta que orar se puede hacer realmente en cualquier momento, incluso cuando uno está tan ocupado en el trabajo.  Él dice: “El tiempo de trabajo no es obstáculo para que esté orando; y en medio del ruido y alboroto de mi cocina, mientras varias personas están al mismo tiempo pidiendo diferentes cosas, estoy en comunión con Dios con una tranquilidad tan grande como si estuviera de rodillas”.  Cuando hay disciplina en el orar sin cesar, la postura no es lo relevante, sino la actitud de querer orar.  Cuando las circunstancias no facilitan cierta postura física para acompañar la oración, no está mal adoptar la mejor postura posible en ese momento.  Lo importante es llevar a cabo el orar sin cesar.

   Amados hermanos, aprovechemos bajo cualquier circunstancia la oportunidad de orar otra vez a Dios.

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   El tercer elemento de la oración que sirve para experimentar el poder de la oración, es:

III.- ORAR POR TODO.

   Lo que ahora quiero indicarles siempre del versículo 18 es la frase que también he señalado desde el principio, la que dice que se debe orar: “con toda oración y súplica” (Efesios 6:18).  ¿Qué será esto de “orando” […] con toda oración y súplica”? Hay que aclararlo, porque parece algo redundante. Las mismas palabras, pero en la versión Dios Habla Hoy, las encuentro más claras todavía, al decir: “rueguen y pidan a Dios siempre”.  Esto de rogar y pedir a Dios “siempre”, implica el tener “siempre” a mano por lo menos, pero incluso muchas veces y a cada rato motivos abundantes para orar por diversos y muchos casos relacionados con nuestra vida.

  Cuando el apóstol Pablo instruyó por carta a los Filipenses acerca de la oración, les dijo: “Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias” (Filipenses 4:6).  Pareciera que lo que está diciendo esta traducción es que debe haber “peticiones […] en toda oración”, lo cual no hay problema si toda oración incluyera alguna o varias peticiones.  Pero, la versión Dios Habla Hoy, lo traduce a mi parecer más fielmente al original, diciendo: “No se aflijan por nada, sino preséntenselo todo a Dios en oración; pídanle, y denle gracias también” (Filipenses 4:6; DHH).  Eso de “preséntenlo todo a Dios en oración”, es un indicativo de que lo que hay que presentar a Dios en oración es “todo”, lo cual podría surgir en cualquier ocasión, evento, asunto relacionado con nuestra vida, lo cual no va a ser solamente uno por día sino muchas cosas que harán el todo por lo cual se debe orar a Dios.

   Orar por todo, puede ser para resistir la tentación cuando estamos frente o aun antes de una posible tentación; puede ser para pedir sabiduría ante la necesidad de tomar una decisión, o aunque no haya una que tomar inmediatamente, pues de todas maneras, la sabiduría siempre será necesaria; puede ser para recibir poder de Dios, ante la realidad de que hay cosas que debemos hacer pero no podemos por falta de poder, mucho más cuando se trata de hacer algo a favor de la obra redentora y salvadora de Dios por nuestros semejantes; puede ser para el dominio propio, porque a menudo nos damos cuenta que no tenemos el control necesario sobre nuestro carácter, nuestras palabras, y acciones; puede ser para pedir por alguien, como un familiar, una amigo, pues siempre habrá alguien por quien orar cada día; puede ser para la confesión de nuestras faltas, que sin duda diariamente siempre tendremos algo que confesar; puede ser para pedir por nuestro crecimiento espiritual, pues una y otra vez siempre aparecen en nuestra vida situaciones que intentan frenar nuestro crecimiento en la gracia.  Y así habrá muchos motivos cada día, que debemos tomar en cuenta TODOS esos motivos y presentarlos a Dios en oración.

