LA UTILIDAD DE LA LEY DE DIOS, Por: Diego Teh.

LA UTILIDAD DE LA LEY DE DIOS

 Salmo 1:1-6; Gálatas 3:19-29.

Predicado por el Presbítero: Diego Teh Reyes, el domingo 29 de septiembre 2019, a las 11:00 horas, en la iglesia “El Divino Salvador” de Mérida, Yucatán.

Este sermón corresponde al número 9, de la serie: EL VERDADERO EVANGELIO, basado en la epístola de San Pablo a los Gálatas.

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   INTRODUCCIÓN: Dios tuvo un encuentro con Isaac en un lugar llamado Gerar, en el que le dijo a Isaac que renueva con él el pacto que hizo con Abraham su padre.  Al hacer esta renovación, implicando que había sido lo mismo que años atrás Dios mismo le había prometido a Abraham, Dios le dice a Isaac: “y todas las naciones de la tierra serán benditas en tu simiente” (Génesis 26:4).  Tomen nota que esa bendición para “todas las naciones de la tierra” se llevarían a cabo “en tu simiente”.  Unos años después, Dios, en un lugar llamado Bet-el, sale al encuentro de Jacob, nieto de Abraham, e hijo de Isaac, a quien entre diversos asuntos también le dijo: todas las familias de la tierra serán benditas en ti y en tu simiente” (Génesis 28:14b).  Hay un énfasis muy claro con respecto a la indicación: “en tu simiente”. El apóstol Pablo enseñando a los Gálatas con respecto a estas palabras de Dios tanto a Abraham como a Isaac hijo de Abraham, les explica: Ahora bien, a Abraham fueron hechas las promesas, y a su simiente. No dice: Y a las simientes, como si hablase de muchos, sino como de uno: Y a tu simiente, la cual es Cristo” (Gálatas 3:16).  ¿Entendieron a quién se refirió Dios desde aquellos tiempos, alrededor de 2000 años antes de Cristo, cuando le dijo a Abraham y luego a Isaac que habría bendición: “en tu simiente”?   La explicación del apóstol Pablo, es muy clara, de que la simiente “es Cristo”.   También quiero que observen que en Gálatas 3:16, el apóstol Pablo menciona que Dios en su conversación con Abraham, le presentó: PROMESAS, que en Pablo en la primera parte del versículo 17 le llama PACTO, el cual describe como: “El pacto previamente ratificado por Dios para con Cristo” (Gálatas 3:17a).  Fue el pacto de la promesa de la “simiente” hecha a Abraham, y ratificada a Isaac, y a Jacob.

   En realidad, este prometido como “simiente”, no fue prometido por primera vez a Abraham, sino casi desde el principio de la creación, inmediatamente que Eva y Adán hubieron pecado ya fue prometido a la humanidad cuando Dios al sentenciar al diablo, la serpiente, le dice indirectamente: “Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar” (Génesis 3:15).  Aquella “simiente” de la mujer, era la primera promesa acerca del envío de Cristo. El pecado hizo necesaria la promesa de un salvador, y la promesa desde entonces, hizo necesaria la fe en aquella “simiente” de la mujer, que es nada menos que Jesucristo el Hijo de Dios. Lo que Abraham, su hijo, y su nieto, recibieron como promesa, no fue la primera vez que la humanidad conoció esta promesa, sino que Dios solamente le ratificó a Abraham aquella primera promesa de la “simiente” de la mujer.

  Pero, después de las promesas de aquel pacto que Dios hizo con Abraham, ¿qué dice el apósto Pablo que vino después?  Él dice que vino “la ley”; y, ¿qué dice en cuanto al tiempo de la venida de aquella ley? Refiriéndose a esta ley, dice que: “la ley que vino cuatrocientos treinta años después”.  Wao, fue mucho tiempo después, casi cinco siglos, casi medio milenio.  Y, ¿qué cosa no consigue esta ley contra las promesas del pacto?  San Pablo lo aclara diciendo que la ley con respecto al pacto: “no lo abroga, para invalidar la promesa” (Gálatas 3:17b).  Que quede claro entonces, que la ley no puede contra las promesas del pacto ni 430 años después, ni ahora 2,450 años después.  Es por eso que en el versículo 18 el apóstol Pablo termina afirmando: “Porque si la herencia es por la ley, ya no es por la promesa; pero Dios la concedió a Abraham mediante la promesa” (Gálatas 3:18).  Queda muy claro que la herencia de la vida no es por la ley, sino “mediante la promesa”, de Cristo la “simiente” desde antes prometida, la cual prevalece sobre la misma ley de Dios.  La razón por la que la promesa prevalece sobre la ley no es por su antiguedad, sino por la gracia que la promesa contiene, la cual no la tiena la ley.

