ENSEÑEMOS A NUESTROS HIJOS A ADORAR A DIOS CORRECTAMENTE
Génesis 35:1-7; Lucas 2:41-52.
Elaborado por el Presbítero: Diego Teh Reyes, para ser predicado el domingo 20 de octubre 2019, a las 11:00 horas, en la iglesia “El Divino Salvador” de Mérida, Yucatán.
Este sermón corresponde al número 3, de la serie: POR TUS HIJOS, Y LOS HIJOS DE TUS HIJOS (Isaías 59:21).
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INTRODUCCIÓN: De manera sorprendente, apegado a los preceptos de Dios para la época de la niñez, adolescencia, y juventud de nuestro Señor y Salvador Jesucristo, hemos leído que Jesús aun siendo el Hijo del Único Dios vivo y verdadero portando en él la naturaleza divina, fue necesario que José y María sus padres y representantes terrenales, se hicieran responsables de enseñarle la necesidad de adorar a Dios, pues siendo él también humano, tuvo que someterse a la obediencia y aprendizaje (cf. Hebreos 5:7-9). En el caso específico de su historia que leímos en el evangelio según San Lucas, fue para la ocasión de una festividad de la Pascua que Jesús es llevado por sus padres al templo de Jerusalén para que como familia adoren a Dios, aunque Jesús debió haber aprendido desde más pequeño la importancia de adorar a Dios, y debió haber adorado en otros muchos momentos de su niñez estando en su casa en Nazaret de Galilea. Ya siendo adulto, por causa de su naturaleza humana con la que nos representaba ante Dios, también fue un adorador de Dios su Padre celestial, y hasta enseñaba que su propio Padre celestial está en una constante busca de adoradores para que le adoren correctamente (cf. Juan 4:23).
En la historia bíblica de Génesis 35:1-7, tenemos también, la historia de Jacob, un padre de familia que tras recibir de Dios la instrucción de disponerse a adorarle, él, inmediatamente involucra a su familia, a sus hijos para ese entonces la mayoría de ellos todavía menores de edad, pues al poco tiempo de esta experiencia que él tuvo, nace Benjamín, el último de sus doce hijos. Según lo relata Moisés en su primer libro, Dios le dijo a Jacob: “Levántate y sube[1] a Bet-el, y quédate allí; y haz allí un altar al Dios que te apareció cuando huías de tu hermano Esaú. / Entonces Jacob dijo a su familia y a todos los que con él estaban: Quitad los dioses ajenos que hay entre vosotros, y limpiaos, y mudad vuestros vestidos. / Y levantémonos, y subamos a Bet-el; y haré allí altar al Dios que me respondió en el día de mi angustia, y ha estado conmigo en el camino que he andado” (Génesis 35:1-3). ¿Observó o escuchó usted que Jacob, inmediatamente de haber recibido de Dios la orden de hacer un altar al Dios (que era el mismo) que se le había aparecido anteriormente a él, movilizó “a su familia y a todos los que con él estaban”? (Génesis 35:2a). Esto es lo que un padre de familia debe hacer por todos los que estén con él, lo que primeramente incluye a su familia, y por ello a sus hijos. La enseñanza que propiamente les compartió es la que en resumen dice: “Quitad los dioses ajenos que hay entre vosotros, y limpiaos, y mudad vuestros vestidos. / Y levantémonos, y subamos a Bet-el; y haré allí altar al Dios que me respondió en el día de mi angustia, y ha estado conmigo en el camino que he andado” (Génesis 35:2b-3). En estas palabras se aprecia algunas indicaciones de cómo enseñó a sus hijos a adorar a Dios de MANERAS correctas.
Basado en esta narración y su contexto, me propongo predicarles que su enseñanza para nosotros es que: Los padres temerosos de Dios deben enseñar a sus hijos a adorar a Dios de MANERAS correctas. / ¿Cuáles son las MANERAS correctas de adorar a Dios que los padres temerosos de Dios deben enseñar a sus hijos? / En la historia del encuentro de Dios con Jacob en la ciudad antes llamada Luz, y posteriormente Bet-el, encontraremos la instrucción acerca del enseñar a los hijos a adorar a Dios de MANERAS correctas.
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La primera MANERA correcta de adorar a Dios que los padres temerosos de Dios deben enseñar a sus hijos, es que:
I.- NO SE DEBE AMAR A DIOSES AJENOS SINO SOLAMENTE A ÉL.
