LA DISCIPLINA DEL LIDERAZGO (III), Por: Diego Teh.

LA DISCIPLINA DEL LIDERAZGO (III)

Deuteronomio 34.

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Bosquejo elaborado por el Pbro. Diego Teh, para la predicación del domingo 18 de noviembre 2018, en diversas congregaciones de la iglesia “El Divino Salvador” de la col. Centro, de Mérida, Yucatán.

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Este bosquejo corresponde al sermón # 16 de la serie: LAS DISCIPLINAS DEL HOMBRE PIADOSO.

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INTRODUCCIÓN: De todos los hombres que salieron de Egipto, los únicos sobrevivientes 40 años después eran solamente Moisés, Caleb, y Josué.  Ya ni siquiera vivían Aarón, ni su hermana María.  Por causa de la incredulidad de los 10 de 12 espías que antes exploraron la tierra de Canaán, y por haberles seguido casi todo el pueblo, Dios castigó con la muerte a todos los mayores de 20 años de aquella primera generación que salió de Egipto, excepto a unos muy poquitos que no fueron arrastrados por los 10 espías incrédulos.  Pero, como Dios dejó con vida a los menores de 20 años, ahora casi toda esta segunda generación tenía entre 40 y 60 años.  Sus hijos, una tercera generación, estaban entre la infancia y los 40 años.   Pero de los únicos tres sobrevivientes de aquella primera generación 40 años después: Moisés, Caleb, y Josué, Moisés tampoco entraría a la tierra prometida, por causa de haber antes desobedecido a Dios allá en el desierto, cuando en vez de hablarle a una roca, tal como Dios le instruyó, la golpeó.  El objetivo esperado de recibir agua de aquella roca, se cumplió, sin embargo, Moisés había desobedecido. Eso bastó para que Dios se inconformara con Moisés.  Un aparente insignificante pecado o desobediencia a Dios, no es poca cosa, sino una gravísima ofensa para Él, y por ese aparente pequeño pecado, Dios le dijo a Moisés que no le permitiría entrar a la tierra prometida.

   De todas estas realidades, Josué fue el primer testigo más cercano.  A través estas realidades, él estaba recibiendo una formación práctica para ser el siguiente líder de los israelitas.  Estas realidades, le proporcionaron a Josué, vivencias espirituales que le sirvieron de formación fundamental para llevar a cabo su liderazgo espiritual con los israelitas.   En esta tercera parte del mensaje sobre liderazgo, siempre basado en las vivencias espirituales de Josué, pero ahora usando Deuteronomio 34, les seguiré presentando las vivencias que uno debe experimentar primero, para poder ser un líder espiritual.

   La octava vivencia espiritual fundamental que un líder necesita experimentar primero, para que pueda desarrollar en su ministerio las cualidades de un liderazgo espiritual, es:

VIII.- COMPRENDER QUE LA OBRA DE DIOS NO DEPENDE DEL HOMBRE.

   En Deuteronomio 34:1-7, se nos relata que Dios cumplió su palabra tal como se la dijo a Moisés hace 40 años antes cuando le desobedeció golpeando la roca que solamente debió hablarle.  Le había dicho que por aquella desobediencia quedaba impedido de entrar a la tierra prometida (cf. Números 20:7-12), y ahora que los israelitas ya estaban justo frente a dicho territorio, Dios solamente le permitió a Moisés el privilegio de ver desde la cumbre de Pisga de los montes de Moab, todo el territorio que Él entregaría a los israelitas (cf. Deuteronomio 34:1-4).  Luego, para no dejar a Moisés separado y solitario en otras tierras sin la gente que él amó y soportó durante más de 40 años, Dios de la manera más sublime y dichosa para Moisés, procedió a tomarle y llevarle su alma a su gloria celestial.  Incluso Dios mismo, acompañado por lo menos de su arcángel Miguel, se encargó de la sepultura de su cuerpo (Judas 9).

   Pero dentro de todo este singular evento de la muerte de Moisés, hay un detalle que me llama mucho la atención.  Dice la historia de la muerte de Moisés que: “Era Moisés de edad de ciento veinte años cuando murió; sus ojos nunca se oscurecieron, ni perdió su vigor” (Deuteronomio 34:7).  O sea, lo que la historia dice es que Moisés ni siquiera estaba tan físicamente viejo, ni tan acabado, ni enfermo.  Él pudo haber seguido con vida, pero Dios le aplicó la limitación de vida en aquel lugar y momento.  Esto me hace entender que la obra de Dios, aunque Moisés ya no esté con los israelitas, de todas maneras, continuará, porque tal obra realmente no dependía de Moisés, ni de otro humano.  Lo que había ocurrido los 40 años anteriores con los israelitas aun siendo liderados por Moisés, no fue obra de Moisés, sino obra de Dios.  Josué, siendo testigo de haber Dios puesto fin al liderazgo espiritual de uno de sus más grandes hombres de toda la historia del antiguo pueblo de Dios, debió haber aprendido que la obra de Dios no dependería de Josué sino del mismo dueño del proyecto que es Dios.

