EL DESAFÍO DE UN VERDADERO MINISTRO DE DIOS, Por: Diego Teh.

   INTRODUCCIÓN: Hoy, es tanto día del padre como día del pastor, pero la predicación de este momento no va a ser alusiva al día del padre sino solamente al día del pastor; sin embargo: Muchas felicidades a todos los que tienen el honor de ser padres.  En cuanto a los padres en general, ya he presentado algunas palabras en el segundo sermón de la semana pasada, dirigido a los hombres en general, bajo el título: EL DESAFÍO DE LOS HOMBRES DE DIOS; así que, en este momento, el desafío que presentaré a ustedes tendrá su enfoque centrado en la vocación del ministerio pastoral.  Puesto que yo mismo, he sido hecho participe del ministerio pastoral, no buscaré exaltarme a mí mismo con un mal uso de la palabra de Dios, pues no hablaré de Diego sino del pastorado.  Buscaré ser fiel a lo que la palabra de Dios en el texto bíblico nos comunica.  Al estar preparando este mensaje, tuve que leer más que solamente el capítulo 4 de 1 Corintios, y descubrí que también el capítulo 3 tiene palabras adecuadas para exponer la predicación que planeé presentarles, y que titulé como: EL DESAFÍO DE UN VERDADERO MINISTRO DE DIOS. Cuando me refiero a ministro de Dios, en realidad me refiero a todo aquel que ejerce un ministerio por haberlo recibido como un don de Dios, y este ministro puede ser un pastor, un maestro, un anciano, un diácono, el responsable de un ministerio, etc…, aunque en este mensaje me estaré refiriendo general y específicamente al pastor como ministro de Dios.

   Específicamente lo que ahora les voy a predicar es que: “El verdadero pastor como ministro de Dios se identifica por sus CARACTERÍSTICAS visibles”. / ¿Cuáles son las CARACTERÍSTICAS visibles con los que se identifica a un verdadero pastor, ministro de Dios? / Según el apóstol Pablo en su primera epístola a los Corintios, capítulo 4, les compartiré algunas de las CARACTERÍSTICAS de un verdadero pastor, que no pasan desapercibidas, porque son visibles.

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   La primera CARACTERÍSTICA visible que identifica a un verdadero pastor, como ministro de Dios, es:

I.- SU VOCACIÓN DE SERVIR A LA IGLESIA.

   San Pablo, era un verdadero ministro de Dios. Su ministerio fue el ser: “apóstol de Jesucristo” (cf. 1 Corintios 1:1), aunque en realidad también hizo funciones propias del ministerio pastoral.  En el desempeño de su ministerio, les dice a los Corintios en su primera epístola capítulo 4 versículo 1: “téngannos los hombres por servidores de Cristo” (1 Corintios 4:1).  Recordando que esta epístola la escribe él junto con otro ministro de Dios llamado Sóstenes (cf. 1 Corintios 1:1), es por eso que se expresa en plural diciendo: “téngannos los hombres por servidores”.  El ministro de Dios es un servidor capacitado no porque haya tomado un curso, o una licenciatura, maestría o doctorado en teología, ciencias bíblicas, consejería familiar, ministerio juvenil, etc…, sino porque ha recibido el don de servir.  Tanto los apóstoles del inicio de la iglesia, así como los pastores de la iglesia de todos los tiempos, reciben este poderoso don de Dios, pues no se puede ser pastor u otra especie de ministro de Dios si uno no cuenta con el don de servir. Servir es un don que todo ministro de Dios posee.

   Cuando el apóstol Pablo se entera que los hermanos en Corinto habían formado sus propios grupos de conveniencia y preferencia “… diciendo el uno: Yo ciertamente soy de Pablo; y el otro: Yo soy de Apolos, …” el apóstol les exhorta diciéndoles: “¿Qué, pues, es Pablo, y qué es Apolos?”, y tanto él (Pablo) así como Apolos con respecto a los que antes habían creído, les aclara que solamente eran: “Servidores por medio de los cuales habéis creído” (1 Corintios 3:4-5a).  Pablo, les recuerda que el trabajo que él hizo con ellos unos 4 años atrás cuando llegó a Corinto para predicarles en público, así como para adoctrinarlos en pequeños grupos, y hasta al aconsejarlos de manera personal a quienes fue necesario ser atendidos de esta manera, fueron acciones de servicio, primero a favor de la obra de Dios, y segundo para beneficio de sus vidas espirituales personales, y no para hacer que los convertidos a la fe cristiana les sirvieran a él y a los de su equipo ministerial misionero.  Por eso, les enfatiza que tanto él como todos los que guían a la gente a que rindan sus vidas a Cristo, solamente son “servidores”.  Un verdadero ministro de Dios, no se jala a la gente para que él sea servido.  Y esto aplica igual, ya sea para un anciano de iglesia, un diácono, un director de alabanzas, y hasta al ministro de música.  Servir, es algo que se hace visible, y que es reconocido por las personas.  Es por eso que el apóstol dice: “téngannos los hombres por servidores”. Pero, qué bueno que también se puede conocer quiénes son los que, en vez de servir, solamente se sirven a sí mismos.