   Amados hermanos, orar POR TODO, requiere que estemos atentos a cada experiencia de la vida, lo cual requiere de mucha disciplina.  Mucha gente piensa que es suficiente con haber orado de gratitud por haber despertado, o por haber dispuesto del desayuno, almuerzo, y cena de cada día.  Pero, no es suficiente.  Siempre habrá más motivos diarios por los cuales orar.  Es POR TODO.  Orar por todo no requiere de acumular los motivos de oración para el día de oración de la semana que hay en el templo o en algún hogar.  La verdad es que se nos van a olvidar. Orar por todo, es orar por cada motivo que se presente, de preferencia justamente en el momento que hemos detectado el caso.  Cada día siempre tenemos y tendremos una gran cantidad de oportunidades para orar por todo. Seamos atentos espiritualmente para poder orar por todo.

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   El cuarto elemento de la oración con el cual se puede experimentar el poder de la oración, es:

IV.- ORAR CON PERSEVERANCIA.

   Ahora, siempre siguiendo las palabras de Efesios 6:18, observamos que la manera de llevar a cabo la oración esperada por Dios, es: velando en ello con toda perseverancia” (Efesios 6:18). La indicación es clara, se trata de que Dios espera que oremos con perseverancia.  Es decir, si es necesario orar más de una ocasión por lo mismo, lo haremos hasta obtener respuesta favorable de Dios.  Y si a pesar de haber orado, el problema venció en ese caso, es porque Dios ha respondido que NO, sin embargo, siempre es necesario orar de manera perseverante.

   Voy a mencionarles dos historias bíblicas, una del Antiguo Testamento, y otra del Nuevo Testamento, historias que recalcan la importancia de perseverar.  En Éxodo 17:8-13 se nos describe lo que sucedió con Moisés durante una guerra de los amalecitas contra los israelitas.  Sucedió que durante la batalla observaron que cuando Moisés levantaba las manos, los israelitas derrotaban a los amalecitas, pero ¿cuánto tiempo podría una persona tener las manos levantadas?  Haga usted la prueba y tendrá la respuesta. Entonces, cuando Moisés se cansaba y bajaba las manos, los amalecitas derrotaban a los israelitas.  Lo que Aarón y Hur decidieron hacer para que Moisés aguante más tiempo con las manos levantadas, fue sentarlo y como les levantan las manos a los que han vencido en algún deporte, Aarón le sostuvo una mano arriba, y Hur la otra mano.  Entonces, los israelitas ganaron la batalla.  Esto ilustra lo importante que es perseverar en la única solución disponible.  Como dice el refrán popular: El que persevera alcanza.

   El otro caso es el de una viuda que Jesús en su parábola utilizó para enseñar a la gente “sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar” (Lucas 8:1), o sea, de orar con perseverancia.  La parábola dice: “También les refirió Jesús una parábola sobre la necesidad de orar siempre, y no desmayar, / diciendo: Había en una ciudad un juez, que ni temía a Dios, ni respetaba a hombre. / Había también en aquella ciudad una viuda, la cual venía a él, diciendo: Hazme justicia de mi adversario. / Y él no quiso por algún tiempo; pero después de esto dijo dentro de sí: Aunque ni temo a Dios, ni tengo respeto a hombre, / sin embargo, porque esta viuda me es molesta, le haré justicia, no sea que viniendo de continuo, me agote la paciencia” (Lucas 18:1-5).  Hasta Jesús explicó que orar no es cualquier simple arranque emocional de hacerlo una vez y allí acabó, sino que se trata de “la necesidad de orar siempre” (Lucas 8:1).

   Amados hermanos, no se contenten con haber orado una vez al día, o una vez por un determinado problema.  Aunque les parezca fastidioso volver a orar por segunda vez o hasta por centésima vez por lo mismo, hay que hacerlo.  A veces Dios espera nuestra perseverancia, aunque a veces responde a la primera, a la segunda, o tercera… pero perseverar en la oración es importante.

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   El quinto elemento de la oración con el cual se puede experimentar el poder de la oración, es:

V.- ORAR POR LOS CREYENTES.

