QUE EN MÍ TENGÁIS PAZ
Isaías 57:15-21; Juan 16:25-33.
Predicado por el Presbítero: Diego Teh Reyes, el domingo 08 de diciembre 2019, a las 18:00 horas, en la congregación “Luz de Vida” de la colonia Bojórquez, de Mérida, Yucatán.
Este sermón corresponde al sermón # 4, de la serie: JESÚS MOTIVO DEL ADVIENTO.
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INTRODUCCIÓN: Cuando Jesús hubo nacido: “… una multitud de las huestes celestiales, que alababan a Dios, y decían: / ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (Lucas 2:13-14). Hoy, segundo domingo de adviento recordamos esta celebración angelical de la paz a favor de los habitantes de la tierra, que Jesucristo el Hijo de Dios nos trajo. A 21 siglos después de aquella buena noticia para la humanidad, la paz que Jesús trajo a este mundo, ya está funcionando favorablemente en la vida de los que creemos en Jesucristo como nuestro único y suficiente Señor y Salvador. Ahora, solamente estamos en espera que Cristo regrese de nuevo, y los creyentes seamos reubicados en nuestra prometida morada celestial y eterna, donde la paz es plena y sin limitaciones, porque entonces las aflicciones que ahora nos llegan a la vida, jamás volverán a tocar ni nuestro cuerpo, ni nuestra alma. Anhelamos que llegue el momento de ese gran día.
La porción de Juan 16:25-33 que ya hemos leído, es un segmento del llamado Discurso de Despedida de Jesús, que se contiene en los capítulos 14 al 17 del evangelio según San Juan. El versículo 33 de Juan 16, es como la conclusión del segmento que leímos. En su discurso de despedida, Jesús se estaba cerciorando de que sus discípulos hayan aprendido hasta el último detalle necesario para que cuando él ya no estuviese con ellos, ellos pudieran continuar la propagación del evangelio que él había traído a este mundo. En su discurso, les recalcó en diversas ocasiones que muy pronto también se manifestaría la presencia del Espíritu Santo para ellos, para suplir la ausencia física de él con ellos; pero como instrucción especial Jesús les indica que ellos necesitarán la paz que solamente puede encontrarse en él. Por eso les dijo: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz. En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33).
De estas palabras de nuestro Señor y Salvador Jesucristo con respecto a la paz, en este momento les voy a predicar que: La paz de Dios que se encuentra solamente en Jesús se disfruta en MOMENTOS especiales. / ¿Cuáles son los MOMENTOS especiales en los que se disfruta la paz de Dios que se encuentra en Jesús? / En palabras de Jesús registradas en el evangelio según san Juan 16:33, encontramos que se disfruta en los siguientes MOMENTOS especiales que ahora les voy a compartir.
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El primer MOMENTO especial en el que se disfruta la paz de Dios que se encuentra en Jesús, es:
I.- CUANDO SE CONOCE EL BENDITO EVANGELIO.
Como conclusión de un segmento de su discurso, Jesús les dice a sus discípulos: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz” (Juan 16:33a). ¿De qué cosas Jesús les había hablado? Jesús les estaba hablando, según el versículo 32, justamente acerca de la incapacidad de sus discípulos de seguir el camino hacia la muerte especial y redentora que él había venido a cumplir; y acerca del divino acompañamiento de su Padre celestial; pues, les estaba diciendo: “He aquí la hora viene, y ha venido ya, en que seréis esparcidos cada uno por su lado, y me dejaréis solo; mas no estoy solo, porque el Padre está conmigo” (Juan 16:32). En estas palabras hay evangelio, de que la presencia de Dios el Padre está con Jesús. Son buenas noticias, porque, aunque Jesús sea abandonado por sus discípulos quienes no están en condición espiritual para seguir el mismo camino de Jesús hacia la cruz, Dios el Padre estaría con su propio Hijo quien aun si tuviese que morir, lo cual así fue, su Padre estaría con él para resucitarle. Estas palabras recién explicadas de Jesús, les estaba ayudando a encontrar en Jesús la paz que necesitarían desde aquel momento. La comunicación del evangelio, ya sea directamente de los labios de Jesús, o aun por la lectura o predicación de ella, siempre tiene el poder de traer paz en la vida de una persona que está pasando por una aflicción o turbación.
Los aproximadamente tres años y medio que todos los días, Jesús estuvo enseñando a sus discípulos y al público en general, las buenas noticias de su evangelio del reino de Dios, ellos debieron aprender muchas cosas que les debieron haber traído paz a sus vidas. Por ejemplo, ellos aprendieron de Jesús, la enseñanza: “No os afanéis por vuestra vida, qué habéis de comer o qué habéis de beber; ni por vuestro cuerpo, qué habéis de vestir. ¿No es la vida más que el alimento, y el cuerpo más que el vestido? / Mirad las aves del cielo, que no siembran, ni siegan, ni recogen en graneros; y vuestro Padre celestial las alimenta. ¿No valéis vosotros mucho más que ellas? / 27… / 28… / 29… / 30… / No os afanéis, pues, diciendo: ¿Qué comeremos, o qué beberemos, o qué vestiremos? / Porque los gentiles buscan todas estas cosas; pero vuestro Padre celestial sabe que tenéis necesidad de todas estas cosas. / Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. / sí que, no os afanéis por el día de mañana, porque el día de mañana traerá su afán. Basta a cada día su propio mal” (Mateo 6:25-34). Este evangelio enseña cómo una persona puede disfrutar la paz de Dios en los momentos que hace falta las cosas básicas para sobrevivir.
