LA DISCIPLINA DE LA LENGUA, Por: Diego Teh.

LA DISCIPLINA DE LA LENGUA

Santiago 3:1-12.

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Bosquejo elaborado por el Pbro. Diego Teh, para la predicación del domingo 5 de agosto 2018, en diversas congregaciones de la iglesia “El Divino Salvador” de la col. Centro, de Mérida, Yucatán.

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Este bosquejo corresponde al sermón # 10 de la serie: LAS DISCIPLINAS DEL HOMBRE PIADOSO.

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   INTRODUCCIÓN: El apóstol Santiago presenta en su epístola una explicación hermosamente ilustrada con respecto a los problemas capaces de causar la lengua humana en su función de proferir palabras.  Obviamente no funciona sola sino junto con el cerebro, y dependiendo de la decisión de su portador de someter su vocabulario a la voluntad de Dios.  Dice este apóstol que: “la lengua es un miembro pequeño, pero se jacta de grandes cosas. He aquí, ¡cuán grande bosque enciende un pequeño fuego! / Y la lengua es un fuego, un mundo de maldad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, y contamina todo el cuerpo, e inflama la rueda de la creación, y ella misma es inflamada por el infierno” (Santiago 5:5,6).  Al describirla diciendo que “se jacta de grandes cosas”, y que “la lengua es un fuego, un mundo de maldad”, y que “inflama la rueda de la creación”, y que además nuestra lengua “es inflamada por el infierno”, es suficiente para ilustrar el poder destructivo que con ella se puede causar si una persona no tiene cuidado de las palabras que uno utilice en su vocabulario.  El fuego, es un elemento que arrasa con todo, cuando inicia fuera de control.  El poder de la lengua es igual o quizá peor que el fuego, porque es capaz de causar tanto daño a la dignidad de las personas.

   En el mensaje de este momento, les voy a predicar que: Toda persona debe evitar hablar todo tipo de palabras inadecuadas porque con ellas se puede causar grandes problemas a la vida de otras personas. / ¿Qué tipos de palabras inadecuadas deben ser evitadas por toda persona porque con ellas se puede causar grandes problemas a la vida de otras personas? / En este mensaje, fundamentado en diversos versículos bíblicos, les voy a compartir cinco tipos de palabras inadecuadas que deben ser evitadas por toda persona porque con ellas se causan grandes problemas.

   El primer tipo de palabras inadecuadas que toda persona debe evitar hablar porque con ellas se causan grandes problemas, es:

I.- EL CHISME PERVERSO.

   Nada más fíjense qué dice este proverbio: “Las palabras del chismoso son como bocados suaves, y penetran hasta las entrañas” (Proverbios 18:8).  El chisme podría ser una información cierta que por ética uno no tiene la autorización de divulgar; o también podría ser una desinformación, que no se puede probar ni en el momento, o quizá ni después, que tampoco es correcto decirlo a otras personas.  Al comparar el chisme con “bocados suaves”, el proverbio lo presenta como palabras que para muchas personas son una delicia escucharlas, pues se puede decir que hasta sienten que con ellas están alimentando su saber.  La NVI dice que “los chismes son deliciosos manjares” (NVI), ¿es cierto?  La DHH dice que: “Los chismes son como golosinas” (DHH).

   Cuando indica que son como “bocados suaves” que “penetran hasta las entrañas”, está resaltando que llevan el poder de causar un efecto en las entrañas no propiamente del vientre de una persona sino del cerebro del amante del chisme.  La NVI, acerca del efecto del chisme, dice que: “… penetran hasta lo más íntimo del ser” (Proverbios 18:8; NVI); y la DHH dice que: “calan hasta lo más profundo” (DHH).  Las expresiones de este proverbio son traducidas con más realismo por la TLA, que apropiadamente dice: “¡Qué sabrosos son los chismes, pero cuánto daño causan!” (TLA).  Esta es entonces, la razón por la que toda persona debe evitar hablar palabras de chisme, porque causan daño.  Son perversos por naturaleza.

