RECORDAR A JESÚS EN LA CRUZ.
Varios textos.
Bosquejo elaborado por el Pbro. Diego Teh, para la predicación del domingo 8 de julio 2018, en diversas congregaciones de la iglesia “El Divino Salvador” de la col. Centro, de Mérida, Yucatán.
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Este bosquejo corresponde al sermón # 06 de la serie: UNA VIDA CENTRADA EN EL EVANGELIO.
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INTRODUCCIÓN: En el lenguaje común, a veces ‘mirar atrás’ significa perder la mirada en el objetivo que se debe alcanzar y que se tiene justamente al frente. A veces significa renunciar un proyecto iniciado, retroceder perdiendo el avance obtenido, e incluso regresar al lugar donde antes se estaba. En el contexto bíblico, a esto se refirió Jesús cuando dijo: “Ninguno que poniendo su mano en el arado mira hacia atrás, es apto para el reino de Dios” (Lucas 9:62). Según la biblia misma, a veces ‘mirar atrás’ significa recordar analítica y objetivamente cómo llegó a nuestra vida un beneficio o hasta un mal que sigue haciendo efecto en nuestro presente, como cuando Moisés exhortaba a los israelitas diciéndoles: “Acuérdate, no olvides que has provocado la ira de Jehová tu Dios en el desierto; desde el día que saliste de la tierra de Egipto, hasta que entrasteis en este lugar, habéis sido rebeldes a Jehová” (Deuteronomio 9:7). “acuérdate de que fuiste siervo en Egipto; por tanto, guardarás y cumplirás estos estatutos” (Deuteronomio 16:12).
Los cristianos miramos con sentido espiritual hacia todas las dimensiones: Miramos arriba, como san Pablo dice a los Colosenses: “buscad las cosas de arriba, donde está Cristo sentado a la diestra de Dios. / Poned la mira en las cosas de arriba, no en las de la tierra” (Colosenses 3:1b, 2). Es al mirar arriba cuando miramos a Dios, a su Cristo, y desarrollamos obediencia hacia Dios, y esperamos sus seguras bendiciones. Miramos también a nuestros lados o alrededor, y también miramos hacia adelante, como les predicaré en los próximos sermones. Pero, hoy voy enfatizar nuestra necesidad de mirar atrás no para perder el objetivo, no para renunciar, no para retroceder, no para regresar, sino para mirar la cruz de Jesús y recordar la historia de la salvación, y la participación de Jesús en esa sublime historia que hoy moldea nuestras vidas.
Así que, a manera de resumen, les anticipo que la idea central de esta predicación es que cuando miramos atrás recordando la historia de Jesucristo en la cruz, hacemos grandes descubrimientos esenciales. / ¿Cuáles son los grandes descubrimientos esenciales que podemos hacer cuando miramos atrás recordando la historia de nuestro Señor y Salvador Jesucristo en la cruz? / Por medio de diversos textos de la palabra de Dios, les compartiré algunos de estos grandes descubrimientos esenciales.
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El primer gran descubrimiento esencial que hacemos cuando miramos atrás recordando la historia de Jesucristo en la cruz, es:
I.- LA VICTORIA DE JESÚS SOBRE LA MUERTE.
A través de la historia se han aplicado distintos instrumentos y métodos para la aplicación de la pena de muerte, tal como lo fue la decapitación, la descuartización, el fusilamiento, el ahorcamiento, y más recientemente la inyección letal, la silla eléctrica, etc… En tiempos antiguos en la historia romana uno de los instrumentos para la aplicación de la pena de muerte a los delincuentes fue la cruz. Nadie que haya tenido a algún ser querido que haya sido ejecutado en la cruz, estaría tan emocionado en recordar la sentencia dictada, la crucifixión ejecutada, y menos el recordar aquel horrible instrumento de la cruz junto con sus correspondientes e inmensos clavos. Igual como las personas de nuestros tiempos que alguna vez en la vida han tenido seres queridos que han sido víctimas por asesinato, no les traería gratos recuerdos el mirar ya sea un arma de fuego, o un arma punzocortante, o un frasco de veneno con el cual su ser querido fue privado de la vida.