   Ahora, podremos entender por qué en el versículo 19, San Pablo hace la pregunta: “Entonces, ¿para qué sirve la ley?”, y podremos entender por qué dice también que: “Fue añadida a causa de las transgresiones, hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa” (Gálatas 3:19a).  Es claro que las transgresiones que los israelitas comenzaron a hacer contra Dios tan pronto fueron libertados de Egipto, hizo que Dios añadiera la ley a su pacto. Pero ahora que fueron liberados, Dios ya no espera que ellos sigan en sus antiguos pecados, sino que tenían que evitarlos.  Por eso les añadió su ley, pero este añadido muy pronto quedaría finalizado.  En cuanto a su finalización San Pablo afirma en este mismo versículo, que será ¿hasta cuando? “… hasta que viniese la simiente a quien fue hecha la promesa”.  Y, esta simiente ¿ya vino? La respuesta es: Ya vino.  Y, ¿Quién es esta simiente prometida?  La respuesta es Cristo.  Entonces, ¿sigue en función aquella ley?  La respuesta es: NO.

   Pero, a pesar de ello, vale la pena analizar la pregunta del apóstol Pablo, cuando dijo: “Entonces, ¿para qué sirve la ley?”.  Gracias a Dios que inspiró a su apóstol para responder esta pregunta, sino yo mismo estaría en problemas para responderla en esta predicación que lleva por título: LA UTILIDAD DE LA LEY DE DIOS.  Así que las respuestas a esta pregunta, aunque por el arte y ciencia de la homilética las responda con mis propias palabras, en realidad son respuestas apostólicas.  Pero, les anticipo que la propuesta general o central de este mensaje, es que: La ley de Dios tiene diversas UTILIDADES. / ¿Cuáles son las diversas UTILIDADES que tiene la ley de Dios?  / A través de nuestro texto de Gálatas 3:19-29, les compartiré acerca de las siguientes UTILIDADES.

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   La primera UTILIDAD que tiene la ley de Dios, es:

I.- ACREDITAR QUE LA JUSTICIA QUE VIVIFICA SE RECIBE POR LA FE.

   Ya hemos visto que la ley vino 430 años después de las promesas del pacto de Dios con Abraham, y para salir de dudas, san Pablo hace otra pregunta de la cual también da su magistral respuesta, diciendo: “¿Luego la ley es contraria a las promesas de Dios? En ninguna manera; porque si la ley dada pudiera vivificar, la justicia fuera verdaderamente por la ley” (Gálatas 3:21).  Definitivamente ningún precepto de la ley fue diseñada para vivificar la espiritualidad muerta de todos los pecadores, ni de algún pecador en particular.  Antes bien, el apóstol ya había dicho que la ley: “Fue añadida a causa de las transgresiones” (Gálatas 3:19).  Es por eso que, la mayoría de los Diez Mandamientos (except 2, el cuarto y el quinto mandamiento), no son órdenes para llevar a cabo algo que su pueblo estaba omitiendo, sino más bien en su mayoría son prohibiciones para dejar de hacer cosas que no se deberían hacer.

   Por eso, no hay ni una sola persona que haya sido o que vaya a ser vivificada por aquella ley, pues si así fuera entonces: “la justicia fuera verdaderamente por la ley”, pero la realidad no es así.  San Pablo ya había dicho antes que la justicia o justificación de cada pecador es solamente “por la fe”, NO “por la ley”.  Así que la misma ley de Dios, aun siendo de Dios, no vivifica a nadie, sino lo que hace ante la vida de transgresión de una persona es evidenciar su desobediencia o transgresión, y dejarle sin justificación.  Pero, el transgresor no queda sin esperanza de ser vivificado por Dios, pues la misma incapacidad de la ley, lo que hace es exaltar que la justicia o justificación de una persona es más práctica solamente con el poder de la gracia de la fe, y no con la incapacidad de la ley que no fue hecha para justificar.  Y recuerden, que por lo menos desde 430 años antes de la ley, de por sí el sistema de justificación del pecador, nunca fue por alguna ley, sino solamente por la fe, porque hasta Abraham en su época fue justificado no por la ley que ni siquiera había, sino por la fe que sí es útil para ser vivificado de la muerte espiritual por el pecado.   Así que la ley de Dios por su misma inexistencia antes de Abraham, quien entonces fue justificado solamente por su fe, con más razón acredita que la justicia que vivifica no se recibe por causa o por medio de la ley que vino 430 años después, sino que solamente se recibe por la fe como siempre lo fue desde antes.