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   La segunda CARACTERÍSTICA visible que identifica a un verdadero pastor, como ministro de Dios, es:

II.- SU ADMINISTRACIÓN DE LOS MISTERIOS DE DIOS.

   Además de indicar Pablo que él y su compañero de ministerio eran “servidores”, añade: “y administradores de los misterios de Dios” (1 Corintios 4:1b). Primero investiguemos ¿qué son o cuáles son “los misterios de Dios”?

   En la ocasión que Jesús explicó a sus apóstoles el significado de su parábola del buen sembrador y de la semilla que cae en diversos tipos de terreno, él les dijo: “A vosotros os es dado saber el misterio del reino de Dios; mas a los que están fuera, por parábolas todas las cosas” (Marcos 4:11).  El apóstol Pablo en su primera epístola a Timoteo habla acerca de algunos detalles de estos misterios de Dios, llamándole misterio de piedad, del cual dice: “indiscutiblemente, grande es el misterio de la piedad: Dios fue manifestado en carne, justificado en el Espíritu, visto de los ángeles, predicado a los gentiles, creído en el mundo, recibido arriba en gloria” (1 Timoteo 3:16). También en su epístola a los Efesios, en el capítulo 1 versículo 9 habla del el misterio de su voluntad” (Efesios 1:9); y en el capítulo 3, habla del misterio de Cristo, / misterio que en otras generaciones no se dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a sus santos apóstoles y profetas por el Espíritu: / que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio, / del cual yo fui hecho ministro por el don de la gracia de Dios que me ha sido dado según la operación de su poder” (Efesios 3:4b-7).  Aunque no lo indica con sus propias palabras también implica un misterio acerca de la iglesia cuando dice: “que los gentiles son coherederos y miembros del mismo cuerpo, y copartícipes de la promesa en Cristo Jesús por medio del evangelio”.  Acerca de todo ello dice que: “por revelación me fue declarado el misterio, como antes lo he escrito brevemente, / leyendo lo cual podéis entender cuál sea mi conocimiento en el misterio de Cristo” (Efesios 3:3-4). Lástima que hasta hoy sigue desaparecido aquel breve y primer escrito de Pablo a los Corintios en el que explica su conocimiento de lo que le fue revelado acerca del “misterio de Cristo”.

   Amados hermanos, un ministro de Dios como el pastor tiene que ser conocedor de todos estos “misterios de Dios” revelados, aunque en realidad ya no son misterios para quienes leen y estudian la palabra de Dios, porque Dios en su momento, reveló mucho acerca de todo ello, que ni siquiera su antiguo pueblo llegó a saber.  Todo ministro de Dios debe saber todas estas cosas, sino no puede ser ministro de Dios, pues no es apto para ello ni digno de considerarse ministro si no ha conocido estas revelaciones expuestas en las Sagradas Escrituras.  Especialmente el que desempeña el ministerio de pastor, debe conocer estos ya revelados antes misterios.  Y amados hermanos, si quizá un pastor o ministro principiante todavía esté aprendiendo lo básico de estos misterios, no puede pasar el tiempo sin que progrese en el conocimiento de ello.  Este es un deber especialmente del pastor, que día a día tiene que compartir estos misterios primeramente a la iglesia del Señor que tiene bajo su responsabilidad.  Y si un llamado ministro, no sabe estas cosas, la gente y los creyentes se dan cuenta de ello.  Así que, si un ministro como el pastor es ADMINISTRADOR de estos “misterios de Dios”, tiene que identificarse como un hombre conocedor y entregado a la administración de tales misterios, mediante la predicación y la enseñanza de tales misterios. No puede ser que no sepa de Cristo, y sus sermones y enseñanzas no estén centrados en Cristo.  No puede ser que no sepa de Dios, y sus sermones y enseñanzas solamente sean mensajes moralistas y motivacionales.  Eso no es ser pastor o ministro.

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   La tercera CARACTERÍSTICA visible que identifica a un verdadero pastor, como ministro de Dios, es:

III.- SU FIDELIDAD EN LA ADMINISTRACIÓN.

   Continuando con la figura de los ministros como “administradores de los misterios de Dios”, añade con respecto a ellos: “Ahora bien, se requiere de los administradores, que cada uno sea hallado fiel” (1 Corintios 4:2).  Ser fiel es una palabra que tiene significados profundos.  Es el calificativo de una persona que cumple sus compromisos, que es leal a quien le debe lealtad, y es una persona honesta en su manera de tratar a los demás.  Y en el caso de estas palabras apostólicas y que tiene que ver con un pastor de la iglesia de nuestro Señor Jesucristo, se trata primeramente de ser fiel a Dios, pero también de ser fiel en la administración de “los misterios de Dios”.

