SOLO JESÚS MURIÓ CON PROPÓSITOS REDENTORES
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Hebreos 2:14-18.
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Predicado por el Presbítero: Diego Teh Reyes, el viernes 19 de abril 2019, a las 14:00 horas, en la iglesia “El Divino Salvador” de Mérida, Yucatán.
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Este sermón corresponde al número 07 de la serie: SOLO JESÚS.
INTRODUCCIÓN: Mientras Jesús estaba crucificado, aquel día durante un lapso de tres horas, desde el mediodía hasta las tres de la tarde, él pronunció siete palabras o frases, con significados bastante relevantes para entender la necesidad, el valor, y los alcances de su muerte para que desde entonces, como hasta ahora, podamos tener la seguridad de que en él recibimos el perdón de nuestros pecados, que en él somos librados de la condenación eterna, que en él recibimos la vida eterna, y que en él recibimos no unos cuantos sino muchísimos beneficios. Él dijo con respecto a quienes le condenaron y a quienes personalmente le crucificaron: “Padre, perdónalos, porque no saben lo que hacen” (Lucas 23:34); a un compañero crucificado, un ladrón arrepentido, que deseó el reino de Jesús, le dijo: “De cierto te digo que hoy estarás conmigo en el paraíso” (Lucas 23:43); a su madre y a uno de sus discípulos le dijo: “Mujer, he ahí tu hijo. / Después dijo al discípulo: He ahí tu madre” (Juan 19:26,27). A su Padre celestial, cuando Jesús no soportaba el sufrimiento de su crucifixión gritó: “Elí, Elí, ¿lama sabactani? Esto es: Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?” (Mateo 27:46); cuando el efecto del sol, el cansancio, y el desangramiento, le habían debilitado, dijo: “Tengo sed” (Juan 19:28), y para aguantar el dolor, le dieron vinagre para beber. Cuando Jesús hubo tomado el vinagre, dijo: “Consumado es” (Juan 19:30). Y sus últimas palabras fueron: “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu”. Y habiendo dicho esto, expiró (Lucas 23:46). Estas fueron sus siete palabras antes de morir. Aunque sin menospreciar tan benditas palabras de Jesús, estas no serán el tema esencial de mi predicación de este momento.
Hoy me enfocaré al asunto más específico de su muerte y no de sus benditas palabras. Me enfocaré en el detalle que San Lucas describe de que después que Jesús hubo dicho sus últimas palabras en la cruz, “habiendo dicho esto, expiró” (Lucas 23:46), o sea, que murió. Pero lo que quiero exponerles es: ¿Para qué murió Jesús? El solo hecho de que Jesús haya sido crucificado, aunque era una dolorosa condición, todavía no era suficiente para dar por pagadas nuestras culpas. Tenía que exhalar su último aliento, tenía que expirar, tenía que morir. Después de tres horas de estar colgado en la cruz, por fin llegó aquel momento más tenebroso y a la vez más lleno de gracia de la historia: Jesús murió. No se desmayó, no solo quedó inconsciente, sino que Jesús murió.
Pero, siguiendo las palabras del texto bíblico de Hebreos 2:14-18, que ya hemos leído, les voy a predicar que: La muerte de Jesús ocurrió por diversos PROPÓSITOS REDENTORES. / ¿Cuáles son esos PROPÓSITOS REDENTORES por los que ocurrió la muerte de Jesús? / Hebreos 2:14-18, nos presenta algunos de los diversos PROPÓSITOS REDENTORES por los cuales ocurrió la muerte de Jesús.
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El primer PROPÓSITO REDENTOR por el que ocurrió la muerte de Jesús, es:
I.- PARA DESTRUIR AL DIABLO.
Una pregunta que nos guiará al desarrollo de lo que ahora les voy a explicar, es ¿Quién estuvo primero aquí en la tierra? ¿El diablo o el ser humano? La respuesta es que primero llegó el diablo aquí en la tierra. ¿Cómo es que llegó aquí? Lo que tenemos que recordar es que era el más hermoso de los ángeles, cuyo corazón se llenó de orgullo, y quiso quitar a Dios de su trono celestial para que él fuese Dios. Pero, Dios quien no puede ser superado por ninguna de sus criaturas, no lo permitió, y desde aquel momento Dios lo pudo haber exterminado, pero no lo hizo sino lo expulsó de su cielo, enviándolo nada menos que aquí en el planeta tierra, justo aquí, y no en otro lugar del universo. Y mientras ha estado aquí, siempre ha querido destruir todo lo que Dios hace o ha hecho. Por culpa del diablo, dice la Biblia acerca de nuestro planeta tierra que Dios “la hizo y la compuso” (Isaías 45:18). Tiempo después cuando Dios creó al ser humano, y le puso en el huerto del Edén, un lugar aquí en esta tierra, el diablo, corporizado en forma de una serpiente, usando toda su astucia consiguió que Eva y Adán desobedecieran a Dios, pues así es como el diablo está queriendo destruir todo lo que Dios hace.
