EL DESAFÍO DE MANTENER LA UNIDAD EN LA IGLESIA, Por: Diego Teh.

EL DESAFÍO DE MANTENER LA UNIDAD EN LA IGLESIA.

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1 Reyes 12:1-19; 1 Corintios 1:10-17.

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Predicado por el Presbítero: Diego Teh Reyes, el domingo 13 de enero 2019, a las 11:00 horas, en la iglesia “El Divino Salvador” de Mérida, Yucatán.

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Este sermón corresponde al número 2 de la serie: DESAFÍOS PARA LA IGLESIA, basado en la Primera epístola de San Pablo a los Corintios.

   INTRODUCCIÓN: “Ven a la iglesia conmigo”, es un himno que eventualmente cantamos, y que tiene una melodía muy alegre, y una letra muy educativa.  Pero, cuando lo cantamos, realmente no es para decírselo al que ya vino y se encuentra a nuestro lado aquí en la iglesia, pues quienes deberían escucharlo son nuestros hermanos que tienen dificultades para venir o acudir a los cultos; y para los todavía no creyentes a quienes debemos acercarlos para escuchar la predicación del evangelio, pero la realidad es que ellos están a kilómetros de distancia de este lugar cuando lo cantamos, y no se enteran de la invitación que hace este canto de manera muy dulce, alegre, y entusiasta.   Pero, en realidad la letra de este canto es más para educarnos, recordarnos, y animarnos a invitar a los que descuidan venir a escuchar la bendita palabra de Dios, y a los que ni saben que en la iglesia pueden encontrar la salvación en Cristo.  El objetivo de este himno se logra, cuando vamos, y sin necesidad de cantar el himno, invitamos mediante nuestra conversación a otros para que vengan a la iglesia.  Estoy seguro que algunos hacen esto, y que muchos incluyendo a usted quieren hacerlo.  Le animo que invite a sus amigos, vecinos, compañeros de trabajo, y cuantos pueda invitar para que vengan a la iglesia.  Pueden venir por las mañanas, y por las tardes.  Por las tardes estaremos predicando mensajes evangelísticos especialmente para los que no han tenido la gracia de conocer el santo evangelio de Jesucristo. Si es necesario, vaya por ellos, venga con ellos.

   En el esfuerzo de invitar personas, quizá a usted le pregunten: ¿Qué hacen en la iglesia donde usted va? ¿Qué responderá usted? Quizá no se haya dado cuenta, pero desde hace un buen tiempo, la declaración de lo que hacemos como iglesia ha estado apareciendo en la portada del boletín que usted debería tener en sus manos en este momento. Se encuentra debajo de la palabra: MISIÓN.  Es la palabra que identifica lo que de manera más larga se le conoce como: DECLARACIÓN DE MISIÓN.  Es la declaración o afirmación de los que hacemos en esta iglesia.  Todos deberíamos saber que: Somos una iglesia que en UNIDAD proclama el evangelio, discipula a los creyentes, adora a Dios, y sirve al prójimo.  Esencialmente son cuatro cosas que hacemos, pero, ¿cuál es la palabra clave que indica cómo hacemos estas cuatro cosas?  La palabra clave es: UNIDAD. ¿Unidad? Sí, porque la palabra de Dios nos enseña que la unidad es una característica que toda iglesia debe manifestar en el cumplimiento de su misión.  Por la gracia de Dios, somos una iglesia que sabe ser unida, y trabajamos en unidad, aunque todavía también hay quienes están poco a poco integrándose a la unidad.  Si una iglesia no actúa e interrelaciona con UNIDAD, el resultado de su falta de unidad será que no podrá lograr exitosamente el o los objetivos de su misión.

  El apóstol Pablo siempre estuvo pendiente de orientar a las iglesias con las que estuvo relacionados, que practicaran la unidad.  Algunas de las cosas que les enseñaba, por ejemplo, a los Romanos, fue: “Acéptense mutuamente” (Romanos 15:5); a los Corintios: “Vivan en armonía” (1 Corintios 1:10); “Manténganse unidos” (1 Corintios 1:10); y “Manténganse alerta, permanezcan firmes en la fe, sean valientes y fuertes.  Hagan todo con amor” (1 Corintios 16:13); a los Efesios: Esfuércense por mantener la unidad” (Efesios 4:3); a los Filipenses: “Tengan un mismo parecer” (Filipenses 2:2); y a los Colosenses: “Permanezcan unidos” (Colosenses 2:2).  Todo lo anterior son frases que tomé de la traducción Nueva Versión Internacional, que se expresan con otras palabras, pero con el mismo sentido que en la versión Reina-Valera 1960 que más utilizamos.