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   La segunda UTILIDAD que tiene la ley de Dios, es:

II.- EVIDENCIAR QUE CADA PERSONA ES PRISIONERA DEL PECADO.

   Ahora observemos que en la primera parte del versículo 22, el apóstol Pablo explica a los Gálatas: “Mas la Escritura lo encerró todo bajo pecado” (Gálatas 3:22a).  San Pablo no descarta que la ley también es revelación de Dios para el ser humano, pues por eso con toda justicia le llama “la Escritura” (con E Mayúscula), pero dice que esta “Escritura lo encerró todo bajo pecado”.  Otras versiones de esta expresión como de la NVI, dice que: la Escritura declara que todo el mundo es prisionero del pecado”; y por su parte la NTV, dice también de una manera más específica, que: “las Escrituras declaran que todos somos prisioneros del pecado”.  Esto es lo que hace la ley de Dios.  La ley, evidencia que cada ser humano no es más que solamente un pecador en calidad de prisionero que no puede liberarse por sí solo del pecado.  Es acerca de esto que un día Jesucristo predicándole a un grupo de judíos descendientes de Abraham que dijeron no sentirse esclavos de algo, Jesús les dice: “De cierto, de cierto os digo, que todo aquel que hace pecado, esclavo es del pecado” (Juan 8:34), pues les hace ver que se encuentran prisioneros o esclavos, en este caso, del pecado, precisamente porque no pueden darse cuenta de ello. Jesús, utilizó la fuerza de ley de Dios en constantes ocasiones para evidenciar la realidad del pecado de las personas a quienes él hablaba.

   Dios quiera que esta utilidad o poder de la ley retiña en nuestros oídos, o más bien en nuestra alma, para hacernos ver que en cada instante de la vida no somos más que pecadores; personas que transgredimos la justicia, santidad, y verdades acerca de Dios.  La ley de Dios es tan efectiva para ello.  Y vale la pena saber y escuchar una y otra vez lo que dice la ley de Dios para saber hasta qué grado somos pecadores necesitados de perdón, aunque su ley no perdona, pero afortunadamente existe su gracia en la cual aun cuando hemos estado en abundancia de pecado, hay abundancia de perdón, pues a los Romanos San Pablo mismo les explicó que: … la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el pecado abundó, sobreabundó la gracia; / para que así como el pecado reinó para muerte, así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor nuestro” (Romanos 5:20-21).  Gracias a la ley de Dios, nos damos cuenta que somos pecadores, que también gracias a la gracia de Dios podemos tener “justicia para vida eterna mediante Jesucristo”.

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   La tercera UTILIDAD que tiene la ley de Dios, es:

III.- ENSEÑAR LA NECESIDAD DE TENER FE EN JESUCRISTO.

   Ahora observemos que en el versículo 22 el apóstol Pablo después de explicar a los Gálatas que: “… la Escritura lo encerró todo bajo pecado”; explica lo siguiente, diciendo: “para que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuese dada a los creyentes” (Gálatas 3:22).   La ley era necesaria, primeramente, para que pudiésemos saber y darnos cuenta de que somos pecadores, pues si no supiésemos que somos pecadores, no tendríamos también el conocimiento de que hay y de que necesitamos una solución eficaz.  San Pablo después de explicar que la ley declara que todo el mundo es prisionero del pecado” (Gálatas 3:22a, NTV), enfatiza que ello es: “para que la promesa que es por la fe en Jesucristo fuese dada a los creyentes” (Gálatas 3:22b).  Otra vez san Pablo regresa al tema de “la promesa” hecha a Abraham 430 años antes de la ley en el que la “simiente” (en singular) dicha a los 3 patriarcas: Abraham, Isaac, y Jacob, tenía desde entonces su aplicación en Jesucristo que nacería y haría su ministerio unos 2000 años después; pero que, a partir de Jesucristo, esta promesa fue: “dada a los creyentes” en Jesucristo.

   Aquí es donde vemos la utilidad de la ley, no solamente al hacernos ver la gravedad de nuestro pecado, sino también nos hace ver que tenemos la necesidad de creer en “la promesa”, o “el pacto” de Dios para darnos vida en Cristo, la “simiente” prometida a Abraham para bendición de naciones, familias, y personas.  Y esta vida en Cristo se recibe únicamente por medio de la fe.

   Cuando en el versículo 23 san Pablo explica: “Pero antes que viniese la fe, estábamos confinados bajo la ley, encerrados para aquella fe que iba a ser revelada” (Gálatas 3:23), no está queriendo decir que la aplicación de la fe comienza hasta que Jesús hubo muerto y resucitado, sino que la ley solamente preparó el contexto para que desde Jesucristo hasta los tiempos posteriores como hasta el día de hoy, también nosotros y no solamente los de tiempos antes de Cristo podamos hacer uso de la fe para recibir la vida que la ley no otorga, sino solamente Cristo, él único prometido para este propósito.  La misma ley que, aunque no vivifica a nadie (cf. 3:21), nos hace ver que necesitamos fe en Cristo el prometido de Dios.