Sin embargo, en la historia bíblica se da el caso extraordinario que aquel instrumento romano de la cruz se convierte en un símbolo de la fe cristiana, en virtud de que una vez en ella fue ejecutado de muerte nada menos que el Hijo de Dios, nuestro Señor y Salvador Jesucristo. La ejecución de Jesús en una de las cruces romanas sembradas en el monte de la calavera en las afueras de la ciudad judía de Jerusalén, cambió el significado de la cruz. Primeramente, solo era un instrumento de vergüenza, de humillación, y de muerte, en el cual muchos criminales perecieron en justo pago de sus maldades a la sociedad en la que vivieron. Jesús, siendo santísimo más que inocente, fue ejecutado allí. La realidad es que murió como cualquiera de aquellos criminales mortales. La diferencia que cambió la historia de la cruz, es que Jesús no quedó muerto. Cierto es que lo descolgaron muerto de la cruz, y lo sepultaron siempre muerto, pero al tercer día aquel que estuvo muerto, resucitó. ¿Dónde quedó el poder de la cruz? Es a esta realidad que el apóstol Pablo exclama en su primera epístola a los Corintios: “¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? ¿Dónde, oh sepulcro, tu victoria?” (1 Corintios 15:55). La muerte no le fue a Jesús, el triunfo de la muerte. Y aquella victoria de Jesús se ha vuelto nuestra victoria tal como también exclama San Pablo diciendo: “Mas gracias sean dadas a Dios, que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo” (1 Corintios 15:57). La muerte que fue una justa sentencia para el pecado humano, ya no será una sentencia eterna para los que somos creyentes en Jesucristo.
Amados hermanos, cuando miramos atrás la historia de la cruz en la que Jesús nuestro Señor y Salvador fue crucificado, al saber que la muerte no le retuvo para siempre, entonces descubrimos que la cruz vacía donde Cristo no está colgado es para nosotros un recordatorio de que Jesús es la victoria sobre la muerte, y que Jesús es nuestra propia victoria sobre la misma muerte, pues aunque físicamente un día moriremos, nuestra alma sigue viva, y en un día no lejano para nosotros en la actualidad seremos también resucitados. Vale la pena recordar a Cristo en la cruz, porque nos recuerda la vida victoriosa.
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El segundo gran descubrimiento esencial que hacemos cuando miramos atrás recordando la historia de Jesucristo en la cruz, es:
II.- EL PODER DE DIOS PARA LA SALVACIÓN.
Alrededor del año 1870, en Q, Roo, por motivos religiosos se constituyó un municipio que llevó el nombre de Chan Santa Cruz, y llegó a ser la capital de dicho estado. Se trata del municipio que hoy conocemos como Felipe Carrillo Puerto, o solamente Carrillo Puerto. Su nombre hace referencia a una pequeña cruz de 7 x 10 cmts. tallada en caoba, que supuestamente unos 20 años atrás (1850)[1], fue encontrada en un pequeño cenote. A partir del supuesto hallazgo, surgió, podría así decirse la religión de la cruz parlante, porque se suponía que era una cruz que hablaba. Hasta donde se sabe fue una complicidad de algunas personas y sacerdotes para convertir a los mayas rebeldes que encabezaron la guerra de castas. Si lograban que los mayas se convirtieran en adoradores de la cruz, entonces, sería más fácil convertirlos al catolicismo. Aquellos mayas rebeldes llegaron a creer que Dios se comunicaba con ellos por medio de aquella cruz hallada. Hasta el día de hoy por influencia y sincretismo del catolicismo hay quienes todavía le rinden culto a aquella supuesta cruz parlante. Es más, por eso hasta aquí entre nosotros los yucatecos, el 3 de mayo es conocido como el día de la santa cruz. Pero, ¿de verdad hablaba aquella cruz? Hasta donde se sabe, el soldado yucateco José María Barrera, un mestizo[2] expulsado de Kampocolché, colocó la cruz en un pequeño altar, y ayudado por Manuel Náhuatl, que tenía facultades de ventrílocuo, respondía a los mayas que frecuentaban el cenote, y pedía a su supuesto dios que los ayudara a sanar de sus males y los liberara del yugo de la conquista. Al morir el ventrílocuo Náhuatl y desaparecer el soldado Barrera que no regresó a la región porque murió un año después, la cruz supuestamente se comunicaba mediante un secretario llamado Juan de la Cruz Puc; sin embargo, cuando este fue descubierto fue asesinado por una multitud que se sintió engañada y estafada, ya que si bien es cierto no era un lucro por dinero o cosas materiales, si era una forma de engañarlos en sus creencias[3].