   Amados hermanos, cuando alguien venga a usted y le diga: “¿Te enteraste de que…?”, “¿supiste que…?”, “me contaron que…”, “no se lo digas a nadie, pero…”, “no creo que sea cierto, pero oí decir que…”, “no debiera decírtelo, pero sé que no se lo contarás a nadie”, por favor tenga cuidado de lo que podría usted escuchar.  Son palabras que destruyen, que perjudican tanto el que lo dice, como quien lo oye, así como de quien se habla.  Por otra parte, mejor que usted nunca tenga qué usar tales frases para dar inicio a un chisme.   Kent Huges, autor del libro Las Disciplinas del Hombre Piadoso, dice y también con certeza que: “La racionalización más despreciable en los círculos cristianos es, ‘te lo cuento para que ores’.  Esto parece tan piadoso, pero el corazón que se alimenta escuchando habladurías perversas, se convierte en un instrumento del infierno, que inflama lo que encuentra a su paso”. En el caso de nuestro Señor Jesucristo, nunca fue un chismoso a espaldas de alguien.  Si algo tenía que decir de alguien, mejor iba a su encuentro y se lo decía personalmente, sin tener que ir a decirlo a terceras personas.

 

   El segundo tipo de palabras inadecuadas que toda persona debe evitar hablar porque con ellas se causan grandes problemas, es:

II.- LA INDIRECTA ATACANTE.

   Una indirecta es cuando una persona dice algo a otra persona u otras personas en colectivo, con el fin de que lo escuche una tercera persona o grupo particular de personas.   Mucha gente usa este recurso por no tener el valor de decir lo que de manera privada y personal debe decirle a alguien generalmente con el fin de confrontarle.  Esto también es una mala práctica. La instrucción de Jesús para estos casos fue: “… si tu hermano peca contra ti, ve y repréndele estando tú y él solos; si te oyere, has ganado a tu hermano. / Mas si no te oyere, toma aún contigo a uno o dos, para que en boca de dos o tres testigos conste toda palabra” (Mateo 18:15-16).  En la primera ocasión es en privado solamente entre los únicos dos involucrados en un mal entendido, o entre el que sabe de una falta, pecado, o equivocación de la otra persona.  En la segunda ocasión, aunque Jesús recomienda la intervención de dos o tres testigos, el caso siempre debe platicarse con todas las partes involucradas, pero siempre en privado.  Así que en el proceso de corregir a una persona si es que necesita ser corregida, nunca debe ser por medio de ‘pedradas’ o ‘palabras indirectas’, pues las ‘indirectas’ no suelen mejorar a terceras personas, ni mejorar las relaciones humanas entre el que se supone quiere hacer el intento de que la otra persona mejore. Aun cuando en casos realmente graves de algún ofensor, hubiese la necesidad de involucrar a más personas en el asunto, tampoco es necesario hacer uso de ni siquiera una sola indirecta; y hasta donde sea posible nadie más debe ser involucrado como rehén para confrontar a una persona.  Hay que ser directo, personal, y misericordioso.

   Amados hermanos, en todos los casos, lo más aconsejable es acercarse de manera personal a la persona a quien realmente se le quiere decir el asunto en particular y en privado, pues es así como Jesús indicó que se deben tratar los asuntos con personas que necesitan ser amonestadas, exhortadas, corregidas, etc…   Algunos predicadores, sintiéndose protegidos por la sagrada comunicación de un sermón, supuestamente dirigiendo consejos, observaciones, exhortaciones, etc…, aparentemente dirigidos a todo el público que les escucha, en el fondo sus palabras no son más que un ataque contra alguien en particular contra quien el predicador ha de tener algún conflicto personal.  Es lo que vulgarmente se le llama ‘tirar pedradas’, y si tienen que justificar lo dicho, tales personas dicen: No es para alguien en particular, pero si a alguien le ‘vino el saco’ que se lo ponga, sabiendo pues que el saco se la están enviando a alguien en específico.  Muy mal quien utiliza el santo ministerio de predicar la palabra de Dios para hacer un ataque de indirectas usando vanamente para ello el nombre de Dios.  Esto solamente genera reacciones de desagrado, de descrédito, de desconfianza, y a veces hasta de discusiones para con él.  Sin embargo, también todos debemos evitar usar de la ‘indirecta’ en nuestras conversaciones.  Generalmente, uno no se da cuenta que está actuando muy mal al usar indirectas en sus conversaciones, pero otras personas perciben inmediatamente ese mal detalle o mal hábito.  La verdad es que uno se ve malísimo, ridículo, y vergonzosamente cuando hablamos de esa manera.  Debemos evitarlo.