   En cuanto a nuestro pasaje bíblico de este momento, leemos que en 1 Corintios 1:10, el apóstol Pablo dice: Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones”, y concluye enfatizando: “sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer”.  Por eso, lo que hoy voy a predicarles es que: Para estar perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer (1 Corintios 1:10), todos debemos evitar caer en los PELIGROS que destruyen la unidad. / ¿Cuáles son esos peligros que destruyen la unidad, y que todos debemos evitar? / Nuestro texto bíblico, comenzando con el versículo 10 hasta el versículo 13, nos presenta tres de los PELIGROS destructores que debemos evitar para estar ‘perfectamente unidos’.

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   El primer peligro que destruye la unidad, y que todos debemos evitar, es:

I.- LAS DIVISIONES.

   El apóstol Pablo, abordando el tema de la importancia de la unidad específicamente en una iglesia, la de los Corintios, donde se estaba perdiendo la unidad, les dice: Os ruego, pues, hermanos, por el nombre de nuestro Señor Jesucristo, que habléis todos una misma cosa, y que no haya entre vosotros divisiones, sino que estéis perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer” (1 Corintios 1:10).  Esta petición del apóstol, es con sentido de ruego, porque no se trata de un asunto liviano sino de la naturaleza de la iglesia que está en unión con Cristo y mutuamente entre hermanos.  Entre las varias cosas que les ruega, está las que podrían tener un desenlace negativo, pues les ruega: “que no hay entre vosotros divisiones”.  Nunca fue apropiado para ninguna iglesia que manifieste síntomas de divisionismo, o que se encuentre ya formal y completamente divida, por eso el ruego de Dios, el ruego de Jesús, y el ruego apostólico es que “no haya… divisiones”.

   El apóstol Pablo, en palabras sencillas, pero de profundo significado, ruega varias cosas que pueden y deben favorecer la unidad que toda iglesia necesita.  Primero les ruega: “que habléis todos una misma cosa”.  Creo que los que les está diciendo es que hablen, en el sentido de ponerse de acuerdo en proclamar a Cristo, y solamente a Cristo, no a Pablo mismo, no a Apolos, no a Pedro (Cefas).  Les enfatiza que cuando todos hablan de la “misma cosa”, o sea, del evangelio centrado en Cristo, lo que va a ocurrir es que la iglesia estará “perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer”.

   Amados hermanos, la mejor manera de no caer en el peligro de divisionismos en nuestra iglesia, es ocuparnos en la proclamación del evangelio, y en todo aquello que esté centrado no en personas sino en Cristo.  Recordemos que: Somos una iglesia que en UNIDAD proclama el evangelio, discipula a los creyentes, adora a Dios, y sirve al prójimo.  No nos dedicamos a ser divisionistas, sino a proclamar el evangelio.

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   El segundo peligro que destruye la unidad, y que todos debemos evitar, es:

II.- LAS CONTIENDAS.

   El apóstol Pablo, cuidando la unidad de la iglesia, en esta ciudad de los Corintios, les dice: “Porque he sido informado acerca de vosotros, hermanos míos, por los de Cloé, que hay entre vosotros contiendas” (1 Corintios 1:11). ¿Contiendas?  La Nueva Versión Internacional de la Biblia, traduce esta cuestión de las contiendas como “rivalidades”; la versión Dios Habla Hoy, la traduce como “discordias”; la Traducción en Lenguaje Actual, la traduce como “divisiones”; pues una contienda es todos eso: Es rivalidad, discordia, y división.  Una definición sencilla de un diccionario en línea, define la palabra contienda como una “lucha, enfrentamiento, o discusión”, lo que implica que hay rivales, y puede resultar en divisiones.  Esto no debería existir en la iglesia, pues no somos contendientes, sino somos una iglesia perfectamente unidos en una misma mente y en un mismo parecer” (1 Corintios 1:10).  Las contiendas no son para nosotros.

  En la historia de los hechos de los apóstoles, se nos relata que surgió una contienda entre el apóstol Pablo y Bernabé un fiel discípulo contado entre los mismos apóstoles, que al darse cuenta de su contienda, inmediatamente buscaron el mecanismo para resolverlo (Hechos 15:2ss).  El apóstol Pablo, siempre enseñaba, como se registra en su epístola a los Filipenses: Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, …” (Filipenses 2:3). Dios nos siga conduciendo que en esta santísima iglesia de Jesucristo ninguno de nosotros tenga carácter contencioso.  No así es el carácter de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, quien dijo de sí mismo que él es: “manso y humilde de corazón” (Mateo 11:29), y así lo fue en realidad.

