SOLO JESÚS NOS HACE MIEMBROS DEL REINO DE DIOS.
Salmo 10:1-18; y 1 Corintios 6:9-11.
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Predicado por el Presbítero: Diego Teh Reyes, el domingo 14 de abril 2019, a las 11:00 horas, en la iglesia “El Divino Salvador” de Mérida, Yucatán.
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Este sermón corresponde al número 01 de la serie: SOLO JESÚS.
INTRODUCCIÓN: Hoy, recordamos a Jesús como Rey, desde una profecía de Zacarías a la ciudad de Jerusalén a la que dijo: “Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey vendrá a ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna” (Zacarías 9:9). Este rey que vendría según la profecía, se trataba nada menos que de Jesús el Hijo de Dios, quien no solo vino como Rey a Jerusalén, sino que desde que nació en Belén y así llegó a este mundo, llegó siendo Rey, pero no del reino terrenal de Israel ni de los judíos, sino del verdadero Reino eterno de Dios. En su célebre entrada triunfal en Jerusalén, en la que se cumple la profecía de Zacarías, cabalgó “sobre un pollino hijo de asna”, solo para identificarse como Rey, acompañado de un ejército no militar como lo hacían los que eran puestos como reyes por el imperio romano, sino que fue acompañado por un ejército de niños y gente necesitada de la gracia de Dios; a quienes no llevó al palacio real de la ciudad para tomar posesión del trono, sino que de manera intencional les llevó nada menos que directo al templo del único Dios vivo y verdadero. Esta acción de llevarles al templo, fue una clara confirmación para sus seguidores de que su reino no era como los terrenales, sino que se trataba de un reino distinto. A 5 días después de su entrada triunfal, al haber sido arrestado, y siendo juzgado delante de Pilato, le explicó a este gobernante que: “Mi reino no es de este mundo; si mi reino fuera de este mundo, mis servidores pelearían para que yo no fuera entregado a los judíos; pero mi reino no es de aquí” (Juan 18:36). Él se estaba refiriendo al reino de Dios.
En nuestro texto bíblico de 1 Corintios 6:9-11, en dos ocasiones, el apóstol Pablo habla de EL REINO DE DIOS (en los versículos 9 y 10). Con ello se refiere al reino que Jesús le dijo a Pilato que no es de este mundo, y que desde el comienzo de su ministerio Jesús predicaba diciendo: “Arrepentíos, porque el reino de los cielos se ha acercado” (Mateo 4:17b). Todo lo que Pablo dice en los versículos 9 al 11, tiene qué ver con EL REINO DE DIOS, anunciado por Jesús.
En las dos ocasiones que en estos versículos san Pablo menciona EL REINO DE DIOS, también enfatiza cada vez con toda claridad, quiénes “NO HEREDARÁN EL REINO DE DIOS” (v. 9; cf. 11). Con solo leer en el principio del versículo 9, la pregunta que dice: “¿No sabéis que los injustos NO HEREDARÁN EL REINO DE DIOS?” (1 Corintios 6:9a), nos damos cuenta que los “injustos no heredarán el reino de Dios”, y ya con eso creo que de entrada ninguno de nosotros tiene derecho a ese reino. ¿No es cierto? Pero, además, añade en el mismo versículo 9 y continúa en el versículo 10, que: “ni los fornicarios, ni los idólatras, ni los adúlteros, ni los afeminados, ni los que se echan con varones, / ni los ladrones, ni los avaros, ni los borrachos, ni los maldicientes, ni los estafadores, heredarán EL REINO DE DIOS (1 Corintios 6:9b-10). Esta es la descripción de algunos que deben estar ahora mismo aquí en la iglesia, que lo tienen bien guardadito, pero, aunque estén en la iglesia y sus cultos, por ser practicantes de estos pecados, NO HEREDARÁN EL REINO DE DIOS. Aunque también reconocemos lo que inmediatamente afirma al principio del versículo 11 al decir: “Y esto erais algunos” (1 Corintios 6:11a). O sea, que, sí se puede dejar de practicarlo, eso se llama arrepentimiento. Entonces, si usted deja de practicarlo, y si usted cree en Cristo como su Salvador, entonces, usted sí heredará EL REINO DE DIOS. ¿Qué buena noticia que el reino de Dios no está bloqueado en definitiva para usted si se arrepiente de sus pecados?
