OBRAS ESPECIALES DEL ESPÍRITU EN EL CREYENTE
Isaías 11:1-5; Gálatas 5:16-26.
Predicado por el Presbítero: Diego Teh Reyes, el domingo 10 de noviembre 2019, a las 18:00 horas, en la iglesia “El Divino Salvador” de Mérida, Yucatán.
Este sermón corresponde al número 14, de la serie: EL VERDADERO EVANGELIO, basado en la epístola de San Pablo a los Gálatas.
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INTRODUCCIÓN: Todos luchamos con un gran problema que también el apóstol Pablo describió como su experiencia personal. El escribió de sí mismo: “… el querer el bien está en mí, pero no el hacerlo. / Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. / Y si hago lo que no quiero, ya no lo hago yo, sino el pecado que mora en mí” (Romanos 7:18b-20). ¿Le ha pasado o le sigue pasando esto a usted? Creo que no hay persona que no tenga este gran problema. Nadie se libra de ello, aunque de cierta manera en nuestra lucha diaria en contra de este mal, su poder y efecto no nos vence por completo. El apóstol Pablo, tenía una respuesta para esta condición que a todos nos alcanza. Su respuesta fue: “yo sé que en mí, esto es, en mi carne, no mora el bien” (Romanos 7:18a).
Amados hermanos, la ausencia del bien en nuestra vida, por causa de la presencia del pecado, hace que seamos incapaces de hacer todo tipo de bien, por más que queramos hacer el bien. Esta condición espiritual permanece en todas las personas, aunque hayamos creído en Jesucristo, aunque en nuestra vida esté presente el mismo Espíritu Santo de Dios. La razón de esto no es porque Cristo y el Espíritu Santo no tengan poder sobre nuestra vida, sino porque cuando creemos en Cristo, Dios en realidad no erradica el pecado de nuestra vida, sino solamente nos perdona de ello. Seguimos siendo los mismos pecadores que antes fuimos y que siempre seremos mientras estemos con vida. Lo único que ocurre cuando creemos es que Dios nos mira como si fuésemos personas que nunca jamás en la vida hemos pecado; pero no porque nunca hayamos pecado, pues lo único que ocurre es que cuando Dios mira nuestra fe en su Hijo, Él realmente mira a su Hijo en nosotros y ya no nos culpa más de pecado alguno. Y para combatir el pecado que está presente en nuestra vida, Dios pone en nosotros a su Espíritu Santo.
En nuestra lectura de Gálatas 5:16-26, tenemos un panorama acerca de la obra del Espíritu Santo en la vida de los creyentes en Jesucristo, del cual en este momento me propongo predicarles la siguiente verdad, que: La presencia del Espíritu de Dios en la vida del creyente en Jesucristo realiza OBRAS especiales en él, con tal de que este pueda hacer el bien. / ¿Cuáles son estas OBRAS especiales que el Espíritu de Dios realiza en la vida del creyente en Jesucristo con tal de que este pueda hacer el bien? / Analizando estos versículos de nuestra lectura de Gálatas 5:16-26, aprenderemos acerca de estas OBRAS especiales.
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La primera OBRA especial que el Espíritu de Dios realiza en la vida del creyente en Jesucristo con tal de que este pueda hacer el bien, es que:
I.- LE VENCE LOS DESEOS DE LA CARNE QUE SURGEN EN ÉL.
Los pecados que el apóstol Pablo describe como “los deseos de la carne”, u “obras de la carne”, son pecados que todos somos capaces de practicar, aunque en realidad no estamos activos en practicarlo, pero cada quien de manera personal tiene determinados pecados que están fuertemente activos en nuestra vida, y otros que quizá nunca serán el mayor problema de nuestra vida. En una lista breve (como muestra), por supuesto que no son los únicos deseos u obras existentes, el apóstol Pablo dice: “Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, / idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, / envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a estas; …” (Gálatas 5:19-21a). Desde luego, que cuando menciona “cosas semejantes a estas”, hay más pecados que entran en esta lista, por no decir que en realidad todo deseo u obra humana pecaminosa entra en esta lista. Pero cualquiera que sea el pecado, pone en peligro la eternidad de una persona, a menos que la persona sea creyente en Jesucristo. Por eso, al final del versículo 21, el apóstol Pablo, buscando alejar a los Gálatas de cualquiera de las formas de pecar, les dice: “… acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios” (Gálatas 5:21b).