Por eso, amados oyentes en general, cuando se conoce el evangelio de Jesucristo, desde ese momento uno comienza a disfrutar la paz de Dios.
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El segundo MOMENTO especial en el que se disfruta la paz de Dios que se encuentra en Jesús, es:
II.- CUANDO SE ENFRENTA LAS INEVITABLES AFLICCIONES.
Después de que Jesús les dijo a sus discípulos: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz”, inmediatamente les dijo: “En el mundo tendréis aflicción; …” (Juan 16:33b). La enseñanza aquí es muy clara, que la paz de Jesús siendo verdadera paz, no tiene la finalidad de evitar que lleguen las aflicciones, pues las aflicciones son ingredientes ya naturales de la vida, que nos llegan por causa de la presencia del poder del pecado en nuestra naturaleza humana; pero, al mismo tiempo son instrumentos en las manos de Dios para guiar nuestra vida a una dependencia total en sus dones y persona divina.
Como testimonio de esto, el apóstol en su segunda epístola a los Corintios les escribió: “que estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; / perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos” (2 Corintios 4:8-9). La paz de Dios que se encuentra solamente en Jesús, tiene como finalidad el capacitar a los creyentes para que cuando las inevitables aflicciones lleguen, tengamos la poderosa gracia y sabiduría de Dios para enfrentarlas sin perder la razón. Con la paz de Dios, uno no toma decisiones incorrectas, porque su paz trae a la vida también la sabiduría de Dios.
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El tercer MOMENTO especial en el que se disfruta la paz de Dios que se encuentra en Jesús, es:
III.- CUANDO SE CONFÍA EN SU GLORIOSA VICTORIA.
Al final de esta parte del discurso de Jesús, él les hace una exhortación a sus discípulos, diciéndoles: “… pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33c). Con estas palabras, Jesús se refiere a su victoria primero sobre el mundo que, en su tiempo tenía una gran abundancia de maneras de cometer pecado, pero él no fue atraído por ninguno de tales pecados. Segundo, se refiere a su victoria sobre el mismo poder de la muerte, pues, aunque estaba a menos de 24 horas de ser llevado a la muerte por crucifixión, con estas palabras él ya estaba asegurando su victoria sobre la muerte, la cual le fue concedida por su Padre celestial a menos de 72 horas de haber muerto en el Calvario. A pesar de que los creyentes, intencional y responsablemente hacemos todo de nuestra parte por enfrentar las aflicciones, adversidades, tentaciones, y pruebas que se sufren durante nuestro paso por la vida, no somos nosotros los que conseguimos victoria ni sobre el pecado, ni sobre las tentaciones, ni sobre nada más, sino que, nuestras continuas victorias tienen su causa por la victoria de Jesucristo.
El creyente en Jesucristo jamás es derrotado, precisamente por la victoria de Jesucristo. En otra parte de la segunda epístola del apóstol Pablo a los Corintios, este apóstol les dice que a los ojos de la gente él y su equipo de trabajo son vistos: “como engañadores, pero veraces; / como desconocidos, pero bien conocidos; como moribundos, mas he aquí vivimos; como castigados, mas no muertos; / como entristecidos, mas siempre gozosos; como pobres, mas enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, mas poseyéndolo todo” (2 Corintios 6:8-10). La opinión de personas mal informadas o ignorantes del evangelio, no alteran nuestra tranquilidad que Jesús y su evangelio está edificando en nuestra vida, porque la paz de Dios nos capacita para responder apropiadamente ante calumnias, rechazos, enfermedades, castigos, tristezas, carencias, etc… Es así como la paz de Dios por medio de su Hijo Jesucristo hace su efecto en la vida de los cristianos. Disfrutamos su paz, cuando confiamos que su victoria es la causa de todas nuestras victorias de cada día.
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CONCLUSIÓN: Amados oyentes, ahora mismo es un momento precioso para que usted adquiera la paz de Dios por medio de Jesucristo. Sus palabras que dicen: “Estas cosas os he hablado para que en mí tengáis paz”, siguen siendo un deseo muy especial de Jesús para todos nosotros. Cuando él dice: “para que en mí tengáis paz”, es porque él desea que todos nosotros tengamos paz de él, y porque tiene la paz que cada uno de nosotros necesitamos. Estamos en adviento, debemos prepararnos con la paz de Dios anunciada por los ángeles quienes, por el nacimiento de Jesús, cantaron en tono glorioso: ¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena voluntad para con los hombres!” (Lucas 2:13-14). Estamos a poco más de dos semanas de celebrar la encarnación de la persona divina de Jesús, más que en un niño, en el hombre que nos trajo la paz de Dios. Usted no puede pasar otra navidad más, que a pesar de todas sus sublimes bendiciones, y grandes celebraciones por parte de la cristiandad, al final usted no tenga la paz de Dios en su vida. Navidad sin paz de Dios en el ser humano, es la gran evidencia de que a uno le falta creer en Jesús el Señor de la paz.
Por eso, en este momento, usted dígale a Jesús: Señor Jesús, Señor de la paz, reconozco que vivo sin paz por causa de que soy una persona pecadora. Siento en este momento la necesidad de arrepentirme de todos mis pecados. Te recibo como mi único y suficiente Señor y Salvador. Entra por favor en mi corazón, e instala tu paz en mi corazón; lo necesito. Sálvame para toda la eternidad. Confío en tu victoria sobre el mundo, el pecado y la muerte. Gracias Jesús porque entiendo que ahora mismo me entregarás tu paz. Por la fe en ti recibo tu paz. Amén Señor Jesús.
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