CONSOLADO EN EL CIELO
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Lucas 16:19-31 (Clave: v. 25).
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Predicado por el Presbítero: Diego Teh Reyes, el jueves 24 de enero 2019, a las 15:00 horas, en la funeraria Quevedo, de Mérida, Yucatán, durante el velorio de la hermana Eunice López Pech.
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INTRODUCCIÓN: El texto bíblico que hemos leído y que fue una narración de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, nos presenta las dos realidades de la eternidad, usando el nombre de Abraham como figura retórica para referirse a Dios, y usa la figura de un hombre rico que nuestro texto clave para este momento dice de él que después de su muerte se encontró nada menos que “en tormentos” (v. 23), pidiéndole a Abraham, agua para refrescar su lengua, diciendo: “porque estoy atormentado en esta llama” (v. 24). El rico no por rico, sino por impío e impenitente, fue al destino eterno indeseable de “tormentos”, lo cual será igualmente de seguro para quien no toma la previsión necesaria para evitar llegar allí. ¡Qué horrible! Pero, el detalle del cual enfocaré este mensaje, es la respuesta de Abraham al rico, a quien le dice: “Hijo, acuérdate que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro también males; pero ahora éste es CONSOLADO AQUÍ, y tú atormentado” (v. 25). En esta respuesta se destaca que el beneficio más relevante en el destino eterno de Lázaro el pobre, fue el ser CONSOLADO, no por haber sido pobre, sino por haber vivido centrado en Dios. Ese también es el mismo beneficio eterno de quienes en vida se aseguran por medio de Jesucristo, de que después de esta vida irán al cielo donde con toda seguridad recibirán consolación.
Hoy podemos estar seguros de que doña Eunice López, al encontrarse en la presencia eterna de Dios, ella está recibiendo consuelo no con palabras sino con hechos de Dios. Ella debe estar sintiendo y recibiendo la plenitud de la felicidad, gozo, paz, amor, y otros dones de Dios que aquí en la tierra nadie puede gozar de manera absoluta. Aquí a penas sentimos la sensación de estos dones divinos, pero allá donde ahora está no es solamente sensación, sino una absoluta realidad.
Ahora, nos toca a los que quedamos en este mundo, no el buscar ser pobres como Lázaro, ni necesariamente el rechazar las riquezas que Dios ha querido y querrá que poseamos de parte de Él, sino viviendo de tal manera que, en vez del tomento eterno, busquemos la consolación eterna que está disponible solamente en el cielo de Dios. / Pero, ¿cómo buscar la consolación eterna que está disponible solamente en el cielo de Dios? / A través de la narración de Jesús en todo este pasaje bíblico del rico y lázaro, encontraremos las MANERAS de buscar la consolación eterna.
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La primera manera de buscar la consolación eterna que está disponible solamente en el cielo de Dios, es:
I.- TENIENDO LA ESPERANZA EN DIOS, Y NO EN LAS RIQUEZAS.
Jesús relató que el rico: “… se vestía de púrpura y de lino fino, y hacía cada día banquete con esplendidez” (v. 19). En realidad, vestirse con lo mejor, y hacer banquetes espléndidos, mientras sea financiado con recursos de procedencia lícita, no tiene nada de malo. Pero, el problema de este hombre fue que su abundante riqueza, le hizo olvidarse primeramente de Dios, y en segundo lugar también de su prójimo que siempre estaba en la puerta de su salón de fiestas, que se trataba de “un mendigo llamado Lázaro, que estaba echado a la puerta de aquél, lleno de llagas, / y ansiaba saciarse de las migajas que caían de la mesa del rico; y aun los perros venían y le lamían las llagas” (Lucas 16:20,21). Este hombre no tenía ni para comer, pero el rico no le daba ni siquiera una migaja; estaba enfermo de llagas, pero el rico no le ayudaba ni para el médico o para medicinas.
Esta situación de Lázaro el pobre, hace evidente que el rico, y todo aquel que se olvida del prójimo necesitado, es porque esencialmente primero se ha olvidado de Dios. Y en consecuencia el que se ha olvidado de Dios, no podrá ser recibido en el cielo para recibir consolación. Obviamente, no es el dar a los pobres, lo que hace que uno merezca consolación de Dios, sino que creyendo en Jesucristo como nuestro único y suficiente salvador tengamos a Dios en primer lugar en nuestra vida. Es por eso que el apóstol Pablo le encomendó al pastor Timoteo: “A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo” (1 Timoteo 6:17), pues tener riquezas no es malo en sí, solamente que las riquezas no deben ser nuestra esperanza, sino Dios.
Hoy, doña Eunice, por haber puesto su esperanza en Dios, está gozando del consuelo divino y eterno. ¿No es lo que quisiera usted disfrutar también para la eternidad después de esta vida? Ponga entonces, toda su esperanza siempre y solamente en Dios.
