EL DESAFÍO DE APLICAR LA DISCIPLINA, Por: Diego Teh.

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 EL DESAFÍO DE APLICAR LA DISCIPLINA.

.Deuteronomio 24:1-7; 1 Corintios 5:1-13.

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Predicado por el Presbítero: Diego Teh Reyes, el domingo 10 de febrero 2019, a las 11:00 horas, en la iglesia “El Divino Salvador” de Mérida, Yucatán.

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Este sermón corresponde al número 6 de la serie: DESAFÍOS PARA LA IGLESIA, basado en la Primera epístola de San Pablo a los Corintios.

   INTRODUCCIÓN: En el capítulo 5 de la primera epístola del apóstol Pablo a los Corintios, encontramos una amplia información acerca del gravísimo e inmoral pecado de fornicación que se llegó a dar en la iglesia de ellos, bajo una modalidad de incesto entre madrastra y entenado.  El apóstol Pablo hace la observación a la iglesia de los Corintios que este pecado “ni aun se nombra entre los gentiles” (1 Corintios 5:1).  Aunque podría decirse que se trataba de un pecado personal tanto del entenado e hijo profano contra su padre, así como de la esposa infiel y amante de su propio entenado; sin embargo, también se había vuelto un problema para la iglesia, no porque otros estuviesen haciendo lo mismo, sino porque al parecer uno de estos dos o ambos, estaban integrados a la comunión de la iglesia, y la iglesia, más bien sus ancianos de iglesia ni siquiera amonestaban a esta pareja de inmorales, que en realidad ya merecían hasta la expulsión de la iglesia.  Por eso el apóstol le reclama a la iglesia, diciéndoles: “Y vosotros estáis envanecidos” (1 Corintios 5:2a), o sea, hasta se sentían “orgullosos” por tener entre ellos a un hombre y a una mujer nada espirituales sino inmorales (NVI, DHH, TLA, NTV, PDT…).  Además, el apóstol les exhorta diciéndoles: “¿No debierais más bien haberos lamentado, para que fuese quitado de en medio de vosotros el que cometió tal acción?” (1 Corintios 5:2b); por eso al concluir sus instrucciones de cómo debe ser tratado tal caso, les dice: “Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros” (1 Corintios 5:13b).  En otras palabras, este el grado disciplinario que la iglesia debió ya haber aplicado, especialmente contra el hombre practicante de este pecado que al parecer era el miembro de la iglesia; pero, no lo habían hecho.  Estaban tolerando el pecado que “ni aun se nombra entre los gentiles”, o “paganos” (NTV, NVI), o sea, ni entre “los que no conocen a Dios” (PDT), ni entre “los que no son cristianos” (TLA).

   Aunque, este caso disciplinario expuesto por el apóstol Pablo consiste en la expulsión, sin embargo, no siempre se necesita expulsar a una persona de la iglesia, porque hay grados menores de disciplina como la excomunión, la deposición de oficio, la suspensión de privilegios, la exhortación, y la amonestación, que se les puede aplicar a los que con sus pecados ofenden a Dios y a su iglesia.  Así que expulsar, es lo último que se debería hacer después de considerar los cinco grados anteriores, a menos que los agravantes de la falta ameriten una expulsión directa. Pero, el punto esencial que expone el apóstol, no es el grado de disciplina que se debe aplicar, sino que cualquiera que sea el grado de disciplina que se deba aplicar, se tiene que aplicar irrenunciablemente, porque es un deber.  Este deber no es por un acuerdo tomado por los ancianos de iglesia, ni por una buena idea del pastor o asociación de pastores, sino que es un deber establecido por la autoridad de Jesucristo delegada a su iglesia, que a su vez es delegada a sus representantes los ancianos que tienen el deber (y no la opción), de aplicar la disciplina que corresponde.  Por eso, dice el apóstol en los versículos 4 y 5: En el nombre de nuestro Señor Jesucristo, reunidos vosotros y mi espíritu, con el poder de nuestro Señor Jesucristo, / el tal sea entregado a Satanás para destrucción de la carne, a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús” (1 Corintios 5:4,5).  Aplicar disciplina al que, llamándose hermano, se entrega a la práctica de algún pecado, es un deber de la iglesia.  Esto es lo que no estaban haciendo los Corintios, y que por deber ya debieron haber hecho desde hace mucho tiempo antes, porque tenían los motivos suficientes para hacerlo.  E igualmente, también es deber de nuestra iglesia, aplicar disciplina cuando se den casos necesarios.

