LA FAMILIA, UN OASIS DEL AMOR DE DIOS, Por: Diego Teh.

 

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LA FAMILIA, UN OASIS DEL AMOR DE DIOS[1]

Varios textos.

Predicado por primera vez por el Pbro. Diego Teh Reyes, en la iglesia “El Divino Salvador” de la Col. Centro, Mérida, Yuc; el día domingo 25 de Mayo del 2014, a las 11:00 horas; como tema 7 de 8 del Mes del Hogar Cristiano.

 

    INTRODUCCIÓN:   Viajar por el desierto no es cosa muy agradable, pues debido a las grandes distancias que se recorre bajo los rayos directos del sol y sin agua disponible en ninguna fuente, puede resultar muy agotador y a veces hasta mortal.  En nuestro país tenemos compartido con EUA el desierto más grande de Norteamérica, conocido como el “Desierto de Chihuahua” con una extensión promedio de quinientos mil kilómetros cuadrados que abarcan parte de nuestros estados mexicanos de Chihuahua, Coahuila, y Sonora, y de los estados de Arizona, Texas y Nuevo México de los EUA[2].   Aunque hoy no voy a hablar de migración, voy a comentarles que el domingo pasado, 18 de Mayo, un periódico hondureño pendiente de la migración de su país, publicó una información estadística que nos deja claro lo peligroso que es el desierto solamente en el área de Arizona.  Allí, en los últimos siete meses (de Octubre 2013 a 18 de Mayo 2014), fueron detenidas más de 1580 personas que quisieron desafiar la muerte para alcanzar el “sueño americano”, pero tristemente en ese mismo período hubieron 52 fallecimientos por las altas temperaturas, y es que según el vocero de la patrulla fronteriza de esa entidad “todavía no ha habido las temperaturas más extremas del año en la zona”[3].

   El rey David de nuestras historias bíblicas, tuvo la necesidad de viajar por el desierto de Judá en su época, y nos da a entender que bajo las altas temperaturas del desierto uno puede desear UN OASIS literal, y aún un oasis espiritual.   Un oasis es como un paraíso en medio del desierto en el cual en medio de todas las inclemencias de la temperatura se puede encontrar providencialmente una fuente de agua, algunos árboles donde uno puede descansar bajo una sombra agradable.   David, luego de su experiencia de estar en el desierto literal y vivir en carne propia las inclemencias naturales de ese ambiente, despierta en él un gran deseo de un oasis espiritual que encuentra en Dios, cuando le dice: “Dios, Dios mío eres tú; de madrugada te buscaré; mi alma tiene sed de ti, mi carne te anhela, en tierra seca y árida donde no hay aguas, para ver tu poder y tu gloria, así como te he mirado en el santuario” (Salmo 63:1,2).   Las palabras de David en este Salmo nos dejan bien claro que hay en el ser humano un deseo natural de querer buscar para su vida diaria un oasis, es decir un lugar o realidad que le brinde satisfacción para sus necesidades físicas, emocionales, sentimentales, y espirituales.   David sentía que el santuario era un oasis espiritual para su vida pues allí encontraba a Dios mirando su poder y su gloria, pero cuando él no estaba en el santuario quería encontrar el poder y la gloria de Dios en cualquier lugar como lo era el desierto, el palacio, la aldea, la ciudad, y en el hogar mismo; por eso le dice a Dios “mi alma tiene sed de ti […] para ver tu poder y tu gloria, así como te he mirado en el santuario”.

   La familia de cada uno de nosotros, partiendo de nosotros mismos, también debe ser un oasis del amor de Dios para cada uno de los miembros que la formamos.   Cada miembro del hogar, comenzando con nosotros mismos, somos responsables de hacer sentir el amor de Dios a los demás miembros de la familia, de tal manera que su familia resulte lo más agradable que pueda haber aquí en esta tierra.   El poeta inglés del siglo XVIII, William Cowper, decía y tiene razón en esto: “el hogar es el único pedazo del paraíso que sobrevivió a la caída”, aunque como consecuencia del pecado muchos hogares son un rincón del infierno en lugar de un pedazo de cielo, en lugar de un oasis.   He tenido la experiencia de conocer familias de creyentes en Jesucristo, y escuchar de sus miembros que el esposo no trata bien a su esposa, que la esposa no trata bien a su esposo, que los padres son causa de conflictos para sus propios hijos por preferir a alguno y relegar a otros, que los hijos son rebeldes con sus padres, y que los hijos están en pleitos unos con otros en el hogar mismo.   De esta manera, los hogares aún de los hijos de Dios continúan siendo para su propia familia, como un lugar desértico, indeseable para vivir; sin embargo, cada familia debe ser también un oasis del amor de Dios para propios como para extraños.   Aun una persona ajena a nuestra familia, desde que entre en nuestra casa o en relación con los miembros de nuestra familia, debe darse cuenta que nuestro hogar es un oasis del amor de Dios.   La familia no debe ser como el desierto que resulta inclemente, agotador, y hasta mortal, sino como un oasis acogedor, refrescante, aliviador, confortante, etc…  /  Pero, ¿Cómo es la familia que funciona como un oasis del amor de Dios?   /  A través de este mensaje les iré indicando la descripción de una familia que funciona como un oasis del amor de Dios.   No se trata de fórmulas complicadas sino de normas sencillas totalmente accesibles a todo hijo de Dios.