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La segunda manera de buscar la consolación eterna que está disponible solamente en el cielo de Dios, es:
II.- PREFIRIENDO EL CIELO ANTES QUE EL INFIERNO DE TORMENTOS.
Jesús en su narración acerca del rico y Lázaro, les dijo a sus discípulos: “Aconteció que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham; y murió también el rico, y fue sepultado. / Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos, y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno” (vv. 22,23). Aquí Jesús hizo una presentación de las dos realidades de la eternidad: El “seno de Abraham”, lenguaje figurado con el que se refirió a la realidad del “cielo de Dios”; y el lugar de “tormentos”, lenguaje también figurado con el que se refirió a la realidad del mismo “infierno”.
Al saber de estas dos realidades, y con el solo hecho de escuchar que hay un lugar eterno de “tormentos”, no creo que alguien esté deseando ir allí, pues si algo es tan seguro que a todos nos pasa aquí en esta vida terrenal, es que aquí también sufrimos desde enfermedades, hasta conflictos, traiciones, pobreza, violencia, y otras muchas miserias en la vida; y no sería nada consolador ir en el infierno ardiente caracterizado por sus “tormentos”. Pero, alerta para todos. Uno no tiene que hacer absolutamente nada malo para ir en este tormentosísimo lugar. Basta con haber nacido, pues desde que comienza nuestra formación antes de nacer, somos hechos culpables del primer pecado cometido por Adán y Eva, el cual nos condena para ir al infierno; sin embargo, por el hecho de que también hay un cielo, por ello hay cupo para quienes creyendo en Jesucristo como su único y suficiente salvador, se salven de ir al infierno. Qué grande consuelo para un condenado.
En cuanto al cielo, o “seno de Abraham”, tal como se nos dice que Lázaro “es consolado aquí” (v. 25), el apóstol Juan en su visión del mismo cielo, con respecto a los que después de padecer tribulación en esta vida, ahora están en el cielo, relata que un anciano celestial le dijo que estas personas: “Ya no tendrán hambre ni sed, y el sol no caerá más sobre ellos, ni calor alguno; / porque el Cordero que está en medio del trono los pastoreará, y los guiará a fuentes de aguas de vida; y Dios enjugará toda lágrima de los ojos de ellos” (Apocalipsis 7:16,17). Si así es en el cielo, entonces vale la pena porque esto es el consuelo que los pecadores sufrientes necesitamos. Tenemos que preferir el cielo y no el infierno donde no hay nadita de consuelo sino solo “tormentos”. Pero recuerden: Para entrar al cielo de la consolación, se necesita que Jesucristo el Hijo de Dios se nuestro único y suficiente salvador. No importa si somos ricos o si somos pobres, necesitamos creer en Él. Eso hace evidente si de verdad preferimos el cielo de consolación, antes que solo esperar el momento de perecer en el infierno ardiente.
Hoy, podemos estar seguros que la fe perseverante que tuvo en Jesucristo que doña Eunice, la ha librado del tormentoso infierno eterno, y se encuentra en este momento en el eterno cielo de consolación de Dios. Cada uno de nosotros, de igual manera perseveremos en la gloriosa fe en Jesús que nos conduce al mismo lugar para recibir el consuelo que jamás hemos conocido porque no se encuentra en ningún otro lugar de esta tierra y del universo, sino solamente en el cielo de Dios.
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La tercera manera de buscar la consolación eterna que está disponible solamente en el cielo de Dios, es:
III.- ASEGURANDO DESDE AHORA QUE TU DESTINO ES EL CIELO.
Una realidad que el rico de la narración de Jesús no tomó en cuenta estando en vida, sino que se dio cuenta hasta que hubo muerto, dice Jesús que: “… murió también el rico, y fue sepultado. / Y en el Hades alzó sus ojos, estando en tormentos”. Eso, le hizo reaccionar, pero la verdad es que ya era demasiado tarde. Estando en ese lugar, por más que pidió ayuda para calmar su tormento, solamente escuchó la respuesta que ya no se puede una vez estando allí. La respuesta precisa que nos instruye también a nosotros es: “Además de todo esto, una gran sima está puesta entre nosotros y vosotros, de manera que los que quisieren pasar de aquí a vosotros, no pueden, ni de allá pasar acá” (v. 26). Además de que estas palabras son el fundamento de la bendita seguridad de que los que están en el cielo recibiendo consuelo de Dios, por ningún instante más van a perder los consuelos divinos y celestiales, porque por nada saldrán de ese estado eterno, también las mismas palabras aseguran que los que pasaron de la tierra al infierno tormentoso, tampoco saldrán de allí por toda la eternidad. ¡Qué desesperante!
