LA DISCIPLINA DE INTEGRARSE A LA IGLESIA, Por: Diego Teh.

LA DISCIPLINA DE INTEGRARSE A LA IGLESIA

Hebreos 12:18-24.

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Bosquejo elaborado por el Pbro. Diego Teh, para la predicación del domingo 7 de octubre 2018, en diversas congregaciones de la iglesia “El Divino Salvador” de la col. Centro, de Mérida, Yucatán.

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Este bosquejo corresponde al sermón # 12 de la serie: LAS DISCIPLINAS DEL HOMBRE PIADOSO.

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   INTRODUCCIÓN: Para el entendimiento del mensaje de este momento es indispensable recordar, y para quien nunca ha sabido este detalle acerca de la iglesia, es que existe la iglesia invisible y la iglesia visible.  La iglesia invisible está conformada por aquellos creyentes en Jesucristo que ya se nos adelantaron en la gloria celestial y que ya no los vemos, por eso les llamamos iglesia invisible, también conocidos como iglesia triunfante; y la iglesia visible, es la que está conformada por creyentes en Jesucristo que todavía están presentes aquí en la tierra, a quienes vemos en persona, y por eso les llamamos iglesia visible, también conocidos como iglesia militante.  Sin embargo, no son dos iglesias sino una sola que comienza aquí en la tierra como iglesia visible, y continúa en los cielos como iglesia invisible. La iglesia no solamente es una, santa, y apostólica sino también es eterna.

   También tengo que hacer la observación que actualmente, aunque quizá así ha sido en otras épocas, hay un marcado mal entendimiento acerca de la importancia de tener una relación personal con Jesucristo como experiencia suficiente para la salvación, sin embargo, eso no excluye la importancia de pertenecer a la iglesia visible de Jesucristo para hacer efectiva tal experiencia suficiente de salvación, pues nadie que diga creer y se excluya de la iglesia visible es verdaderamente salvo, porque la iglesia es Cristo mismo, en la dimensión de su cuerpo, también encabezado por él mismo.  El que cree en Cristo es considerado por él como parte de su iglesia no importando en qué lugar del mundo se encuentre, y espera de este creyente que sienta que pertenece a esta iglesia universal, pero si tal persona que al parecer es creyente se excluye de la iglesia, con tal actitud está rechazando a Cristo mismo cuyo cuerpo es la iglesia, y entonces es muy probable que tal persona ni siquiera sea verdadero creyente, pues creyente a su manera no es aceptable para el Dios que creó a la iglesia para que se incorporen sus creyentes.

   En este mensaje, es mi interés animar a todas aquellas personas que, en su propia manera de entender, piensan que son verdaderos cristianos, pero no quieren nada con la iglesia en su etapa visible y militante, pero como incongruencia piensan que serán de la iglesia invisible o triunfante, pero nadie, excepto los que crean en Cristo encontrándose en estado de moribundos, y otros imposibilitados físicos, podrán ser de la iglesia invisible, celestial, triunfante y eterna si primeramente no ha formado parte de la iglesia visible o militante.  Ser parte de la iglesia no solamente en lo celestial sino también en lo terrenal y presente, es la evidencia de pertenecer a Cristo, pues el que no pertenece a Cristo no estará en la iglesia invisible y celestial; y el que pertenece a Cristo querrá con todo amor, decisión, y responsabilidad integrarse voluntariamente a la iglesia visible de su área de residencia.

   Con todos estos antecedentes, hoy les voy a predicar que hay grandiosas y sublimes bendiciones que solamente se experimentan en la iglesia visible, las cuales deben motivarnos a desear pertenecer a la iglesia visible. / ¿Cuáles son las grandiosas y sublimes bendiciones que solamente se experimentan en la iglesia visible, las cuales deben motivarnos a desear pertenecer a la iglesia visible? / Basado en nuestro texto bíblico de Hebreos 12:18-24, les voy a exponer cada una de las siete grandiosas y sublimes bendiciones que se encuentran enlistados por el redactor de estas palabras apostólicas.

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   La primera grandiosa y sublime bendición que solamente se experimenta en la iglesia visible, y que debe motivarnos a desear pertenecer a ella, es que:

I.- EN LA IGLESIA NOS ACERCAMOS A LA CIUDAD DE DIOS.