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   La cuarta UTILIDAD que tiene la ley de Dios, es:

IV.- LLEVARNOS A CRISTO.

   Finalmente, el apóstol Pablo, hablando de la ley de Dios, dice a los Gálatas: “De manera que la ley ha sido nuestro ayo, para llevarnos a Cristo, a fin de que fuésemos justificados por la fe” (Gálatas 3:24).  Ayo, según un diccionario en línea es una persona que en una casa acomodada se encargaba del cuidado y educación de los niños.  Es sinónimo de maestro, pedagogo, instructor, institutriz, profesor, tutor, educador, orientador, guía, mentor, etc…  En el contexto del apóstol Pablo, la idea es que la ley como “ayo”, aun no siendo capaz de vivificar espiritualmente a una persona, sin embargo, tiene toda la capacidad de enseñar lo suficiente y necesario para llevar al pecador a Cristo, antes que a la condenación.  Esta es otra de las utilidades de la ley de Dios.

   A veces, se piensa que la ley de Dios tiene solamente el poder de condenar, pero no es así.  En realidad, lo que condena a una persona no es la ley de Dios, sino el mismo pecado; pues Dios no dio su ley con la intención de condenar personas, sino que la ley hace que las personas se den cuenta que por pecadores están en condenación, lo cual debe ponerles en alerta. Dios no hubiese dado su ley si no estuviese antes dispuesto a dar primeramente su gracia. El apóstol (no Pablo) sino Pedro, expresa esta verdad en otras palabras, diciendo acerca de Jesús, que: El Señor … es paciente para con nosotros, no queriendo que ninguno perezca, sino que todos procedan al arrepentimiento” (2 Pedro 3:9); es decir, nunca fue ni es deseo de Dios ni de su Hijo Jesucristo, que los seres humanos se queden en condenación por pecadores, sino antes tanto por su ley como también por su gracia, lo que busca es el arrepentimiento de ellos.  Entonces, lo que Dios mismo procuró siempre por medio de su ley, es que los pecadores no sigan en su camino a la condenación, sino que le pongan un alto a su camino desenfrenado.  Es por eso que en la ley leemos casi siempre prohibitivamente: No tendrás dioses ajenos delante de mí; no tomarás el nombre de Jehová tu Dios en vano; no harás esto u aquello, etc…, pues lo que por todos los medios Dios busca y espera de cada persona es el arrepentimiento que nos lleve a confiar solamente en Jesucristo para salvación eterna.  Esta es también la utilidad de la ley de Dios.

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  CONCLUSIÓN: Amados hermanos, aunque creemos y aseguramos que la ley de Dios es deliciosa, como dice el himno: Tu ley es deliciosa (no lo niega), también afirmamos con el mismo himno: Y tus promesas son más ricas, sí, que todo don, …” (HEP SDG No.16).

   Para una persona que quiere ponerse a cuentas con Dios, la ley de Dios le es una verdadera delicia, pues tal persona anda pensando y meditando en ella todo el día, y por su meditación en la ley de Dios, descubre una y otra vez que le está fallando a Dios, e inmediatamente se arrepiente de ello, le confiesa sus pecados a Dios, y entonces recibe el perdón y la santificación de Dios.  Así, la ley de Dios es una verdadera delicia, pero la gracia de Dios resulta más rica que la ley, porque las PROMESAS de la “simiente” hechas desde el principio de la humanidad, luego renovadas a Abraham, Isaac, y Jacob, siendo Cristo el cumplimiento de aquella promesa, se convierten en una realidad de salvación y gozo en el pecador que se arrepiente.  ¡Qué rico es ser alcanzado por la gracia de Dios, siendo ayudado por el delicioso conocimiento de la ley de Dios.

  Aunque la ley de Dios tiene otras utilidades en el plan de Dios, por lo menos, sirve para estas cuatro cosas que hoy les he presentado:

I.- ACREDITAR QUE LA JUSTICIA QUE VIVIFICA SE RECIBE POR LA FE.

II.- EVIDENCIAR QUE CADA PERSONA ES PRISIONERA DEL PECADO.

III.- ENSEÑAR LA NECESIDAD DE TENER FE EN JESUCRISTO.

IV.- LLEVARNOS A CRISTO.

   Que cada día, Dios use su ley como a un “ayo”, para conducirnos siempre a la plena confianza en su Hijo Jesucristo.

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