EN EL SANTUARIO DE DIOS
Salmo 73:12-28. Hechos 16:16-26.
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Elaborado por el Presbítero: Diego Teh Reyes, para predicar el domingo 24 de noviembre 2019, a las 11:00 horas, en la iglesia “El Divino Salvador” de Mérida, Yucatán.
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Este sermón corresponde al número 4/4, de la serie: VERDADEROS ADORADORES.
INTRODUCCIÓN: Cuando se busca la presencia de Dios, aunque podría y debería haber exterminación por causa de que Él es santo y los seres humanos somos pecadores; sin embargo, el ser humano siempre resulta beneficiado. Cuando Jesús dijo: “… donde están dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos” (Mateo 18:20). Aunque pareciera que Jesús está diciendo que él llega después que dos o tres personas se reúnen para reconciliarse por conflictos que hayan tenido entre sí, en realidad lo que Jesús dijo es que cuando dos o tres personas deciden reunirse en su nombre para reconciliarse, su presencia no va a hacer falta para ayudarles divinamente en su reconciliación. Su presencia no es neutral, sino que trae bendición.
En la lectura que hicimos de Hechos 16:16-26, vemos igualmente que Pablo el apóstol y Silas uno de los primeros misioneros del evangelio, no en un templo, sino en una cárcel con los pies asegurados en un cepo, “a medianoche, orando Pablo y Silas, cantaban himnos a Dios; y los presos los oían” (Hechos 16:25). Solo eran 2, ni siquiera era el culto de la iglesia, sino solamente la expresión de la devoción personal de dos creyentes, pero como Dios estaba presente, primero porque siempre lo está en todas partes, y segundo porque cuando intencionalmente Él es invocado Él manifiesta que está presente; y cuando lo hace hay bendición. La historia de estos apóstoles cantantes encarcelados, dice: “Entonces sobrevino de repente un gran terremoto, de tal manera que los cimientos de la cárcel se sacudían; y al instante se abrieron todas las puertas, y las cadenas de todos se soltaron” (Hechos 16:26). Esta fue una bendición derivada de la manifestación de la presencia de Dios por dos personas que le estaban alabando.
Pero, hay un lugar especial donde Dios manifiesta su presencia, y junto con su presencia también manifiesta bendiciones a sus adoradores. Se trata del Santuario de Dios, también conocido como el Lugar Santísimo, que durante unos seis siglos fue una pequeña sección relevante al fondo del Tabernáculo transportable que fue diseñado por instrucciones de Dios desde los tiempos de Moisés. Es similar a las plataformas que tenemos en nuestros templos donde subimos a dirigir los cultos y a predicar la palabra de Dios. En los tiempos del Salmo 73, solamente se conocía el Tabernáculo con su Lugar Santísimo o Santuario. El templo de Salomón no fue construido sino hasta unos 30 años después. Pero el detalle sobresaliente tanto en el Tabernáculo como en el templo posteriormente construido, el adorador que se presentaba en aquellos recintos, no podía irse sin ser bendecido por haber estado en aquel lugar de la presencia de Dios, también llamado Santuario.
El autor de este Salmo73 no es David como la mayoría de los salmos. Su autor se llama Asaf, del mismo tiempo que David. Acerca de este salmista, si usted alguna vez tuvo, ha tenido, o está teniendo dudas y criterios personales que no cuadran con la voluntad de Dios, él también los tuvo. Pero, hubo un día, o quizá no en un solo día, sino durante un proceso de ocasiones que su manera personal de ver las cosas, cambió. ¿Cuándo ocurrió este cambio en él? En este Salmo 73 nos relata que no podía entender cómo es que mucha gente impía prosperaba económicamente, y él que se esforzaba ser un hombre obediente a Dios, nunca había prosperado como a él le hubiese gustado; pero en el versículo 17 él comparte cómo es que sus dudas, e incluso su manera de pensar se disipó. Usted debe saber cuándo, cómo, y en dónde le ocurrió esta bendición que probablemente usted también está necesitando ahora mismo. Él dice que cambió: “Hasta que entrando en el santuario de Dios, comprendí el fin de ellos” (Salmo 73:17).