En la palabra de Dios, con respecto no a la cruz física de madera donde Jesús fue crucificada, sino al mensaje que surge de ella tras la crucifixión, muerte real, y resurrección de Jesús, San Pablo como si la cruz hablase, dice a los Corintios: “Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios” (1 Corintios 1:18). Obviamente se refiere a la palabra predicada por los apóstoles y todos los cristianos de que Jesús murió y resucitó victorioso contra la muerte, y ese hecho garantiza la salvación de los pecadores que crean en Jesús. Efectivamente, los que no creen en dicha palabra o mensaje que se predicaba y que se predica hasta el día de hoy, es considerado no por pocos que es una locura de quienes lo dicen. Pero, el apóstol Pablo, con toda convicción dice a los Corintios que “la palabra de la cruz […] a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios”.
Amados hermanos, cuando miramos atrás recordando el momento cuando Jesucristo fue crucificado, descubrimos que él y su cruz nos recuerdan que hay un mensaje de Dios que ofrece salvación segura, salvación que no es posible por ninguna otra vía, sino solamente por Jesús cuyo evangelio predicado es conocido también como “la palabra de la cruz” que es nada menos que el “poder de Dios”.
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El tercer gran descubrimiento esencial que hacemos cuando miramos atrás recordando la historia de Jesucristo en la cruz, es:
III.- EL SERVICIO QUE LE DEBEMOS OFRECER A DIOS.
Otra manera de mirar atrás hacia la cruz, es recordando lo que Jesús dijo a sus discípulos con respecto a la cruz, desde mucho tiempo antes de ser crucificado. Como parte de su mensaje solía decirles a sus oyentes: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a si mismo, tome su cruz, y sígame” (Mateo 16:24). En realidad, sin llevar físicamente a la cruz de madera a ninguno de sus discípulos, él fue a la cruz en representación de todos ellos, así como de todos los que creeríamos después de él. Él fue crucificado, tomando de esta manera su cruz. Su crucifixión cubre las características esenciales que Dios Padre esperaba de él, fue un sacrificio vivo, santo, y agradable a Dios. Con su crucifixión y muerte, Jesús apaciguó la ira de Dios que debería caer sobre todo ser humano porque en él Dios cobró la culpa de todos nuestros pecados. Sin embargo, ahora, a quienes toca tomar la cruz es a nosotros. Solamente que en nuestro caso no tiene que ser una cruz de madera, ni de cemento, nada físico realmente. No tenemos que ser llevados ni ir realmente al Gólgota de Jerusalén, ni a ninguno de los cinco montes o cerros en el cual fue fundada nuestra gran ciudad de Mérida[4].