   Por eso, ahora voy a predicarles lo siguiente, que:La iglesia, con la autoridad de Cristo (v. 4), tiene MOTIVOS para aplicar disciplina a los creyentes que pecan deliberadamente”. / ¿Cuáles son los motivos que la iglesia tiene de la autoridad de Cristo para aplicar disciplina a los que creyentes que pecan deliberadamente? / Basado en el relato en 1 Corintios 5, acerca del vergonzoso caso de pecado practicado deliberadamente por un supuesto creyente y miembro de la iglesia, el apóstol Pablo explica cuáles son los MOTIVOS que la iglesia tiene para aplicar disciplina con la autoridad de Cristo, a los creyentes que pecan deliberadamente.

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   El primer motivo que la iglesia tiene de la autoridad de Cristo para aplicar disciplina a los creyentes que pecan deliberadamente, es:

I.- PROCURAR EL ARREPENTIMIENTO DEL PECADOR.

   El arrepentimiento del pecador siempre ha sido en todos los tiempos una prioridad de Dios para favor de los pecadores.  Según la Ley de Dios, muy notorio, especialmente en el libro de Deuteronomio, hay una serie de pecados que quienes la practicaban, debían ser apedreados hasta que mueran, y la Ley en todos aquellos casos explica que: “así quitarás el mal de en medio de ti”(Deuteronomio 13:5; 17:2-7; 19:18,19; 21:18-21; 22:20,21; 22:22-24; 24:7). Los males y personas que tenían que ser quitados por pena de muerte eran: 1.- El falso profeta; 2.- El idólatra; 3.- El falso testigo; 4.- El hijo contumaz, rebelde, glotón, y borracho; 5.- La mujer soltera fornicaria; 6.- El fornicario o adúltero junto con la mujer casada o comprometida con quien haya fornicado; y 7.- El ladrón; pero a través del profeta Ezequiel, Dios mismo les dijo a los israelitas: “… no quiero la muerte del impío, sino que se vuelva el impío de su camino, y que viva. Volveos, volveos de vuestros malos caminos” (Ezequiel 33:11), o sea que el pecador se arrepienta.

  Jesús mismo desde el inicio de su ministerio, su mensaje constante fue: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 4:17; Marcos 1:15), y antes de volver al cielo, encomendó que el arrepentimiento sea el primero de los temas relevantes de la predicación del evangelio, después del tema de su propia muerte y resurrección (cf. Lucas 24:46,47).  En la predicación de los apóstoles representativos de los inicios de la iglesia, el arrepentimiento fue enfatizado.  El apóstol Pedro, predicaba: “Arrepentíos, y bautícese cada uno de vosotros en el nombre de Jesucristo para perdón de los pecados” (Hechos 2:38a); y el apóstol Pablo, hasta predicaba que era mandato de Dios, diciendo que: “Dios, habiendo pasado por alto los tiempos de esta ignorancia, ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan” (Hechos 17:30).  Entonces, esto hace necesario que, si alguno que se encuentra en la iglesia, peca ya sea por naturaleza o deliberadamente, en todo caso debe siempre demostrar arrepentimiento.  Es por eso que, en los cultos, así como en la vida personal, la iglesia promueve la oración de confesión de pecados, para expresar a Dios nuestro arrepentimiento.  Pero, si alguien aun confesando sus pecados, no demuestra con sus actos, arrepentimiento por sus pecados, entonces, a esta persona se hace necesario aplicarle disciplina para su corrección.