Es por eso que la palabra de Dios, insiste, como por ejemplo en palabras del apóstol Pablo a los Corintios, diciendo para cada día: “He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí ahora el día de salvación” (2 Corintios 6:2). Me gusta como lo traduce la NTV, diciendo: “Efectivamente, el «momento preciso» es ahora. Hoy es el día de salvación”. Dios insiste que hoy es el día, porque la realidad es que no hay salvación desde el infierno una vez que uno se encuentre allí, sino solamente hay salvación mientras estamos aquí en la tierra, pero siempre hoy y ahora sin tener que posponerlo para más tarde o para mañana, porque puede que para entonces, ya no se pueda salir del mismísimo infierno.
Pero, la narración de Jesús es resaltar la buena noticia de que un pecador, por más miserable que esté viviendo en esta tierra, si pone su esperanza y confianza en Dios, cuando este muere, el destino será no el infierno sino el cielo mismo. En el caso de Lázaro, Jesús dice que: “fue llevado por los ángeles al seno de Abraham”, o sea, el cielo. Este hombre, a pesar de su condición miserable, se aseguró mientras tenía vida que su destino sea el cielo. No pudo asegurarse la salud de su cuerpo todo llagado, no pudo asegurarse el pan de cada día porque a diario ansiaba comer, aunque sea las migajas que desperdiciaba el rico, no pudo disfrutar de la comodidad de un hogar, sin embargo, se aseguró desde la tierra que finalmente su destino no sea el infierno sino el cielo.
El día de hoy podemos estar seguro, basándonos en lo que la biblia dice, que doña Eunice, no está en el infierno sino en el mismo cielo donde ahora mismo está siendo consolada para siempre, porque el que cree en Jesucristo tiene vida eterna en el cielo de Dios. Ahora nos toca, asegurarnos hoy mismo, ahora mismo, mediante la fe en Jesucristo, que cuando llegue el momento de nuestra muerte, el siguiente instante sea para encontrarnos no en el infierno sino en el cielo de consolación eterna, porque si alguien llega al infierno, ni Dios mismo le sacará de allí.
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La cuarta manera de buscar la consolación eterna que está disponible solamente en el cielo de Dios, es:
IV.- OBEDECIENDO LA ORIENTACIÓN DE LA PALABRA DE DIOS.
Cuando al rico le confirmaron que ya no podrá salir jamás de su tormento, le dijo a Abraham (figura de Dios): “… Te ruego, pues, padre, que le envíes a la casa de mi padre, / porque tengo cinco hermanos, para que les testifique, a fin de que no vengan ellos también a este lugar de tormento. / Y Abraham le dijo: A Moisés y a los profetas tienen; óiganlos. / Él entonces dijo: No, padre Abraham; pero si alguno fuere a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. / Mas Abraham le dijo: Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán, aunque alguno se levantare de los muertos” (vv. 27-31). ¿Logra usted entender cuál es el énfasis de esta parte de la narración de Jesús, especialmente cuando Abraham dice: “A Moisés y a los profetas tienen; oíganlos” (v. 29)?
En los tiempos de Jesús, Moisés había muerto hace más de 1500 años atrás, y el último de los profetas hace como 400 años atrás; el más reciente Juan el Bautista había muerto decapitado hace como un año atrás, pero Abraham no se refería a ellos como personas, sino a sus escritos en los que consignaron toda la palabra de Dios necesaria para el conocimiento humano que le puede librar de la condenación infernal y tormentosa, y le pueda llevar al cielo de consolación. Moisés escribió los primeros cinco libros del Antiguo Testamento, y los demás profetas escribieron el resto de los libros del Antiguo Testamento, que para los tiempos de Jesús era la biblia completa, antes que los apóstoles escribieran los evangelios, la historia de la iglesia, las epístolas, y el apocalipsis. Entonces, lo que le fue dicho al rico, es que la totalidad de la palabra revelada de Dios es la guía suficiente y necesaria para ser guiado al cielo eterno y de consolación de Dios.
La biblia cumple la función de guiar a quienes la leen, a que conozcan de Jesucristo, y le acepten como su único y suficiente salvador para no ir al infierno ardiente y tormentoso. Eso fue, lo que nuestra hermana doña Eunice hizo durante su vida. La palabra de Dios que sin duda fue la guía de su vida, la llevó a la fe en Jesús, y en consecuencia Jesús le dio entrada al cielo del eterno consuelo. Ahora, los que quedamos no debemos menospreciar la guía de las Escrituras Sagradas, para que nuestro destino sea no el infierno sino igualmente el cielo de Dios.
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CONCLUSIÓN: Que Dios bendiga a quienes le sobreviven a doña Eunice mujer ejemplar en la fe, corroborado por los bisnietos, nietos, e hijas, y por la iglesia de Dios, e incluso por quienes no son de Cristo. Voy a concluir con esta sencilla frase. Busquemos siempre el consuelo de Dios, pero ahora, no hasta que sea demasiado tarde.
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