Basado en esta experiencia de Asaf, lo que hoy les voy a predicar consiste en lo siguiente: Acudir a la casa de Dios, a su santuario resulta en BENDICIONES espirituales para nuestra vida. Desde luego que ir a la casa de Dios no sustituye la necesidad de acudir por medio de la fe a Jesucristo, sin embargo, también es una necesidad para el ser humano. / Pero, ¿cuáles son las BENDICIONES espirituales para nuestra vida, que llegan como resultado de acudir a la casa de Dios, a su santuario? / En las palabras del Salmo de Asaf, nuestro Salmo 73, aprenderemos cuáles son dichas BENDICIONES espirituales.
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La primera BENDICIÓN espiritual para nuestra vida, que llega como resultado de acudir a la casa de Dios a su santuario, es:
I.- COMPRENDER LA MANERA DE PENSAR DE DIOS.
Asaf, había sido un hombre con deseos de prosperar no solamente en su fe y servicio a Dios, sino que él también quería ser un hombre rico como lo eran muchos de los que él conocía. Pero, a él no se le daba esta bendición. Él seguía siendo pobre. Él dice: “He aquí estos impíos, sin ser turbados del mundo, alcanzaron riquezas. / Verdaderamente en vano he limpiado mi corazón, y lavado mis manos en inocencia; / Pues he sido azotado todo el día, y castigado todas las mañanas” (Salmo 73:12-14). Él llegó a pensar que era “verdaderamente en vano” todo lo que hacía al servir a Dios, y buscar la limpieza espiritual de su propia vida. Pero, esto lo hacía desde un esfuerzo muy personal, sin haber acudido a la presencia de Dios, en la casa de Dios, en Su Santuario, ni una sola vez en su vida, pero no se le culpa de ello, porque por diversas razones el Tabernáculo donde estaba el Santuario no estuvo funcionando durante varios años hasta que el rey David restaura el uso del Tabernáculo. Mientras tanto Asaf, tuvo fuertes luchas que le atormentaban en sus pensamientos, los cuales relata en el versículo 16 diciendo: “Cuando pensé para saber esto, fue duro trabajo para mí” (Salmo 73:16), pero también nos comparte en el versículo 17 que la solución llegó: “hasta que entrando en el santuario de Dios, comprendí el fin de ellos” (Salmo 73:16-17).
¿Qué había de extraordinario en el santuario de Dios, que hizo que Asaf comprendiera y dejara de estar confundido y de tener envidia? Bueno, en primer lugar: La presencia de Dios. Y, en segundo lugar: La predicación de la palabra de Dios. En el tabernáculo desde los tiempos de Moisés, de manera similar como se hace en la actualidad en los templos, antes del ofrecimiento de sacrificios como ofrendas por causa del pecado, también se predicaba la palabra de Dios a los que se acercaban a Él en busca de su gracia para ser perdonados. Cuando en los tiempos de David se restaura el servicio del santuario, la predicación y enseñanza de la palabra de Dios no faltó. Fue entonces, que Asaf por medio de escuchar la palabra de Dios en el santuario, él entendió que había una verdad que estaba más allá de lo que él miraba y experimentaba en la vida diaria. Él comenzó a entender el pensamiento de Dios con respecto al porqué los impíos estaban prosperando con riquezas, y él no. A partir de ese momento, su perspectiva cambió. Dejó de sufrir por ello.
Amados hermanos, cada uno de nosotros, a pesar de que leemos la biblia, hacemos nuestros devocionales personales, cantamos alabanzas a Dios aun en nuestras casas, es necesario reunirnos con la iglesia en un lugar como este donde también nos encontramos con Dios, aunque invisible conforme a su naturaleza, y también se nos predica la palabra de Dios. También se enseña en nuestra Escuela de Formación Cristiana. Estos servicios que la iglesia ofrece, son los medios de gracia para ayudarnos a entender el pensamiento y voluntad de Dios para nuestra vida. No menospreciemos el venir a la casa de Dios. Nos aporta la BENDICIÓN espiritual de COMPRENDER LA MANERA DE PENSAR DE DIOS, y de comprender su voluntad para nuestra vida. Siempre nos hace falta comprender algo que solamente Dios puede sacarnos de dudas, y dar orientación a nuestra vida. La casa de Dios, en un encuentro personal con Dios, llega esta bendición.
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La segunda BENDICIÓN espiritual para nuestra vida, que llega como resultado de acudir a la casa de Dios a su santuario, es:
II.- COMPRENDER EL VALOR DE LA ETERNIDAD.