Pero, tal como Jesús ofreció su vida en sacrificio en la cruz, nosotros debemos en imitación de Jesús ofrecer nuestra vida en la cruz no de muerte, pero sí de sacrificio, un sacrificio distinto de que se ejecutaba en la cruz romana. El apóstol Pablo les explica precisamente a los creyentes romanos acerca de este sacrificio, escribiéndoles: “… hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional” (Romanos 12:1). Se trata de darle culto a Dios con nuestra propia vida como si nuestra vida fuera un sacrificio. Sin duda que la figura de sacrificio, les llevaba a pensar en la cruz de madera en la que se castigaba a los delincuentes, pero siendo ellos creyentes y no delincuentes no eran merecedores de aquella cruz, pero tampoco escapaban de la cruz tal como Jesús dijo que para ser su discípulo habría que cargar una cruz propia. Así, la cruz para nosotros los discípulos de Jesús, es un recordatorio del servicio o sacrificio de culto que debemos ofrecerle a Dios con nuestra propia vida.
Amados hermanos, mirar hacia atrás, recordando la cruz tal como Jesús indicó que deberíamos tener y tomar una propia, descubrimos que tenemos una gran responsabilidad de rendirle culto a Dios porque Él y su Hijo Jesucristo hicieron todo lo necesario en una cruz para salvarnos de la condenación eterna. Nuestra cruz es más sencilla de llevar que la cruz que a Jesús le tocó y que sirvió para acabar con su vida. La nuestra es para acercarnos a Dios y a cambio recibir la vida de Dios ahora y para siempre.
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CONCLUSIÓN: Amados hermanos, la muerte de Jesucristo en la cruz que solo era un instrumento de martirio, condena, vergüenza, y muerte horrible; ha venido a ser junto con la encarnación, humillación, resurrección, y ascensión de Jesús, uno de los fundamentos de nuestra fe y de la realidad de nuestra salvación eterna planeada por Dios, pero también para que recibamos tanto privilegios como deberes mientras estamos aquí en la tierra conformando el glorioso cuerpo de Cristo. En la cruz de Jesús murió el que también resucitó para hacernos victoriosos sobre el tremendo problema del pecado y de la muerte misma. En la cruz de Jesús, cuando es predicado el significado de lo que ocurrió en ella tras la crucifixión, y muerte real de Jesús, quien a pesar de haber tenido una muerte real no quedó retenido por la muerte, entendemos el poder no de la madera de la cruz, sino el poder de Dios para la salvación. En la cruz de Jesús, según él lo pide, recibimos la encomienda de cargar nuestra propia cruz como él hizo con la suya, solamente que en nuestro caso es para un sacrificio vivo de culto; no para un sacrificio sangriento de muerte para expiación. Gracias a Dios por haber enviado a su Hijo Jesucristo para pasar por la injusta experiencia de la cruz; lo cual ha sido el fundamento de nuestros privilegios divinos y celestiales. Al recordarlo, hacemos estos grandes descubrimientos esenciales de lo que Dios mismo ha hecho y todavía está haciendo a nuestro favor.
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[1] https://es.wikipedia.org/wiki/Cruzoob
[2] Mestizo, es un hijo de un padre o madre de raza blanca y una madre o padre de raza amerindia.
[3] https://sipse.com/milenio/enigmas-de-yucatan-leyenda-origen-de-la-cruz-parlante-137973.html
[4] Don Francisco de Montejo fundó la actual Mérida, sobre las ruinas de la antigua ciudad maya conocida entonces como T’ho. Literalmente este nombre significa “allá en los cinco”, nombre como hasta el día de hoy nos referimos a la actual Mérida todos los que hablamos la lengua maya. Pero, la razón por la que se le llamó T’ho, es porque fue fundada sobre cinco cerros o montes, los mismo donde don Francisco de Montejo fundó nuestra actual ciudad el 6 de enero de 1542. Don Francisco la nombró Mérida porque las antiguas edificaciones prehispánicas le recordaron a las ruinas romanas que se conservan en la ciudad homónima de Extremadura, España. Mucho más tiempo atrás, la ciudad se llamó Ichcaanzihó. T’ho, solamente es una contracción de Ichcaanzihó.
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