   Cuando el pastor predica o enseña, está siendo un administrador de la palabra de Dios, y evidentemente tras él no hay un jurado calificador para aprobar si lo que predica o enseña corresponde a una sana doctrina, sino que él y únicamente él es responsable de que cada una de sus palabras correspondan a la verdad, por lo que su interpretación, su explicación, y su aplicación con respecto a cada porción de la palabra de Dios que utiliza, lo tiene que hacer en estricta fidelidad a lo que originalmente Dios quiso comunicar y esperar de quienes leyeran y oyesen su palabra.  Por eso, el pastor y cualquier otro ministro de Dios, tiene que recurrir todos los días a la búsqueda de la guía e iluminación de Dios para recibir la enseñanza que debe presentar tanto a no creyentes como a creyentes en Jesucristo.  Debe saber que Jesucristo antes de regresar a su gloria celestial, la misma noche de su última cena de pascua con sus discípulos, les dijo: “Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho” (Juan 14:26). El Espíritu Santo es el guía de aprendizaje del pastor que alimenta a la iglesia con la palabra de la voluntad de Dios.

  Si un pastor o ministro de Dios no es fiel en esta labor, no es digno de ostentarse como parte de este bendito ministerio.  Por eso, el apóstol Pablo dice a Timoteo: “Procura con diligencia presentarte a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse, que usa bien la palabra de verdad” (2 Timoteo 2:15). Esto es ser fiel en la administración.  A un pastor o ministro de Dios, no se le puede encontrar predicando y enseñando bajo un mal uso de la palabra de verdad para generar, promover, o propagar falsas doctrinas que no corresponden al evangelio de nuestro Señor y Salvador Jesucristo.

   Y, un detalle más acerca de los ministros o pastores con respecto a “los misterios de Dios”, es precisamente que el apóstol Pablo los describe como “administradores”.  Esto, quiere decir que ninguno que es ministro, se puede considerar dueño de algo que se usa, que existe, o que se hace para la obra de Dios, sino solamente “administradores.  La palabra “administrador” es traducida de la palabra griega “oikonomos” que significa: uno que es director o administrador de una casa, una finca, hacienda o propiedad.  Esta persona puede ser libre o esclavo.  La persona siempre era responsable ante el dueño de la casa.  En el caso del pastor o ministro de Dios, si alguien se atribuye alguna facultad que intente apropiarse de los proyectos y resultados de la obra de Dios, tal persona no es un fiel administrador, sino un traidor de su propio Señor y Salvador, y de la misma iglesia que le ha recibido de buena fe como ministro del Señor.  Es por eso que el pastor de iglesia, para ser un auténtico hombre fiel a Dios y a su ministerio, solamente es un administrador, y un siervo de Jesucristo.

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      CONCLUSIÓN: Amados oyentes, después de esta exposición acerca del desafío de los que son verdaderos ministros de Dios, les invito a valorar el servicio, la administración, y la fidelidad en la que se esfuerzan nuestros hermanos que para edificación de toda la iglesia fueron llamados por Dios a esta labor digna de grande estima.  Me uno a la petición del apóstol que escribió: “Acordaos de vuestros pastores, que os hablaron la palabra de Dios; considerad cuál haya sido el resultado de su conducta, e imitad su fe. / […] / Obedeced a vuestros pastores, y sujetaos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso” (Hebreos 13:7 y 17).  No los consideren como si fuesen personas que viven perdiendo el tiempo, como inocentemente algunos hijos pequeños de pastores, han respondido a sus maestros y compañeritos de la escuela: Mi papá no trabaja, es pastor.  Ustedes conocen el trabajo de los pastores. Si se trata de un verdadero pastor, sí trabaja; y su servicio, administración, y fidelidad, es visible para propios y extraños.  Todos sabemos esto. La iglesia debe estimar en mucho el trabajo que los verdaderos pastores y ministros de Dios llevan a cabo, pero es verdad que no cualquiera que se dice u ostenta ser ministro de Dios, realmente lo es.

   Mientras tanto, invito a todo a aquel que esté recibiendo o sintiendo el llamado de Dios para este santo ministerio pastoral, les animo a aceptar esta sublime vocación que Dios te está queriendo encomendar.  Tú puedes ser uno más de los tantísimos hombres serviciales, administradores, y fieles que las iglesias han conocido, de hombres que no rechazaron el llamado de Dios para una tarea que no tiene comparativo en esta vida.

   Dios bendiga a todos los verdaderos pastores que en su nombre anuncian el evangelio de salvación de su Hijo Jesucristo.  Oremos por ellos, porque son de gran utilidad para la edificación de la iglesia, y para el cuidado personalizado y especial del alma de cada uno de nosotros.

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