   Esta primera bendición es ampliamente explicada en el texto bíblico, por la vía de la comparación, comparando la experiencia humanamente no tan agradable para los israelitas desde su propia perspectiva, al haberse encontrado con Dios a los pies del monte Sinaí donde les fue dado los conocidísimos Diez Mandamientos.  La comparación, va así: “Porque no os habéis acercado al monte que se podía palpar, y que ardía en fuego, a la oscuridad, a las tinieblas y a la tempestad, / al sonido de la trompeta, y a la voz que hablaba, la cual los que la oyeron rogaron que no se les hablase más, / porque no podían soportar lo que se ordenaba: Si aun una bestia tocare el monte, será apedreada, o pasada con dardo; / y tan terrible era lo que se veía, que Moisés dijo: Estoy espantado y temblando; / sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, …” (Hebreos 12:18-22a).  Esto último que enfatiza “sino que os habéis acercado al monte de Sion, a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, …”, es una fuerte ilustración acerca de lo que implica pertenecer a la iglesia visible de Dios aquí en la tierra.  Pareciera que, en verdad el apóstol estuviese describiendo nada menos que el mismo cielo, sin embargo, lo que está describiendo es la misma iglesia visible de aquí en la tierra, dando a entender que no se trata de un acercamiento como cuando alguien iba a la ciudad terrenal de Jerusalén donde Dios por muchos siglos manifestó estar presente en medio de todo su pueblo el país de Israel, sino que se trata de un acercamiento “a la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, …”.  Claramente, aunque lo califica como “la celestial”, no dice que se trata literalmente de estar en cielo, sino también claramente indica que estar en la iglesia terrenal y visible, se trata de un acercamiento, pues dice: “os habéis acercado”.  Desde capítulos anteriores el apóstol autor de este texto está hablando de la pertenencia a la iglesia visible.  Así se puede apreciar desde el primer versículo de este capítulo 12, aunque de manera especial también es muy notorio en los versículos 12 al 17 que está hablando de la iglesia en conexión con Jesucristo quien debe ser el centro de nuestra atención. No está hablando de Cristo sin conexión con la iglesia.

   Amado creyente en Jesucristo que no sabía u olvida el valor y la importancia de ser parte de la iglesia visible de Jesucristo, que no sabía que el integrarse a la iglesia visible de Dios aquí en la tierra es un acercamiento al mismo cielo, lugar que es descrito por el apóstol en lenguaje figurado como la ciudad del Dios vivo, Jerusalén la celestial, …”.   Es un lugar que sin duda usted anhela conocer, pero ¿cómo se acercará usted a Dios, a su cielo, y a su iglesia celestial por ahora invisible, si ahora aun cuando dice creer en Jesucristo (y de verdad no dudo de ello), no es de su interés pertenecer ni siquiera a la iglesia visible de Jesucristo aquí en la tierra?  Quizá usted me va a responder, pues por medio de Jesucristo.  Sí, eso es verdad, pero la iglesia es el cuerpo de Jesucristo, es parte de Jesucristo mismo, es Jesucristo mismo presente en la vida de sus creyentes.  Si usted no está en la iglesia, es igual que decir que usted no está en Cristo, porque los que están en Cristo no menosprecian la iglesia visible porque universalmente pertenecen a ella, y localmente de manera voluntaria se unen a ella porque entienden que pertenecen a ella.

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   La segunda grandiosa y sublime bendición que solamente se experimenta en la iglesia visible, y que debe motivarnos a desear pertenecer a ella, es que:

II.- EN LA IGLESIA NOS ACERCAMOS A LOS ÁNGELES.