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   La primera descripción de una familia que funciona como un oasis del amor de Dios, es la familia cuyos integrantes cristianos:

I.- BUSCAN EL GOZO DE DIOS.

   El pecado es tan devastador que afecta hasta nuestras emociones al grado que puede hacer desaparecer el gozo que un hijo de Dios debe sentir en sí mismo y demostrarlo primeramente a su familia.  David, un hombre que cometió tantos vergonzosos pecados llegó al problema de falta de gozo en su corazón.   ¿Se imagina usted vivir en su familia sin gozo?  Solo será capaz de demostrar amargura, rencor, odio, venganza, rechazo, imposición, rencilla, etc…  Su hogar no puede ser feliz con un corazón con esta condición.  Usted tiene que dar el paso de buscar en Dios el gozo necesario para reemplazar todas esas reacciones pecaminosas que afectan la vida de su cónyuge y de sus hijos, afectan también la relación entre hermanos, cuñados, primos, suegros, yernos, nueras, y demás relaciones familiares; todo por causa de un corazón pecaminoso en el cuál hace falta el gozo de Dios.  David, se encontraba en esa situación deprimente y lamentable para la vida personal, pero muy acertadamente no se puso a culpar a ningún integrante de su familia, sino que buscando en Dios la restauración de su corazón pecaminoso a un corazón en buenas condiciones espirituales, le dice a Dios: “Vuélveme el gozo de tu salvación, y espíritu noble me sustente” (Salmo 51:12).

    Un siguiente detalle importante es que si usted es un creyente en Jesucristo, usted pertenece al reino de Dios, y su familia es una extensión del reino de Dios, y usted primeramente es la persona responsable de vivir el gozo de Dios a la vista de sus seres queridos.  El apóstol Pablo nos da la siguiente razón: Porque el reino de Dios no es comida ni bebida, sino justicia, paz y gozo en el Espíritu Santo” (Romanos 14:17).   Por tanto un hogar que es parte del reino de Dios, donde hay por lo menos un miembro del reino de Dios, los creyentes que hayan allí, deben demostrar el gozo de la fe para dar testimonio de lo útil y benéfico que es la fe salvadora en Jesucristo.  En el rostro del marido cristiano no debe desaparecer el gozo, ni en el rostro de la esposa cristiana, asimismo en los rostros de los hijos cristianos.

    Amados hermanos, cada uno de nosotros somos responsables de identificar cada día nuestros pecados, y pedir a Dios mediante Jesucristo que llene nuestros corazones del gozo de Dios.  Solamente así nuestra familia puede ser un oasis del amor de Dios.

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   La segunda descripción de una familia que funciona como un oasis del amor de Dios, es la familia cuyos integrantes cristianos:

II.- TRATAN A TODOS CON JUSTICIA.

   Hay conductas esenciales que Dios requiere del ser humano, especialmente de aquellos que pertenecen a su pueblo escogido, como hijos amados de Dios.  A través del profeta Miqueas fue dada una exhortación a los hijos de Dios del pueblo de Israel cuya comunidad social ya estaba infestada de injusticias como a veces puede verse esta misma situación en los hogares de muchas personas.   La exhortación decía: “Oh, hombre, él te ha declarado lo que es bueno, y qué pide Jehová de ti: solamente hace justicia, y amar misericordia, y humillarte ante tu Dios” (Miqueas 6:8).  Entre las peticiones de Dios está el vivir practicando la justicia.

    En la época del ministerio de Jesús, también se vio en la necesidad de exhortar a fariseos que como muchos de nosotros somos responsables en las cosas que son vistas por otros creyentes que se reúnen en el mismo lugar que nosotros.   Jesús les dijo: “¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas! porque diezmáis la menta y el eneldo y el comino, y dejáis lo más importante de la ley: la justicia, la misericordia y la fe.   Esto era necesario hacer, sin dejar de hacer aquello” (Mateo 23:23).  Entre las peticiones de Jesús a estos antiguos religiosos, está la práctica de la justicia.