   El tercer tipo de palabras inadecuadas que toda persona debe evitar hablar porque con ellas se causan grandes problemas, es:

III.- LA ADULACIÓN HIPÓCRITA.

  La adulación, también se le conoce como lisonja.  Adular o lisonjear con palabras a una persona no es lo mismo que felicitarle.  Si es que incluye felicitación es con hipocresía.  Si es que incluye aparentes palabras de motivación solamente es para después dejarlo avergonzado.  Es todo lo contrario que el chisme.  El chisme siempre se dice a espaldas o en ausencia de la persona de quien se hablará, pero no se le diría de frente porque uno va a quedar evidenciado de ser chismoso.  Pero, la adulación o lisonja consiste en decirle de frente a alguien, palabras de felicitación, ánimo, motivación, etc… pero uno no podrá decir lo mismo de esa persona a sus espaldas.  La biblia también señala que esto causa daño, y que por lo tanto es pecado, y desagradable ante Dios.  En primer lugar, es dañino para la misma persona aduladora.  Un proverbio bíblico dice: El hombre que lisonjea a su prójimo, red tiende delante de sus pasos” (Proverbios 29:5). Temprano o tarde sus propias palabras podrían ser perjudicial para él mismo.  Pero, en segundo lugar, es dañino o podría ser dañino también para la persona que la escucha, pues otro proverbio dice: “La lengua falsa atormenta al que ha lastimado, y la boca lisonjera hace resbalar” (Proverbios 26:28).  El que ha sido lisonjeado, podría caer en una trampa, y hacer algo equivocadamente por palabras del lisonjero.  Solamente se librará de resbalar en un error, si descubre a tiempo que solamente está siendo víctima de un lisonjero.  Pero, una conocida manera de cómo Dios actúa con las personas lisonjeras, es expresada por el rey David en el salmo 12, afirmando: “Jehová destruirá todos los labios lisonjeros, y la lengua que habla jactanciosamente; a los que han dicho: Por nuestra lengua prevaleceremos; nuestros labios son nuestros; ¿quién es señor de nosotros?” (Salmo 12:3,4).

   Amados hermanos, tengamos cuidado de no adular o lisonjear con nuestras palabras a otras personas.  Dios oye, y podría tomar alguna acción correctiva contra quienes practican este mal hábito con la lengua indomable y peligrosísima.  Si solamente el efecto propio de las palabras puede dañarnos y cobrarnos la factura de nuestra manera inadecuada de hablar; mucho más doloroso podría resultar contra el lisonjero si Dios es quien interviene directamente para aplicar su propia disciplina al infractor.  Nuestro Señor Jesucristo nunca fue adulador o lisonjero, cuando tuvo que decir algo fuerte a alguien, aunque siempre supo decirlo con todo sentido de amor y misericordia, nunca lo hizo con adulaciones engañosas.

   El cuarto tipo de palabras inadecuadas que toda persona debe evitar hablar porque con ellas se causan grandes problemas, es:

IV.- LA CRÍTICA NEGATIVA.

   No toda crítica en sí es mala, porque si se trata de una crítica constructiva entonces, quizá la persona que la escuche podría ser beneficiada por ella. Pero, en este apartado del mensaje, me refiero a la crítica destructiva, expresada con toda su fuerza negativa, solamente con el fin de evidenciar que la persona que es criticada es algo así como incorregible.  Una de las razones por las que la crítica negativa es usada por mucha gente, especialmente la gente que se considera cristiana, ya sea que lo sea o no, es porque creemos en la necesidad de rectitud moral y espiritual, lo cual no es malo, sino bueno.   Pero, entonces aprovechando esa creencia, a veces correctamente, pero a veces falsamente, tendemos a considerarnos las personas más rectas de este mundo o de la iglesia misma, y nuestros ojos tienden a mirar a otras personas como llenas de cosas negativas, y abrimos la boca para decírselas a ellas mismas, pero sin piedad, o sea criticándolas negativamente o destructivamente. Antes de abrir la boca y usar la lengua para proferir palabras de crítica contra alguien, debemos hacer caso y recordar la enseñanza de nuestro Señor Jesucristo, quien para evitar que uno haga críticas destructivas, dijo: ¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo? / ¿O cómo dirás a tu hermano: Déjame sacar la paja de tu ojo, y he aquí la viga en el ojo tuyo? / ¡Hipócrita! saca primero la viga de tu propio ojo, y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano” (Mateo 7:3-5).  Así que, si hay alguien y algo de qué estar pendiente de sus errores, no son las demás personas, sino nosotros mismos y nuestros propios pecados.  En vez de criticar, lo que debemos hacer es autoanalizarnos a la luz de toda enseñanza de la palabra de Dios.