   Siguiendo la conexión con la frase: “os habéis acercado”, el apóstol que escribió a los hebreos añade un segundo objetivo de acercamiento, diciendo que es (véanlo a partir de la segunda mitad del versículo 22) “a la compañía de muchos millares de ángeles” (Hebreos 12:22b). ¿Tantos ángeles habrá en el cielo?  Cuando el profeta Daniel tuvo una visión acerca de Dios, le identificó como un Anciano de días, cuyo vestido era blanco como la nieve, y el pelo de su cabeza como lana limpia; su trono llama de fuego, y las ruedas del mismo, fuego ardiente. / Un río de fuego procedía y salía de delante de él; millares de millares le servían, y millones de millones asistían delante de él” (Daniel 7:9,10).  Estos seres que le servían no eran humanos, sino ángeles, y su cantidad es descrita primero por “millares de millares” pero no pocos sino muchos “millares de millares”, y luego es descrita su cantidad por “millones de millones”.  El apóstol a los hebreos usa los mismos términos para referirse a la presencia de estos aquí en la tierra cuando junto con Dios intervienen en algún evento trascendente.  ¿Qué tan importante será que nos acerquemos a ellos?  Ellos hacen lo mismo que nosotros deberíamos estar haciendo.  En la visión de Daniel, él descubrió que todos aquellos “millones de millones”, que “asistían delante de” Dios, “le servían”.  Ese es su distintivo perfecto, que nosotros todavía no alcanzamos aquí en la tierra, ni en la iglesia, y menos fuera del cobijo de la iglesia.  Conocerlo a ellos, será unirnos a ellos quienes también son nuestros celestiales consiervos en el servicio a Dios.

   Hay diversos relatos bíblicos que nos indican cómo ellos sirven a Dios, y nos ha sido dado a conocer para saber que un día seremos como ellos, excelentes siervos junto con ellos. El mismo apóstol a los hebreos en una pregunta a la vez afirmativa dice con respecto a los ángeles: son todos espíritus ministradores, enviados para servicio a favor de los que serán herederos de la salvación” (Hebreos 1:14).  O sea, que nos ayudan a nosotros los cristianos, y por ello vale la pena encontrarnos con ellos para conocerles bien allá en los cielos.

   En las palabras con las que Moisés bendijo a los israelitas en una ocasión cercana a los días de su muerte, él no usó la bendición Aarónica o sacerdotal que ya se usaba en ese tiempo, porque a él no le correspondía usar tales palabras de bendición, sino que usó una bendición propia con un estilo poético, en el que se incluye información que nos conviene saber acerca de los ángeles. En las primeras palabras de esta larguísima bendición, primero se refiere a la ocasión cuando Dios vino al monte Sinaí a entregarle a Moisés los Diez Mandamientos, y dice acerca de Dios: “Y vino de entre diez millares de santos, con la ley de fuego a su mano derecha” (Deuteronomio 33:2).  Lo primero que se resalta en esta descripción es que Dios no tiene solamente dos o tres de ellos, sino millares, pero tampoco son solamente dos, o tres, o cuatro, o cinco millares, pues solamente en esta descripción Moisés nos habla de “diez millares” de ellos.  Lo segundo que se resalta en la descripción de Moisés es que estos ángeles son considerados “santos”, el estado integral al que nosotros también aspiramos.  Observen también cómo estos ángeles no están ajenos a los eventos terrenales en los que Dios toma participación de manera directa. Han estado interesados por el bien del ser humano, pero no siempre son perceptibles al ojo humano a menos que ellos se hagan visibles tomando alguna forma generalmente con apariencia humana.

   Cuando el rey y salmista David expresa un cántico en el que resalta que el Dios que se manifestó en el Sinaí, sigue a los israelitas donde sea que se encuentre el tabernáculo o por lo menos el Arca del Pacto que David tuvo el honor de rescatar y transportar a la ciudad de Jerusalén, él dijo: “Los carros de Dios se cuentan por veintenas de millares de millares; el Señor viene del Sinaí a su santuario” (Salmo 68:17).  No eran literalmente “carros” o carretas, y aunque fuesen literalmente “carros” no son carros sin piloto que se conducían solos, y tampoco eran conducidos por seres humanos sino por ángeles.  En el Sinaí vinieron al parecer solo unos “diez millares” de ángeles (cf. Deuteronomio 33:2), pero en esta procesión de traslado del Arca del Pacto, que David presidió unos 500 años después de haberse creado el Arca de Pacto que originalmente estuvo en el tabernáculo, estuvieron nada menos que al parecer varios grupos de “veintenas de millares de millares”, quizá una centena o algún millón de ellos.  Debe ser para ellos un honor acompañar a Dios, e incluso venir a la tierra a servirnos por instrucciones de Dios.