En su manera personal de ver la vida, él solamente se había enfocado en desear ser un hombre rico. Él solamente sentía admiración, y quizá hasta envidia por la prosperidad de la gente que no temía a Dios. Él, no había pensado en qué será de la eternidad de aquellos impíos, eternidad que no era necesariamente por sus riquezas, sino precisamente por su impiedad, por su falta de temor a Dios. Aquellos impíos son de aquellos que solamente vivían para sí mismos, totalmente ajenos a Dios, como aquel hombre del que Jesús refirió en una parábola, diciendo: “La heredad de un hombre rico había producido mucho. / Y él pensaba dentro de sí, diciendo: ¿Qué haré, porque no tengo dónde guardar mis frutos? / Y dijo: Esto haré: derribaré mis graneros, y los edificaré mayores, y allí guardaré todos mis frutos y mis bienes; / y diré a mi alma: Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate. / Pero Dios le dijo: Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será?” (Lucas 12:16-20). Pero, el punto esencial, no era a quien le iba a dejar, o a quién se le iba a quedar toda su riqueza, sino qué iba a suceder con su alma, pues el alma de una persona que no se enfocó en Dios durante su vida lo único que recibirá al final es la condenación que no será temporal sino eterna. Eso fue lo que le pasó a aquel hombre rico que vivía todos los días haciendo banquetes con gran esplendidez, que habiendo descartado a Dios en su vida, cuando él muere, aquel pobre hombre rico, abrió los ojos en la eternidad de tormento eterno.
Por eso Jesús, especialmente a un rico insensato que estaba peleando con su hermano la división de una herencia, fue: “Mirad, y guardaos de toda avaricia; porque la vida del hombre no consiste en la abundancia de los bienes que posee” (Lucas 12:15). En el caso de Asaf, él nos relata que: “Hasta que entrando en el santuario de Dios, comprendí el fin de ellos” (Salmo 73:17). Cuando menciona que comprendió “el fin de ellos”, es sin duda porque comprendió lo que la palabra de Dios en aquellos tiempos enseñaba acerca de la eternidad tanto para los hijos de Dios que será una eternidad gloriosa, como para los impíos que será una eternidad horrorosa. Entonces, Asaf entendió que lo más importante en la vida no es procurar las riquezas sino procurar la eternidad gloriosa en la eterna y celestial presencia de Dios.
Amados hermanos, esta es un BENDICIÓN espiritual que llega a nuestra vida cuando se acude al santuario de Dios, para adorarle. En el momento de la exposición de la palabra de Dios, siempre hay una edificación que no enseña a valorar lo que es más importante no desde nuestra perspectiva personal generalmente siempre terrenal, sino desde la perspectiva de Dios que es siempre eterna. No menospreciemos el venir a la casa de Dios donde la exposición de la palabra de Dios, en palabras del autor del salmo 19: “convierte el alma; … hace sabio al sencillo; … alegran el corazón; y … alumbra los ojos” (Salmo 19:7.8).
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La tercera BENDICIÓN espiritual para nuestra vida, que llega como resultado de acudir a la casa de Dios a su santuario, es:
III.- COMPRENDER QUE TODO LO QUE NOS HACE FALTA ES DIOS.
Asaf, antes de iniciar formalmente en el ministerio del canto de alabanzas a Dios, nunca había tenido la oportunidad de estar en el santuario de Dios porque desde hace un tiempo atrás el Tabernáculo no estaba funcionando desde que el Arca del pacto fue robado por unos filisteos, y aun cuando fue recuperado, no fue posible llevarlo pronto a Jerusalén la capital del reino, sino que el Arca del pacto fue encomendado en otro pueblo por varios años en casa de un hombre llamado Obed-edom. Asaf fue uno de los hombres que acompañaron el traslado del Arca del pacto cuando se trasladó desde la casa de Obed-edom al Tabernáculo instalado en Jerusalén la “Ciudad de David”. (cf. 1 Crónicas 15:17, 19, 25-29). Cuando se restablece el funcionamiento del Tabernáculo, con el Arca del Pacto ya devuelto y colocado en el Lugar Santísimo o Santuario, Asaf fue nombrado por los levitas como cantante principal y cimbalista de la alabanza del Tabernáculo. Desde entonces, Asaf sirvió dirigiendo la música y el canto en el tabernáculo junto con dos músicos llamados Hemán y Etán (cf. 1 Crónicas 6:31-44).