   Amados hermanos, los que hemos sido alguna vez testigos de algún enfrentamiento, sabemos cómo termina una situación así.  Reconciliarse en una situación de enfrentamiento, rivalidad, discordia, o contienda no es nada fácil, pues una vez que todo esto ocurre, el resultado más evidente es la ruptura de una amistad, de una relación de trabajo, y hasta de compañerismo.  Si esta conducta contenciosa la usamos en la santa iglesia de Cristo Jesús, nos estaríamos haciendo culpables de no guardar la santísima unidad que deberíamos promover en esta iglesia, y en todo el cuerpo de Cristo, donde quiera que haya una iglesia.  Especialmente, recuerde usted que: Somos una iglesia que en UNIDAD proclama el evangelio, discipula a los creyentes, adora a Dios, y sirve al prójimo.  No nos dedicamos a ser contenciosos.

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   El tercer peligro que destruye la unidad, y que todos debemos evitar, es:

III.- LOS PARTIDISMOS.

   El apóstol Pablo, le hace a esta iglesia de los Corintios, un nuevo señalamiento, diciéndoles:Quiero decir, que cada uno de vosotros dice: Yo soy de Pablo; y yo de Apolos; y yo de Cefas; y yo de Cristo. / ¿acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo?” (1 Corintios 1:12,13). ¿Qué estaba ocurriendo en aquella iglesia? Lo que estaba ocurriendo es que estaban haciendo partidos internos que los separaba de la verdadera comunión con los demás.  Estaban sentimentalmente haciendo partidos con personas que no eran sus salvadores: Pablo, Apolos, y Pedro, que sin duda habían sido las mismas personas que fueron instrumentos de Dios para guiarles al camino de la salvación.  Sus pensamientos eran muy cortos, bajos, que no podían pensar más allá de las personas, para centrarse en Cristo el único quien los salvó y los integró a la unidad de su única iglesia, que incluso no se limita a la unidad interna solamente entre ellos, sino como les dijo previamente el apóstol, esta unidad realmente es “con todos los que en cualquier lugar invocan el nombre de nuestro Señor Jesucristo, Señor de ellos y nuestro” (1 Corintios 1:2b).  Por eso Pablo, les recuerda: ¿acaso está dividido Cristo? ¿Fue crucificado Pablo por vosotros? ¿O fuisteis bautizados en el nombre de Pablo?”.

   En la historia bíblica del caso de Roboam, hijo de Salomón, que debió hacerle caso a la gente sabia, que se habían desempeñado como asesores de su padre el prestigiado rey Salomón, pero no lo hizo, sino que recurrió al consejo de sus compañeros de la infancia y de la juventud que no tenían ni idea de cómo aconsejarle con respecto a la mejor decisión que debía aplicar con respecto al pago de impuestos especialmente de los que vivían en el norte de su reino.  El haber preferido a los que no eran las personas calificadas para dar buenos y mejores consejos, y por ello desechar a los consejeros del reino con experiencia, el resultado de su decisión fue la división del reino.  El reino perdió su unidad por causa de Roboam. Desde entonces, este rey perdió como un 70% de territorio, quedándole nada menos que el realmente pequeño reino de Judá o reino del Sur.  En consecuencia, la gran mayoría le rechazó como rey.

   Amados hermanos, es así como un error de partidismo, puede traer consecuencias de ruptura de la unidad que Dios espera de su pueblo.  Hacer partido sobre todo con personas que no tienen la sabiduría y discernimiento de lo que es correcto, es uno de los peligros que pueden afectar la unidad, en realidad de cualquier organización, entre las que una iglesia no está libre de ocurrirle.  Pero, nosotros no debemos ser la causa.  No nos dedicamos a hacer partidos humanos en la iglesia.

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   CONCLUSIÓN:    Amados hermanos, ser una iglesia unida, nunca fue nada fácil, pues desde la primera iglesia en Jerusalén y las primeras iglesias que se fundaron en todo el imperio romano, no hicieron falta las personas que no actuaron con sentido de unidad, sin embargo, lucharon por guardar la unidad que Dios esperaba y sigue esperando de su iglesia, pues frecuentemente leemos especialmente en los primeros capítulos de los hechos de los apóstoles, que se les describe conduciéndose “unánimes” (Hechos 1:14; 2:1; 2:46; 4:24; 5:12).  Esta iglesia no está libre de personas con falta de ánimo o espíritu de unidad.  Lo que esperamos es que usted no caiga en las trampas de los peligros que destruyen la unidad de la iglesia.  Recuerde usted, y memorícelo: Somos una iglesia que en UNIDAD proclama el evangelio, discipula a los creyentes, adora a Dios, y sirve al prójimo.

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