   Amados creyentes en Cristo el Salvador y creador de la iglesia, ahora que pertenecemos a la iglesia de Dios, nos estamos acercando a ellos.  Es verdad, ellos no serán lo más relevante que conoceremos allá en los cielos, sino Dios y su Santo Hijo Jesucristo, pero ellos serán parte de nuestra nueva confraternidad de santos con los que serviremos a Dios por la eternidad.  No solamente nosotros estamos enfocados en Dios, sino “millones de millones” de ángeles también están enfocados en Dios. ¿Esto no te motiva también a enfocarte en servir a Dios en su iglesia visible, sabiendo que es solamente por medio de su iglesia que uno se acerca a Dios, a los cielos, y a los santos ángeles?

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   La tercera grandiosa y sublime bendición que solamente se experimenta en la iglesia visible, y que debe motivarnos a desear pertenecer a la iglesia visible, es:

III.- EN LA IGLESIA NOS ACERCAMOS A LOS QUE YA ESTÁN EN LOS CIELOS.

   Ahora, pasando al versículo 23 el apóstol nos sigue sorprendiendo de que nos hemos acercado, ¿a quiénes?  a la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos” (Hebreos 12:23a). Esta descripción expresada por el apóstol es una referencia nada menos a los creyentes en Jesucristo que antes pertenecieron a la iglesia visible, y que ahora están “en los cielos”.  Son una “congregación”, que sin duda sin los problemas terrenales que tienen las congregaciones de creyentes en las iglesias aquí en la tierra. Son llamados “primogénitos”, lo cual no quiere decir que solo son los primeros hijos de cada matrimonio, sino es una referencia de que ellos son los primeros que tuvieron el privilegio de entrar a los cielos, antes del gran día del regreso de Jesucristo cuando no quedará ni uno solo aquí en la tierra que habiendo creído no vaya a entrar en los cielos.  Ya están allí “en los cielos”, mientras en la iglesia visible, por medio de Cristo, nos estamos acercando a ellos.  El día de nuestro encuentro y reunión con ellos cada vez está más cercano, lo cual puede darse ya sea con nuestra muerte o con la venida de Cristo; lo que ocurra primero.  Cualquiera de estos dos eventos que ocurra primero, garantiza nuestro encuentro con “la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos”.  Ellos son nuestros hermanos que nos precedieron en entrar al cielo de Dios.  Primero estuvieron en la iglesia visible de aquí en la tierra, y luego pasaron a la iglesia invisible.  Pasaron por el mismo proceso en el que todo aquel que es creyente en Jesucristo debe de pasar.  Nosotros estamos en ese proceso, y también estamos yendo hacia ellos.  Son nuestros hermanos.  Ellos nos están esperando allí.  Entre ellos incluso tendremos el privilegio de ver y tener junto a nosotros a nuestros seres queridos que como nosotros fueron fieles creyentes en Cristo.

   Amados creyentes en Jesús el Hijo de Dios, es solamente estando en la iglesia visible de Jesucristo que nos acercamos a ellos con los creyentes que están en la iglesia invisible en la eternidad, pues estando fuera de la iglesia visible nadie se acerca a estos hermanos que se han ido primero a los cielos.  Quizá usted ahora no está tan emocionado de encontrarlos de nuevo a ellos, porque cuando usted conoció a quizá a muchos o quizá solo a algunos de ellos aquí en la tierra los conoció como pecadores que no satisficieron los ideales de carácter que usted esperaba ver en ellos, pero habiendo ellos también creído en Cristo, ahora ya están en los cielos, por lo que encontrarlos en los cielos será una de las experiencias grandemente agradables que tendremos por toda la eternidad.  Por eso, vale la pena y es necesario pertenecer ahora a la iglesia visible aquí en la tierra, pues solo perteneciendo a la iglesia, que es el cuerpo de Cristo, nos acercamos a ellos.  Obviamente, ellos no son lo más importante que encontraremos, pero ellos serán parte de los grandiosos y sublimes beneficios que disfrutaremos los que no menospreciamos la utilidad de la iglesia que Dios diseñó para la función de preservarnos en la fe.

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   La cuarta grandiosa y sublime bendición que solamente se experimenta en la iglesia visible, y que debe motivarnos a desear pertenecer a ella, es que:

IV.- EN LA IGLESIA NOS ACERCAMOS A DIOS “EL JUEZ DE TODOS”.