Después de decir que de los que no heredarían el reino de Dios, “esto erais algunos”, añade cuáles son las razones porque ahora ya no estaba cerrado para ellos el reino de Dios, gracias a tres acciones del Señor Jesucristo. En la segunda parte del versículo 11, san Pablo, a los que ya son parte del reino de Dios, les explica: “… mas ya habéis sido lavados, ya habéis sido santificados, ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús, y por el Espíritu de nuestro Dios” (1 Corintios 6:11b). Por esto, de manera específica, ahora les voy a predicar que: Cuando cada pecador invoca el nombre de Jesús, Jesús lleva a cabo en el pecador las ACCIONES necesarias para convertirle en miembro del reino de Dios. / ¿Cuáles son las ACCIONES necesarias que Jesús lleva a cabo en cada pecador que invoca su nombre, para convertirle en un miembro del reino de Dios? / Siguiendo las palabras de estos versículos 9 al 11, especialmente del versículo 11, descubriremos 3 de estas ACCIONES divinas. Por eso titulé el mensaje de este momento como: SOLO JESÚS NOS HACE MIEMBROS DEL REINO DE DIOS. Sin embargo, tratándose de un pasaje de Primera a los Corintios, también aplica para este mismo mensaje el título alterno: EL DESAFÍO DE SER MIEMBROS DEL REINO DE DIOS, para la serie de los DESAFÍOS PARA LA IGLESIA.
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La primera ACCIÓN necesaria que Jesús lleva a cabo en el pecador que le invoca, y que le convierte en un miembro del reino de Dios, es:
I.- LAVAR LA VIDA DE PECADOR.
La biblia dice que el pecador está destituido de la gloria de Dios (cf. Romanos 3:23). Parte de esa gloria de Dios, es la pertenencia y acceso a su Reino eterno. Es obvio que el pecador es destituido precisamente porque es pecador, cuyo pecado es el mayor impedimento para pertenecer a su reino. Quien tiene hasta un solo pecado, no puede estar donde Él está. Es por eso que Dios al manifestarse presente en el Edén, tuvo que expulsar de allí a Eva y a Adán por pesar sobre ellos, no tantos, sino solo un pecado, el de haber comido por desobediencia el fruto que se les había prohibido.
Pero, gracias a Jesucristo, ahora los pecadores arrepentidos, tenemos entrada al reino de Dios. Es por eso que en el versículo 11, les recuerda a los Corintios que lo que Jesucristo hizo por ellos para que puedan heredar el reino de los cielos es que: “ya habéis sido lavados”. Es decir, sus pecados han sido perdonados, y su vida interior ha sido lavada, primero por la palabra de Dios que uno deja que pase no solo por el oído sino hasta el corazón. Es por eso que en una ocasión Jesús les dijo a sus discípulos que: “Ya vosotros estáis limpios por la palabra que os he hablado” (Juan 15:3). La palabra de Cristo que uno escucha además de producir fe (cf. Romanos 10:17), también limpia el corazón, tal como el salmista que exalta las excelencias de la Ley Dios, pregunta y responde: “¿Con qué limpiará el joven su camino? Con guardar tu palabra” (Salmo 119:9). Es a esta limpieza, en parte, a la que el apóstol Pablo se refiere cuando les dice a los Corintios que: “ya habéis sido lavados”. La palabra de Dios, revelada en el evangelio de Jesucristo limpia el corazón de una persona que la lee o escucha.
Pero, también de manera especial, uno es lavado por la sangre de Cristo. Esto lo dice con más claridad el apóstol Juan quien en su primera epístola universal escribió acerca de Dios y de su Hijo diciendo, que: “la sangre de Jesucristo su Hijo nos limpia de todo pecado” (1 Juan 1:7). Lo que Juan afirma con estas palabras es que nadie puede limpiarse o lavarse de su propio pecado, tal como Dios dijo a los judíos por medio del profeta Jeremías, diciéndoles: “Aunque te laves con lejía, y amontones jabón sobre ti, la mancha de tu pecado permanecerá aún delante de mí, …” (cf. Jeremías 2:22), sino que solo Jesucristo quien murió derramando su sangre en el Calvario, es poderoso y eficaz para hacer efectivo el lavamiento que limpia la vida de un pecador. Y aún, por más gravísimos que sean los pecados cometidos, la sangre de Jesucristo “limpia (san Juan lo dice clarito:) de TODO pecado”; por lo que esta es la oportunidad de dejar que Jesucristo lave la vida de usted que trae cargando pecados impregnados en su alma, no importa qué pecados sean porque Jesucristo lo limpia TODO. ¿No quiere irse usted de este lugar, con su vida ya lavada por Jesucristo, para ser heredero del reino de Dios?
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La segunda ACCIÓN necesaria que Jesús lleva a cabo en el pecador que le invoca, y que le convierte en un miembro del reino de Dios, es:
II.- SANTIFICAR LA VIDA DEL PECADOR.
Hay una frase en la epístola a los hebreos que dice claramente: “Seguid la paz con todos, y la santidad, sin la cual nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14). Como ustedes pudieron oír, leer, o recordar, la santidad es un requisito para entrar en el reino de Dios, y ver al Señor Jesucristo; por lo que él mismo es quien se encarga de hacer que un pecador verdaderamente arrepentido pueda contar con esta santidad, pues san Pablo les dice a los Corintios no solamente que “ya habéis sido lavados”, sino también que: “ya habéis sido santificados”.