Tan pronto como Dios le dijo a Jacob: “Levántate y sube a Bet-el, y quédate allí; y haz allí un altar al Dios que te apareció cuando huías de tu hermano Esaú. / Entonces Jacob dijo a su familia y a todos los que con él estaban: Quitad los dioses ajenos que hay entre vosotros” (Génesis 35:1-2b). Dios le pidió adoración a este nieto de Abraham, quien aun siendo practicante de la fe por tercera generación, todavía había miembros de su familia que estaban entregados a la idolatría, pues nada más recuerden que después de haber trabajado 14 años para su suegro Labán, emprendió su regreso a donde Dios había estado guiando a su abuelo Abraham, y a su papá Isaac. Pero, ese día que se despidió, más bien huyó de Labán su suegro, su esposa Raquel, aprovechando que su papá no se encontraba en casa, “Raquel (su esposa) hurtó los ídolos de su padre” (Génesis 31:19). Cuando Labán supo de la huida y este hurto, él fue a perseguirles. Jacob no sabía nada de estos ídolos, por lo que hasta dijo a Labán: “Aquel en cuyo poder hallares tus dioses, no viva; delante de nuestros hermanos reconoce lo que yo tenga tuyo, y llévatelo” (Génesis 31:32a). Jacob puso en riesgo la vida de esta esposa suya, pero Raquel con astucia escondió los ídolos que no fueron hallados por su padre, y así se libró de la muerte. Luego de calmarse el enojo de Labán y regresar a su casa, Raquel siguió llevando con ella aquellos ídolos bajo el conocimiento de su esposo Jacob. Pero ahora Jacob, sus dos esposas Lea y Raquel, sus once hijos, y hasta los siervos que le acompañaban tenían que adorar a Dios. Pero Dios, fue claro con Jacob, nada de dioses ajenos; “Así dieron a Jacob todos los dioses ajenos que había en poder de ellos, y los zarcillos que estaban en sus orejas; y Jacob los escondió debajo de una encina que estaba junto a Siquem” (Génesis 35:4).
Entiendo que ya saben ustedes que de los 10 mandamientos que 4 siglos después Dios le dio a los israelitas, los primeros 4 consisten en deberes de los hijos de Dios para con Él, y que otros siglos después Jesús resumiendo esta parte de la ley dijo que consiste en lo siguiente: “Y amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas. Este es el principal mandamiento” (Marcos 12:30; cf. Mateo 22:37; Lucas 10:27). El primero de los primeros 4 mandamientos de las responsabilidades para con Dios, justamente dice: “No tendrás dioses ajenos delante de mí” (Éxodo 20:3).
Amados hermanos, cuando se trata de adorar a Dios, nosotros como padres, también debemos acatar este mandamiento declarado por Dios mismo, de no tener “dioses ajenos”. Pero, en su sentido más amplio, un dios ajeno, no necesariamente es una imagen religiosa, sino cualquier otra cosa visible o invisible que uno tenga en primer lugar en el corazón antes que a Dios.
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La segunda MANERA correcta de adorar a Dios que los padres temerosos de Dios deben enseñar a sus hijos, es que:
II.- SE DEBE ADORAR A DIOS PREFERENTEMENTE RECIÉN BAÑADO.
Esto quizá les vaya a causar alguna sorpresa, pero espero no menosprecien la enseñanza que conlleva. Observen que después de decirle Jacob a su familia: “Quitad los dioses ajenos que hay entre vosotros”, la siguiente instrucción que les da, es: “y limpiaos” (Génesis 35:2c). Las versiones DHH y TLA traducen esta instrucción como: “báñense”. La realidad es que Bet-el, el lugar donde iban a construir el altar para la adoración, no estaba a una cuadra de su vivienda, ni había un transporte que los llevase y llegaran fresquecitos a Bet-el, sino que tenían que caminar por lo menos un día, y luego tenían que construir el altar acarreando y apilando las piedras necesarias para ellos, que eran pesadas, porque no eran piedras pequeñitas, y tenían que trabajar, cansarse, y sudar sus cuerpos por todo ello. Pero la instrucción recibida desde el primer momento que les comunica la decisión es: “Y limpiaos”; o sea, “báñense”, esto es, porque la adoración no comienza cuando llegas al lugar de adoración, sino cuando de manera consciente uno comienza a prepararse para ello, y uno debería procurar estar bien bañadito. Pero, el real objetivo de esta acción cotidiana y necesaria, es tener conciencia de una vida santa delante de Dios. Es por eso que las versiones PDT y NTV la traducen como: “purifíquense”, lo cual tiene una aplicación más relacionada con el alma que con el cuerpo.
