EL DESAFÍO DE VIVIR EN PUREZA SEXUAL.
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Génesis 39:1-12; y 1 Corintios 7:1-16.
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Predicado por el Presbítero: Diego Teh Reyes, el domingo 03 de marzo 2019, a las 11:00 horas, en la iglesia “El Divino Salvador” de Mérida, Yucatán.
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Este sermón corresponde al número 9 de la serie: DESAFÍOS PARA LA IGLESIA, basado en la Primera epístola de San Pablo a los Corintios.
INTRODUCCIÓN: En los primeros 6 capítulos de su primera epístola a los Corintios, el apóstol Pablo les escribió para orientarles acerca de cosas que deberían corregir en la vida de la iglesia, pues había muchos errores y pecados intencionales que estaban ocurriendo entre ellos, de los cuales le había sido informado por la familia de una tal Cloé, que no se sabe si era cristiana o no, o si vivía en Corinto o probablemente en Efeso, pero por el contexto, era conocida por los cristianos de Corinto. Pero, como el apóstol Pablo solo estuvo entre los Corintios durante unos 18 meses nada más, y ahora estaba en otro lugar, los creyentes de Corinto, le mandaron una carta al apóstol para preguntarle sobre asuntos acerca del matrimonio y sobre la pureza especialmente la pureza sexual, aunque es probable que el apóstol Pablo les haya enseñado acerca de este asunto durante los 18 meses que estuvo entre ellos. Pero ahora, había una carta de por medio de parte de los Corintios. Por eso en el capítulo 7 leemos que, refiriéndose a dicha carta el apóstol escribe: “En cuanto a las cosas de que me escribisteis, bueno le sería al hombre no tocar mujer” (1 Corintios 7:1). El pensamiento popular griego de aquellos tiempos en Corinto en cuanto al cuerpo, era dualista. Pensaban que el cuerpo es malo, pero el alma no. No conocían bien la doctrina hebrea-israelita de la creación del hombre, ni la doctrina del pecado acerca de cómo esta afecta tanto al alma como al cuerpo; por eso le habrían preguntado al apóstol Pablo si era mejor no casarse para evitar tener relaciones sexuales y así ser santos o más santos; pensamiento diferente en el cristianismo que enseña que todo lo que Dios hizo es bueno, tanto el cuerpo como el alma lo hizo bueno, y que a pesar de la causa del pecado cuando se da una relación sexual en el ámbito del matrimonio, esto no cuenta como pecado.
Pero los corintios aun ya siendo cristianos, mezclando sus conocimientos populares con el de su ahora fe cristiana, pensaban que, si evitaban el matrimonio y su correspondiente sexualidad, entonces serían santos o más santos; por eso el apóstol Pablo les enseña que no hay nada de malo en casarse y en la sexualidad, pues les dice primero a los varones que: “… si te casas, no pecas; y si la doncella se casa, no peca” (1 Corintios 7:28a); y luego tanto a varones como mujeres les dice en los vv. 12 y 13 que si ya están casados, pues que tampoco se separen de su cónyuge. Al contrario, el apóstol Pablo dignifica el valor, la importancia, y necesidad del matrimonio, por medio del cual uno también puede vivir en santidad, pues el sexo mismo en el matrimonio no te hace más pecador, sino que al contrario tanto para cristianos como para quienes aún no lo son, nos evita caer en impureza sexual. Si usted tiene oportunidad de conseguir y leer un libro publicado en el 2000, que se llama EL MATRIMONIO SAGRADO, de Gary Thomas, vale la pena leer ese libro, porque va de acuerdo con la enseñanza de la santidad en el matrimonio. En la portada del libro su autor pregunta: ¿Qué tal si Dios diseñó el matrimonio, más para hacernos santos, que para hacernos felices? Pero, para énfasis de este mensaje entiéndase impureza sexual, como cualquier relación sexual que ocurra fuera de la relación matrimonial entre un hombre y una mujer.