    Amados hermanos, en muchos hogares de la actualidad (yo no puedo señalar el suyo, pero espero que no sea así), el esposo se olvida de su deber de tratar con amor a su mujer, la mujer pisotea la autoridad del marido, los hijos pisotean la autoridad de los padres, los padres exasperan injustificadamente a sus hijos; todos desean ser igual o sin sumisión, alzan la voz; si esto continua, el hogar sufrirá caos.  Dios diseñó la familia con orden y armonía, pero cuando este orden y armonía son distorsionados, el hogar no podrá ser un oasis ni para la familia ni para los ajenos a la familia.  Por consiguiente, si desea que su hogar sea un oasis del amor de Dios, usted debe practicar el tratar a los miembros de su familia procurando no ser injusto con cada uno de ellos.

   La tercera descripción de una familia que funciona como un oasis del amor de Dios, es la familia cuyos integrantes cristianos:

III.- APRENDEN JUNTOS LA PALABRA DE DIOS.

   Entre el pueblo de Dios del Antiguo Testamento, en diversas ocasiones sufrieron de manos de naciones enemigas, la destrucción de aldeas y ciudades enteras, en el que literalmente tal destrucción consistía en la pérdida de la vida de todos los habitantes que eran familias completas desde el padre de familia más grande hasta el hijo más recién nacido.   Cuando Dios tuvo que dar la razón por la que familias enteras perecían ante el enemigo, la respuesta personal de Dios fue: “Mi pueblo  fue destruido, porque le faltó conocimiento” (Oseas 4:6ª).

    Las palabras de Dios son claras en esta observación a las familias israelitas.   Fueron destruidos por el enemigo, no por la falta de un ejército poderoso que los defendiera, tampoco por la falta de buenas viviendas con alta seguridad en el que estuvieran a salvo, sino que fue por falta de “conocimiento”, pero no de conocimiento tecnológico o científico, sino de Dios.   Fueron gentes que dieron por sentado que sabían de Dios, que se sintieron confiados porque fueron por nacimiento ciudadanos del pueblo escogido de Dios, pero debido a que vivieron desobedeciendo a Dios en muchas cosas, perecieron en manos de sus enemigos.   Dios pudo haberlos defendido del enemigo por ser el Dios de ellos y ellos su pueblo escogido, pero no lo hizo para que las siguientes generaciones supieran que las personas, familias, y pueblos enteros que no se preocupan por tener conocimiento de la voluntad de Dios, corren el mismo peligro de terminar con una vida, con una familia, o con un pueblo entero destruido.

    Amados hermanos, en el libro de Josué leemos que aquella persona que lee, medita, aprende, guarda y hace lo que está escrito en la ley de Dios, hará prosperar su camino y todo le saldrá bien (Josué 1:8).  Si este principio de leer, aprender, y hablar la ley de Dios se practicara entre los miembros de la familia, sin duda que habrá “prosperidad en el camino” de la familia, no necesariamente en cuanto a dinero, sino en armonía, paz, unidad, entrega a Dios, respeto mutuo, etc…   Los efectos de conocer la voluntad de Dios harán de la familia de usted un mejor lugar para vivir, un oasis agradable en este mundo donde se puede sentir el amor de Dios en cada uno de sus integrantes.   Por eso, mis amados hermanos, les animo a que todos los días lean en familia por lo menos una breve porción de las Sagradas Escrituras, en el momento más adecuado cuando se encuentren la mayor cantidad posible de miembros de la familia.  Poco a poco irán notando la diferencia, y verán que cuando hay conocimiento de la palabra de Dios, la familia es más fuerte, unida, y enfrenta con sabiduría y poder las adversidades que la afecten, y será un verdadero oasis en el que cada uno encontrará en su familia el lugar más anhelado para vivir.

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   CONCLUSIÓN: Amado hermano, ¿desea usted que su hogar sea o siga siendo un oasis del amor de Dios en medio de este mundo tan lleno de maldad?  No deje de buscar personalmente el gozo de Dios, ni deje de tratar a todos los miembros de su familia de manera justa y con mucha misericordia, y no dejen de aprender juntos la palabra de Dios que ilumina el camino de la vida en familia.


[1] Unión Nacional de Sociedades Femeniles, Anuario de Temas 2014, Publicaciones El Faro, México, D.F; Subtema 7, asignado originalmente para el sábado 10 de Mayo 2014, de la Semana del Hogar Cristiano.

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