Es lo que Jesucristo había hecho con los corintios. Por eso, desde las primeras palabras de su primera epístola, San Pablo se dirige a ellos como: “a la iglesia de Dios que está en Corinto, a los santificados en Cristo Jesús, llamados a ser santos” (1 Corintios 1:2a); y a pesar de los problemas y pecados con los que ellos siempre lucharon, cuando el apóstol les escribe su segunda epístola, les vuelve a saludar prácticamente con las mismas palabras con las que les saludó en la primera epístola, diciéndoles: “a la iglesia de Dios que está en Corinto, con todos los santos que están en toda Acaya” (2 Corintios 1:1b).
Pero, lo que resalta en este caso, es que Jesucristo es quien hace esta acción de santificación en los pecadores que arrepentidos aceptan libre y conscientemente heredar y entrar al reino de Dios. Usted necesita esta santificación que hace Jesucristo, para ser hecho parte o miembro del reino de Dios. Hoy, usted se la puede pedir directamente a Jesucristo.
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La tercera ACCIÓN necesaria que Jesús lleva a cabo en el pecador que le invoca, y que le convierte en un miembro del reino de Dios, es:
III.- JUSTIFICAR LA VIDA DEL PECADOR.
Después de decirle a los Corintios que “ya habéis sido lavados” (la primera acción de Jesús); y que: “ya habéis sido santificados” (la segunda acción de Jesús); hay una tercera acción que es explicada por el apóstol Pablo diciéndoles que: “ya habéis sido justificados en el nombre del Señor Jesús”. El ser justificado según la biblia es la acción de la libre gracia de Dios por medio de Jesucristo, de que en virtud de que Dios está dispuesto a perdonar a un pecador, Dios le declara libre de toda culpa de pecado. Esto es lo que Dios hace por las personas que se arrepienten de sus pecados, por haber Jesucristo pagado la culpa de TODOS los pecados de quienes Él quiere salvar. La justificación es el dictamen legal de Dios a favor de un pecador arrepentido. Si se trata de usted, TODOS sus pecados antes cometidos, ya no son más contados en contra suya, sino que Dios siempre le mirará a usted como si nunca antes ha pecado.
Dios hace sencillo para usted la manera de cómo heredar el reino de los cielos, de cómo tener entrada libre a su reino. Nadie lo merece, pero Dios quiere dar a los que creen en su Hijo Jesucristo, este privilegio de ser parte del reino de los cielos. Esto vale la pena, porque por naturaleza, los pecadores nos dirigimos solitos y automáticamente al infierno, al reino de las tinieblas, a la condenación eterna, pero con Cristo somos salvados del infierno, somos rescatados de las tinieblas y colocados al lugar de la luz admirable de Dios (cf. 1 Pedro 2:9); y somos redimidos de la condenación eterna. Todo esto, gracias a que Dios quien, en el nombre de Jesús, como Jesús mismo lo hiciera, declara a favor de cada pecador arrepentido: “Tus pecados te son perdonados”, como lo hizo con un paralítico a quien justificó perdonándole todos sus pecados, y también sanó (cf. Mateo 9:2); y como lo hizo con una mujer de cierta ciudad, que era conocida e identificada como la pecadora, a quien también la liberó de muchos demonios (Lucas 7:48). Esta es la justificación que gracias al nombre del Señor Jesucristo convierte a un pecador en un miembro del reino de Dios. Usted debe confesar a Dios los pecados que usted ha cometido y los que está cometiendo ahora mismo. Maravillosamente lo que Jesús quiere hacer con usted, es decir: “Tus pecados te son perdonados”, y así usted se va hoy de aquí ya justificado y siendo miembro del reino de Dios.
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CONCLUSIÓN: Amados oyentes que no tienen la seguridad de ser herederos del reino de Dios, les invito que hoy le pidan a Jesucristo su entrada al reino de los cielos. ¿Alguno de los presentes quiere aceptar estas acciones de Jesús para su vida, y ser convertido nada menos que en miembro del reino de los cielos? Le invito a que usted acepte que Jesucristo lleve a cabo las acciones necesarias para que él le convierta en miembro de su reino celestial. Cada uno de ustedes, díganle lo siguiente a Jesucristo: “Señor Jesús, acepto que tú eres mi salvador, te suplico laves mi vida de todo pecado como lo hiciste con los corintios. Por favor, santifica mi vida para poder ser parte del reino de los cielos. Y también justifícame no conforme a mis obras porque no podría alcanzar ser justificado con ellas, pero justifícame según tu voluntad y tu propia justicia que sería suficiente para mí. He entendido que tienes preparado tu reino que no es de este mundo, también para mí. Acepto hoy tu llamado de pertenecer y heredar tu reino celestial. Muchas gracias Jesús por hacer todo por mí para que yo sea miembro de tu reino. Amén”.
Si usted en verdad aceptó que Jesús sea su salvador personal, usted ha sido lavado, santificado, y justificado “en el nombre del Señor Jesús” (1 Corintios 6:11b). Usted es desde ahora, un heredero del reino de Dios.
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