Pero, para combatir este gran problema humano, el apóstol Pablo, dice a los Gálatas: “Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. / Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis” (Gálatas 5:16-17). Es claro que, en el interior de la vida espiritual de toda persona, sea creyente o no sea creyente, la carne (nombre que se le da a la inclinación que las personas tenemos por causa del pecado presente en nuestra vida), es el problema que hace: “que no hagáis lo que quisiereis”; y el andar “en el Espíritu” es la solución que frena el poder malvado de las obras de la carne tanto en no creyentes como en creyentes, pero especialmente al que es creyente le proporciona la capacidad de no satisfacer “los deseos de la carne”. Por eso, la primera OBRA especial del Espíritu Santo de Dios en el creyente en Jesucristo, es VENCER EN NOSOTROS LOS DESEOS DE LA CARNE.
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La segunda OBRA especial que el Espíritu de Dios realiza en la vida del creyente en Jesucristo con tal de que este pueda hacer el bien, es que:
II.- LE LIBRA COMO PECADOR DEL PODER CONDENADOR DE LA LEY.
En el versículo 18, el apóstol Pablo, dando por hecho de que el creyente en Jesucristo, para sus luchas contra su inclinación a hacer lo malo, cuenta con la presencia y guía del Espíritu de Dios en su vida, les dice a los Gálatas: “Pero si sois guiados por el Espíritu, no estáis bajo la ley” (Gálatas 5:18). Qué buena noticia es esta de que a los creyentes se les diga (o más bien, se nos diga) que: “no estáis bajo la ley”. ¿Sabe usted lo que esto significa o implica? Estar bajo la ley, es una expresión sinónima para decir que una persona está bajo condenación. La ley de Dios, también conocida como la ley de Moisés (mucho más notorio en sus libros Éxodo, Levítico, Números, y Deuteronomio), su función principal es solamente demostrar que uno es un pecador que merece la ira eterna de Dios sobre sí mismo.
Pero cuando uno es creyente, el Espíritu Santo de Dios, lo que hace en él es guiarle, y le libra del poder condenador de la ley. Es prácticamente en la ley, desde el tercer capítulo del Génesis que nos enteramos que el ser humano se constituyó en pecador no por la suma de diversos pecados, sino con solamente un pecado, que no tuvo que ser acerca de algo tan escandaloso, sino con algo tan cotidiano como el comer un fruto prohibido que podría pasar desapercibido como pecar, sino fuese porque Eva y Adán lo comieron en un acto de desobediencia e incredulidad hacia lo antes dicho por Dios a ellos. Tan solo por esa única desobediencia, fueron inmediatamente condenados a muerte física y eterna, y al exilio del Edén donde se manifestaba para ellos la presencia de Dios. En consecuencia, todo descendiente de ellos, hasta el día de hoy, varios miles de años después, las personas estamos bajo la misma condenación, salvo las que ahora creen y reciben en su vida a Jesucristo. Por eso, el apóstol Pablo dice a los romanos que: “Ahora, pues, ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu. / Porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte” (Romanos 8:1-2). El Espíritu de Dios que ahora está en nosotros, nos guía para no entregarnos al pecado, y si en verdad él nos guía, es real que también nos librado del poder condenador de la ley de Dios. Por eso el apóstol Pablo dice no solamente para los Gálatas sino para todo creyente, que: “no estáis bajo la ley”. Esta es la segunda OBRA especial que el Espíritu de Dios está haciendo en nuestras vidas, la de librarnos del poder condenador de la ley.