Con este mismo tenor bíblico, ahora les voy a predicar lo siguiente: El creyente en Jesucristo, soltero o casado, hombre o mujer, debe tener cuidado de no tomar MALAS DECISIONES que le conduzcan a los pecados de la impureza sexual. / ¿Cuáles son las MALAS DECISIONES que el creyente en Jesucristo debe tener cuidado de no tomar porque podrían conducirle a los pecados de la impureza sexual? / A través de la Primera epístola de Pablo a los Corintios 7:1-16, les compartiré TRES de las MALAS DECISIONES que el creyente en Jesucristo, sea soltero o casado, hombre o mujer, debe tener cuidado de no tomar, porque podrían conducirle a los pecados de la impureza sexual.
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La primera MALA DECISIÓN que el creyente en Jesucristo debe tener mucho cuidado de no tomar, porque entonces le habrá conducido a los pecados de la impureza sexual, es:
I.- TENER SEXO CON ALGUIEN QUE NO ES EL CÓNYUGE.
Lo primero que Pablo responde a los Corintios, es que: “…bueno le sería al hombre no tocar mujer” (1 Corintios 7:1b). O sea, si uno tiene el don de no necesitar casarse, es bueno, no porque por eso sea más santo, o eso le haga más santo, sino lo “bueno” de esta condición sería porque en el caso de los hombres cristianos en soltería tienen más tiempo para dedicarse al servicio de Dios en el área donde sea llamado por Dios según el don que uno reciba. Pero, no sería bueno no casarse, por lo siguiente que el apóstol dice en el versículo 2: “pero a causa de las fornicaciones, cada uno tenga su propia mujer, y cada una tenga su propio marido” (1 Corintios 7:2). El énfasis mayor de este capítulo es en cuanto a los hombres de Corinto que aun teniendo esposa, en el concepto de ellos en aquellos tiempos la esposa era solamente la que lava la ropa en la casa, o solamente la que hace la limpieza, o el planchado de la ropa. La esposa en ese contexto, no necesariamente tenía el deber de la sexualidad con el esposo; así que si el esposo le pedía sexo a la esposa, ella bien podía decir: Patroncito, eso no entra en el contrato. Por eso, el esposo, de cierta manera, no en el cristianismo sino en el paganismo de su cultura, tenía la libertad de ir y fornicar con una de las hieródulas o prostitutas sagradas del templo de Afrodita. Eso, si era socialmente aceptable en el paganismo, para el cristianismo no es aceptable, se llama pecado, hay que huir de ello. El hombre tiene que huir de la fornicación, o sea, del sexo fuera del matrimonio. Por eso, el apóstol les dice: “pero a causa de las fornicaciones, cada uno tenga su propia mujer”. No más de una mujer, solo una, “su propia mujer”. No la de otro, ni la de nadie, sino “su propia mujer”.
Pero, tener sexo con alguien que no es el cónyuge, en el cristianismo nunca ha sido solamente asunto de los varones, sino también de las mujeres, casadas o solteras. Así que en el mismo versículo 2, al final, el apóstol también dice a las mujeres en su calidad de esposa: “y cada una tenga su propio marido”. Tampoco le es permitido tener sexo con alguien que todavía no es su esposo, o en el caso de las casadas no con alguien que no sea su esposo. Ni con más de uno, pues por eso debe tener “su propio marido”. Solamente en ese compromiso santo del matrimonio, se puede tener sexo sin pecar, pero fuera del matrimonio solo convierte tanto a hombres como a mujeres en impuros pecadores nada santos.
Así que novios y novias, y también casados, no caigan en fornicación, porque es pecado de impureza sexual. Este es el cuidado que José el hijo de Jacob tuvo, cuando “la mujer de su amo puso sus ojos en José, y dijo: Duerme conmigo. / Y él no quiso, y dijo a la mujer de su amo: He aquí que mi señor no se preocupa conmigo de lo que hay en casa, y ha puesto en mi mano todo lo que tiene. / No hay otro mayor que yo en esta casa, y ninguna cosa me ha reservado sino a ti, por cuanto tú eres su mujer; ¿cómo, pues, haría yo este grande mal, y pecaría contra Dios?” (Génesis 39:7b-9). Uno, por temor y obediencia a Dios, puede tomar la decisión de no pecar contra Dios, evitando la tentación del sexo fuera del matrimonio.