   Ahora observemos la segunda parte del versículo 23, que siempre se conecta con la frase “os habéis acercado” que se mencionó desde el versículo 22.  Su sentido completo realmente es: “os habéis acercado […] a Dios el Juez de todos” (Hebreos 12:22a, 23b).  Por la naturaleza del desarrollo de este mensaje, no voy a tratar acerca del derecho de Dios de ser “Juez de todos”, sino solamente al énfasis de que cada vez nos estamos acercando “a Dios”.  Es verdad que Cristo es quien nos acerca a Dios por la virtud de su sacrificio que fue perfecto y aceptado por Dios como suficiente.  Es a esto que se refiere el apóstol Pedro cuando dice de Cristo, que: “Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios” (2 Pedro 3:18a).

   Pero, también es verdad que siendo Cristo el que nos lleva a Dios, creó su propia iglesia en la cual desea que todos estemos integrados, “para llevarnos a Dios”.  Es toda la iglesia que es llevada a Dios.  Es verdad que los que mueren antes que Cristo vuelva, estos, se van de manera individual a presentarse delante de la eterna presencia de Dios, pero el día que Jesús volverá, no volverá solamente por un grupito de su iglesia, sino que vendrá por todos.  Cristo vendrá por las personas que pertenecen a su iglesia, para entonces llevarnos definitivamente a la presencia eterna de Dios.  Es por eso, que cuando llegue el momento del regreso de Cristo, explica el apóstol Pablo que: Luego nosotros los que vivimos, los que hayamos quedado, seremos arrebatados juntamente con ellos en las nubes para recibir al Señor en el aire, y así estaremos siempre con el Señor” (1 Tesalonicenses 4:17).  Estos: “nosotros los que vivimos”, se refiere a los que están integrados a la iglesia por ser de Cristo, no a los que están fuera de ella, porque no se puede ser de Cristo y estar fuera de la única iglesia, pues no hay dos iglesias, ni autorización para ser un cristiano sin iglesia.

   Amados creyentes en nuestro Señor y Salvador Jesucristo, es por medio de Cristo y perteneciendo a su iglesia visible que una persona se dirige a Dios.  En la iglesia, siempre en Cristo, nos acercamos a Dios.  ¿No es esto también una motivación para integrarse a la iglesia visible? pues dice el apóstol Pablo a los Efesios que todo lo que Cristo ha estado haciendo por su iglesia visible aquí en la tierra es “a fin de presentársela a sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha” (Efesios 5:27).  ¿A quién va a presentar Cristo a sí mismo para que sea una iglesia gloriosa?  A la iglesia actual que todavía no es gloriosa, pero es a la iglesia, no a personas individuales que nunca se integraron a la iglesia.

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   La quinta grandiosa y sublime bendición que solamente se experimenta en la iglesia visible, y que debe motivarnos a desear pertenecer a ella, es que:

V.- EN LA IGLESIA NOS ACERCAMOS A LA IGLESIA TRIUNFANTE.

   Ya les he estado hablando acerca de la iglesia triunfante prácticamente desde el comienzo de este mensaje, y aunque no lo enfaticé cuando les expliqué acerca de la bendición de estarnos acercando con “la congregación de los primogénitos que están inscritos en los cielos”, o sea, los que se nos adelantaron, ellos ya son la iglesia triunfante, para empezar porque ya están “en los cielos”.  Pero, hay algo más por el cual son triunfantes, y es porque el apóstol dice de ellos que son: … los espíritus de los justos hechos perfectos” (Hebreos 12:23c).  Estos llamados “espíritus de los justos”, son los mismos a quienes antes ha descrito antes como “primogénitos”, pero en esta descripción dice que estos “espíritus de los justos” son “hechos perfectos”.  Estos es lo que esencialmente les hace triunfantes, y es hacia ellos de quienes dice también que “os habéis acercado” (Hebreos 12:22a).