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La tercera OBRA especial que el Espíritu de Dios realiza en la vida del creyente en Jesucristo con tal de que este pueda hacer el bien, es que:
III.- LE ENTREGA LOS DONES NECESARIOS PARA HACER EL BIEN.
Observen cómo en los versículos 22 y 23, el apóstol Pablo les habla a los Gálatas acerca del fruto que va apareciendo en la vida del que ahora es un creyente en Jesucristo. “Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, / mansedumbre, templanza; contra tales cosas no hay ley” (Gálatas 5:22-23). Cuando una persona carece de estos frutos, lo único que saldrá de su conducta es todo lo contrario al “amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, fe, mansedumbre, y templanza”, o sea que por naturaleza toda persona está siempre lista para hacer lo malo, y no el bien, pues el bien lo comienza a hacer hasta que es dotado del fruto correspondiente, o más bien de los dones necesarios y especiales para que pudiera practicar el bien. Como en el caso de la lista de las obras de la carne mencionadas en los versículos 25-26, donde el apóstol Pablo solo presenta una breve lista de solo 17 pecados a manera de ejemplo, ocurre lo mismo en estos versículos 22 y 23, donde el apóstol solo menciona 9 manifestaciones del fruto del Espíritu de Dios; sin embargo, el Espíritu de Dios es Todopoderoso para generar no solamente nueve frutos o manifestaciones de su fruto, ni solamente puede combatir 17 pecados, sino que puede generar más y otros frutos que hagan falta en la vida de toda persona con tal de que uno pueda hacer el bien.
Pero, es claro que este fruto no lo recibe uno de la iglesia a la que uno se congrega, ni de algún anciano o pastor de la iglesia, ni del maestro que le enseña la santa palabra de Dios, sino que con toda claridad el apóstol al presentar al autor de este fruto que todos necesitamos, les dice claramente a los Gálatas, que es del: “del Espíritu”, porque le llama: “el fruto del Espíritu” (v. 23). El Espíritu de Dios que está presente en la vida de cada creyente, hace esta tercera OBRA especial que consiste en proveernos del fruto que nos hace falta para transformar nuestra inclinación al mal, ahora hacia el bien que agrada a Dios e incluso al prójimo.
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La cuarta OBRA especial que el Espíritu de Dios realiza en la vida del creyente en Jesucristo con tal de que este pueda hacer el bien, es que:
IV.- LE GUÍA PARA LLEVARLE DEL MAL AL BIEN.
El Espíritu de Dios tiene su participación en el cambio que uno necesita para no ser dominado por el mal. Por eso, el apóstol le dice a los Gálatas: “Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu.” (Gálatas 5:25). El vivir por el Espíritu que menciona San Pablo indica que uno cuenta con la presencia del Espíritu de Dios en la vida, y la exhortación que hace acerca del andar en el Espíritu indica que no solamente debemos saber que Él está en nosotros, sino que uno debe dejarse guiar por Él. La versión DHH dice: “Si ahora vivimos por el Espíritu, dejemos también que el Espíritu nos guíe” (DHH), y la NVI dice: “Si el Espíritu nos da vida, andemos guiados por el Espíritu” (NVI). Se trata de dejarse guiar por Él. El pecado siempre nos guía, pero para hacer lo malo; mas lo bueno de ser creyente en Cristo, es que el Espíritu de Dios también nos guía a los creyentes, pero no para hacer lo que es malo, sino para hacer lo que es bueno.
Amados hermanos, el gran problema con el que todos luchamos que es el querer hacer el bien, pero que repentinamente nos sorprendemos que no pudimos hacerlo como lo pensamos, solo tiene solución eficaz para los que hemos creído en Jesucristo como nuestro Señor y Salvador. Siendo Jesús nuestro Señor, porque le hemos dado este lugar que le corresponde, el Espíritu Santo entra en acción para tomar el control de nuestra naturaleza para que el mal no nos siga arrastrando a más pecar y a la condenación de donde Cristo nos ha salvado; e impulsa a nuestro ser entero a desear lo que es bueno, y nos guía a hacer el bien que agrada a Dios. Pero, recuerden que, a pesar de la guía del Espíritu de Dios, no hemos dejado de ser pecadores que, aun haciendo el bien, la corrupción del mal siempre aparecerá mezclado en todas nuestras buenas acciones. Esta es nuestra lucha, pero gracias a Dios por la presencia de su Espíritu en nosotros que realiza esta OBRA especial en nosotros, sino seríamos peores de lo que ahora somos.