   La procuración del arrepentimiento de aquel inmoral de la iglesia de Corinto, se puede apreciar en que en el versículo 5, al instruir el apóstol Pablo que como disciplina: “el tal sea entregado a Satanás para destrucción de la carne”, y según el versículo 13, la instrucción es: “Quitad, pues, a ese perverso de entre vosotros” (1 Corintios 5:13b).  Pero no solamente es quitar por quitar, sino que desde el versículo 5, añade también “a fin de que el espíritu sea salvo en el día del Señor Jesús” (1 Corintios 5:5); es decir, no es solamente retirarle de la comunión de la iglesia, sino que, por esta decisión, la persona si realmente es de Cristo, se arrepentirá, y finalmente siempre sí será salvo.

   Ser “entregado a Satanás”, consiste en declarar, informar, o notificar que una persona ya no es más miembro en plena comunión de la iglesia, pues si alguien no está tomado en cuenta como miembro en plena comunión de la iglesia, significa que no está tomado en cuenta como si fuera un creyente.  Esto es lo que en este caso significa ser “entregado a Satanás”. Es no pertenecer al cuerpo de Cristo, y el que no pertenece a Cristo, entonces pertenece a Satanás; no hay de otra.  Es esto mismo a lo que se refirió Jesús cuando dijo de las personas que no piden perdón o que no se arrepienten de sus ofensas hacia sus semejantes, de quienes dijo: “si no oyere a la iglesia, tenle por gentil y publicano” (Mateo 18:17).  Es decir, es considerado solamente como un pecador que nunca se ha arrepentido de sus pecados, y que por lo tanto no es digno de pertenecer a la comunión de la iglesia, a menos que se arrepienta, y hasta entonces puede ser restaurado a la comunión de los miembros que pertenecen a la iglesia.  Entonces, cuando este se arrepienta, y sea restaurado de nuevo a la comunión de la iglesia, estará demostrando que sí tiene interés de ser “salvo en el día de Jesucristo”.

   Mientras tanto, amados hermanos, la iglesia por la naturaleza de su misión tiene la responsabilidad de aplicar disciplina y procurar el arrepentimiento del pecador; y el que peca deliberadamente por la naturaleza de su condición espiritual, tiene la responsabilidad de arrepentirse de sus pecados para corroborar que él es de Cristo y que es y que será siempre salvo.  Pero, si a pesar de los esfuerzos de la iglesia, tal persona nunca se arrepiente, es la triste evidencia de que no era de Cristo, ni salvo, ni legítimo miembro de la iglesia.  Esto es realmente triste, por lo que si alguna vez, alguno es puesto en disciplina, recuerde que lo que se busca no es que uno huya o se aleje de la iglesia, mucho menos para que se aleje más de Dios, sino que tal persona se arrepienta y encuentre en Cristo el perdón de sus pecados, y siga siendo un digno miembro del cuerpo de Cristo.

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   El segundo motivo que la iglesia tiene de la autoridad de Cristo para aplicar disciplina a los creyentes que pecan deliberadamente, es:

II.- CUIDAR LA SANTIDAD DE LA IGLESIA.

   La siguiente observación que el apóstol Pablo le hace a los Corintios, y que implica un motivo que la iglesia tiene para aplicar disciplina al creyente que peca deliberadamente, o incluso al que no es creyente pero que se ha hecho parte de la iglesia, la tenemos en la siguiente pregunta con su correspondiente respuesta (a partir de la segunda parte del versículo 6), que dice: “¿No sabéis que un poco de levadura leuda toda la masa? / Limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois; porque nuestra pascua, que es Cristo, ya fue sacrificada por nosotros. / Así que celebremos la fiesta, no con la vieja levadura, ni con la levadura de malicia y de maldad, sino con panes sin levadura, de sinceridad y de verdad” (1 Corintios 5:6b-8).

   Con estas palabras, el apóstol está indicando que ni la iglesia en general, ni el cristiano en particular debemos ser leudados, es decir, no debemos ser inflados, fermentados, o sea, contaminados por el pecado, porque ya les había dicho que, como creyentes, ellos son: “santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos” (1 Corintios 1:2).  La iglesia es como una masa nueva, fresca, no agria, sin moho, o sea, santa, como es y como siempre debe ser; y cada creyente y miembro de la iglesia es como un pan sin levadura en los cuales no debe haber ninguna mezcla de pecado. Por eso, el pecado que se comete especialmente cuando involucramos a otros es considerado por el apóstol como: “levadura de malicia y de maldad”, pero como el pan sin levadura, somos panes de sinceridad y de verdad”.