   Amados hermanos, tiene razón Jesús.  Antes de intentar quitar la pequeña basura en el ojo de la otra persona, o el pecado, error, o equivocación de la otra persona, según Jesús, es importante que primeramente analicemos si en nuestro ojo, o sea en nuestra vida no hay algo más grande que deba ser también eliminado.  De otra manera no estamos en condición de ayudar ni siquiera al que tiene solo uno o muchos pequeños detalles incorrectos de su vida.  Lo único que podría salir de nuestros labios es crítica negativa o destructiva, o si acaso constructiva, pero mal expresada.  Solamente estamos en condición de “sacar la paja del ojo” de otra persona cuando ya hemos retirado evidentemente la gran “viga” miles de veces más grande que la paja ajena.  Así que es mejor evitar la crítica hacia otras personas, y solamente usar la autocrítica hacia nosotros mismos, pues eso nos ayudará a observar nuestra condición y aplicar la solución más urgente.

   El quinto tipo de palabras inadecuadas que toda persona debe evitar hablar porque con ellas se causan grandes problemas, es:

V.- LA MURMURACIÓN DIFAMADORA.

   El mismo apóstol Santiago, instruyendo acerca del buen uso que deberíamos hacer de las palabras que decimos con ese pequeño per diminuto miembro del cuerpo oculto en la cavidad de nuestra boca, escribió: Hermanos, no murmuréis los unos de los otros” (Santiago 4:11a).  Murmurar, aunque tiene un sentido que consiste en hablar en voz baja para que no lo escuchen otras personas, también tiene el sentido de hablar mal de una persona que no está presente.  Cuando una persona con murmuración habla de los errores de alguien a otras personas, así sean ciertos o no sean ciertos, el resultado es difamación. Quien practica la murmuración cuyo efecto será la difamación, incurre a una grave impiedad doble o triple porque la persona de quien habla ni siquiera está presente para escuchar lo que se dice para desmentir lo que no es cierto, o para defenderse de lo que se dice.

   Amados hermanos, murmurar es terriblemente mal y destructivo, porque con nuestras palabras podríamos prejuiciar el pensamiento de terceras personas hacia alguien en particular, con respecto a su reputación o dignidad.  De esta manera, por causa de la murmuración, se puede terminar difamando a una persona.  Ese es el tipo de palabras que toda persona, incluyéndonos a nosotros, debemos evitar, porque ello puede ser causa de grandes problemas, cuya responsabilidad de culpabilidad recaería sobre nosotros.

   CONCLUSIÓN: Amados hermanos, nuestra manera de hablar es determinante delante de Dios para calificar si nuestra religiosidad es espiritualmente sana o vana. Si alguien dice: Soy presbiteriano, soy bautista, soy nazareno, soy luterano, soy metodista, soy pentecostés, soy lo que uno diga ser, si su manera de usar su lengua para hablar no es adecuada, digna para un discípulo de Jesús, de nada sirve que uno se considere un buen religioso.  El mismo apóstol Santiago, escribió también: “Si alguno se cree religioso entre vosotros, y no refrena su lengua, sino que engaña su corazón, la religión del tal es vana” (Santiago 1:26).  Así, que para que no seamos vanamente religiosos, sino sanamente religiosos, en el sentido de mantenernos en una verdadera relación correcta con el evangelio de Jesucristo, tenemos que refrenar nuestra lengua.  Amados hermanos, nada de chismes perversos, nada de indirectas atacantes, nada de adulaciones o lisonjas hipócritas, nada de críticas negativas, y nada de murmuraciones difamadoras.

   Disciplinemos nuestra lengua con el poder del Espíritu Santo, y con la guía de la palabra de Dios que nos enseña a corregir nuestras actitudes hacia los demás, e incluso a reemplazar nuestro mal vocabulario con uno que sea edificante y agradable al oído de toda persona.

  Que Dios bendiga su palabra en nuestra vida.

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