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La quinta OBRA especial que el Espíritu de Dios realiza en la vida del creyente en Jesucristo con tal de que este pueda hacer el bien, es que:
V.- LE CAPACITA PARA TRATAR BIEN A LOS DEMÁS.
Es por la guianza que el Espíritu Santo hace en la vida del creyente, que San Pablo exhorta a los gálatas, pero aplicable también para nosotros, diciendo: “No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros” (Gálatas 5:26). Observen ustedes que, en este caso, el apóstol Pablo menciona tres actitudes que se dan entre “unos a otros”, y considerando que esta epístola fue enviada a creyentes, esos “unos a otros” no son gente extraña y lejana del entorno de la iglesia, sino que precisamente se trata de otros creyentes que son nuestros mismos hermanos en la fe. Siendo los creyentes todavía pecadores, estas tres actitudes negativas que el apóstol menciona, están presentes en las iglesias por medio de los creyentes que no se dejan guiar por el Espíritu de Dios, y que pecan de ser vanagloriosos, irritando a otros y no faltando quién les responda con la misma actitud irritadora, y también hay quienes envidian a otros.
Amados hermanos, estas actitudes no son más que el mal que todavía mora en nuestro ser, pero que, gracias a la presencia del Espíritu de Dios que hace su OBRA especial en nuestras vidas, somos capacitados para tratar bien a los demás incluyendo a nuestros hermanos en la fe con quienes convivimos una y otra vez por razón de nuestra unidad en la fe. Cuando dejamos que nos guíe el Espíritu de Dios que verdaderamente está en nosotros, no andamos molestando, ni andamos envidiando a ningún hermano nuestro en la fe, ni nos portamos vanagloriosamente mostrándonos superiores a ellos; sino que damos a cada quien el respeto y lugar que se merece. Sin embargo, este beneficio no se limita solamente a favor de nuestra hermandad cristiana, sino que también las aplicamos con personas que no son de nuestra fe.
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CONCLUSIÓN: Amados hermanos, el versículo 24 es crucial y relevante en este pasaje bíblico de Gálatas 5, pues hace una afirmación que tiene qué ver con el cambio que ocurre en la vida de los que somos creyentes en Jesucristo. San Pablo dice: “Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos” (Gálatas 5:24). Ser de Cristo, como dice el apóstol, es algo que comienza en el creyente desde el momento que uno decide creer en Cristo para ser salvo de la condenación eterna. La fe en Cristo nos hace pertenecer a él; y desde el acto de creer en él como nuestro Salvador, a uno le cuenta como si nosotros estuviésemos siendo crucificados con toda “la carne con sus pasiones y deseos” que nos habían esclavizado a hacer solamente el mal; y se da como muerto en nosotros el dominio de la carnalidad y sus pasiones y deseos; y comienza en el creyente la transformación de su vida para hacer el bien; pero, todo esto, comienza a ocurrir en uno, por el hecho de creer en Jesucristo.
La fe en Cristo, hace efectiva, la muerte de Cristo a nuestro favor, siendo perdonados todos nuestros pecados, y comienza en nosotros una renovación total de nuestro ser. No se puede ser cristiano y vivir como si no uno no fuese cristiano. Tiene que haber cambios favorables en la vida. Y de ello se encarga la presencia del Espíritu Santo que desde que creemos en Jesucristo viene a nuestra vida para hacer sus OBRAS especiales. No estamos solos, amados hermanos, Dios está con nosotros por medio de su Espíritu Santo.
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