¿Por qué dije que es necesario estar preferentemente recién bañado? Recuerdan cuál fue parte de la maldición que el ser humano recibió, especialmente el hombre, por causa de ser un pecador ante Dios. A él le fue dicho: “Con el sudor de tu rostro comerás el pan hasta que vuelvas a la tierra, porque de ella fuiste tomado; pues polvo eres, y al polvo volverás” (Génesis 3:19). El sudor que una y otra vez corre desde nuestra frente, y desde cualquier otra parte de nuestro cuerpo, solamente es el testigo líquido de nuestra condición pecadora.
Tiempo después, incluso después de Jacob, Dios dio la siguiente instrucción a su ya multiplicado pueblo descendiente de Abraham, Isaac, y Jacob, instrucción que nos aclara más esta verdad. Cuando en Israel se hubo terminado la construcción del Tabernáculo que Dios les pidió que construyeran para que él allí manifestara su presencia con ellos, y para que su pueblo allí le adore, Dios le dijo a Moisés: “Y llevarás a Aarón y a sus hijos a la puerta del tabernáculo de reunión, y los lavarás con agua. / Y harás vestir a Aarón las vestiduras sagradas, y lo ungirás, y lo consagrarás, para que sea mi sacerdote” (Éxodo 40:12-13). En esta instrucción, que relata la institución del primer sacerdote que representaría a personas pecadoras en Israel, uno de los primeros pasos que Dios le dijo a Moisés que haría para que el sacerdote que él iba a consagrar esté listo para llevar a cabo su primera función de representar al adorador, fue: “y los lavarás con agua”. NO es que él tenía que bañarles personalmente, sino que se le estaba encomendando a Moisés la responsabilidad de ver que este paso se cumpliera. Esto nos ayuda a entender por qué es necesario bañarse antes de presentarse a adorar, y el por qué es necesaria la purificación del alma mediante la confesión de los pecados cometidos y la búsqueda del perdón al proponerse adorar a Dios.
Amados hermanos, es necesario tomar en cuenta que el estar sudado representa nuestra condición pecadora que nos impide acercarnos a Dios, y el estar limpios con una presentación fresca, representa la gracia de Dios que por la obra de Jesucristo somos limpiados del pecado para acercarnos libremente a él. El apóstol que escribe a los hebreos resaltando la manera de cómo podemos acercarnos a Dios por medio de Cristo, les dice: “acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia, y lavados los cuerpos con agua pura” (Hebreos 10:22). Aunque en este contexto, el apóstol, lo que enfatiza es que Cristo es quien hace la obra de verdadera limpieza espiritual de un pecador, no queda fuera de significado literal la importancia de bañarse para acercarse a Dios, como símbolo de la limpieza que él hace en nosotros. Esto mismo es lo que se simboliza también cuando recibimos el bautismo con agua. Pero, también no se debe descartar la importancia de confesar a Dios los pecados cometidos para que él con su perdón nos otorgue la limpieza necesaria del alma. También debemos enseñar todo esto a nuestros hijos.
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La tercera MANERA correcta de adorar a Dios que los padres temerosos de Dios deben enseñar a sus hijos, es que:
III.- SE DEBE ESTAR VESTIDO ADECUADAMENTE CUERPO Y ALMA.
Después de decirle Jacob a su familia: “Quitad los dioses ajenos que hay entre vosotros, y limpiaos”, ahora, les añade lo siguiente: “y mudad vuestros vestidos”. (Génesis 35:2c). La PDT traduce esta frase diciendo: “cámbiense de ropa”; la NTV la traduce como: “pónganse ropas limpias”; la NVI la traduce como: “cámbiense de ropa” (Génesis 35:2c). ¿Qué importancia tiene esta instrucción de Jacob a su familia con relación a la adoración a Dios? Es muy claro que lo que esto enseña es que para adorar a Dios, uno debería estar bien bañadito porque ello representa la obra de Cristo de ser restaurado de la maldición del pecado a la bendición de la salvación. El pecado solamente trajo sudor y suciedad, pero Cristo nos trae frescura y señal de restauración y salvación. El adorador indica esta realidad de su restauración y salvación también con una ropa que no fue la ropa de trabajo del día, mucho menos la del día anterior. Es necesario cambiarse de ropa (cf. NTV), poniéndose ropa limpia (cf. NVI).