   Amados hermanos, el apóstol Pablo explicó esto mismo a los Corintios, diciéndoles que todos los que trabajan en la obra de Dios solamente son colaboradores con Dios.  Aunque uno es el que siembra, y otro es el que riega, el crecimiento de la planta, ilustración que Pablo usó para referirse a la iglesia, es Dios quien la hace crecer, y no las personas que participan como colaboradores de Dios.   Por lo tanto, hermanos, nunca pensemos que es por nosotros que la obra de Dios avanza, pues no es así, porque aún sin nosotros, Dios la continuará y su obra siempre triunfará.

   La novena vivencia espiritual fundamental que un líder necesita experimentar primero, para que pueda desarrollar en su ministerio las cualidades de un liderazgo espiritual, es:

IX.- USAR LOS DONES DE DIOS PARA LA GLORIA DE DIOS.

   Ahora centremos nuestra atención en otro detalle del texto bíblico que dice: “Y Josué hijo de Nun fue lleno del espíritu de sabiduría, porque Moisés había puesto sus manos sobre él; y los hijos de Israel le obedecieron, e hicieron como Jehová mandó a Moisés” (Deuteronomio 34:9).  Desde el día que Moisés puso sus manos sobre Josué para transferirle autoridad, y declararle su sucesor, Josué “fue lleno del espíritu de sabiduría”, pero ahora que Moisés había muerto se hizo evidente que Josué estaba dotado de una extraordinaria sabiduría que no procedió de su experiencia junto a Moisés sino de su relación personal con Dios.  El don que recibió Josué fue la “sabiduría”, don con el cual dirigió a los israelitas.

   ¿Cuánta falta hace la “sabiduría” cuando se trata de ser líder de personas?  Salomón, el tercer rey de Israel, cuando Dios le dio la oportunidad de pedir un don de Dios para gobernar bien a los israelitas, este rey supo que lo mejor que podía pedirle a Dios era “sabiduría”; y así lo pidió; y su atención al pueblo fue sumamente de mucha sabiduría.  Aunque la sabiduría que Dios da, no estuvo destinada solamente para Salomón, ni solamente para Josué unos 500 años antes de Salomón, pues aun Moisés antes de Josué, ejerció toda su labor con el don de la sabiduría.  Josué había observado, cómo por lo general, exceptuando los momentos en los que como humano falló a Dios, Moisés actuó con sabiduría.  Ahora, Josué, también estaba siendo dotado por Dios, con el don especial de la sabiduría del Espíritu de Dios.

   Pero, observemos un detalle todavía más relevante, acerca de lo que realmente ocurría mientras Josué lideraba con el don de la sabiduría que Dios mismo le proporcionaba.  El relato dice que: “los hijos de Israel le obedecieron”.  Aunque a primera mención, pareciera que Josué era el receptor final de la mencionada obediencia, la realidad no era así, pues Josué no tomaba para su gloria personal la obediencia de los israelitas.  El final del versículo 9 lo aclara bien, cuando añade a manera de aclaración que realmente los israelitas en su obediencia “hicieron como Jehová mandó a Moisés”; entonces a quien finalmente obedecían u obedecieron, no fue a Josué sino a Dios, porque Josué como un buen líder espiritual, les guio no con sus tácticas y estrategias sino con los mismos mandamientos de Dios antes dados a Moisés.  Así que su don lo usó para la gloria de Dios.

   Amados hermanos, cuando uno usa cualquiera de los dones que Dios nos da, no debe ser para atraer a la gente a nuestro favor, sino para enfocarles en dar la gloria a Dios.  Aunque, por cierto, el don de la sabiduría que es muy necesaria, sigue ofreciéndose a quien entienda que la necesita.  El apóstol Santiago escribió: si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y le será dada. / Pero pida con fe, no dudando nada” (Santiago 1:5,6a).  Pero igual, si uno recibe otro don específico, uno debe usarlo para que la gente obedezca a Dios y así tanto nosotros como la gente en general le dé la gloria de Dios.  En cuanto a nosotros, usemos nuestros dones para la gloria de Dios.  Quien experimenta esta vivencia, es una persona lista para desarrollar las cualidades que requiere el liderazgo espiritual que tanto se necesita en nuestra iglesia y en todo lugar donde Dios nos ponga al frente de personas.

   La décima vivencia espiritual fundamental que un líder necesita experimentar primero, para que pueda desarrollar en su ministerio las cualidades de un liderazgo espiritual, es:

X.- NUNCA PRETENDER SER LA COPIA DE OTRO LÍDER.