Pero, Dios no dejará que el diablo se salga para siempre con la suya. Aunque Eva y Adán ya habían desobedecido a Dios, y ya se habían convertido en auténticos pecadores, con potencia para depravarse más, Dios le advirtió a aquella serpiente, al diablo mismo: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar” (Génesis 3:15). La simiente o hijo de mujer al que Dios se refirió en ese entonces es Jesús su hijo celestial que nacería como ser humano. La serpiente o diablo, solamente podría herir a Jesús en el calcañar, es decir, no de gravedad; pero Jesús herirá mortalmente en la cabeza a aquella serpiente, al diablo. Es por eso que el escritor del texto bíblico que hoy hemos leído, hablando de la naturaleza humana, dice de Jesús: “Así que, por cuanto los hijos participaron de carne y sangre, él también participó de lo mismo, para destruir por medio de la muerte al que tenía el imperio de la muerte, esto es, al diablo” (Hebreos 2:14). Dios puso en este mundo al ser humano, para demostrarle al diablo una vez más que él no es una gran cosa, ni nunca lo ha sido, sino simplemente es un ser creado que puede ser vencido, y Jesús lo ha hecho. Aunque él murió, el diablo “que tenía el imperio de la muerte” no pudo retenerle muerto, pues al tercer día resucitó, y entonces, el poder del diablo sobre el ser humano quedó destruido. Jesús murió, para “para destruir […] al diablo”.
Amados oyentes, el diablo no tiene por qué vencernos absolutamente en nada. Ya ha sido vencido por Jesús. Usted solamente tiene que ser un verdadero creyente que permanezca creyendo en él. Haga lo que el diablo haga contra usted, él ya está vencido. Sus estragos, todos juntos, no le afectarán a usted para la eternidad.
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El segundo PROPÓSITO REDENTOR por el que ocurrió la muerte de Jesús, es:
II.- PARA LIBRAR A TODOS LOS SUJETOS A SERVIDUMBRE.
Después de explicar el autor de nuestro texto bíblico que Jesús murió para “destruir […] al diablo”, en el siguiente versículo, el versículo 15, añade: “y librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre” (Hebreos 2:15). ¿Qué quiere decir este apóstol de Jesús, cuando habla de personas que han estado “durante toda la vida sujetos a servidumbre”? No se está refiriendo a personas que fueron sometidas a trabajos forzados, sino que se está refiriendo al poder que el pecado llega a tener sobre las personas cuando no dejan que Dios tenga el control de la espiritualidad de la conducta. El pecado pone al ser humano en una casi imperceptible servidumbre espiritual. Así lo dijo Jesús en una ocasión a un grupo de personas que le escuchaban. A ellos les dijo: “De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado” (Juan 8:34). El pecado es terrible. Siempre hace que cada vez hagamos más cosas malas. Aun cuando nos proponemos a hacer cosas buenas, pronto descubrimos, pero no antes sino después, que lo que hemos hecho no fue lo bueno que nos propusimos sino lo malo que ni siquiera habíamos premeditado hacer. ¿No les ha pasado eso, muchas veces? Es el poder del pecado que sujeta a servidumbre a cualquier ser humano sin excepción. Es el poder del pecado que hace esclavo del pecado a quien no deja que Dios sea quien tenga el control de su vida.
Bueno, pero la buena noticia es que Jesús murió para “librar a todos los que por el temor de la muerte estaban durante toda la vida sujetos a servidumbre” (Hebreos 2:15). Jesús mismo, a aquella misma gente que se estaba dejando esclavizar por el pecado, hablándoles de él mismo, les dijo: “si el Hijo os libertare, seréis verdaderamente libres” (Juan 8:36). Eso lo dijo aun cuando no había muerto, pero luego, que específicamente murió para “librar” de “servidumbre” de pecado, con más razón está garantizado que usted y yo ahora podemos superar en él esos problemas, adicciones, y pecados. Quienes por sus propios medios luchan con todo esto sin acudir a Jesús, no logran superar todas esas cosas. Eso solo indica cuánta falta hace Jesús en la vida del ser humano.
Amados oyentes, todas esas complicaciones de nuestra vida personal que nos persiguen, que puede llevar a personas a la infelicidad, y que puede destruir la vida hasta del que es aparentemente fuerte, tiene solución en Jesús el Hijo de Dios. Usted tiene que decirle a Jesús, hoy y todos los días: Jesús toma el control de mi vida, aplica en mí tu poder liberador de este pecado, de este problema, o de esta adicción que me está dañando. Él te va a librar.
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El tercer PROPÓSITO REDENTOR por el que ocurrió la muerte de Jesús, es:
III.- PARA EXPIAR LOS PECADOS.