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La segunda MALA DECISIÓN que el creyente en Jesucristo debe tener mucho cuidado de no tomar, porque entonces le habrá conducido a los pecados de la impureza sexual, es:
II.- NEGARTE A TENER SEXO CON TU CÓNYUGE.
Tal vez a más de un hombre presente le sorprenda porque un marido corintio, y ya siendo cristiano no quería cumplir con lo que Pablo llama “el deber conyugal”. En los versículos 3 y 4, les dice a primero a los maridos, y luego a sus respectivas esposas: “El marido cumpla con la mujer el deber conyugal, y asimismo la mujer con el marido. / La mujer no tiene potestad sobre su propio cuerpo, sino el marido; ni tampoco tiene el marido potestad sobre su propio cuerpo, sino la mujer” (1 Corintios 7:3-4). Estos no porque fuesen fornicarios con las hieródulas de Afrodita, sino porque creían en el pensamiento popular de su cultura que si el cuerpo es malo, entonces el sexo es malo; lo cual no es verdad para el cristianismo. Parte de la responsabilidad tanto del marido como de la esposa es cumplirse mutuamente, no por privilegio de uno para el otro, sin por derecho del otro para uno. Ninguno tiene “potestad sobre su propio cuerpo”, sino siempre el marido por su esposa, y la esposa por su marido. Es un deber, porque cuando alguien se niega para el otro, cualquiera de los dos, pero más a quien se le ha negado el placer de la sexualidad, aun si no lo había antes premeditado, queda expuesto a la tentación de la fornicación, del adulterio, lo cual convierte a uno mismo o al cónyuge en un impuro en cuanto a la sexualidad, lo cual es un pecado en el que finalmente no solamente uno es el culpable sino los dos.
En el versículo 5, el apóstol enseña al marido y a la esposa cristianos:” No os neguéis el uno al otro, a no ser por algún tiempo de mutuo consentimiento, para ocuparos sosegadamente en la oración; y volved a juntaros en uno, para que no os tiente Satanás a causa de vuestra incontinencia” (1 Corintios 7:5). Este versículo habla de una buena razón para no practicar sexo en el matrimonio, no para que uno sea más santo, sino para que uno haga evidente delante de Dios, que uno se acerca a él, prefiriendo la comunión con Dios antes que cualquier el placer. Es lo que hacemos cuando ayunamos para la oración; es lo que hacemos cuando nos presentamos a la adoración, o cuando tomamos la cena del Señor, nos acercamos a Él ayunando o absteniéndonos de cualquier placer como el de la comida, de algún trabajo o diversión que se hace de costumbre, e incluso absteniéndose de relación sexual. El apóstol Pablo explica que cuando hay abstención de sexo uno se puede ocupar “sosegadamente en la oración”, pero en estos casos marido y mujer deben estar en “mutuo consentimiento”, por lo que ambos deben estar conscientes de la importancia o primacía de la necesidad espiritual antes que de la necesidad conyugal. Pero tampoco es correcto, ni recomendable tener un largo tiempo de abstinencia de la sexualidad, porque también dice el apóstol: “para que no os tiene Satanás a causa de vuestra incontinencia”. Pues, si la pareja no toma en cuenta estas instrucciones, uno mismo se hace responsable de su propio pecado de impureza sexual, y hasta del pecado de adulterio al que llegase a caer su cónyuge.
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La tercera MALA DECISIÓN que el creyente en Jesucristo debe tener mucho cuidado de no tomar, porque entonces le habrá conducido a los pecado de la impureza sexual, es:
III.- LA DECISIÓN DE NO CASARTE SI NO TIENES EL DON DE LA SOLTERÍA.