  Amados hermanos, si alguien se encuentra minado con la levadura del pecado, entonces antes de contaminarse más, y antes de contaminar a otros, la instrucción o desafío para la iglesia, e incluso para el pecador personal que ni siquiera es creyente, es: “limpiaos, pues, de la vieja levadura, para que seáis nueva masa, sin levadura como sois” (v. 7).  Cuando la contaminación iniciar, es cuando la iglesia es responsable de aplicar disciplina en cualquiera de sus grados necesarios, porque la iglesia, mediante la disciplina, cuida de la santidad de la iglesia, no con la intención de destruir al hermano ni al que en realidad no lo es, sino para procurar el arrepentimiento de todo pecador, y para que de esta manera se cuide y mantenga la santidad de la iglesia que, habiendo sido santificada a precio de la sangre de nuestro Salvador Jesucristo, no sea manchada por el desvalorado pecado.

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   El tercer motivo que la iglesia tiene de la autoridad de Cristo para aplicar disciplina a los creyentes que pecan deliberadamente, es:

III.- SER UNA IGLESIA DIFERENTE DEL MUNDO.

  Por último, observemos la instrucción disciplinaria que les recalca en los versículos 9 al 11, diciendo: “Os he escrito por carta, que no os juntéis con los fornicarios; / no absolutamente con los fornicarios de este mundo, o con los avaros, o con los ladrones, o con los idólatras; pues en tal caso os sería necesario salir del mundo. / Más bien os escribí que no os juntéis con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón; con el tal ni aun comáis” (1 Corintios 5:9-11).  Al principio del versículo 5 hace mención de una carta que les envió a los Corintios, antes de esta que hoy conocemos como primera epístola.

   El objetivo de aquella carta fue para instruirlos de no juntarse “con ninguno que, llamándose hermano, fuere fornicario, o avaro, o idólatra, o maldiciente, o borracho, o ladrón”, para que los que permaneciendo fieles y santos en la iglesia, se pueda observar en ellos y en la iglesia, que son diferentes del mundo incrédulo e infiel, y hasta de los que dicen ser creyentes pero que su conducta demuestra ser lo contrario.  Los cristianos no deben ni siquiera dar ocasión para ser confundidos entre los que no son cristianos, porque los cristianos tenemos la responsabilidad de demostrar que los que son de Cristo no son lo mismo que los que no son de él.

   Por eso, en esta segunda carta (primera epístola), ahora les dice: ¿No debierais más bien haberos lamentado, para que fuese quitado de en medio de vosotros el que cometió tal acción?” (1 Corintios 5:2), porque no debería estar alguien en la iglesia dando una imagen que no corresponde a la dignidad del evangelio y a la santidad de la iglesia.  La iglesia tiene la facultad de aplicar por medio de sus oficiales, la disciplina necesaria a todo pecador que deliberadamente está demostrando en su vida lo que la iglesia no es.

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   CONCLUSIÓN: Amados hermanos, nadie debe ser contado en la plena comunión de una iglesia si todavía practica una conducta inmoral de la cual no reconoce que con ello peca contra Dios, y no demuestra arrepentimiento por ello.  El pecador, por lo menos tiene que ser amonestado o exhortado, y en otros casos suspendido de sus privilegios o depuesto de su oficio, y cuando es necesario tendrá que ser excomulgado o hasta expulsado de la iglesia. Si esto tiene que llevarse a cabo alguna vez en esta iglesia, no ponga usted las manos al fuego en defensa del pecado, aun si se trate de un familiar suyo.  Mejor procure usted el arrepentimiento del pecador, mejor cuide y mantenga la santidad de la iglesia, y mejor contribuya a que esta amada iglesia sea no igual sino diferente del mundo, porque Dios quiere y espera recibir “una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha” (Efesios 5:27). Así debe ser esta amada iglesia de nuestro Señor Jesucristo, en la que hemos tenido el privilegio de ser integrados.

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