   Aunque la iglesia visible y militante, por haber creído en Cristo, estamos siendo restaurados a la imagen de Cristo para ser como Cristo, dice también el apóstol Pablo acerca de los que creemos en Cristo, que Dios “a los que antes conoció, también los predestinó para que fuesen hechos conformes a la imagen de su Hijo” (Romanos 8:29).  Esta realidad está ocurriendo en nosotros poco a poco a cada día, pero mientras estemos aquí en la tierra, y aunque estemos en la parte visible de la iglesia, no recibimos una perfección absoluta.  Eso ocurre solamente cuando una persona que es creyente en Jesucristo llega a los cielos de la eternidad.  Es allí que se hace absoluta su perfección, y se integra a la iglesia triunfante y perfecta.  Es a esta perfección que se refiere el apóstol Juan en la revelación que recibió de su visión del cielo cuando de los creyentes que ya están allí dice: “Enjugará Dios toda lágrima de los ojos de ellos; y ya no habrá muerte, ni habrá más llanto, ni clamor, ni dolor; porque las primeras cosas pasaron” (Apocalipsis 21:4).  Esto es, nada menos que la perfección ideal que tanto nos hace falta aquí en la tierra.  Ellos ya lo tienen, ahora nosotros la iglesia visible, y solo la iglesia visible, también vamos para allá, igualmente para ser “hechos perfectos”.  Nadie que no pertenezca a la iglesia visible irá para allá para ser “hecho perfecto”.

   Amados creyentes en Cristo, por afirmación de estas palabras del apóstol a los hebreos, así como del apóstol Pablo, nosotros los creyentes actuales nos hemos acercado y nos seguimos acercando al beneficio de ser “hechos perfectos” en la iglesia triunfante que está en los cielos.  Pero, este beneficio es solamente para quienes ya pertenecen a la iglesia visible y militante aquí en la tierra. ¿No es esto una motivación para ser un creyente interesado en integrarse a la iglesia visible, del cual esta iglesia donde usted escucha este mensaje, es parte del sector visible de la iglesia de nuestro Señor Jesucristo?  Si alguien ha estado pensando que ser cristiano es solamente creer en Cristo, y vivir su fe separado de la iglesia, está en un error.  El que cree en Cristo, también se une a la iglesia visible.

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   La sexta grandiosa y sublime bendición que solamente se experimenta en la iglesia visible, y que debe motivarnos a desear pertenecer a ella, es que:

VI.- EN LA IGLESIA NOS ACERCAMOS A JESÚS EL MEDIADOR.

    Es tan real que Jesús el Mediador está con nosotros y en nosotros.  Está en y con toda la iglesia, pero también está en el corazón de cada creyente que forma parte de su iglesia; sin embargo, Jesús para nuestra plena percepción acerca de él, solamente será en la eternidad allá en los cielos.  Es por eso que el apóstol a los hebreos, igual nos indica que “os habéis acercado […], a Jesús el Mediador del nuevo pacto” (Hebreos 12:22a, 24a).

   En esta tierra, aunque estamos en la iglesia, lo único que está ocurriendo es que la presencia del Espíritu Santo en nuestras vidas, hace que la presencia de Jesús, así como del mismo Padre celestial esté en y con nosotros.  Cada una de las personas divinas, Padre, Hijo, y Espíritu Santo son un solo Dios, y no pueden ser divididas por nada, sino no serían un solo Dios, serían dos o hasta tres Dioses, pero la realidad es que juntas sus tres personas, son un solo Dios.  Esto explica que por haber creído en Cristo, el Espíritu Santo comenzó a morar en nuestra vida, y por lo tanto siendo parte de un Dios indivisible, Jesús también está en nuestra vida, el Padre también está en nuestra vida.  Es tan real, pero estamos limitados a no percibir toda su naturaleza.  Esta percepción absoluta, solamente será posible cuando termine nuestra función aquí en la iglesia visible, y pasemos a la iglesia invisible y triunfante en los cielos.  Mientras tanto, nos estamos acercando a Jesús el Mediador.

   Amados creyentes en Jesucristo, vuelvo a repetir la misma pregunta: ¿No es esto una motivación para que anhelemos pertenecer a la iglesia actual y visible de Jesucristo, en el cual juntos nos vamos acercando a la completa percepción sensible y visual de la persona y ser de Jesús el Mediador, quien también dio su vida por nosotros, y al mismo tiempo nos salvó?

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   La séptima grandiosa y sublime bendición que solamente se experimenta en la iglesia visible, y que debe motivarnos a desear pertenecer a ella, es que:

VII.- EN LA IGLESIA NOS ACERCAMOS AL PERDÓN EN CRISTO.