Pero, antes de tener el privilegio de entrar al santuario de Dios, Asaf s pesar de ser un destacado cantante, un buen cimbalista, y hábil para la dirección de un buen equipo musical, su manera de pensar era como muchos de nosotros pensamos alguna vez antes de creer en Cristo, y antes de comenzar a asistir a los cultos y estudios bíblicos de la iglesia de nuestro Señor Jesucristo. Su manera de pensar con respecto a muchos temas de la vida cotidiana eran diferentes y hasta contrarios a la manera de pensar de Dios. Pero luego de haber tenido encuentros frecuentes con la presencia y palabra de Dios en el santuario, ahora lo escuchamos decir, según los versículos 22 al 28: “Tan torpe era yo, que no entendía; era como una bestia delante de ti. / Con todo, yo siempre estuve contigo; me tomaste de la mano derecha. / Me has guiado según tu consejo, y después me recibirás en gloria. / ¿A quién tengo yo en los cielos sino a ti? y fuera de ti nada deseo en la tierra. / Mi carne y mi corazón desfallecen; mas la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre. / Porque he aquí, los que se alejan de ti perecerán; tú destruirás a todo aquel que de ti se aparta. / Pero en cuanto a mí, el acercarme a Dios es el bien; he puesto en Jehová el Señor mi esperanza, para contar todas tus obras” (Salmo 73:22-28). Ahora, Asaf podía decirle a Dios con firme convicción: “fuera de ti nada deseo en la tierra” (v. 25b). Y testificando de esta nueva manera de entender las cosas, dice Asaf a la gente: “la roca de mi corazón y mi porción es Dios para siempre” (v. 26b). Tras ir al santuario de Dios a alabarle, ahora él había comprendido que todo lo que hace falta al ser humano no son las cosas que otros tienen, sino Dios.
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CONCLUSIÓN: Amados hermanos, la conclusión de esta predicación consiste en que cada vez que acudimos, o más bien venimos a este santuario de la presencia de Dios, o al destinado por otra iglesia como santuario de Dios para su adoración, hay bendición. ¿Recuerdan ustedes las palabras del salmo 133 que menciona: “¡Mirad cuán bueno y cuán delicioso es habitar los hermanos juntos en armonía!” (Salmo 133:1); y esto lo dice especialmente cuando su pueblo, su iglesia, se reúne ante Su presencia en Su santuario destinado para su adoración. Y el resultado, según palabras del mismo Salmo, es que “allí envía Jehová (o sea, Dios) bendición y vida eterna” (Salmo 133:3c). Es decir, no es en vano que vengamos a la adoración. Dios es el único que merece ser adorado por todas sus criaturas ya sean terrenales, acuáticas, aéreas, o celestiales; pero mucho más espera recibir la adoración de sus hijos, de los que somos su pueblo. Y mientras usted está adorando, aunque usted no siempre lo perciba, Dios por su Espíritu y la palabra leída y la que estoy predicando le está ayudando a comprender la voluntad de Dios.
Es aquí en Su presencia en Su santuario que somos bendecidos para comprender la manera de pensar de Dios, y así poder renovar nuestros pecaminosos pensamientos y manera de ver y entender todas las cosas. Es aquí en Su presencia en Su santuario que somos bendecidos para comprender el valor de las cosas eternas, para dejar de aferrarnos a las cosas terrenales que tanto suelen conquistarnos. Es aquí en Su presencia en Su santuario que somos bendecidos para comprender que lo que realmente necesitamos en la vida es a Él.
Así que estimado oyente, no descuide venir a los cultos de esta iglesia, o acudir a la iglesia donde usted esté comprometido a servir a Dios. Dios quiere siempre entregarnos estas y más bendiciones con las cuales podamos enfrentar las dudas, las pruebas, las tentaciones. Encontrarse con Dios por la mediación de Cristo aquí en Su santuario tiene resultados edificantes, de mucha bendición para los que practicamos buscar su presencia. A Asaf le trajo mucha comprensión para vivir la voluntad de Dios. A nosotros también nos beneficiará estar ante Su presencia, en Su santuario, expuestos ante su bendita y santa palabra.
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