   Finalmente, observemos cómo el autor de este capítulo que complementa la historia y este quinto libro de Moisés, dice de Moisés: “Y nunca más se levantó profeta en Israel como Moisés, a quien haya conocido Jehová cara a cara; / nadie como él en todas las señales y prodigios que Jehová le envió a hacer en tierra de Egipto, a Faraón y a todos sus siervos y a toda su tierra, / y en el gran poder y en los hechos grandiosos y terribles que Moisés hizo a la vista de todo Israel” (Deuteronomio 34:10-12).  Pudo haber sido escrito por Josué, pero también por otra persona varios siglos después de Moisés, pues especialmente estos últimos tres versículos del libro de Deuteronomio, al decir: “nunca más…”, hace una comparación no solamente del siguiente líder que fue Josué, sino que parece indicar un largo período de tiempo en el que se involucra la comparación tanto de profetas, como de otros líderes como los jueces e incluso los reyes de Israel.

   El detalle aquí, es la comparación que el autor hace de Moisés con respecto a otros profetas y dirigentes de otras generaciones, que inevitablemente incluye a Josué en esta comparación. El énfasis de la descripción dice que: “nunca más se levantó profeta en Israel como Moisés”. Obviamente, las circunstancias en las que Moisés hizo su parte fueron distintas a las circunstancias que le tocó a Josué, y las que le tocó a cada profeta, juez, o rey después de Moisés.  Cada líder posterior a Moisés, simplemente hizo lo que le correspondió hacer, no esperando llegar a ser un gran Moisés; y en el caso de Josué, ni siquiera estaba procurando querer ser un gran Josué, sino simplemente tenía en mente hacer lo que Dios le había encomendado.  Un análisis del ministerio de Josué nos ayudaría a notar que en esta primera sucesión de liderazgo, Josué nunca pretendió ser la copia de Moisés. Él fue Josué y lideró con su personalidad propia como Josué no pretendiendo ser como Moisés.  Moisés en su momento hizo lo suyo y fue notorio y relevante; y Josué igual en su momento hizo lo que Dios le encomendó, e igual fue notorio y relevante.  Pero, lo que Josué tenía en su mente, no era igualarse o superar a Moisés, sino simplemente hacer lo que Dios le encomendó a él.  Cada profeta, juez, o rey después de Moisés, simplemente hizo lo que Dios le comisionó hacer bajo las circunstancias que les tocó, nunca pretendiendo hacerlo al estilo que no sea el propio.  Quien no tiene definida en sus criterios, esta espiritualidad de ser uno mismo, sin necesidad de querer se copia de otro líder, tal persona no está lista para ser el líder que Dios espera.

   Amados hermanos, cada hijo de Dios tiene su espacio en la obra de Dios, y nadie tiene que copiar el estilo de otra persona, aunque esta haya sido un fiel siervo de Dios, ni por más que esta haya sobresalido en algún aspecto de su ministerio.  Cada quien, de acuerdo a su personalidad funcionamos e impactamos de una manera distinta, que si intentamos copiar el estilo de otra persona, al no tener nosotros la misma personalidad que él, simplemente el impacto no va a ser igual, sino que incluso podría no funcionar, porque al servir a Dios no se trata de ser la copia de otro siervo de Dios.  Uno tiene que ser uno mismo.  Aunque el Espíritu Santo, y el don que cada uno recibimos de Dios, sean el mismo que otros han tenido o que otros tienen, es el Espíritu que, en concordancia con nuestra personalidad, define la originalidad que debemos tener, y que no hace necesario que seamos copias de otros, aunque en su momento hayan sido ilustres y destacados en otros aspectos.

   CONCLUSIÓN: Amados hermanos, ahora que Dios nos ha hechos sus líderes a su servicio, y al servicio de su iglesia, y del prójimo en general.  Seamos primeramente espirituales, y luego líderes.  No seamos solo líderes sin una sana y cristiana espiritualidad.  Dejemos que la obra que es de Dios, sea de Dios, y no la queramos hacer nuestra como si fuese nuestra obra, porque no debe ser nuestra, pues su obra no depende en lo absoluto de nosotros. Cualquiera que haya sido el don o los dones que Dios nos ha dado a cada quien, usémoslo siempre para gloria de Él, y no para nuestro beneficio o prestigio, pues la finalidad es que la gente a quien servimos o lideramos obedezcan a Dios antes que a nosotros.  Y, en el ejercicio de nuestro liderazgo, seamos auténticos, originales, no pretendiendo ser el clon de algún notable líder siervo de Dios.  A cada quien Dios nos usa tal como somos, y cada quien, en nuestra originalidad sometida a la voluntad de Dios, cumplimos el plan efectivo que Dios querrá hacer a través de nuestro liderazgo.

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