   Como último detalle a observar en el texto bíblico que estamos analizando, es que el apóstol a los hebreos afirma a los creyentes que: “os habéis acercado […], a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel” (Hebreos 12:24b). ¿Qué querrá decir estas palabras que comparan la sangre de Jesucristo, con la sangre de Abel derramada por haber sido asesinado aquí en la tierra por su hermano Caín?  El apóstol dice que la sangre de Jesús “habla mejor”. ¿Qué es esto de que la sangre habla, y que tanto la de Abel como la de Jesús hablan?  Cuando Caín hubo matado a su hermano Abel, Dios habló a Caín y le dijo: “La voz de la sangre de tu hermano clama a mí desde la tierra” (Génesis 4:10).  Esta voz o este clamar (o clamor) al que Dios se refiere, y que Dios la adjudica a la sangre de Abel, es la necesidad natural de justicia por alguien que ha sido víctima de haberle sido quitada la vida por otra persona con premeditación, alevosía, y ventaja que no tenía el derecho de hacerlo.  Eso es lo que hablaba delante de Dios la sangre de Abel.

  Pero, la sangre de Jesús derramada, que el apóstol describe también como “rociada”, cuando dice que “habla mejor”, es porque Jesús no está reclamando justicia a su favor, sino está pidiendo a su Padre celestial que los que creamos en él, recibamos el perdón de nuestros pecados, la santificación de nuestra vida, la limpieza de toda mancha de pecado que nos afecta para mal en nuestra vida.  Es esto que afirma el apóstol Juan en su primera epístola universal cuando con respecto a Dios el Padre y su Hijo, dice: “y la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7b).  Esto, se hace una realidad cuando confesamos nuestros pecados, pero lo tenemos qué confesar todos los días, y cuántas veces sea necesario y posible, porque una y otra vez vamos a necesitar en nuestra vida los efectos perdonadores de la sangre de Cristo.  La sangre de Cristo, “habla mejor” para rogar con garantía nuestro perdón.  Este perdón cotidiano que necesitamos se da al mismo tiempo que estamos unidos a la iglesia.  No es la iglesia la que perdona, sino Cristo, pero Cristo perdona a los mismos que por él se han integrado a la iglesia.  Así que la iglesia visible es el mejor lugar a donde podemos acudir en busca y procuración del perdón de Dios por la sangre de su Hijo Jesucristo que “habla mejor”.   Aquí en la iglesia nos hemos acercado […], a la sangre rociada que habla mejor que la de Abel” (Hebreos 12:24b).

   Amado creyente en Jesucristo, fuera de la comunión de la iglesia visible y militante de Jesucristo, no hay perdón de pecados.  Usted no encontrará perdón de pecados en el estadio deportivo cuando evade pertenecer a la iglesia, porque todo el personal y asistentes del estadio no son el cuerpo de Cristo, no lo encontrará en los clubes de altruismo en el que usted quiera canalizar toda su notable bondad, pues los clubes no son el cuerpo de Cristo.  Solamente en la iglesia, uno se acerca a “la sangre” que otorga el perdón de Dios.  Y usted necesita del perdón de Dios una y otra vez.

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   CONCLUSIÓN: Amado hermano, creyente en Jesucristo, voy a concluir, invitándole a que se una formalmente a esta amada iglesia de Cristo, pero ya, ahora, no lo piense más.  Que el día de hoy sea el comienzo de una integración formal de usted a la iglesia visible de Cristo.  Asista fielmente, y tan pronto haya oportunidad de integrarse a la clase de membresía o catecúmenos de la iglesia, intégrese también a esa clase.  La iglesia no fue un invento de los misioneros que llegaron a nuestro país hace 146 años en 1872.  No fue invento del misionero Maxwell Phillips que llegó a Yucatán en 1886 hace 132 años a establecer la primera iglesia evangélica y presbiteriana de esta ciudad de Mérida y de toda la Península de Yucatán.  La iglesia fue creada por Dios, establecida por su Hijo Jesucristo para que por su propio Hijo seamos conducidos a todos los beneficios presentes y venideros que Dios de su pura gracia decidió darnos para gozar de Él para siempre

   Dios quiera que, a partir de ahora, usted ame pertenecer a la iglesia visible de Cristo. ¿Nos estaremos viendo aquí de manera regular, constante, y perseverante en esta iglesia local de la iglesia visible y militante, que a la vez pertenece a la iglesia universal?  Usted tiene tantos incentivos para integrarse a la santa iglesia de Cristo Jesús.

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