El versículo 17 de nuestro texto, dice de Jesús: “Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos, para venir a ser misericordioso y fiel sumo sacerdote en lo que a Dios se refiere, para expiar los pecados del pueblo” (Hebreos 2:17). No voy a explicar todos los detalles de este versículo, que son muchos. Solamente voy a enfatizar la frase que al final de este versículo, refiriéndose al ministerio sacerdotal de Jesús, ministerio que ejerció no en el templo de Jerusalén, sino en la cruz del Calvario, dice que fue: “para expiar los pecados del pueblo”. Expiar, significa: pagar para quedar libre de culpa; como cuando usted paga una multa, o un aviso de pago de servicios, y usted queda libre de adeudo. Lo que Jesús hizo para “expiar los pecados”, fue, pagar los pecados de las personas, para que tales pecados sean eliminados de nuestra cuenta espiritual. ¡Qué gran beneficio para nosotros, la muerte de Jesús!
En los tiempos de Jesús, y desde unos 15 siglos atrás, Dios había establecido para los israelitas y judíos, que para que los pecados de una persona fuesen expiados (o sea, pagados y quitados de uno), un sacerdote tenía que sacrificar una oveja, derramar su sangre junto al altar del tabernáculo o templo de Jerusalén; y luego a la persona arrepentida tenía que rociarla con parte de aquella sangre. Pero, Dios mismo acabó con aquel complicado y sangriento ritual de animales que simbolizaban la vida del pecador que con la muerte de un ser sin culpa, pagaba la culpa del pecador. Ahora, Jesús, como el mejor sacerdote, se ofreció a sí mismo, al mismo tiempo como el sacrificio sangriento, que fue válido “para expiar los pecados del pueblo”. El murió para que usted no se quede cargando con todos los pecados que ha cometido durante toda su vida. El murió para pagar la culpa de nuestros pecados, y para que en consecuencia favorable sean eliminados de nuestra carga espiritual.
Amados oyentes, no tenemos por qué cargar con pecados que Jesús ya pagó su cancelación y eliminación. Lo que usted debe hacer ahora y cada día, es decirle a Jesús: Señor Jesús, soy un pecador que hoy necesito tu perdón. Limpia mi vida de cada uno de mis pecados cometidos. Gobierna mi vida para que, con tu poder en mí, ahora pueda huir de pecar.
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El cuarto PROPÓSITO REDENTOR por el que ocurrió la muerte de Jesús, es:
IV.- PARA SOCORRER A LOS QUE SON TENTADOS.
El escritor de nuestro texto bíblico, hablando de Jesús estando en la condición de ser humano, dice que: “Pues en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados” (Hebreos 2:18). Desde antes de su muerte fue tentado por el mismo diablo, no tres veces, sino muchas veces más, y no fue para él nada fácil ni agradable, pues el apóstol que escribe sobre este asunto, y dice que Jesús: “padeció siendo tentado”. Pero, precisamente por eso, él entiende la angustia, el problema en el que nosotros los seres humanos nos encontramos cuando las tentaciones llegan a nuestra vida. Todos los días la tentación nos acecha para hacernos caer, para hacernos ofender a otros, para hacernos fallar a nuestra integridad, para hacernos quedar mal hasta con nuestra misma familia. La tentación puede llegar con toda su fuerza desastrosa. Pero, la buena noticia es que Jesús: “es poderoso para socorrer a los que son tentados”.
Amado oyente, ¿cuál es la tentación que ahora le está atormentando y a la que quizá talvez usted le ha cedido espacio en su vida? ¿Cuál es la tentación que incluso si usted no le ha cedido espacio en su vida, le está afligiendo grandemente? Ahora, ya sabe usted, Jesús murió para que las tentaciones no hagan estragos en nuestra vida; para que usted sea rescatado cuando la tentación llegue. Hoy, pongamos toda nuestra confianza en él para que, en vez de hundirnos en las tentaciones, le digamos a él: Señor Jesús, socórreme, auxíliame, rescátame de la tentación que me está acechando.
CONCLUSIÓN: Amados oyentes, la muerte de Jesús, no fue una muerte ordinaria como la que nos ocurre a los que somos solamente humanos, sino que su muerte fue una muerte extraordinaria por estar en su naturaleza humana toda la plenitud divina. Su muerte, fue para destruir el poder del diablo sobre aquellos que creen en él; fue para librar a todos los que estamos sujetos a esclavitud de pecado; fue para expiar nuestros pecados; y fue para que seamos socorridos de las tentaciones que nos conducen a tomar malas decisiones. Todo esto ocurrió como una bendita consecuencia de la muerte de Jesús el Hijo de Dios.
Pero, otra buena y mejor noticia, es que Jesús no quedó muerto, sino que resucitó. Esto asegura que los beneficios de haber muerto en nuestro lugar, se vuelvan realidades en nosotros siempre, a partir del momento que creamos permanentemente que él es el Hijo de Dios que murió por nosotros.
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