En los evangelios se narra el caso de un hombre que antes de encontrarse con Jesús tuvo la desgracia de vivir endemoniado, pero cuando fue sanado por Jesucristo, San Marcos dice que la gente: “Vienen a Jesús, y ven al que había sido atormentado del demonio, y que había tenido la legión, sentado, VESTIDO y en su juicio cabal” (Marcos 5:15). Antes de su encuentro con Cristo sus ropas eran sucias y rotas, pero tras su encuentro con Cristo, la gente lo encuentra dignamente “vestido” delante de Jesucristo. Lo mismo ocurre con el hijo pródigo que regresó a casa, cuyo padre ordena a sus siervos: “…Sacad el mejor vestido, y vestidle; y poned un anillo en su mano, y calzado en sus pies” (Lucas 15:22b). Esta debe ser la imagen de un hombre restaurado por el Padre celestial.
En la realidad de la vida de fe y salvación, en el Nuevo Testamento, en palabras del apóstol Pablo, con respecto al cambio de la manera de vivir, ilustra con términos de vestimenta el despojarse del pecado y de apropiarse de la conducta de Cristo, diciendo: “En cuanto a la pasada manera de vivir, despojaos del viejo hombre, que está viciado conforme a los deseos engañosos, / y renovaos en el espíritu de vuestra mente, / y vestíos del nuevo hombre, creado según Dios en la justicia y santidad de la verdad” (Efesios 4:22-24). O sea, más que solo cambiarse ropa, que es apropiadísimo hacerlo, lo que más vale es vestirse del carácter de Cristo, de una conducta “… que se distingue por una vida recta y pura, basada en la verdad” (Efesios 4:24, DHH)
Amados hermanos, lo que Jacob hizo con los suyos fue precisamente, además de orientarles acerca de la importancia de vestirse apropiadamente para adorar a Dios, fue orientarles acerca de la importancia de “una vida recta y pura”(cf. Efesios 4:24, DHH), congruente con la vida de una persona que sabe y entiende que es salvo por la gracia de Dios.Tenemos que hacerlo nosotros mismos, y enseñarles a nuestros hijos, que ante la presencia de Dios debemos presentarnos lo mejor y formalmente vestidos, como corresponde a la obra de Cristo que reviste primeramente el alma. De nada serviría estar vestido con una ropa limpia, bien planchadita, y elegante, si el alma no está vestida primeramente de Cristo. Esto es lo que también tenemos que enseñar a nuestros hijos, pues una sin estar vestido de “una vida recta y pura”, aunque uno vista la mejor ropa del mundo, esto solamente sería el claro indicador de una vida no salva que con urgencia necesita de Cristo; y que como padres tenemos la responsabilidad de enseñarles y guiar a cada uno de nuestros hijos.
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CONCLUSIÓN: Amados padres de familia, e hijos: Adorar a Dios es uno de los principales deberes de todo ser humano, especialmente de los que ya han sido hechos hijos de Dios. Aunque hay hogares donde los hijos son los primeros que por la gracia de Dios aprenden a adorar a Dios, generalmente son los padres quienes primeramente llegan a ser adoradores porque en la familia fueron los primeros en haber creído en el evangelio, integrado a la membresía de la iglesia, y edificado en la fe. En este proceso, han aprendido a adorar a Dios. Por ello, es deber principal de los padres de enseñar a sus hijos a adorar a Dios, porque por la adoración es que los hijos desde pequeños comienzan a crecer en la fe verdadera. En la adoración es que los hijos aprenden a enfrentar con la gracia de Dios los embates y desafíos de la vida. En la práctica de la adoración tanto padres como hijos aprenden a darle gracias a Dios por sus bendiciones de cada día. En la adoración es que también se aprende a confesar a Dios los pecados que se llegan a cometer, y pedir perdón por ellos. En la adoración es donde se pone en práctica la comunicación con Dios por medio de la adoración, y se aprende a hacer intercesión por otras personas que necesitan tanto la gracia común como de la gracia salvadora de Dios. Por esto, y por más, los padres de familia debemos enseñar a nuestros hijos a adorar a Dios correctamente.
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[1] Jacob, su familia, y sus siervos se encontraban en Siquem, como un día de camino al norte de Bet-el. Literalmente para ir al sur a Bet-el, Dios le debió haber dicho: Desciende a Bet-el. Pero, como le dijo: Sube a Bet-el, de tratarse de una referencia a la altura de Bet-el con respecto al nivel del mar comparado con altura de Siquem con respecto al mar. Solamente esto aclara la expresión.
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