Ahora, el apóstol Pablo tiene una nueva orientación pero para los solteros y solteras; y para las viudas, pero también aplica para los viudos. Vea usted lo que él dice en los versículos 7 al 9: “Quisiera más bien que todos los hombres fuesen como yo; pero cada uno tiene su propio don de Dios, uno a la verdad de un modo, y otro de otro. / Digo, pues, a los solteros y a las viudas, que bueno les fuera quedarse como yo; / pero si no tienen don de continencia, cásense, pues mejor es casarse que estarse quemando” (1 Corintios 7:7-9). Lo primero que Pablo resalta en esta instrucción es la importancia de que él quisiera que todos, tanto hombres como mujeres fuesen como él, en el sentido de no tener esposa, o en el caso de las mujeres que sería mejor que no se casen. Es este mismo sentido que recalca desde el principio de su respuesta en el versículo 1 cuando escribe a los varones: “En cuanto a las cosas de que me escribisteis, bueno le sería al hombre no tocar mujer” (1 Corintios 7:1); y en realidad dice lo mismo acerca de las mujeres ya sea solteras y/o viudas en el versículo 8 al decir: “Digo, pues, a los solteros y a las viudas, que bueno les fuera quedarse como yo” (1 Corintios 7:8).
En el versículo 26 de este capítulo 7, el apóstol explica la razón por la que sería bueno quedarse sin casar, pero no es por causa de que el cuerpo sea malo, porque no lo es, sino según Pablo: “Tengo, pues, esto por bueno a causa de la necesidad que apremia; que hará bien el hombre en quedarse como está” (1 Corintios 7:26); pero si uno ya es casado, dice en el versículo 29: “Pero esto digo, hermanos: que el tiempo es corto; resta, pues, que los que tienen esposa sean como si no la tuviesen” (1 Corintios 7:29). No habla de que el hombre descuide a su esposa. En ambos textos resalta “la necesidad que apremia” (v. 26), y “que el tiempo es corto” (v. 29). La necesidad a la que se refiere es la de extender el evangelio de Jesucristo, lo cual si uno es casado, no es que sea un impedimento definitivo para hacer esto, pero a final de cuentas, es una limitante que por responsabilidad tenemos que dedicar tiempo al matrimonio, y luego a los hijos. Pero, repito, el apóstol no estaba diciendo que no sea bueno casarse, sino solamente está enfatizando que el soltero(a), o viuda(o), tiene más libertad de hacer mucho más para la causa del evangelio.
Pero, si el soltero, aunque también la soltera; o la viuda, aunque también el viudo; siente que no pueden quedarse en el estado civil en el que se encuentran, no hay problema si se casan. Es esto que afirma san Pablo en la primera parte del versículo 28 al decir: “Mas también si te casas, no pecas; y si la doncella se casa, no peca” (1 Corintios 7:28). Sin embargo, nadie debe decidir no casarse, porque piense que quiere ser más útil para la obra de Dios, si siente que como hombre necesita a una mujer, o si siente que como mujer necesita a un hombre. El apóstol Pablo recalca en los versículos 8 y 9 que para estos casos: “Digo, pues, a los solteros y a las viudas, que bueno les fuera quedarse como yo; / pero si no tienen don de continencia, cásense, pues mejor es casarse que estarse quemando” (1 Corintios 7:8-9). La razón para casarse, es estos casos es para evitar que por no tener uno el don de la continencia, uno recurra a la fornicación, y entonces uno peque así contra Dios, y posiblemente de paso, uno haga que otro soltero u otra persona casada adultere y peque contra Dios. Por ello, mejor, cada quien cásese para evitar que en soltería o viudez uno cometa el pecado de fornicación, lo cual va en contra de la santidad del cristiano y de la iglesia, y porque es pecado.
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CONCLUSIÓN: Amados hermanos, hoy somos desafiados por la palabra del Señor, a tener cuidado de no tomar MALAS DECISIONES que deshonren nuestros propios cuerpos llevándonos a caer en impurezas sexuales, porque ahora nuestros cuerpos son nada menos que templos “del Espíritu Santo” (1 Corintios 6:19). Tomemos la decisión de vivir como expresa el himno: VIVIR POR CRISTO (# 341 del Himnario Solo a Dios la Gloria), que en su primera estrofa dice: “Vivir por Cristo en pureza y verdad, siempre agradarle con todo mi afán”. Un hombre que vive por Cristo, y para Cristo en pureza, es uno que huye de toda fornicación como el adulterio, la homosexualidad, el bestialismo, el travestismo, el voyeurismo, el lesbianismo, y otras perversiones más de la sexualidad.
Que Dios nos ayude a todos a vivir siempre en pureza.
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