   Para terminar de explorar las palabras de Efesios 6:18, observamos que después de decir que se debe orar “con toda perseverancia y súplica”, concluye indicando que tal o tales oraciones deben ser hechas también “por todos los santos” (Efesios 6:18).  Ups, no se vaya a confundir alguno de los presentes. “Los santos” a los que se refiere este versículo y otros más en los escritos del apóstol Pablo, viene a ser un sinónimo de “creyentes”, solo que con el calificativo “santos”, el apóstol describe y enfatiza no el aspecto de la fe de los creyentes, sino el aspecto de la obra que Dios está haciendo de santificar a los creyentes alejándolos de la influencia del pecado.  Sin embargo, ellos necesitan no solamente de la práctica de la oración personal que sin duda también trae efectos a sus vidas, sino que también necesitan de la oración de otros creyentes.  Es decir, aunque yo oro a Dios, ustedes deben orar por mí; aunque usted ore a Dios, todos deberíamos orar por usted, o por lo menos un grupo de creyentes deberían orar por usted; el hermano y la hermana que amamos tanto (o aunque luchas por amarles tanto) aunque oran, también usted, los demás, y yo, debemos orar por ellos.

   Pablo y sus compañeros misioneros pidieron a los Tesalonicenses: orad por nosotros, para que la palabra del Señor corra y sea glorificada, así como lo fue entre vosotros, / y para que seamos librados de hombres perversos y malos; porque no es de todos la fe” (2 Tesalonicenses 3:1,2).   Pero, también en la mayoría de sus escritos, como es el caso en su epístola a los Efesios, acostumbraba decirles a sus lectores: “Por esta causa también yo, habiendo oído de vuestra fe en el Señor Jesús, y de vuestro amor para con todos los santos, / no ceso de dar gracias por vosotros, haciendo memoria de vosotros en mis oraciones” (Efesios 1:15,16).  A los Filipenses les escribió: “Doy gracias a mi Dios siempre que me acuerdo de vosotros, / siempre en todas mis oraciones rogando con gozo por todos vosotros” (Filipenses 1:3,4). A los Colosenses escribió: “Siempre orando por vosotros, damos gracias a Dios” (Colosenses 1:3a).  Esto es solamente una muestra de la importancia de orar por los demás creyentes, aunque estén lejos de donde uno está.  Aunque no tengan una cercanía geográfica con nosotros.  Por eso podemos orar por cualquier motivo de oración de algún creyente que se nos haga saber que tiene alguna necesidad espiritual, física, o material.

   Amados hermanos, mucho más deberíamos orar por los hermanos que están cerca de nosotros, como los que se reúnen en esta misma congregación donde hoy estamos reunidos.  Entre otros deberes como el de reconciliarse, perdonarse, etc… el apóstol Santiago instruyó a sus primeros destinatarios: “orad unos por otros” (Santiago 5:16).  Haga oración por los hermanos de esta iglesia/congregación. Si no sabe cómo se llama alguno, aproveche la ocasión para saber su nombre, saludarlo, hacer amistad con otros, y decirles que usted va a orar por ellos.

 

    CONCLUSIÓN: Orar en el Espíritu necesita ser disciplinado en no rechazar la guía del mismo Espíritu Santo quien genera el deseo de orar, e incluso las palabras que uno debería decir a Dios, pero si no hay disciplina en este aspecto, lo que va a suceder es que uno hará oración que es impulsada por la naturaleza del corazón y por más que uno ore, tal oración no subirá al trono de Dios.  Orar sin cesar, orar por todo, orar con perseverancia, y orar por otros creyentes, son elementos con los cuales se puede experimentar el poder de la oración; pero no puede uno experimentar el poder de la oración, si uno no está disciplinado en la práctica de la oración.

   Dios quiera que usted pueda hacer de la oración un hábito o disciplina de su vida, y no solamente orar alguna vez por un par de minutos, una vez por semana.  Una vida disciplinada en la oración, ora incesantemente.

   Recuerde usted el encargo que Jesús dio a sus discípulos, cuando les dijo: “Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil” (Mateo 26:41; Marcos 14:38).

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